domingo, 31 de enero de 2016

ZENIT 31. Ángelus: El Corazón de Dios

Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El relato evangélico de hoy nos conduce de nuevo, como el pasado domingo, a la sinagoga de Nazaret, el pueblo de Galilea donde Jesús creció en familia y lo conocían todos. Él, que hacía poco tiempo que había salido para comenzar su vida pública, vuelve ahora por primera vez y se presenta a la comunidad, reunida el sábado en la sinagoga. Lee el pasaje del profeta Isaías que habla del futuro Mesías y al final declara: “Hoy se cumple esta palabra que acabáis de oír” (Lc 4,21). Los conciudadanos de Jesús, en un primer momento sorprendidos y admirados, comienzan después a poner cara larga, a murmurar entre ellos y a decir: ¿Por qué este que pretende ser el Consagrado del Señor, no repite aquí los prodigios y milagros que ha realizado en Cafarnaúm y en los pueblos cercanos? Entonces Jesús afirma: “Ningún profeta es bien recibido en su patria” (v. 24) y recuerda a los grandes profetas del pasado, Elías y Eliseo, que realizaron milagros a favor de los paganos para denunciar la incredulidad de su pueblo. Llegados a este punto, los presentes se sienten ofendidos, se levantan indignados, expulsan a Jesús fuera del pueblo y quisieran arrojarlo desde un precipicio. Pero Él, con la fuerza de su paz, “pasando en medio de ellos, continuó su camino” (v. 30). Su hora todavía no había llegado.
Este relato del evangelista Lucas no es simplemente la historia de una pelea entre paisanos, como a veces pasa en nuestros barrios, suscitada por envidias y celos, sino que saca a la luz una tentación a la cual el hombre religioso está siempre expuesto, todos nosotros estamos expuestos, y de la cual es necesario tomar decididamente las distancias. ¿Y cual es esta tentación? Es la tentación de considerar la religión como una inversión humana y, en consecuencia, ponerse a “negociar” con Dios buscando el propio interés. En cambio en la verdadera religión se trata de acoger la revelación de un Dios que es Padre y que se preocupa de cada una de sus criaturas, también de aquellas más pequeñas e insignificantes a los ojos de los hombres. Precisamente en esto consiste el ministerio profético de Jesús: en anunciar que ninguna condición humana pueda constituir motivo de exclusión, ¡ninguna condición humana puede ser motivo de exclusión!, del corazón del Padre, y que el único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios. El único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios, de no tener padrinos, de abandonarse en sus manos.
“Hoy se cumple esta palabra que acabáis de oír” (Lc 4, 21). El “hoy”, proclamado por Cristo aquel día, vale para cada tiempo; resuena también para nosotros en esta plaza, recordándonos la actualidad y la necesidad de la salvación traída por Jesús a la humanidad. Dios viene al encuentro de los hombres y las mujeres de todos los tiempos y lugares en las situaciones concretas en las cuales estos estén. También viene a nuestro encuentro. Es siempre Él quien da el primer paso: viene a visitarnos con su misericordia, a levantarnos del polvo de nuestros pecados; viene a extendernos la mano para hacernos levantar del abismo en el que nos ha hecho caer nuestro orgullo, y nos invita a acoger la consolante verdad del Evangelio y a caminar por los caminos del bien. Siempre viene Él a encontrarnos, a buscarnos. Volvamos a la sinagoga…
Ciertamente aquel día, en la sinagoga de Nazaret, también estaba allí María, la Madre. Podemos imaginar los latidos de su corazón, una pequeña anticipación de aquello que sufrirá debajo de la Cruz, viendo a Jesús, allí en la sinagoga, primero admirado, luego desafiado, después insultado, luego amenazado de muerte. En su corazón, lleno de fe, ella guardaba cada cosa. Que ella nos ayude a convertirnos de un dios de los milagros al milagro de Dios, que es Jesucristo.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae…
Al concluir la plegaria, Francisco se refirió a la enfermedad de Hansen:
Queridos hermanos y hermanas,
Se celebra hoy la Jornada mundial de los enfermos de lepra. Esta enfermedad, a pesar de estar en regresión, desafortunadamente todavía afecta a las personas más pobres y marginadas. Es importante mantener viva la solidaridad con estos hermanos y hermanas, que han quedado inválidos después de esta enfermedad. A ellos les aseguramos nuestra oración y aseguramos nuestro apoyo a quienes les asisten. Buenos laicos, buenas hermanas, buenos sacerdotes.
A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Papa:
Os saludo con afecto a todos vosotros, queridos peregrinos llegados desde diferentes parroquias de Italia y de otros países, así como a las asociaciones y los grupos. En particular, saludo a los estudiantes de Cuenca y a los de Torreagüera (España). Saludo a los fieles de Taranto, Montesilvano, Macerata, Ercolano y Fasano.
Ahora saludo a los chicos y chicas de la Acción Católica de la diócesis de Roma. Ahora entiendo porque había tanto ruido en la plaza. Queridos chicos, también este año, acompañados por el Cardenal Vicario y por vuestros Asistentes, habéis venido muchos al final de vuestra “Caravana de la Paz”.
Este año vuestro testimonio de paz, animado por la fe en Jesús, será todavía más alegre y consciente, porque está enriquecido por el gesto que acabáis de hacer, al pasar por la Puerta Santa. ¡Os animo a ser instrumentos de paz y de misericordia entre vuestros compañeros!
Escuchamos ahora el mensaje que vuestros amigos, que están aquí junto a mí, nos van a leer. (Lectura del mensaje)
El Obispo de Roma terminó su intervención diciendo:
A todos os deseo un feliz domingo y buen almuerzo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Hasta pronto!

31 enero: Domingo 4C, T.O.

Liturgia
          La 1ª lectura (Jer 1, 4-5.17-19) abre el camino a una predicación sincera, incluso arriesgada, en la que hay que decir toda la verdad. Y Dios está detrás para hacer del que trasmite esa Palabra, una plaza fuerte, una muralla de bronce frente a todos. Se opondrán pero no te podrán porque yo estoy contigo para librarte, dice el Señor.
          El evangelio de Lc 4, 21-30 es ese anuncio hecho realidad. Jesús está en la sinagoga de Nazaret. Ha leído una parte del profeta Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí…, que expresa las características del Mesías. Y, de primeras, ha sido bien acogido, porque –además. Ha llamado la atención que al leer esa parte, ha omitido un renglón que hablaba de la venganza. Y les ha gustado a los fieles que sólo leyera las palabras que hablaban de la gracia, del favor de Dios.
          Pero –como suele ocurrir- hubo ese tipo exagerado que reacciona siempre a la contra, y entre curioso y mordaz, levanta la voz para señalar que Jesús es el hijo de José. Podía tener dos lecturas: admiración porque un hijo del pueblo pudiera ser hoy un personaje nuevo en el plano mesiánico…; y podía ser una manera de rebajar la atención, porque Jesús sólo era el hijo de un hombre del pueblo y no podía hablar de mesianismo.
          La crítica surtió efecto, y la gente se dividió. Y Jesús tuvo que hacer patente que un profeta no es bien recibido en su pueblo. Y como debía ser un predicador sincero, “plaza fuerte y muralla de bronce”, les puso delante una realidad dolorosa: mientras su pueblo lo rechaza, otros pueblos lejanos lo van a recibir. Y les puso dos casos bíblicos ante los ojos: Naamán, el pagano, el sirio, fue curado por el profeta Eliseo… La viuda pagana, fue socorrida por el gran profeta Elías…
          Dejaba claro que mientras el pueblo elegido, sus paisanos nazaretanos, las gentes “de dentro” no le aceptaban, otros vendrían de fuera que sí lo acogerían. Y aquello le puso enfrente de los más exaltados, que a empellones lo sacaron de la sinagoga y pretendieron hasta matarlo. Se estaba cumpliendo la palabra que acababa de decirles: lo de su tierra intentaban poner silencio al Espíritu del Señor que estaba sobre él.
          La persecución duró hasta el momento en que Jesús se detuvo y los miró de frente. Todos se quedaron parados. Y Jesús pasó entonces por medio de ellos y se alejaba. Expresión que en la expresión griega en que está escrita, indica una alejarse para siempre, un no volver Jesús a su pueblo de Nazaret.
          Dos puntos que encierra esta lectura de aplicación muy práctica: uno, el daño tan fuerte que hace la crítica, la ironía, la palabra desdeñosa, capaz de cambiar toda la admiración primera en persecución.
          El otro punto que hace reflexionar fuerte es el de Jesús que se aleja para no volver. Algo de lo que estamos viendo en una sociedad que ha abandonado a Jesús y que incluso lo persigue: Jesús se aleja y la sociedad se desmorona, como lo comprobamos cada día en las noticias que nos hacen exclamar que “el mundo está loco”. Sencillamente el mundo está caminando al margen de Jesús, y la consecuencia es que el propio mundo se está destrozando a sí mismo.

          Mención parta, la 2ª lectura (que ya sabemos que va al margen del tema central, pero que tiene una belleza especial. Tema tan escuchado en las bodas, y tema tan poco vivido en la vida. Porque donde haya amor sincero no hay incomprensión, ni falta de respeto, ni egoísmo, ni injusticia. Amor que es capaz de disculpar, mantener la fe en la otra persona a pesar de todas las dificultades, y de permanecer vivo siempre en medio de las  dificultades. EL AMOR NO SE PIERDE NUNCA cuando una vez se ha amado de verdad.


          Todo lo cual nos lleva hasta la Eucaristía para que tengamos una acogida plena de Jesús, lo que significa que también una acogida del prójimo, evitando críticas y sospechas. Y viviendo el amor cristiano que lleva consigo sobrepasar todas las dificultades.

sábado, 30 de enero de 2016

ZENIT. 30 enero: Cristiano, portador de Cristo

Texto completo de la catequesis del Santo Padre en la primera audiencia jubilar

El Papa pide que nos comprometamos a vivir como auténticos cristianos, porque solo así el Evangelio puede tocar el corazón de las personas y abrirlo para recibir la misericordia de Dios

Publicamos a continuación el texto completo de la catequesis que ha pronunciado el papa Francisco este sábado, 30 de enero, durante la primera audiencia jubilar en la plaza de San Pedro:
“Queridos hermanos y hermanas,
Entramos día tras día en el corazón del Año Santo de la Misericordia. Con su gracia, el Señor guía nuestros pasos mientras atravesamos la Puerta Santa y sale a nuestro encuentro para permanecer siempre con nosotros, no obstante nuestras faltas y nuestras contradicciones. No nos cansemos jamás de sentir la necesidad de su perdón, porque cuando somos débiles su cercanía nos hace fuertes y nos permite vivir con mayor alegría nuestra fe.
Quisiera indicaros hoy la estrecha relación que existe entre la misericordia y la misión. Como recordaba san Juan Pablo II: “La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia” (Dives in misericordia, 13). Como cristianos tenemos la responsabilidad de ser misioneros del Evangelio. Cuando recibimos una buena noticia, o cuando vivimos una hermosa experiencia, es natural que sintamos la exigencia de comunicarla también a los demás. Sentimos dentro de nosotros que no podemos contener la alegría que nos ha sido donada. Queremos extenderla. La alegría suscitada es tal que nos lleva a comunicarla.
Y debería ser la misma cosa cuando encontramos al Señor. La alegría de este encuentro, de su misericordia. Comunicar la misericordia del Señor. Es más, el signo concreto de que de verdad hemos encontrado a Jesús es la alegría que sentimos al comunicarlo también a los demás. Y esto no es hacer proselitismo. Esto es hacer un don. Yo te doy aquello que me da alegría a mí. Leyendo el Evangelio vemos que esta ha sido la experiencia de los primeros discípulos: después del primer encuentro con Jesús, Andrés fue a decírselo enseguida a su hermano Pedro, y la misma cosa hizo Felipe con Natanael. Encontrar a Jesús equivale a encontrarse con su amor. Este amor nos transforma y nos hace capaces de transmitir a los demás la fuerza que nos dona. De alguna manera, podríamos decir que desde el día del Bautismo nos es dado a cada uno de nosotros un nuevo nombre además del que ya nos dan mamá y papá, y este nombre es “Cristóforo”. ¡Todos somos “Cristóforos”! ¿Qué significa esto? “Portadores de Cristo”. Es el nombre de nuestra actitud, una actitud de portadores de la alegría de Cristo, de la misericordia de Cristo. Todo cristiano es un “Cristóforo”, es decir, un portador de Cristo.
La misericordia que recibimos del Padre no nos es dada como una consolación privada, sino que nos hace instrumentos para que también los demás puedan recibir el mismo don. Existe una estupenda circularidad entre la misericordia y la misión. Vivir de misericordia nos hace misioneros de la misericordia, y ser misioneros nos permite crecer cada vez más en la misericordia de Dios. Por lo tanto, tomémonos en serio nuestro ser cristianos, y comprometámonos a vivir como creyentes, porque solo así el Evangelio puede tocar el corazón de las personas y abrirlo para recibir la gracia del amor, para recibir esta grande misericordia de Dios que acoge a todos. Gracias”.

30 enero: ¿Quién es Este?

Liturgia
          David había pecado. Y tal como lo había tramado, podía quedar impune su pecado desde los ojos humanos. Pero no ante los ojos de Dios. Y Dios envió al profeta Natán: 2Sam 12, 1-7. 10. No era prudente entrar de frente en el asunto. Y Natán optó por contar al rey “un caso” [imaginario] que pusiera al rey ante una situación de injusticia ocurrida en sus dominios. Y le fue exponiendo el caso del poderoso que abusó de la pequeñez del vecino pobre, y que teniendo todos sus ganados a mano, había tomado la ovejita del pobre para dar un banquete a sus súbditos.
          El rey David sacó a relucir su justicia y su poderío determinando ya de entrada que ese hombre tiene que morir, es reo de muerte. Es que somos fáciles a juzgar hacia afuera lo que no somos capaces de ver en nosotros mismos. Y Natán le dice al rey, ahora muy de frente: ESE HOMBRE VERES TÚ. Dios te dio todo, eres dueño de todo, tienes de todo. Y viniste a tomar lo poco que no era tuyo, quedándote con la mujer de Urías.
          David no replicó. Vio su realidad en el espejo que Natán le había puesto delante y bajó la cabeza con un muy sentido: He pecado contra Dios. En efecto, aquel pecado contra Betsabé y contra Urias y contra la justicia, había sido un PECADO CONTRA DIOS, porque todo pecado es contra Dios.
          Y Natán le anunció que el pecado lleva su penitencia y que ese pecado también la lleva. David rogó al Señor que el niño que iba a nacer no muriera y lo hizo con ayuno y mortificación. Que en definitiva era reconocer su pequeñez ante Dios, a quien sólo quedaba que suplicar desde la pobreza humana.

          Mc 4, 35-40. Acababa yo de escribir mi segundo libro con objetivos tan variados como los mismos tiempos litúrgicos, y buscaba un título que viniera bien a ese conjunto. No me era fácil. Y llegó este día en el que se tenía este evangelio con la pregunta de los apóstoles: Quién es Este. Y ahí encontré el título de mi libro. Porque la gran realidad de nuestra vida es que por muy conocido que creamos tener a Jesús, siempre queda una ulterior pregunta que busca más…: Quién es Este. Porque Jesucristo es inconmensurable. Con razón Pablo lo define sin poner números, en lo alto, lo ancho, lo largo y lo profundo… Poner medidas hubiera sido cercenar la más grande realidad del mundo. No puso ninguna cifra… Siempre queda abierta la pregunta: ¿Quién es Este?
          Jesucristo no tiene límites. Cuando hemos descubierto una faceta y nos parece haber tocado el cielo, a renglón seguido nos damos cuenta que no hemos apenas empezado… Jesucristo es MÁS. A Jesucristo no lo abarcamos nunca. Nunca aprehenderemos a Jesús. Jesucristo se nos desborda y nos desborda. Jesucristo no puede ser metido en el puño del hombre, por muy grande que fuera el puño místico de la persona, por muy lejos que hubiera ido, por muchas revelaciones que hubiera recibido. Jesucristo siempre es MÁS.
          Los apóstoles remaban y Jesús dormía en la popa de la barca. Lo podían ver ellos como el Maestro de siempre, que necesitaba descansar. Se levantó la tempestad y ellos pretendieron solucionar la situación pero las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Salpicaba por todas partes, y Jesús –dormido en popa- parecía no enterarse, aunque debía estar empapado.
          Ya no cabía esperar más. Se iban a pique. Y es el momento en que se van a Jesús y “lo despiertan” diciéndole: Maestro, ¿no te da nada que nos hundamos? Jesús se puso en pie en aquella barca que casi zozobraba ya, increpó al viento y dijo al lago; ¡Silencio; cállate! Y como un corderito manso el mar se echó a sus pies: El viento cesó y vino una gran calma. Entonces los apóstoles, los compañeros de tantas horas y días, los testigos de tantas acciones extraordinarias de Jesús…, el propio Pedro que le había confesado MESÍAS DE DIOS, son los que se hacen la pregunta: Pero ¿QUIÉN ES ESTE? ¡Hasta los vientos y el mar le obedecen!
            Cada vez que entremos en oración, cada vez que estemos orando, cada vez que nos quedemos en silencio…, tenemos que hacernos esa pregunta, a sabiendas de estar ante un pozo sin fondo, ante una pregunta que siempre da respuesta pero que siempre son respuestas parciales, porque siempre queda más por descubrir.

            Cuando se nos dice que veremos a Dios cara a cara y por tanto veremos a Jesús cara a cara, ese va a ser nuestro cielo, el cielo que lo da todo pero que nunca cansa porque siempre sacia y deja abierta la puerta a una nueva saciedad. Allí, el “quién es Este” se convierte en un gozo sin frontera que nos deja al descubierto la fruición eterna.

viernes, 29 de enero de 2016

ZENIT 29 enero: Pecadores, sí; corruptos, no

‘Pecadores sí, corruptos nunca’

En la homilía de este viernes, el Santo Padre advierte sobre el momento en el que el pecado deja de “ser pecado” y se convierte en “corrupción”

De este modo, reflexionando sobre la lectura del día que cuenta la historia de David yBetsabé, ha subrayado cómo el demonio induce a los corruptos a no sentir, a diferencia de otros pecadores, la necesidad del perdón de Dios.
En esta línea, el Pontífice ha explicado que se puede pecar de muchas maneras y por todo se puede pedir sinceramente perdón a Dios y sin ninguna duda saber que ese perdón será obtenido. El problema nace con los corruptos. La cosa pésima de un corrupto es que no necesita pedir perdón porque le basta el poder sobre el que apoya su corrupción, ha advertido.
Y este es el comportamiento que el rey David asume cuando se enamora de Betsabé, mujer de un oficial suyo, Urías, que está combatiendo lejos. Así, el Papa ha relatado que después de seducir a la mujer y saber que estaba embarazada, David crea un plan para cubrir el adulterio. Llama al frente a Urías y le ofrece volver a casa a descansar. Urías, hombre leal, no se siente capaz de volver con su mujer y que sus hombres mueran mientras en la batalla.  Entonces David intenta emborracharle, pero ni siquiera esta “idea” le funciona. Y tal como ha explicado Francisco, finalmente David escribe una carta para que pongan a Urías como capitán en el frente de la batalla más dura y que después se retiren para que así sea golpeado y muera. “La condena a muerte. Este hombre, fiel, fiel a la ley, fiel a su pueblo, fiel a su rey, lleva consigo la condena a muerte”, ha advertido.
De esta manera, el Pontífice ha precisado que David es un santo pero también un pecador. Cae en la lujuria y aun así Dios le quería mucho. Incluso “el grande, el noble David” se siente tan “seguro porque el reino era fuerte” que después de haber cometido el adulterio mueve todas las herramientas a su disposición para arreglarlo, aunque sea mintiendo, hasta ordenar el asesinato de un hombre leal, haciéndolo pasar una desgracia de guerra.
“Este es un momento en la vida de David que nos hace ver una situación por la cual todos nosotros podemos pasar en nuestra vida: es el paso del pecado a la corrupción. Aquí David comienza, da el primer paso hacia la corrupción. Tiene el poder, tiene la fuerza, sea poder eclesiástico, como religioso, económico, político… Porque el diablo nos hace sentirnos seguros: ‘Yo puedo’”, ha subrayado el Papa.
A propósito, el Santo Padre ha explicado que la corrupción –de la que después por gracia de Dios David saldrá– ha tocado el corazón de ese ‘chico valiente’ que había enfrentado al filisteo con la honda y cinco piedras.
Así, ha precisado que hay “un momento donde la costumbre del pecado o un momento donde nuestra situación es tan segura y estamos bien vistos y tenemos tanto poder” que el pecado deja de “ser pecado” y se convierte en “corrupción”.
Finalmente, ha recordado que el Señor siempre perdona “pero una de las cosas más feas que tiene la corrupción es que el corrupto no necesita pedir perdón, no siente la necesidad”. Por ello, el Santo Padre ha invitado a hacer una oración por la Iglesia, comenzando por nosotros, por el Papa, por los obispos, por los sacerdotes, por los consagrados, por los fieles, por los laicos: ‘Señor, sálvanos, sálvanos de la corrupción. ¡Pecadores sí. Señor, todos lo somos, pero corruptos nunca!’

29 enero: Proceso del pecado y de la Gracia

Liturgia
          2Sam 11, 1-10. 13-17 es una joya de pedagogía moral para mostrar el terrible proceso de una ocasión peligrosa que no se desecha. Davis –partamos de ello- es un privilegiado de Dios, un hombre definido bíblicamente como hecho según el corazón de Dios en tanto se pliega a los caminos de Dios. Y ha quedado patente en temas anteriores. Pero –cuanto a lo humano- capaz de la fechoría. Y en el momento en que David se deja influir por esa parte humana, capaz de cualquier cosa.
          Ve a una mujer hermosa. No corta esa mirada sino que se interesa por ella. Y –un paso más- consiente y la manda llamar. El resto es ya la cuesta abajo y acaba en el adulterio. Betsabé queda encinta. Y David, obnubilado por lo que ha hecho, no reacciona rectamente reconociendo su culpa, sino que intenta taparla. Es lo peor. Porque pretende que venga desde la guerra Urías, el marido de la mujer, y que así quede tapado su pecado porque ¡vaya Vd luego a saber de quién es la criatura!
          Pero Urías es noble y cabal y no considera digno ir a estar con su mujer mientras los compañeros están en la guerra. David se enfanga más todavía y pretende con engaño que Urías se emborrache y que así, borracho, baje a su casa y esté con su mujer. ¡Pues ni así! Y en el torbellino del mal, David comete la felonía de enviar, por medio del mismo Urías, la sentencia de muerte de tan noble soldado. Y Urías muere.
          O sea: una mirada no apartada a tiempo ha degenerado en adulterio, engaño, y hasta homicidio. Interesante historia para tantos que no cortan la trama en el momento en que empieza… Con razón Jesús dijo, con un estilo tajante, que hasta el ojo hay que sacárselo si es ocasión de pecado, porque más vale entrar tuerto en el Reino que con los dos ojos perecer en el pecado.
          Mc 4, 26-34 es otra gran parábola, aunque sea corta de exposición. Bien puede verse en ella una continuación de la gran parábola del Sembrador, vista hace pocos días. La semilla echada en tierra buena tiene potencia en sí misma para germinar por sí misma, mientras el labrador duerme por la noche y se levanta por la mañana. Y esa semilla, sin que el labrador sepa cómo, crece, produce el tallo y la espiga…
          Jesús ha descrito magistralmente la gratuidad de la Gracia, la potencia que encierra la Palabra por sí misma, en orden a ese fruto del 30 o del 60 o del ciento por uno. Nunca es efecto directo de la labor “del labrador”. Lo que al labrador se le pide es que tenga la tierra esponjada, que riegue a su tiempo, que haga las labores  que le corresponden para no estorbar el crecimiento. Pero la fuerza de la semilla va en ella misma, y ni el labrador sabe cómo se va produciendo el desarrollo de la planta. Lo que a él le corresponde finalmente es meter la hoz y recoger en el granero.
          La SEMILLA de LA PALABRA y de la GRACIA de Dios lleva en sí la potencia para desenvolverse, si no se le ponen obstáculos. El Reino no es el efecto del esfuerzo humano, aunque requiere de la libertad de la persona para desarrollarse debidamente. Y al final va a tener efectos benéficos cuando mete la hoz porque ha llegado el momento de la siega.
          Potencia Jesús esa parábola con otra pequeña parábola: la del grano de mostaza, una semilla muy pequeña, y sin embargo capaz de dar de sí un arbusto lo suficientemente frondoso como para que aniden los pájaros en él. Volvemos al argumento principal: la tal semilla es mínima. Los frutos de sembrarla son amplios. ¿Quién le ha dado tal fuerza? – Tampoco ha sido el labrador, que se limitó a sembrar la pequeña semilla. Lo que sale después es ajeno al labrador.
          El evangelio es exigente y está constantemente pidiendo la participación directa de la acción humana. Pero a su vez nos está diciendo que la eficacia de LA SEMILLA está en el don de Dios. San Ignacio lo sintetiza así: Hemos de hacer las cosas como si sólo dependieran de nosotros…, y luego hemos de estar seguros de que todo depende de la acción de Dios. Aprender la gratuidad de la acción de Dios es esencial para una espiritualidad sana y evangélica. Nos toca poner la carne en el asador…, pero con la certeza de que “el fuego para asar” es la Gracia de Dios, que Él da en el momento oportuno. Todo ello nos lleva a una actitud de hijos que trabajan para agradar a su padre…, y luego es el padre quien reparte la ración a sus horas: cuando él quiere, como él quiere, lo que él quiere.

          Y esa es la gran fuente de paz para todo fiel creyente.

jueves, 28 de enero de 2016

ZENIT 28: El corazón cristiano es magnánimo

El corazón del cristiano es magnánimo porque es hijo de un Padre de alma grande y abre los brazos para acoger a todos con generosidad. Así lo ha indicado el papa Francisco esta mañana en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta, en el día en el que la Iglesia celebra la memoria litúrgica de santo Tomás de Aquino. Han participado en la eucaristía algunos sacerdotes que han celebrado con el Papa el 50º aniversario de su ordenación.
“El misterio de Dios es luz”, ha asegurado el Santo Padre comentado el Evangelio del día en el que Jesús nos dice que la luz no llega “para ponerse bajo el celemín o bajo la cama, sino para ponerse en el candelabro, para iluminar”.
El Pontífice ha explicado que esta es una de las características del cristiano, que ha recibido la luz en el Bautismo y debe darla. “Un cristianismo que lleva esta luz, debe hacerla ver porque él es un testigo”. Cuando un cristiano –ha asegurado– prefiere no mostrar la luz de Dios sino que prefiere las propias tinieblas, estas le entran en su corazón porque tiene miedo de la luz. Y de los ídolos, que son tinieblas, le gustan más, entonces le falta algo y no es un verdadero cristiano. El Santo Padre ha subrayado “el testimonio: un cristiano es un testigo. De Jesucristo, Luz de Dios. Y debe poner esa luz en el candelabro de su vida”.
Otra característica del cristiano –ha añadido– es la magnanimidad, porque es hijo de un padre magnánimo, de alma grande. “El corazón cristiano es magnánimo. Es abierto, siempre. No es un corazón que se cierre en el propio egoísmo. O al menos cuenta: hasta aquí, hasta acá. Cuando tú entras en esta luz de Jesús, cuando tú entras en la amistad de Jesús, cuando te dejas guiar por el Espíritu Santo, el corazón se hace abierto, magnánimo…”
Y ha proseguido: “El cristiano, a ese punto, no gana: pierde. Pero pierde para ganar otra cosa, y con esta ‘derrota’ de intereses, gana a Jesús, gana haciéndose testigo de Jesús”.
Por otro lado, el papa Francisco se ha dirigido a los que, entre los presentes, celebran el 50 aniversario de sacerdocio. “Para mí es una alegría celebrar hoy entre vosotros, que cumplís el 50º aniversario de vuestro sacerdocio: 50 años en el camino de la luz y del testimonio, 50 años buscando ser mejores, buscando llevar la luz en el candelabro: a veces se cae, pero vamos una vez más, siempre con esa voluntad de dar luz, generosamente, es decir con el corazón magnánimo”. Solamente Dios y vuestra memoria –ha indicado– saben cuánta gente habéis recibido con magnanimidad, con bondad de padres, de hermanos… A cuánta gente que tenía el corazón un poco oscuro habéis dado luz, la luz de Jesús. De este modo, el Santo Padre les ha dado las gracias, “gracias por lo que habéis hecho en la Iglesia, por la Iglesia y por Jesús”.
Para finalizar su homilía, Francisco ha pedido que “el Señor os dé la alegría, esta alegría grande de haber sembrado bien, de haber iluminado bien y de haber abierto los brazos para recibir a todos con magnanimidad”.

28 enero: El que tenga oídos para oír

Liturgia
          A las predilecciones de Dios con David –que han ido viéndose en días anteriores- sucede hoy -2Sam7, 18-19. 24-29- una oración de reconocimiento y agradecimiento por parte de David. Una invitación que nos hace esta lectura a saber agradecer a Dios y no tenerlo como “una ventanilla de solicitudes”.
          El evangelio –Mc 4, 21-25- tiene sus expresiones un tanto enigmáticas y dignas de parada y atención. Queda claro el comienzo: la luz se enciende para que ilumine, y por eso se pone en el candelero y no bajo el celemín.
          Pero lo que dice a continuación no es tan claro: Si se esconde algo es para que se descubra; si algo se hace a ocultas es para que salga a la luz. No queda tan claro. Porque lo que se hace a ocultas se pretende que quede oculto y por eso se hace en secreto y lo que no se quiere es que salga a la luz.
          Entonces: ¿qué quiere decir ese dicho? Interpreto que nos advierte de que nunca queda oculto lo oculto, y que antes o después se acaba conociendo. Lo que supondría que Jesús nos hace la reflexión de que no vale escondernos porque –aun humanamente- lo que se pretende secreto no queda secreto. Ni lo bueno ni lo malo. Y si ya lo elevamos a la mirada de Dios, es bien claro que para Dios nada queda secreto, por muy en oculto que pretendiéramos actuar. Dios lee en nuestros corazones y aun lo más íntimo a uno mismo, es patente a sus ojos.
          Sigue con otra palabra que tiene su necesidad de comprensión: la medida que uséis la usarán con vosotros. ¿Quién unas esa “medida”? ¿Dios? No lo creo así, porque ¡pobres de nosotros si a nuestras mezquindades respondiera un Dios mezquino! O creemos de verdad en que MISERICORDIA es el otro nombre de Dios (y por tanto es su misma esencia), o estamos perdidos. No puede ser que sea Dios quien nos trata con la misma medida que nosotros usamos.
          Pero sí es cierto que nuestra medida con otros se acaba “cobrando” de los otros la misma moneda que hemos empleado. No es precisamente la misericordia y la comprensión lo que domina y reina en los humanos. Y ahí sí podemos pensar que vamos a recoger lo que sembremos. Y que Jesús nos lo advierte con una reflexión muy a ras de tierra…, la tierra de la realidad humana.
          Queda en medio ese toque de atención que es propio de Jesús: El que tenga oídos para oír, que oiga. “El que tenga oídos PARA OÍR”. Que no es simple “oír” sino actitud de escucha. Un oír que presta atención y pone los 5 sentidos en lo que oye. Un oír que no es simple “oír” sino “ver”, “oler”, responder, actuar. Porque Jesús no se queda en hablar para ser “oído” sino que habla al fondo del alma y habla para ser ESCUCHADO con el corazón, ahí donde la palabra halla eco y resuena más allá de los oídos. Ese “conocer” bíblico que no queda en lo externo de los conceptos sino que se aplica para expresar la íntima fusión del marido y la esposa (“conocer varón”), que supone una unión de la persona en todo su ser, una adhesión plena.
          Éste es el “oír que oye” en la expresión de Jesús.
          Queda por decir que aunque lleva un componente humano en la atención, en la reflexión, en la meditación y la oración, la verdad es que una última “escucha” es más gracia de Dios que esfuerzo humano. Y que Dios lo da a quien quiere y cuando quiere. Lo cual no nos libera de la sana tensión de la búsqueda, porque puede querer Dios esa cooperación humana para que sirva de bandeja donde él deposite sus bienes.

          Y por hoy no se me ocurre más.

miércoles, 27 de enero de 2016

ZENIT 27: La misericordia, don precioso.

la misericordia del Señor hace al hombre precioso, como una riqueza personal que le pertenece, que custodia y en la que se complace

A continuación el texto completo:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la Sagrada Escritura, la misericordia de Dios está presente a lo largo de toda la historia del pueblo de Israel.
Con su misericordia, el Señor acompaña el camino de los patriarcas, les dona hijos a pesar de la condición de esterilidad, les conduce por caminos de gracia y de reconciliación, como muestra la historia de de José y sus hermanos (cfr Gen 37-50). Y pienso en tantos hermanos que están alejados en una familia y no se hablan. Pero este Año de la Misericordia es una buena ocasión para reencontrarse, abrazarse y perdonarse, ¡eh! Olvidar las cosas feas. Pero, como sabemos, en Egipto la vida para el pueblo se hizo dura. Y es precisamente cuando los israelitas van a sucumbir, que el Señor interviene y da la salvación.
Se lee en el Libro del Éxodo: “Pasó mucho tiempo y, mientras tanto, murió el rey de Egipto. Los israelitas, que gemían en la esclavitud, hicieron oír su clamor, y ese clamor llegó hasta Dios, desde el fondo de su esclavitud. Dios escuchó sus gemidos y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Entonces dirigió su mirada hacia los israelitas y los tuvo en cuenta  (2,23-25). La misericordia no puede permanecer indiferente frente al sufrimiento de los oprimidos, al grito de quien está sometido a la violencia, reducido a la esclavitud, condenado a muerte. Es una dolorosa realidad que aflige a todas las épocas, incluida la nuestra, y que hace sentir a menudo impotentes, tentados a endurecer el corazón y pensar en otra cosa. Dios sin embargo, no es indiferente (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2016, 1), no quita nunca la mirada del dolor humano. El Dios de misericordia responde y cuida de los pobres, de los que gritan su desesperación. Dios escucha e interviene para salvar, suscitando hombres capaces de sentir el gemido del sufrimiento y de trabajar a favor de los oprimidos.
Es así como comienza la historia de Moisés como mediador de liberación para el pueblo. Él se enfrenta al Faraón para convencerlo de que deje salir a Israel; y después guiará al pueblo a través del Mar Rojo y el desierto, hacia la libertad. Moisés, que la misericordia divina lo ha salvado de la muerte apenas nacido en las aguas del Nilo, se hace mediador de esa misma misericordia, permitiendo al pueblo nacer a la libertad salvado de las aguas del Mar Rojo. Y también nosotros en este Año de la Misericordia podemos hacer este trabajo de ser mediadores de misericordia con las obras de misericordia para acercarnos, para dar alivio, para hacer unidad. Tantas cosas buenas se pueden hacer.
La misericordia de Dios actúa siempre para salvar. Es todo lo contrario de las obras de aquellos que actúan siempre para matar: por ejemplo aquellos que hacen las guerras. El Señor, mediante su siervo Moisés, guía a Israel en el desierto como si fuera un hijo, lo educa en la fe y realiza la alianza con él, creando una relación de amor fuerte, como el del padre con el hijo y el del esposo con la esposa.
A tanto llega la misericordia divina. Dios propone una relación de amor particular, exclusiva, privilegiada. Cuando da instrucciones a Moisés a cerca de la alianza, dice: «Ahora, si escuchan mi voz y observan mi alianza, serán mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me está consagrada» (Ex 19,5-6).
Cierto, Dios posee ya toda la tierra porque lo ha creado; pero el pueblo se convierte para Él en una posesión diversa, especial: es su personal “reserva de oro y plata” como aquella que el rey David afirmaba haber donado para la construcción del Templo.
Por lo tanto, en esto nos convertimos para Dios acogiendo su alianza y dejándonos salvar por Él. La misericordia del Señor hace al hombre precioso, como una riqueza personal que le pertenece, que Él custodia y en la cual se complace.
Son estas las maravillas de la misericordia divina, que llega a pleno cumplimiento en el Señor Jesús, en esa “nueva y eterna alianza” consumada con su sangre, que con el perdón destruye nuestro pecado y nos hace definitivamente hijos de Dios (Cfr. 1 Jn 3,1), joyas preciosas en las manos del Padre bueno y misericordioso. Y si nosotros somos hijos de Dios, tenemos la posibilidad de tener esta herencia – aquella de la bondad y de la misericordia – en relación con los demás. Pidamos al Señor que en este Año de la Misericordia también nosotros hagamos cosas de misericordia; abramos nuestro corazón para llegar a todos con las obras de misericordia, la herencia misericordiosa que Dios Padre ha tenido con nosotros. Gracias.

26 enero: MENSAJE DE CUARESMA, del Papa

Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2016:  “Misericordia quiero y no sacrificio. Las obras de misericordia en el camino jubilar”

La misericordia de Dios es un anuncio al mundo, pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, explica Francisco, en el tiempo de la Cuaresma enviará a los Misioneros de la Misericordia, “a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios”.
El Papa recuerda que el misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, explica, se muestra siempre rico en misericordia especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto.  Por eso, el Pontífice indica que aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempeña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel.
Y este “drama de amor” alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. De este modo, Francisco recuerda que el “Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella”.
Las obras de misericordia corporales y espirituales, asegura el Santo Padre, nos recuerdan que “nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo”. Por eso, Francisco expresa su deseo de que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre esto, de forma que sea un modo para despertar nuestra conciencia.
Por otro lado, el Santo Padre advierte sobre el delirio que pueden asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, “que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar”. Y actualmente –precisa– también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.
Y así, el Pontífice asegura que la Cuaresma de este Año Jubilar es para todos un tiempo favorable “para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia”. A propósito, recuerda que nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente “tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo”, asegura Francisco. De este modo, explica que a través de este camino también los ‘soberbios’, los ‘poderosos’ y los ‘ricos’, “tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos”.
Sólo en este amor “está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer”, añade.
Para concluir su Mensaje, el Papa advierte que siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, “los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno”.

27 enero: Lo bueno, agradable y perfecto

Liturgia
          David ha llevado al Arca a la ciudad de David. Y concibe la idea de construir un templo donde quede colocada el Arca santa (2Sam 7, 4-17) y así lo consulta con el profeta Natán que, en principio, aprueba la idea. Pero David ha sido un rey que ha estado frecuentemente envuelto en guerras. Y la palabra de Dios que le llega aquella noche a Natán es una corrección parcial de la idea de David. Comienza con una alabanza de David, al que se le hace una breve historia de las bondades de Dios con él, y que, por tanto, es un predilecto de Dios. Pero no va a ser él quien construya ese templo. David dejará preparados los materiales con toda abundancia, pero la construcción del templo queda para su hijo Salomón. Y la presencia de Dios y la bendición de Dios se prolongarán desde David a sus descendientes, y tu trono durará por siempre. Promesa mesiánica que se realizará en plenitud con la llegada de JESÚS.
          El evangelio es la conocidísima parábola del Sembrador. Esa parábola que se presta fácilmente a una división maniquea de “buenos” y “malos”, pero que tiene mucha más amplitud de aplicación entre “los buenos” que deben ser “mejores’. Porque yo no puedo leer esa parábola situándome al margen de los de la semilla que queda estéril. Creo que un mínimo de coherencia me dice que yo también estoy entre ellos, no tanto como postura general sino en determinados aspectos o situaciones de mi vida. No me cabe la menor duda de que hay “una palabra de Dios” que no ha sido aún recogida por mí en terreno fértil. Yo utilizo la expresión: hay zonas en mi persona que aún no han sido bautizadas. En una ocasión un comentario corregía esa expresión. La repito de nuevo. Porque una cosa es que yo estoy bautizado y otra es que esa agua purificadora de mi bautismo no ha llegado a redimir zonas concretas de mi pensamiento o sentimiento, y que por eso no estoy –en tal materia- en el terreno que da siquiera el 30 por uno.
          Y me atrevo a lanzar el reto de un sincero examen para que cada cual pueda examinar su interior para descubrir esa zona de su vida en la que el evangelio aún no se está haciendo realidad. Y me atrevo a decir que puede ser por mucho o por poco: por mucho, porque nos creemos que ya estamos en terreno firme y no somos capaces de dudar de nosotros mismos. ¡Mala señal…, y prevengo contra ella! Por poco puede estar uno en ese terreno que no deja crecer lo efectos de la Palabra, sea porque ni se le deja entrada, sea porque “es muy bonita”…, pero sin encontrar jugo en el interior de la persona como para arraigar y hacer cambiar el ritmo. Y repito: ¡mala señal es que uno e sienta tan seguro de sí que no tenga ni que plantearse el cambio de ritmo!
          Será fácil encontrarse con que hay tantas cosas a las que atender…, o estamos metidos en una vorágine tal de preocupaciones y afanes, que la atención e la mente y la adhesión del corazón tiene serias dificultades para liberarse de esa brocinal que no deja espacios y tiempo para detenerse a pensar y a plantear. Dice Jesús que los cardos y las espinas, las zarzas, ahogan la palabra. ¿Podemos tirar la primera piedra de que eso no nos ocurre a nosotros?

          La tierra buena tiene oportunidad de ser mejor…: porque dar un 30% está considerado por Jesús “tierra buena”. Pero también hay tierra que da el 60. Por consiguiente no podemos quedarnos cruzados de brazos en el 30 cuando cabe rendir el 60 y el 80… Para decirlo de forma muy personal: Jesucristo se merece de nosotros que demos el 60 cuando hemos llegado al 30, o que demos el 80 cuando hemos llegado al 60. Se trata de esa exigencia del amor al Sembrador, a Jesucristo, el JUSTO, al que no podemos dejar con menos cuando podemos dar más. Y ese es el reto de una vida de fe y de oración. Por eso no entiendo la parábola como división de “buenos” y “malos” sino como expresaba San Pablo a los fieles de Roma: discernir la voluntad de Dios, para que busquemos lo bueno, lo que agrada más a Dios, LO PERFECTO (lo que corresponde a una respuesta adulta y responsable). Una graduación que debe estar siempre presente en la conciencia de un enamorado de Jesús, al que no contentamos con menos cuando podemos dar más.

martes, 26 de enero de 2016

El "comentario" catequético

         El BLOG lleva dos líneas igualmente importantes: de una parte, la reflexión diaria que suele ir de la mano de la liturgia del día. Forma el "cuerpo" del blog.
         Lleva algunos comentarios sobre los temas que se tratan.
         En paralelo (y en el "cuerpo" del blog) va apareciendo -cuando lo hay- la información directa del Papa, tomada de ZENIT, ese valioso servicio que nos llega cada día de roma. Es el intento de que la palabra autorizada del Papa llegue a personas que -de otro modo- sólo podrían aspirar a noticias de prensa que son -en muchas ocasiones- muy deficientes, por el mismo desconocimiento religioso de los informadores.
          Pero hay otra línea en nuestro blog a la que debemos conceder un verdadero valor: la aportación de los COMENTARIOS DE ANA CIUDAD, que nos va dando en dosis muy digeribles, un conocimiento de la doctrina que debe conocer un cristiano, y que se viene tomando del CATECISMO oficial  DE LA IGLESIA CATÓLICA, ese catecismo que no debe desconocer  ningún fiel cristiano. Que, por otra parte, puede consultar directa y personalmente en uno de los apartados laterales del Blog, tanto en su edición completa como en el COMPENDIO (aportación tan valiosa que en su día nos puso Francisco Javier Madueño, el verdadero padre de este blog).
         Con las dos líneas -los temas centrales en la lectura del blog, y los comentarios catequéticos, sentimos poder estar haciendo una aportación valiosa en la línea de enriquecimiento de nuestros lectores.
       Y a cuantos de una u otra forma también aportan su comentario, no podemos menos que agradecer su participación, a la vez que siempre ofrecemos a muchas más personas la posibilidad de hacer vivo este medio digital de comunicación cristiana.

26 enero: Dios por encima de todo

Liturgia
          El domingo pasado tuvimos el ejemplo de gran veneración del pueblo hacia la Palabra de Dios que el sacerdote Esdras leía ante el pueblo congregado, con la presencia también del brazo civil, el gobernador Nehemías. Las partes de la historia de un pueblo que se rinden en adoración ante la Palabra de Dios.
          Hoy no es la Palabra sino EL SIGNO: el Arca sagrada, que encerraba signos importantes de actuaciones divinas en la historia de Israel. Por circunstancias, el Arca estaba en la casa de Obededón, y David la traslada a la ciudad de David (2Sam 6, 12-15. 17-19). Y ahora es ante el Arca donde se vuelca la devoción de un pueblo, con su rey a la cabeza, que vive una liturgia festiva danzando delante del SIGNO de la presencia de Dios. Fiesta que acabará con presentación de ofrendas y sacrificios (en el plano religioso) y en un reparto de comida al pueblo como fin del festejo. Es una costumbre de siempre que la fiesta acabe en una celebración fraternal y de comida compartida por los que se han regocijado primero con la parte religiosa.
          Salvando la mucha distancia de lo que hay del signo a la realidad, la celebración eucarística lleva consigo de una parte la atención y veneración de la Palabra, que da sentido y contenido variado y concreto a la celebración sacramental, en la que el SIGNO ofrece ya una realidad tan fundamental que debe ser vivida con regocijo por la Comunidad. Y yo sacaría en claro cómo esa alegría por la presencia sacramental debe ir acompañada, de una parte, por la adoración religiosa –silencio, sentido profundo religioso, respeto…-, y por la otra parte la alegría festiva que se expresa también en la parte humana. Y de hecho –en situaciones concretas celebrativas- acaba con esa participación familiar en un ágape en el que se vive el regocijo que pone broche final. [En ocasiones esa comida no se reduce a la familia, sino que se hace extensiva a algunas personas necesitadas, entre las que se reparten porciones para que el sentido de la común-unión tenga un fondo más profundo de compartición de los propios bienes].

          Hace también pocos días, San Marcos nos presentaba a los familiares de Jesús que estaban preocupados por la actividad de su pariente que no sacaba tiempo ni para comer. Y para ellos que aquello era una obsesión de Jesús que se había creído “mesías” y andaba volcado en una misión que no se correspondía con el sentido popular del mesianismo. Y vinieron con ánimo de llevarse a Jesús al pueblo, porque lo creían falto de juicio y que había perdido la razón. No lograron su intento y Jesús siguió su obra (que no vimos ayer por ser el día de la Conversión de San Pablo, que tenía sus lecturas propias).
          Pero los familiares no han desistido de su intento de apartar a Jesús de aquel torbellino en el que se había metido y muy poco después de la primera vez, vuelven a la carga. Pero esta vez lo hacen con un señuelo que no les puede fallar: llevar con ellos a la madre de Jesús (3, 31-35).
          Y cuando Jesús está predicando y enseñando y la gente se ha arremolinado en derredor para escuchar sus enseñanzas, los parientes le envían recado de que está allí su madre y ellos. Pensaron que era lo que haría fuerza en Jesús. Pero Jesús sabía lo que hacía y hacía lo que tenía que hacer: estaba enseñando a un pueblo ávido de conocer a Dios, al verdadero Dios que les mostraba Jesús, y que les ensanchaba el alma (frente a los estrechos sermones de los fariseos y doctores que les achicaban el sentido de Dios).
          Jesús escuchó al que le avisaba la presencia de su madre y sus parientes y echando una mirada sobre el corro que tenía delante, dijo: éstos son mi madre y mis parientes; porque todo el que cumple la voluntad de Dios es mi hermano y mi hermana y mi madre. Y siguió realizando su obra, la que estaba haciendo, que es la que en ese momento debía hacer, sin que pudieran estorbárselo razones familiares afectivas.

          Hay quien lee este evangelio con recelo porque parece que Jesús ha dejado en segundo lugar a su Madre. Si entendemos que “el segundo lugar” es porque el primero es para Dios y la voluntad de Dios, estamos plenamente de acuerdo. Pero si entendemos que María es la mujer que vivió perfectamente la escucha y realización de la voluntad de Dios, entonces lo que ha hecho Jesús ha sido ensalzarla a un primer plano, no por el hecho afectivo de que fuera su madre, sino por el valor mesiánico de la MUJER que escuchó la Palabra de Dios y la llevó a la práctica en todo momento.

lunes, 25 de enero de 2016

ZENIT: 25 enero. Perdón por nuestras divisiones

El papa Francisco ha pedido que en este Año Jubilar extraordinario de la Misericordia, tengamos bien presente que “no puede haber auténtica búsqueda de la unidad de los cristianos sin fiarse plenamente de la misericordia del Padre”. Asimismo ha invitado a pedir perdón “por el pecado de nuestras divisiones, que son una herida abierta en el Cuerpo de Cristo”. Y como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Católica, “quiero invocar misericordia y perdón por los comportamientos no evangélicos de parte de católicos en lo relacionado con cristianos de otras Iglesias”. Al mismo tiempo, el Santo Padre ha invitado a todos los hermanos y hermanas católicos a perdonar si, hoy o en el pasado, “han sufrido ofensas de otros cristianos”. Al respecto, el Papa ha asegurado que no podemos cancelar lo que ha pasado, pero no queremos permitir que el peso de las culpas pasadas continúe contaminando nuestras relaciones. La misericordia de Dios –ha subrayado– renovará nuestras relaciones. Así lo ha indicado en la tradicional celebración de las vísperas en la solemnidad de la conversión de san Pablo, en la basílica de San Pablo Extramuros, en la conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos.
En la celebración han participado representantes de otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes en Roma. Tal y como ha recordado el Santo Padre durante su discurso, la conversión de Pablo no es solo un cambio moral, sino una experiencia transformadora de la gracia de Cristo, y al mismo tiempo la llamada a una nueva misión, la de anunciar a todos a ese Jesús que antes perseguía persiguiendo a sus discípulos.
Para los primeros cristianos, como hoy para todos los bautizados, es motivo de consuelo y de constante asombro saberse elegidos para formar parte del diseño de salvación de Dios, realizado en Jesucristo y en la Iglesia.
La vocación de ser apóstol –ha observado el Papa– no se funda en los méritos humanos de Pablo, que se considera “ínfimo”e “indigno”, sino sobre la voluntad infinita de Dios, que le ha elegido y le ha confiado el ministerio.
Asimismo, ha asegurado que la abundante misericordia de Dios es la única razón sobre la que se funda el ministerio de Pablo, y al mismo tiempo lo que el apóstol debe anunciar a todos. Reflexionando sobre el misterio de la misericordia y de la elección de Dios, el Pontífice ha precisado que “el Padre ama a todos y quiere salvar a todos, y por eso llama a algunos, ‘conquistándoles’ con su gracia, para que a través de ellos su amor pueda llegar a todos”.
Por otro lado, el Papa ha indicado que a la luz del tema que ha guiado esta Semana de oración por la unidad de los cristianos – Destinados a proclamar las grandezas del Señor – podemos decir que “todos nosotros creyentes en Cristo” tenemos esta llamada.
Más allá de las diferencias que todavía nos separan, “reconocemos con alegría que en el origen de la vida cristiana hay siempre una llamada cuyo autor es Dios mismo”.
El Obispo de Roma ha asegurado en su intervención que “podemos progresar en el camino de la plena comunión visible entre los cristianos no solo cuando nos acercamos los unos a los otros, sino sobre todo en la medida en la que nos convertimos al Señor, que por su gracia nos elige y nos llama a ser sus discípulos”. Y convertirnos –ha precisado– significa dejar que el Señor viva y trabaje en nosotros.
Por este motivo, “cuando los cristianos de distintas Iglesias escuchan juntos la Palabra de Dios y tratan de ponerla en práctica, realmente realizan pasos importantes hacia la unidad”. Y no es solo la llamada lo que nos une, nos reúne también la misma misión: “anunciar a todos las obras maravillosas de Dios”. Mientras estamos en camino hacia la plena comunión entre nosotros –ha afirmado Francisco– podemos ya desarrollar múltiples formas de colaboración para favorecer la difusión del Evangelio. “Y caminando y trabajando juntos, nos damos cuenta que ya estamos unidos en el nombre del Señor”, ha añadido.
Para concluir, ha señalado que junto con los representantes de las otras Iglesias han atravesado la Puerta Santa de esta Basílica “para recordar que la única puerta que nos conduce a la salvación es Jesucristo nuestro Señor, el rostro misericordioso del Padre”.

25 enero: La fe que transforma

Liturgia
          Hoy celebramos la fiesta litúrgica de la CONVERSIÓN DE SAN PABLO. La 1ª lectura puede ser una de las dos narraciones de ese hecho que nos trasmite el libro de los Hechos de los Apóstoles, en 9, 1-22, o bien en 22, 3-16. Lo primero que se me ofrece como llamativo es que Saulo, perseguidor lleno de odio hacia los cristianos, caído ahora por tierra y ciego, tiene la luz suficiente para descubrir que alguien superior a él le ha vencido. Y su pregunta desde el suelo es: ¿Quién eres, Señor? Tenía que ser una fuerza muy superior a él, que le había derrotado en lo que más suyo tenía: su orgullo y su odio a lo que oliera al nuevo camino.
          Y la respuesta que escucha es: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Podría Saulo haber respondido que él no perseguía a Jesús sino a los seguidores de Jesús. Pero le quedó claro en ese momento lo que luego desarrollará él en la carta a los fieles de Corinto: la unidad que hay entre Cristo y los cristianos, en un solo y único Cuerpo que es la Iglesia, y que perseguir a sus fieles es perseguirlo a Él.
          Luego, Saulo habrá de ser ayudado por uno de aquellos seguidores de Jesús a los que había pretendido perseguir. Ananías será su conductor en el proceso de conversión, del paso de Saulo a Pablo, y tal PABLO que es un elegido de Dios para que sea testigo ante todo el mundo. Y Ananías lo bautiza y se le caen de los ojos unas escamas y Pablo vuelve a ver con otra mirada diferente a la que traía por el camino.
          El Evangelio, de Mc 16, 15-18 nos trasmite la despedida de Jesús antes de ascender al Cielo. Da su encargo de ir al mundo entero y proclamar el evangelio a toda la creación (a todas las personas). El que crea y se bautice, se salvará. El que se resista a creer, se condenará. Está perfectamente definido: no es tanto el hecho de “no creer”, puesto que la fe es un don y no todos reciben ese don. Y de hecho se encuentra uno con personas que quisieran creer y que han buscado la fe y no la han recibido. Permanecen en una sincera honradez y añoran no tener esa fe que encuentran en otras personas a las que tratan.
          De lo que aquí habla Jesús es de los que se resisten a creer, los que ponen obstáculos a la fe. Precisamente hoy, si se hubieran leído las lecturas del “lunes de la 3ª semana”, hubiéramos tenido delante aquel momento absurdo farisaico en el que Jesús se topa con los fariseos que quieren desprestigiarlo diciendo que Jesús tiene dentro al demonio y que por eso echa de los posesos al príncipe de los demonios. Jesús ironiza tamaña insensatez, y hace comprender a la gente que lo que él hace va hecho con la fuerza de Dios. Y que los fariseos que se resisten a creer caen en un pecado muy fuerte, al que Jesús llama: blasfemia contra el Espíritu Santo…, pecado de negación de la inspiración de ese Espíritu, que es Espíritu de la Verdad. Y resistirse a esa Verdad es resistirse a creer. Y esa resistencia es la que condena a la persona porque se queda sin resorte para arrepentirse y por tanto sin posibilidad para llegar a la fe en la salvación que trae Jesús.
          Porque a los que creen acompañan unos signos  muy especiales, y que –dichos de forma simbólica- significan toda una novedad en la vida del creyente, que podrá liberarse del mal (“echar demonios”), entenderse en otra altura y otra “lectura” de los hechos (“hablarán lenguas nuevas”), sin que las contrariedades de la vida le derroten (“cogerán serpientes en sus manos”) y sin que la bajeza que les rodea les envuelva (“beberán veneno y no les hará daño”). Por el contrario, serán ellos los sanadores de sus hermanos, porque desde la fe tendrán los verdaderos resortes que ayuden a mirar la vida con otra visión diferente: Impondrán las manos en los enfermos y sanarán.
          En más de una ocasión la vida diaria es elocuente en este terreno y hace ver que hay un abismo para arrostrar las situaciones, según se tenga fe o no se tenga. La fe es un aliado con la felicidad de la persona, y ¡hay que ver la diferencia de quienes viven esa fe de un modo activo y de quienes no responden a esa fe que han recibido!..., de quienes viven la fe como algo vital y de quienes la tienen como un añadido que no les pasa de la piel.

          Saulo se convirtió el Pablo… Los discípulos de Jesús se encontraron con unas señales que les acompañaban… Nosotros hemos de mirar, ahí en el fondo, el calibre de nuestra fe para ver la vida a su través.

domingo, 24 de enero de 2016

24 enero: Domingo 3ºC, T.O. LA PALABRA

AL LLEGAR A LA TARDE observo que no quedó puesto el tema del domingo. Aquí lo brindo.

Liturgia, Domingo 3 C, T.O.
          El tema al que nos lleva hoy la pedagogía litúrgica es LA PALABRA DE DIOS. Desde la 1ª lectura, del libro de Esdras (8, 2-10), el protagonismo lo tiene el LIBRO DELA LEY. Y es un capítulo de la Biblia que merecería leerse y pensarse en particular, con una reflexión sobre la acogida que hacemos nosotros a la Palabra que Dios nos trasmite. De aquella situación que nos narra el libro de Esdras nios queda clara la atención, la reverencia, el respeto y la emoción que levanta en el pueblo aquella lectura que hace el sacerdote. Al principio los fieles se ponen en pie para recibir el Libro de la Ley; luego, cuando han escuchado, se postran de rodillas. Y escuchan llorando por la emoción.
            Si se me permite una digresión reflexiva, yo me fijo ahora en la actitud de muchos fieles cristianos ante la lectura que se hace en la Misa de esa Palabra de Dios. Y observo, primero, los que llegan tarde y ni escuchan la Palabra, y por tanto ni se enteran. Pero lo peor es que no le dan importancia, y se repite una y otra vez esa llegada retrasada a la participación en la Misa.
            Me fijo también en quienes están físicamente presentes, pero no atienden. Parecen como estar dejando pasar ese momento de la proclamación de la Palabra. Y no digamos de los que están en otras cosas: otras lecturas, otros rezos…
            Verdaderamente no se está a la altura de aquella devoción con que aquella comunidad judía estaba asistiendo a la lectura de la Palabra de Dios. Y esto es revisable y necesariamente corregible.

          En el Evangelio (Lc 1, 1-4; 4, 14-21) esa Palabra de Dios, que Jesús lee ante la sinagoga de Nazaret, es una Palabra que queda personalizada en Jesús mismo. Porque una vez que ha leído de pie aquel trozo de Isaías, se sienta y afirma: Esta palabra que acabáis de oír se cumple hoy ante vosotros. En efecto: ya no es sólo una Palabra que se proclama sino Jesús mismo que la encarna y la hace realidad en él: él va a ser esa persona sobre la que ha llegado el Espíritu Santo, y así ha sido enviado a sanar los corazones destrozados.
          La palabra no se queda en Palabra: se personaliza. Y así acoger la Palabra es acoger a Cristo; no acoger la Palabra es no acoger a Cristo. Y acoger a Cristo es tomarse tan a pecho lo que él hace y dice que nuestras vidas tienen que captar severamente el mensaje de esa palabra para sentirnos llamados a vivirla en sus grandes o sus pequeñas aplicaciones a la vida práctica.
          Incluso se nos acentúa la importancia de esta Palabra del Evangelio que se nos ha dado, cuando Lucas expresa el interés que se ha tomado para informarse de los hechos reales, a través de testigos fidedignos, que le han manifestado eso que ahora él puede trasmitirnos. Por tanto, con la garantía de que Dios ha sido quien se ha hecho presente en LA PALABRA. Y la Iglesia nos sirve de garantía y de vehículo para recibir nosotros el mensaje de vida que contiene la Sagrada Escritura, por otra parte tan desconocida por muchos creyentes que quieren vivir de acuerdo con Dios, pero sin conocer la Palabra que Dios nos ha dejado como tesoro.

          Aunque fuera del tema, la 2ª lectura nos aportaría un dato importante: que –en la Iglesia- no somos personas independientes unos de otros sino que nos hemos de apoyar y ayudar mutuamente, pues Cristo nos ha instituido en Comunidad eclesial: Él queda como la cabeza de ese cuerpo total. De él recibimos la vitalidad pero somos nosotros –unos y otros- los que hemos de sentirnos unidos y ofrecidos a ayudarnos entre nosotros. Algo que muchas veces nos quedamos esperándolo de Dios, y no nos movemos a ser nosotros quienes ofrezcamos esa ayuda, a sabiendas de que cada miembro del cuerpo humano necesita de los otros. Pues así es también este Cuerpo Místico del Señor.
          Todo esto que tenemos hoy por delante se concentra en la Eucaristía, que es ya la Palabra hecha carne y hecha Hostia de Comunión para hacer posible que todos vivamos la Palabra y la vivamos como miembros unidos porque todos participamos del mismo Pan.


          Los que hemos escuchado tu Palabra, sentimos la necesidad de pedirte, Dios y Padre nuestro.

-         Para que tengamos inmenso respeto a tomar la Palabra de Dios como mensaje que Él nos dirige a cada uno, Roguemos al Señor.

-         Para que atendamos a la proclamación de la Palabra de cada domingo, Roguemos al Señor.

-         Para que sintamos que “la Palabra” está personalizada en Jesucristo, Roguemos al Señor.

-         Por la situación actual española, que puede redundar muy negativamente en la vida de la Iglesia y de la del pueblo, Roguemos al Señor.

-      Porque las diferentes confesiones religiosas se unan en un sólo y único Cuerpo de Cristo, Roguemos al Señor.


Te rogamos, Padre nuestro, que los creyentes en Jesucristo vivamos el misterio de nuestra necesidad de mutuo apoyo en el único Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

          Por Jesucristo N. S.

ZENIT del domingo está a continuación

ZENIT 24 enero: Ángelus:

«Queridos hermanos y hermanas.
En el evangelio de hoy el evangelista Lucas antes de presentar el discurso programático de Jesús de Nazaret, resume brevemente las actividades evangelizadoras. Es una actividad que Él cumple con la potencia del Espíritu Santo: su palabra es original, porque revela el sentido de las Escrituras. Es una palabra que tiene autoridad, porque ordena, incluso a los espíritus impuros y estos le obedecen.
Jesús es diverso de los maestros de su tiempo, por ejemplo Jesús no ha abierto una escuela para estudiar la Ley, sino que sale para predicar y enseñar por todas partes: en las sinagogas, por las calles, en las casas, siempre andando. Jesús también es distinto de Juan Bautista, quien proclama el juicio inminente de Dios, mientras que Jesús anuncia su perdón de Padre.
Y ahora entremos también nosotros, imaginémonos que entramos en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde Jesús creció hasta aproximadamente sus 30 años. Lo que allí sucede es un hecho importante que delínea la misión de Jesús. El se levanta para leer la Sagrada Escritura abre el pergamino del profeta Isaías, el pasaje en donde está escrito: ‘El espíritu del Señor está sobre mi; por esto me ha consagrado con la unción y me ha mandado a llevar a los pobres el anuncio de alegría’. Después, tras un momento de silencio lleno de espera por todos, dice en medio del estupor general: ‘Hoy se ha cumplido estar escritura que ustedes han escuchado’.
Evangelizar a los pobres es esta la misión de Jesús, como Él dice; esta es también la misión de la Iglesia y de cada bautizado en la iglesia. Ser cristiano y ser misionero es la misma cosa. Anunciar el evangelio con la palabra, y antes aún con la vida es la finalidad principal de la comunidad cristiana y de cada uno de sus miembros. Se nota aquí que Jesús dirige la buena noticas a todos sin excluir a nadie. Mas aún, privilegia a los más lejanos, a quienes sufren, a los enfermos y a los descartados por la sociedad.
Pero hagámonos una pregunta: ¿Qué significa evangelizar a los pobres? Significa acercarlos servirlos, tener la alegría de servirlos, liberarlos de su opresión, y todo esto en el nombre y con el espíritu de Cristo, porque es Él el evangelio de Dios, es Él la misericordia de Dios, es Él la liberación de Dios, es Él que se ha hecho pobre para enriquecernos con su pobreza.
El texto de Isaías, reforzado por pequeñas adaptaciones introducidas por Jesús, indica que el anuncio mesiánico del reino de Dios que vino en medio de nosotros se dije de manera preferencial a los marginados, a los prisioneros y a los oprimidos.
Probablemente en el tiempo de Jesús estas personas no estaban en el centro de la comunidad de los fieles. Y podemos preguntamos hoy, en nuestras comunidades parroquiales, en las asociaciones en los movimientos, ¿somos fieles al proyecto, al programa de Cristo.
Atención no se trata de hacer asistencia social, menos aún de hacer actividad política, Se trata de ofrecer la fuerza del Evangelio de Dios que convierte los corazones, sana a las heridas, transforma las relaciones humanas y sociales, de acuerdo a la lógica del amor. Los pobres de hecho están en el centro del evangelio.
La Virgen María madre de los evangelizadores nos ayude a sentir fuertemente hambre y sede del evangelio que existe en el mundo. Especialmente en el corazón y en la carne de los pobres. Y obtenga para cada uno de nosotros y a cada comunidad cristiana poder dar testimonio concretamente de la misericordia. la gran misericordia que Cristo nos ha donado».
Después de rezar la oración del Ángelus, saludó a los presentes:
«Queridos hermanos y hermanas. Saludo a cariño a todos los presentes, que han llegado desde diversas parroquias de otros países, así como a las asociaciones y familias. En particular saludo a los estudiantes de Zafra y a los fieles de Cervelló, ellos son españoles; a los participantes al congreso promovido por la ‘Comunidad mundial para la meditación cristiana’ y a los grupos de fieles que llegaron desde la arquidiócesis de Bari- Birtonto, de Tarcento, Marostica, Prato, Abbiategrasso y Pero-Cerchiate».
Al concluir el Santo padre les deseó a todos que tengan un buen domingo y “buon pranzo”. Y les pidió: “Y por favor no se olviden de rezar por mí”, y saludó “¡Arrivederci!”.