lunes, 31 de agosto de 2015

31 agosto: El Espíritu del Señor

Liturgia del día
                La 1Tes 4, 13-17 desemboca hoy en el tema de la muerte. No quiero que ignoréis la suerte de los difuntos, ni os aflijáis como los que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que ha muerto en Jesús, Dios los llevará con Él El. Esa es la tesis fundamental. Lo que sigue son pensamientos de Pablo según la idea que podía existir en esos momentos de un final del mundo más inminente. Y según eso habla de los que ya hayan muerto, que acudirán a la voz de la trompeta. Y los que viven aún. Serán arrebatados al Cielo.
            Tiene su belleza. Y su interés. Puede pensarse muy bien que el fin del mundo, venga como venga, encontrará vivos a algunos. También ellos hallarán su encuentro final con Jesucristo, y sólo Dios sabe cómo les llegará. Lo que Pablo deja claro es que en ese momento habrá un Salir al encuentro el Señor: arrebatados en la nube, al encuentro del Señor en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor.
            El Evangelio pasa ya al de San Lucas (4, 16-30). Es el momento en que Jesús regresa a Nazaret por primera vez después de su vocación mesiánica. Lleva todas las ilusiones de quien regresa a su patria chica  con el gran deseo de ver a su Madre, y otro deseo de poder dirigirse a sus paisanos de siempre con el mensaje nuevo de su misión; salió como uno más del pueblo; regresa con una llamada de Dios que le llev a manifestar el Reinado de Dios.
            Y la ocasión se presenta el sábado cuando han de acudir a la Sinagoga, y allí el responsable le hace sentarse en la cátedra para anunciar a las gentes la Palabra de Dios. Y el texto que casualmente le entregan para la enseñanza es el de Isaías: el Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado para dar la Buena Notica a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.
            Ya ha llamado la atención que ha saltado un versículo. Y ha dejado sólo las palabras de gracia y favor de Dios. hay de una parte admiración y aprobación Pero demás de ese atrevimiento, Jesús declara que Hoy se ha cumplido en mí esta Escritura. Y entonces surgen las sospechas… ¿Es posible que ese Jesús, tan conocido en el pueblo, venga ahora a presentarse como un enviado de Dios para cumplir la profecía de Isaías? ¿No lo conocen de sobre como hijo de José? Se ha producido la escisión y hasta el escándalo.
            Jesús quiere hacerles comprender que Dios tiene sus caminos y que la Escritura presenta ejemplos muy llamativos de actuaciones de Dios que no se corresponden al pensamiento humano. Y les quiere hacer comprender que resulta penoso que ningún profeta es bien recibido en su tierra y entre los conocidos. Y lo uno con lo otro lo acaba mostrando en dos casos de paganos que vinieron a ser fieles al misterio de Dios. A ellos fueron enviados Elías y Eliseo…
            Los ánimos estaban cargados y esas dos alusiones de Jesús los exacerbaron. Que, al fin y al cabo Jesús había puesto el dedo en la llaga y la verdad siempre duele. Y se revolvieron contra Jesús y lo sacaron fuera de la sinagoga con malos modos, y Jesús tuvo que huir de ellos, saliendo en la dirección que primero tuvo a la mano.
            El Evangelio nos habla de un barranco y que hasta allí fueron acorralando a Jesús, con las peores intenciones.
            Jesús se detuvo. Se volvió hacia ellos, que también se detuvieron como quienes se encuentran ante una fuerza de verdad que les mira a los ojos y que reconoce a aquellos que le vienen persiguiendo. Quedaron como paralizados, máxime cuando Jesús se vino deshaciendo sus pasos y atravesando por medio de ellos. No se volvía a su casa. Enfiló el camino de salida y se fue. Y tal como expresa el verbo griego, no sólo se fue ahora sino que no volvió nunca más.
            Esto es lo que me impresiona profundamente porque, además, me hace pensar adónde conduce un rechazo que se le hace a Jesús porque ha mostrado la verdad. Jesús puede apartarse. Lo normal es que Jesús vuelve. Pero cuando se le ha rechazado –y no es algo tan lejano en los tiempos actuales- puede hasta no volver.

            Una cosa es el fallo humano, el pecado (para entendernos mejor). Otra cosa es la actitud recalcitrante que rechaza la oportunidad que Jesús ofrece de mil maneras. Él lo llama “pecado contra el Espíritu Santo”, y dice de él que no tiene perdón. No podemos negar que algo de eso se está dando en nuestra sociedad actual.

ZENIT 30: Ángelus: ¿Dónde está mi corazón?

30 de agosto de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco desde la ventana de su estudio que da a la Plaza de San Pedro, ante miles de fieles y peregrinos allí reunidos, recordó este domingo que la práctica exterior de los mandamientos y preceptos no son suficientes si no se hacen con el corazón y si uno no se abre al encuentro con Dios y su palabra, busca la justicia y la paz, ayuda a los pobres, a los débiles, y a los oprimidos.
Rezó también por los inmigrantes víctimas de los recientes naufragios en el Mediterráneo y los muertos en un camión abandonado en la autopista Budapest-Viena.
Recordó también que en el Líbano acaba de ser proclamado santo el obispo siro-católico, Flaviano Miguel Melki, quien murió durante el 'genocidio asirio', defendiendo e invitando a los católicos a permanecer fieles a su fe.
A continuación el texto completo
«El evangelio de este domingo presenta una disputa entre Jesús y algunos fariseos y escribas. La discusión se refiere a la “tradición de los antepasados” (Mc 7,3) que Jesús citando al profeta Isaías define “preceptos humanos”. Y que no deben nunca tomar el “mandamiento de Dios”. Las antiguas prescripciones en cuestión incluian no solamente los preceptos de Dios revelados a Moisés, sino una serie de detalles que especificaban las indicaciones de la ley de Moisés.
Los interlocutores aplicaban tales normas de manera muy escrupulosa y las presentaban como expresión de la auténtica religiosidad. Por lo tanto reprenden a Jesús y a sus discípulos por la trasgresión de éstas, en particular las que se refieren a la purificación exterior del cuerpo.
La respuesta de Jesús tiene la fuerza de un pronunciamiento profético: “Dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres».
Son palabras que nos llenan de admiración por nuestro Maestro: sentimos que en Él está la verdad y que su sabiduría nos libera de los prejuicios.
¡Pero atención!, con estas palabras Jesús quiere ponernos en guardia, hoy, ¿no? del pensar que la observancia exterior de la ley sea suficiente para ser buenos cristianos. Como entonces para los fariseos, existe también para nosotros el peligro de considerar que estamos bien o que somos mejores de los otros por el simple hecho de observar determinadas reglas, costumbres, aunque no amemos al prójimo, seamos duros de corazón y orgullosos.
La observancia literal de los preceptos es algo estéril si no se cambia el corazón, si no se traducen en actitudes concretas: abrirse al encuentro con Dios y su palabra, buscar la justicia y la paz, ayudar a los pobres, a los débiles y a los oprimidos.
Todos sabemos, en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestros barrios, el mal que hace ha Iglesia y el escándalo dado por aquellas personas que se dicen muy católicas, que van con frecuencia a la Iglesia, pero que después en su vida cotidiana descuidan la familia, hablan mal de los otros, etc. Esto es lo que Jesús condena, porque esto es un anti-testimonio cristiano.
Siguiendo en su exhortación, Jesús focaliza la atención en otro aspecto más profundo y afirma: “Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo vuelve impuro es aquello que sale del hombre”.
De esta manera subraya el primado de la interioridad del 'corazón': no son las cosas exteriores que nos hacen santos o no santos, sino el corazón que expresa nuestas intenciones, nuestros deseos y el deseo de hacer todo por amor de Dios.
Las actitudes exteriores son la consecuencia de lo que hemos decidido en el corazón, y no lo contrario. Con actitudes exteriores, si el corazón no cambia, no somos verdaderos cristianos. La frontera entre el bien y el mal no pasa afuera de nosotros, sino más bien dentro de nosotros, de nuestra conciencia.
Podemos preguntarnos: ¿dónde está mi corazón? Jesús decía: tu tesoro está donde está tú corazón. ¿Cuál es mi tesoro? ¿Es Jesús y su doctrina? ¿El corazón es bueno o el tesoro es otra cosa? Por lo tanto es el corazón el que tiene que ser purificado y convertirse. Sin un corazón purificado, no se puede tener nunca las manos verdaderamente limpias y los labios que pronuncien palabras sinceras de amor, de misericordia y de perdón.
Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen Santa, de darnos un corazón puro, libre de toda hipocresía, este es el adjetivo que Jesús dice a los fariseos: 'hipócritas', porque dicen una cosa y hacen otra. Libres de toda hipocresía para que así seamos capaces de vivir según el espíritu de la ley y alcanzar su fin, que es el amor».
El Papa rezá el ángelus y a continuación dice:
«Ayer en Harisa, en el Líbano, fue proclamado beato el obispo siro-católico Flaviano Miguel Melki, mártir. En el contexto de una tremenda presecución contra los cristianos, él fue defensor incansable de los derechos de su pueblo, exhortando a todos a que permanecieran firmes en la fe.
También hoy, queridos hermanos y hermanas, en Oriente Medio y en otras partes del mundo los cristianos son perseguidos. La beatificación de este obispo mártir infunda en ellos consolación, coraje y esperanza. Hay más mártires de los que hubieron en los primeros siglos.
Pero sea también un estímulo a los legisladores y gobernantes para que sea asegurada en todas partes la libertad religiosa; y a la comunidad internacional le pido que haga algo para que se ponga fin a las violencias y abusos.
Lamentablemente también en los días pasados, numerosos inmigrantes han perdido la vida en sus terribles viajes. Para todos estos hermanos y hermanas, rezo e invito a rezar. En particular me uno al cardenal Schönborn --que hoy está aquí presente-- y a toda la Iglesia en Austria, en la oración por las 71 víctimas entre las cuales 4 niños, encontradas en un camión en el autopista Budapest-Viena. Encomendamos cada una de ellas a la misericordia de Dios, y a Él le pedimos de ayudarnos a cooperar con eficacia para impedir estos crímenes que ofenden a toda la familia humana. Recemos en silencio por estos inmigrantes que sufren y por aquellos que han perdido la vida
(Instantes de silencio).
Saludo a los peregrinos que provienen de Italia y desde tantas partes del mundo, en particular a los scouts de Lisboa, ¿Donde están? (se escuchan aplausos y gritos) y los fieles de Zara (Croacia). Saludo a los fieles de Verona y Bagnolo de Norgarole; a los jóvenes de la diócesis de Vicenza, a los de Rovato y a los de la parroquia de San Galdino en Milán; y a los niños de Salzano y de Arconate.

A todos les deseo un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi». Y concluyó con su «¡Buon pranzo e arrivederci!».

domingo, 30 de agosto de 2015

30 agosto: Domingo 22 B

Liturgia del día
                El Deut 4, 1-2. 6-8 muestra a Moisés arengando al pueblo, para que escuche los mandatos y decretos de Dios y que Moisés presenta como el camino para entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor les va a dar. Y les hace ver que son las normas de conducta más excelentes de cuantas pueden tener otros pueblos, los cuales al oír esas normas de conducta concluirán que Israel es un pueblo inteligente y sabio. En efecto: ¿qué pueblo tiene un dios tan cercano como el Dios de Israel, que acude a nosotros en cuanto le invocamos? ¿Ni qué nación tiene unas normas conducta tan justas como la Ley de Dios?
            Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23 ha sintetizado esa realidad, ya en boca de Jesucristo que precisamente rechaza las falsas normativas que han inventado los fariseos, capaces de imponer sus normas a los mismos mandamientos de Dios. Para los fariseos lo importante está en una serie de prácticas externas extraídas de preceptos verdaderos y desvirtuadas por una proliferación de detallismos vacíos: lavar bien vasos, jarras, ollas, y las manos hasta el brazo (restregando bien), con lo que han quitado el sentido que tenían las abluciones que habían de hacerse por higiene básica y sentido respetuoso hacia el alimento que ha dado Dios. Y lo llevaban al punto de considerar “impureza legal” no hacerlo así.
            Jesús les quiere hacer ver que todo eso no es más que costumbres que se han ido trasmitiendo de padres a hijos y que cada vez le han añadido más detalles hasta hacer de una cosa seria otra cosa ridícula, de modo que este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí (que dice Dios). Me quiere honrar con minucias externas, que no implican para nada el corazón.
            No cabe duda que ahí hay mucho que aprender y que corregir en nosotros, proclives igualmente a una serie de rituales exteriores, tan alejados del verdadero amor a Dios. Hace poco que he tratado este punto, pero aquí se hace aún más patente bajo la palabra y la mirada de Jesús. ¿Cómo vería Jesús tantas y tantas formas de devoción como utiliza el pueblo en nuestras Iglesias, con cuyas prácticas alimentan una fe que tiene poco contenido y compromiso?
            Santiago -2ª lectura: 1, 17-18, 21- insiste precisamente en una Palabra de Dios que ha de ser llevada a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La religión pura e intachable  los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones, y no mancharse las manos con este mundo. En “visitar huérfanos y viudas en tribulación” hay todo un icono hacia situaciones de necesidad o conveniencia de ayuda a todo el que necesita de la mano de alguien. En cuanto a “no mancharse las manos con este mundo”, merece la pena continuar la llamada que hace Jesús en ese episodio de los lavatorios exagerados y obsesivos.
            Declara Jesús que lo que infesta al hombre son las maldades que nacen de dentro, del corazón del hombre: fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, engaños fraudulentos, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad…
            Debajo de cada una de esas cosas cabe hacer –en un determinado grado- ciertos paralelismos con realidades que pueden rozar aspectos que nos incumben.
            Pues bien: todas esas cosas, en un grado u otro, “manchan las manos con este mundo”. O como dice Jesús, al terminar de exponer todo esto: todas estas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.
            Lo fácil siempre es intentar soslayar estas palabras de Jesús, y continuar cada uno en su “mundo” personal. Lo que pide el evangelio es sentirnos aludidos y saber que cada palabra de Jesús está ahí para que nos llegue, nos toque, nos exija.

            Porque todo esto debe trasladarse al Altar, donde Jesús-Hostia (que va a venirse a cada uno de nosotros), quiere en nosotros esa actitud de fondo, en la que el corazón sea el que se implique en todo lo contrario de ese conjunto de temas que Él ha enumerado. Y quiere esa finura de alma que es capaz de encontrar las briznas que de una u otra manera nos manchan en el día a día. Porque sabiendo descubrirlas sin justificarlas, nos ponen en posibilidad de dar nuevos pasos en ese camino de hondura espiritual que lleva en sí el verdadero “lavar” del corazón para hacerlo puro a los ojos de Dios.

sábado, 29 de agosto de 2015

29 agosto: Martirio de Juan Bautista

Liturgia del día
                Celebramos el MARTIRIO DE JUAN BAUTISTA. Como el 24 de junio se celebró el nacimiento, la liturgia extrae ahora el aspecto martirial de su muerte.
            Las lecturas se toman, la 1ª de Jeremías, otro profeta que padeció por su fidelidad al encargo de Dios: 1, 17-19 no muestra ese encargo perentorio al que ha de responder Jeremías. Y no les tengas miedo; que, si no, yo te meteré miedo de ellos. En lo que toca a la obra de Dios en el profeta, yo te hago plaza fuerte frente a reyes y príncipes, frente a sacerdotes y campesinos. Lucharán contra ti y n o te podrán porque Yo estoy contigo. Es la realidad del que es Profeta de Dios: ha de llevar a cabo la misión, Tiene asegurada la fuerza de Dios, per se le exige fidelidad, sin miedos a lo que puede suceder.
            Juan Bautista fue el gran profeta. Mc 6, 17-29 nos narra su martirio porque se atrevió a corregir al rey Herodes que vivía en  adulterio con su cuñada. Y si bien Herodes se hubiera contentado con tenerlo en la cárcel y que no le incordiara el Bautista, surgió la insidia de una mujer despechada contra él para que pagara con su cabeza la fidelidad al mensaje.

            En la lectura continua, 1Tes 4, 9-11 es una exhortación de Pablo al amor mutuo, como ya lo hacéis. Y una exhortación general a seguir haciendo lo que ya hacéis: esforzándoos por mantener la calma, y además, ocuparse de los propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado. Lo cual no deja de ser de interesante actualidad para responsabilizar de que la vida ha de vivirse con laboriosidad, y nunca aprovechándose de las circunstancias para vivir sin trabajar. ¡Habría aquí tanto que decir!
            El Evangelio, Mt 25, 14-30 es la gran parábola de “los talentos” (moneda romana). Cada persona ha de rendir cuentas según lo que ha recibido: el que recibe más –el que tiene más capacidad- ha de responder más y mejor. Pero no tiene más mérito que el que recibe menos y sabe rendir al máximo y de acuerdo con eso que ha recibido. Cada cual ha de dar cuenta de lo que tiene en sus manos, y tanto uno como otro es siervo bueno y fiel. Todo lo contrario del zángano que no rinde ni el mínimo que debe rendir, amparándose en una falsa humildad y en falsas razones.
            Es otra vertiente de “la última hora” en la que seremos vistos por el Señor según el rendimiento de nuestras capacidades. “Siervos  buenos y fieles”, o “siervos inútiles, negligentes y holgazanes”. Los primeros pasan al banquete de su Señor. Los últimos, echados fuera.

            Comprendo que estas cosas no son las que gustan oír. Pero el Evangelio es el evangelio y la palabra de Jesús es Palabra de Jesús.

viernes, 28 de agosto de 2015

28 agosto: Las diez muchachas

Liturgia del día
                La primera carta de Pablo a los fieles de Tesalónica (4, 1-8) comienza con el reconocimiento de Pablo de la forma en que han procedido esos cristianos, siguiendo el ejemplo que les ha dado, y las instrucciones que les dio en nombre del Señor.
            Parece continuarse el discurso pero en realidad se quiebra para advertir de una situación: Dios quiere una vida consagrada, apartada de todo desenfreno. Cada uno trate a su mujer religiosa y santamente (no por pura pasión, ni como los gentiles que no conocen a Dios). Y que en este asunto nadie pase por encima de su hermano ni se aproveche con engaño. [La idea que queda ahí es la de un adulterio entre cuñados). Dios  nos ha llamado a una vida pura. El que desprecia este mandato no desprecia a un hombre sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo. Queda la impresión de una repetición de aquella otra enseñanza de Pablo: Vuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo.
            Y quedan ¡tantas impresiones en la mente cristiana en un momento como éste en que esa moral está tan aplastada que casi ni se atreve alguien a referirla!...
            Es indiscutible que la moral sexual no es ni la más ni la menos importante. Es una parte de la moral y se fundamenta en el respeto que debe cada persona a sí misma y cada persona hacia las otras en un terreno que –cuando menos- es tan resbaladizo, tan metido en las partes sensibles de la persona que por eso requiere de una atención especial.
            Que si nos vamos por el terreno de la justicia (de lo que es justo o injusto en otras materias tan sensibles en el momento actual), no es menos importante el tema del respeto al prójimo y también a uno mismo, porque buena falta hace que cada quisque se respete a sí mismo como para no hacerse un injusto, un abusador, un corrupto.
            La Palabra de Dios tiene mucho que decir y tenemos que aprender de ella muchas cosas que aunque no estén expresamente dichas en un texto determinado, sin embargo pueden ser descubiertas desde una sensibilidad cristiana.
            Mt 25, 1-13 es una de las parábolas más conocidas y repetidas. Añade un detalle a la que teníamos ayer. Ayer era venir el amo a la casa… Hoy es salir las muchachas al encuentro del novio. Una bella manera de expresar la muerte para desvestirla de sus ropas negras. Salir al encuentro pero no de cualquier manera, sino preparadas debidamente. Y eso que parece tan lógico, viene a resultar no tan evidente en la vida práctica. Jesús describe una situación muy real: todas aquellas muchachas salen a la espera de su novio. Pero mientras unas se han preparado a conciencia para esperar con garantía, otras se lo han tomado –como suele decirse- “a la buena de Dios” (que es precisamente como Dios no quiere). [Hace pensar].
            Jesús describe con trazos maestros lo que se sigue de las dos posturas, supuesto que la llegada del novio no tiene hora fija y de hecho hay que disponerse a esperar.
            Y unas y otras se adormecen, las lámparas se apagan, y a la hora menos pensada se anuncia la llegada del novio. Entonces surgen las diferencias y las carencias o las virtudes. Las que vinieron preparadas no tienen más que cargar sus candiles de aceite que habían traído en sus alcuzas. Las descuidadas se encuentran con sus lámparas apagadas y sin aceite de repuesto. Ahora pretenden que las otras les den de su aceite, pero las que son prudentes no ven oportuno dar cuando puede faltar a unas y a otras, y dicen a las imprudentes que mejor es que vayan a comprarlo. Van…
            Mientras tanto ha llegado el novio. Y las que estaban preparadas entran a la fiesta. La puerta después se cierra y disfrutan. Cuando han llegado las que estuvieron descuidadas, ya no se puede entrar. No son reconocidas. No pueden ya gozar de la fiesta.
            Es una clara exposición de la muerte. Cada cual encuentra lo que ha preparado durante su vida. Quienes no prepararon y creyeron o intentaron improvisar, no encuentran el premio. Los que vivieron preparados, afrontan la muerte como una fiesta a disfrutar con el Señor.

            Hay quien critica esta parábola porque las buenas no le prestaron a las otras, las descuidadas. Pero basta ponerse en la realidad para comprender que nadie puede prestar a nadie sus actos y virtudes en la hora de la muerte. Cada uno lleva lo suyo y responde de lo suyo.

jueves, 27 de agosto de 2015

27 agosto: Si "mañana" fuera HOY

Liturgia del día
                Pablo se congratula de la fe de los de Tesalónica (1Tes 3, 7-13), lo cual anima al apóstol, sabiendo que se mantienen fieles al Señor. Mucha alegría que quisiera concretarse en una visita cara a cara para remediar las deficiencias de la fe de ellos. Que el Señor nos allane el camino para esa visita y a vosotros os haga rebosar de amor mutuo. Y que así os encuentre Jesucristo, el Señor cuando vuelva.
            Puede tener buena conexión con el Evangelio (Mt 24, 42-51), y a su vez una “traducción” muy concreta en el estilo de San Ignacio de Loyola cuando quiere aquilatar la sinceridad de quienes se encuentran ante una disyuntiva: pensar cómo desearíamos que HOY nos encontrara Jesús si HOY fuera el encuentro definitivo con Él.
            Es una manera de calibrar el momento presente a la luz de algo que ocurrirá en el futuro más o menos inmediato. Se trata de no plantearse el futuro como futuro sino como si fuera a ocurrir AHORA. Y aprender de este “ahora” y reaccionar en ESTE AHORA MÍO CONCRETO para cuando suceda el futuro.
            Jesucristo lo ha planteado con su parábola de los criados que han de esperar el regreso de su amo, y han recibido de él un encargo de dar la comida a los sirvientes mientras él llega. Si ese presente lo aborda el encargado con responsabilidad, cuando llegue el amo será hombre dichoso. Por el contrario, si abusa de su autoridad y maltrata a los subordinados, el amo llegará y lo hará pedazos, como merecen los hipócritas. Es el caso del que vive el momento presente sin pensar más que en sí mismo y en sus conveniencias o gustos. No supo ponerse en un AHORA que debe ser el metro patrón de lo que desea que fuera el “después”.
            Por eso San Ignacio lo plantea con una claridad meridiana, haciendo que el sujeto se plantee cómo desearía que HOY LE ENCONTRARA SU SEÑOR si fuera su último día. Pues, entonces, HOY ha de vivir y actuar como quien va a recibir esa visita. Y por tanto HOY debe hacer examen para descubrir su verdadero interior, no sea que debajo de apariencias de bondad y aun de espiritualidad, se solape un amor propio, un YO sutil que barre para adentro y que trata de aprovecharse hoy de estar ahí y poder hacer lo que le gusta… Que mañana ya verá… Ese “mañana” es el que ni Jesús, ni la reflexión de San Ignacio, quieren aceptar, cuando el problema claro está en el HOY, que es cuando el criado debe estar esperando al amo y HOY es cuando debe tratar bien a sus subordinados.
            Así plantea Pablo el final de la lectura 1ª, así lo plantea Jesús en este evangelio cuando la enseñanza es; estad en vela porque no sabéis qué día vendrá el Señor. Y poniendo una comparación muy fácil de  comprender, nos pone al amo que supiera que va a venir el ladrón,  estaría vigilante para que no le robe. Pues en el plano positivo, hay que estar HOY en vela para cuando llegue Jesús en su segunda venida. HOY estar en vela, como si HOY fuera el día en que va a venir. ¡Ese es el resorte que nos pone Jesús y el que toma Ignacio para que el ejercitante sea sincero con sus tomas de decisión y posturas ante la vida!
            No es pensar lo que yo haría para estar bien preparado. Es ESTARLO hoy, o disponerme ya desde este momento, como si fuera hoy ese momento final. Y para estarlo hoy es necesario hacerse el planteamiento de mi realidad actual y de lo que hoy mismo debo buscar ponerme en orden, o en mejor orden (porque el encuentro con Jesús no es para presentarse “medianamente bien” sino para poder salir a su encuentro con el alma esponjada).
            San Ignacio lo plantea en dos ocasiones de los Ejercicios. Considera que es un medio muy serio de enfrentarse a la propia realidad, para poder elegir debidamente y para que sea –pues- a mayor gloria de Dios. Que este aspecto es el que mira quien tiene finura de alma. San Pablo llega a decir el absurdo enamorado de que querría estar apartado si eso fuera lo que redundara a gloria de Dios. Digo “absurdo enamorado” que lo m ismo podría decir “verdadero enamorado”, porque es quien ya no se mira a sí y a su propio bien sino a la entrega incondicional y amorosa hacia el amado.

            Más de uno podemos caer en el egoísmo espiritual de querer asegurar nuestra salvación sea como sea y a costa de lo que sea. El alma que mira a Dios sólo busca la gloria de Dios, el gusto de Dios, aunque eso fuera –por un imposible- en detrimento propio.

ZENIT 26; Amor transformará el pensamiento

26 de agosto de 2015 (ZENIT.org)
En la audiencia de este miércoles 26 de agosto el papa Francisco invitó a reflexionar sobre la oración en familia. Recordó que el espíritu de la oración se fundamenta en el gran mandamiento: «amaras al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas» y que la oración se alimenta del afecto por Dios. Al punto que un corazón lleno de amor a Dios sabe transformar en oración un pensamiento sin palabras, una invocación delante de una imagen sagrada, o un beso hacia la iglesia. 
A pesar de lo complicado que es el tiempo en la familia, siempre ocupado, con mil cosas que hacer, precisó que la oración nos permite encontrar la paz para las cosas necesarias, y descubrir el gozo de los dones inesperados del Señor, la belleza de la fiesta y la serenidad del trabajo.
Publicamos a continuación la catequesis del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber reflexionado sobre cómo la familia vive los tiempos de la fiesta y del trabajo, consideramos ahora el tiempo de la oración. La queja más frecuente de los cristianos tiene que ver precisamente con el tiempo: “Debería rezar más…; quisiera hacerlo, pero a menudo me falta tiempo”. Escuchamos esto continuamente. El disgusto es sincero, ciertamente, porque el corazón humano busca siempre la oración, incluso sin saberlo; y no tiene paz si no la encuentra. Pero para que se encuentre, es necesario cultivar en el corazón un amor “cálido” por Dios, un amor afectivo.
Podemos hacernos una pregunta muy simple. Está bien creer en Dios con todo el corazón, está bien esperar que nos ayude en las dificultades, está bien sentir el deber de agradecerle. Todo bien. Pero, ¿lo queremos algo también al Señor? ¿El pensamiento de Dios nos conmueve, nos asombra, nos enternece?
Pensemos a la formulación del gran mandamiento, que sostiene a todos los demás: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”. La fórmula usa el lenguaje intenso del amor, derramándolo sobre Dios. Entonces, el espíritu de oración vive principalmente aquí. Y si vive aquí, vive todo el tiempo y no se va nunca. ¿Podemos pensar en Dios como la caricia que nos mantiene con vida, antes de la cual no hay nada? ¿Una caricia de la cual nada, ni siguiera la muerte, nos puede separar? ¿O lo pensamos solo como el gran Ser, el Todopoderoso que ha creado todas las cosas, el Juez que controla cada acción? Todo es verdad, naturalmente.
Pero solo cuando Dios es el afecto de todos nuestros afectos, el significado de estas palabras se hace pleno. Entonces nos sentimos felices, y también un poco confundidos, porque Él piensa en nosotros ¡y sobretodo nos ama! ¿No es impresionante esto? ¿No es impresionante que Dios nos acaricie con amor de padre? Es muy hermoso, muy hermoso. Podía simplemente darse a conocer como el Ser supremo, dar sus mandamientos y esperar los resultados. En cambio Dios ha hecho y hace infinitamente más que eso. Nos acompaña en el camino de la vida, nos protege, nos ama.
Si el afecto por Dios no enciende el fuego, el espíritu de la oración no calienta el tiempo. Podemos también multiplicar nuestras palabras, “como hacen los paganos”, decía Jesús; o también mostrar nuestros ritos, “como hacen los fariseos”. Un corazón habitado por el amor a Dios convierte en oración incluso un pensamiento sin palabras, o una invocación delante de una imagen sagrada, o un beso enviado hacia la iglesia.  
Es hermoso cuando las madres enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Virgen. ¡Cuánta ternura hay en eso! En aquel momento el corazón de los niños se transforma en lugar de oración. Y es un don del Espíritu Santo. ¡No olvidemos nunca pedir este don para cada uno de nosotros! El Espíritu de Dios tiene su modo especial de decir en nuestros corazones “Abbà”, “Padre”, nos enseña a decir padre precisamente como lo decía Jesús, un modo que no podremos nunca encontrar solos. Este don del Espíritu es en familia donde se aprende a pedirlo y a apreciarlo. Si lo aprendes con la misma espontaneidad con la que aprendes a decir “papá” y “mamá”, lo has aprendido para siempre. Cuando esto sucede, el tiempo de la entera vida familiar viene envuelto en el vientre del amor de Dios, y busca espontáneamente el tiempo de la oración.
El tiempo de la familia, lo sabemos bien, es un tiempo complicado y concurrido, ocupado y preocupado. Siempre es poco, no basta nunca. Siempre hay tantas cosas que hacer. Quien tiene una familia aprende pronto a resolver una ecuación que ni siquiera los grandes matemáticos saben resolver: ¡dentro de las veinticuatro horas consigue que haya el doble! Es así ¿eh? ¡Existen mamás y papás que podrían ganar el Nobel por esto! ¿eh? ¡De 24 horas hacen 48! No sé cómo lo hacen, pero se mueven y hacen. Hay tanto trabajo en la familia.
El espíritu de la oración restituye el tiempo a Dios, sale de la obsesión de una vida a la que le falta siempre el tiempo, reencuentra la paz de las cosas necesarias y descubre la alegría de los dones inesperados. Unas buenas guías para esto son las dos hermanas Marta y María, de quienes habla el Evangelio que hemos escuchado; ellas aprendieron de Dios la armonía de los ritmos familiares: la belleza de la fiesta, la serenidad del trabajo, el espíritu de oración. La visita de Jesús, a quien querían mucho, era su fiesta. Un día, sin embargo, Marta aprendió que el trabajo de la hospitalidad, si bien es importante, no lo es todo, sino que escuchar al Señor, como hacía María, era la cosa verdaderamente esencial, la “parte mejor” del tiempo.
Que la oración brote de la escucha de Jesús, de la lectura del Evangelio, no olviden... cada día leer un pasaje del Evangelio. La oración brote de la confianza con la Palabra de Dios. ¿Hay esta confianza en nuestra familia? ¿Tenemos en casa el Evangelio? ¿Lo abrimos alguna vez para leerlo juntos? ¿Lo meditamos rezando el Rosario? El Evangelio leído y meditado en familia es como un pan bueno que nutre el corazón de todos. Y por la mañana y por la noche, y cuando nos sentamos en la mesa, aprendamos a decir juntos una oración, con mucha sencillez: es Jesús el que viene entre nosotros, como iba en la familia de Marta, María y Lázaro.
Una cosa que tengo en el corazón, que he visto en las ciudades... ¡Hay niños que no han aprendido a hacer la señal de la cruz! Tú, mamá, papá, enseña a tu niño a rezar, a hacer la señal de la cruz. Esta es una tarea hermosa de las mamás y de los papás.

En la oración de la familia, en sus momentos fuertes y en sus pasos difíciles, somos confiados los unos a los otros, para que cada uno de nosotros en la familia sea custodiado por el amor de Dios. Gracias.

miércoles, 26 de agosto de 2015

26 agosto: TODAVÍA MÁS...

Liturgia del día
                Hay que reconocer que tres días con textos que están girando sobre una misma materia hacen más difícil el comentario si se quiere aportar alguna nota de originalidad.
            La 1ª carta de Pablo a los fieles de Tesalónica continúa en la misma tónica que ayer: Pablo (2, 9-13) sigue haciendo constar que su labor entre ellos no fue gravosa porque trabajó con sus manos para ganarse la vida, y que la predicación del Evangelio tuviera toda la libertad. Más algo más: sois testigos de mi recto proceder, les dice a los creyentes. Y además tratamos a cada uno personalmente como un padre, animando con tono suave o enérgico a vivir como se merece Dios.
            Por tanto Pablo se ha certificado a sí mismo como hombre recto y también cordial hacia los suyos. A su vez da gracias por ellos porque acogieron la palabra de Dios que predicaron, acogida como tal palabra de Dios y no palabra de hombre.
            Hay lo que hay, y podemos comprenderlo todos, aunque habría que remitirse a un conocedor de los estilos paulinos para confirmar el fondo de estos contenidos. Por una parte dejan impresión de que Pablo tiene que estar afirmando ante aquellos fieles su rectitud, algo parecido de lo que hace en la carta a los Corintios y  los Gálatas, que tienen su agridulce. Por otra parte hay afirmaciones de reconocimiento de la buena actitud de aquellos cristianos.
            Se me ocurre la reflexión del cuidado que hay que tener en la relación con los fieles, a los que por una parte hay que aconsejar, avisar, corregir, exhortar… A ello ha de apoyar la sinceridad del apóstol, su rectitud y su amor de padre. Mal va el pastor que zahiere, que regaña, que deja ver su mal humor. Y mal va el pastor que pasa la mano y que deja de corregir. Hay que comprender lo difícil que es ser padre y maestro, acogedor y corrector, verdadero y condescendiente sin que uno de los extremos se imponga al otro.
            Pero esto lleva su contrapartida real en los fieles, que deben tener esa doble faceta de hijos que necesitan cariño y corrección, de personas maduras que han de comprender que se equivocan a veces, y la también necesidad de que no sean fieles de mantequilla a los que no se les puede tocar, a los que hay que llegar con gasas…, o que no se dejan ni siquiera ayudar y corregir. Confieso que la sensibilidad de nuestros fieles es frecuentemente de personas intocables, por ese sentido –no del todo correcto- de que la libertad de la práctica cristiana presupone que no se les debe ni advertir. Error evidente porque en toda forma de vida, oficio, proceder…, siempre será útil que haya quienes puedan colaborar a un mejor modo de vivir aquello que se ha profesado.
            Jesucristo trató con toda clase de personas: unas que en su sencillez aceptaron las llamadas y advertencias; otros como los mismos apóstoles a los que tuvo que dirigirse a veces con crudeza, y otras muchas con enseñanza de Maestro. Otras hubo que no quisieron aprender nada. Mt 23, 27-32 es una buena prueba de que ante el error  repetido y recalcitrante no caben dulzuras. Que hay que entrar con la fuerza y la autoridad que contrarreste la falsedad de posturas engreídas. Y así Jesús llama a los fariseos sepulcros blanqueados, muy blancos por fuera y con gusaneras por dentro. Gusaneras que no tienen que ser maldades; basta que sean engreimientos, falsas suficiencias, posturas que no se dejan ayudar o corregir. La apariencia puede ser de gentes muy espirituales, pero intocables. Leer este evangelio es encontrarse ante un examen hondo que nos hace Jesús para que nos distanciemos mucho de tales posturas que por fuera parecen de personas justas, y por dentro, hipocresías. Esa hipocresía que levanta túmulos a los profetas antiguos pero no aceptan al Profeta actual, el que ahora está ahí para poner delante la Palabra de Dios, y –como el propio Pablo dice en otro lugar- con ella enseñar y corregir a tiempo y a destiempo (si es que fuera posible -esto lo añado yo-) corregir, exhortar o enseñar a destiempo con la palabra de Dios).

            Sea el SALMO de hoy una ayuda grande para concluir esta reflexión: Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento y cuando me levanto. Sea esa seguridad de la penetrante mirada de Dios, recta y en su exacta realidad, la que nos ayude a ser muy sinceros al mirarnos a nosotros mismos, y al aceptar las posibles correcciones o avisos que nos pueden llegar desde fuera.

martes, 25 de agosto de 2015

25 agosto_ Más de SINCERIDAD

Liturgia del día
                El Evangelio de Mt 23, 23-26 continúa la acusación de Jesús contra escribas y fariseos. Y pienso que de una forma muy concreta y hasta inteligible a primera vista. Hipócritas que pagáis el diezmo del anís, la menta y el comino y descuidáis lo más importante de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad. Tiene su “aquel” esta acusación. Porque no se trata de que no se paguen esos diezmos prescritos por la ley, sino de que sirven de hecho como tapadera para soslayar obligaciones muy importantes, y que no cumplen: derecho compasión y sinceridad. Éstos son los primeros compromisos que hay que vivir. Y no dejo de pensar que esto cuestiona muchas actitudes que ya señalaba yo ayer. Y que hay que volver hoy sobre ello: están bien nuestras devociones si van acompañadas de actitudes rectas (derecho) y de compasión (unión y ayuda en el padecimiento ajeno) y sinceridad, otro aspecto esencial de la vida de fe. Porque sin género de duda, tras las justificaciones y modos escurridizos de acoger el Evangelio (con sus “trabajos” y cruces), se esconde un falta de sinceridad interior muy fuerte.
            Precisamente 1Tes 2, 1-8 nos muestra a Pablo que confiesa los muchos trabajos del evangelio, sus sufrimientos…, y la sinceridad de sus intenciones, de las que Jesucristo le es testigo. El cariño hacia los cristianos le hace haber deseado no sólo entregarles el Evangelio sino aun la propia vida.
            Jesús prosigue echando en cara la hipocresía de aquellos mentores religiosos judíos a los que acusa de guías ciegos que filtran el mosquito y se tragan el camello…, que se fijan en lo mínimo y se saltan lo esencial, que juzgan hacia afuera y hacen ellos lo mismo que critican (y aun peor). [Otra reflexión que potencia la anterior, y que perfectamente nos puede venir para nuestra revisión personal. Lo que se da mucho más fácilmente entre personas más cercanas entre sí, porque se está viendo más a diario alguna carencia ajena. Lo que ocurre es que se suele caer en lo mismo que se juzga y critica].
            Y una acusación final: limpiáis por fuera la copa y el vaso, mientras por dentro estáis rebosando de podredumbre. Se me ha venido a la vista alguien que limpia por fuera en plan escrupuloso vasos, platas, cubiertos… Y no aparece muy claro que sus actitudes y palabras y modos correspondan a esa misma “pulcritud”. Y pienso cómo le sentará a Jesús esa manera de proceder… Bueno: bien claro está en esta acusación que le hace Jesús a los doctores de la ley y los fariseos. Es muy fácil ser detallistas en “purificaciones” exteriores, y que luego el interior esté rebosando juicios, palabras, intenciones que nada tienen de limpias. Jesús está contra eso. Jesús no acepta esa hipocresía. Y él mismo concluye: Fariseo ciego, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.
            Pablo –en esa carta 1ª a los fieles de Tesalónica- confiesa de sí mismo y de sus compañeros de apostolado que nuestra exhortación no procedía de motivos turbios (no limpios) ni usaba engaños sino que Dios nos ha probado y nos ha confiado el evangelio, y así predicamos ahora no para contentar a los hombres sino a Dios, que prueba nuestras intenciones.
            La liturgia de este día nos está enfrentando a nuestra propia autenticidad de miras, de obras, de juicios, de pensamientos, de palabras. Nos está poniendo ante Jesús mismo que ES LA VERDAD. La que Pilato no quiso saber porque Pilato no era sincero y chaqueteaba entre dos aguas con tal de salvar su pellejo y su puesto político. Y en esas amalgamas no puede afrontar con justicia la causa de Jesús.

            No sirve de referente. La verdad nuestra ha de confrontarse con la de Jesús. Ayer titulaba esta reflexión: “Verdadero y falso”, y me servía de icono ejemplar el propio Natanael (cuya fiesta celebrábamos): el hombre a quien Jesús definió como el verdadero israelita en el que no hay falsía. Hoy me reitero en ese icono para centrar esta lección que nos trae la liturgia de hoy, que continúa de corrida el mismo tema de ayer.

lunes, 24 de agosto de 2015

23 agosto: Ángelus; QUIÉN JESÚS PARA MÍ

"¿Quién es Jesús para mí?"
Texto completo. Francisco pidió este domingo que la Virgen María nos ayude a “ir” siempre a Jesús, para experimentar la libertad que Él nos ofrece 
Por Redacción
Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)
Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Concluye hoy la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan, con el discurso sobre el Pan de la vida, pronunciado por Jesús, al día siguiente del milagro de la multiplicación de los panes y peces.
Al final de este discurso, el gran entusiasmo del día anterior se apagó, porque Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que daba su carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo así claramente al sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la gente, que las juzgó indignas del Mesías, no ‘ganadoras’.
Así, algunos miraban a Jesús como a un mesías que debía hablar y actuar de modo que su misión tuviera éxito, ¡enseguida!
¡Pero, precisamente sobre esto se equivocaban: sobre el modo de entender la misión del Mesías!
Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje, lenguaje inquietante del Maestro. Y el pasaje de hoy cuenta su malestar: “¡Es duro este lenguaje! --decían-- ¿Quién puede escucharlo?”.
En realidad, ellos entendieron bien las palabras de Jesús. Tan bien que no quieren escucharlo, porque es un discurso que pone en crisis su mentalidad. Siempre las palabras de Jesús nos ponen en crisis; en crisis, por ejemplo, ante el espíritu del mundo, a la mundanidad. Pero Jesús ofrece la clave para superar la dificultad; una clave hecha con tres elementos. Primero, su origen divino: Él ha bajado del cielo y subirá allí donde estaba antes.
Segundo, sus palabras se pueden comprender solo a través de la acción del Espíritu Santo, Aquel que “da la vida”. Y es precisamente el Espíritu Santo el que nos hace comprender bien a Jesús.
Tercero: la verdadera causa de la incomprensión de sus palabras es la falta de fe: “hay entre ustedes algunos que no creen”, dice Jesús. En efecto, desde ese momento, dice el Evangelio, “muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo”. Ante estas defecciones, Jesús no hace descuentos y no atenúa sus palabras, aún más obliga a realizar una opción precisa: o estar con Él o separarse de Él, y dice a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”.
En ese momento, Pedro hace su confesión de fe en nombre de los otros Apóstoles: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna”. No dice: “¿dónde iremos?”, sino “¿a quién iremos?”. El problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. De esa pregunta de Pedro, nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es cuestión de fidelidad a una persona, con la cual nos unimos para caminar juntos por el mismo camino. Y esta persona es Jesús. Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna!
Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida. Cristo no es un elemento accesorio: es el “pan vivo”, el alimento indispensable. Unirse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino.
Cada uno de nosotros puede preguntarse, ahora: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Es un nombre, es una idea, es un personaje histórico solamente? O es verdaderamente aquella persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina conmigo. ¿Para ti quién es Jesús? ¿Estás con Jesús? ¿Intentas conocerlo en su palabra? ¿Lees el Evangelio todos los días, un pasaje del Evangelio, para conocer a Jesús? ¿Llevas el pequeño Evangelio en el bolsillo, en el bolso, para leerlo, en todas partes? Porque cuanto más estamos con Él, más crece el deseo de permanecer con él. Ahora les pediré amablemente, hagamos un momentito de silencio y cada uno de nosotros en silencio, en su corazón, se pregunte: ¿quién es Jesús para mí? En silencio, cada uno responda, en su corazón: ¿quién es Jesús para mí?
Que la Virgen María nos ayude a “ir” siempre a Jesús, para experimentar la libertad que Él nos ofrece, y que nos consiente limpiar nuestras opciones de las incrustaciones mundanas y también de los miedos.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:

Angelus Domini nuntiavit Mariae...
DEBAJO ESTÁ LA REFLEXIÓN DEL DÍA 24

24 agosto: SAN BARTOLOMÉ

                 En la fiesta de San Bartolomé -Natanael- aquel hombre en quien no había falsía, sigo la LECTURA CONTINUA, que muy bien podría titularse: VERDADERO Y FALSO.
Liturgia del día
                Las lecturas e hoy son más para tomar aspectos concretos que para explicar datos. Si es la 1ª lectura (1Tes 1, 1-5. 8-10), es una presentación positiva del sentido cristiano de la vida. Si es la segunda, el evangelio (Mt 23, 13-22) es la negatividad de una falsa postura ante la religión.
            En la 1ª,  Pablo, Silvano y Timoteo se dirigen a los fieles de Tesalónica, dando gracia a Dios por ellos, a quienes recuerdan por su actividad en la fe, el esfuerzo de su mor y el aguante de su esperanza. Declaran que Dios los ha elegido de modo que al llegar a ellos el evangelio  o hubo sólo palabras sino fuerza del Espíritu Santo y un convencimiento profundo de la verdad de ese evangelio que han aceptado.
            Ha habido una CONVERSIÓN por la que abandonaron los ídolos y se abrieron al servicio de Dios vivo y verdadero. [Hay una clara contraposición entre el Dios VERDADERO y los ídolos falsos]. En ese Dios verdadero aguardan ya la vuelta de Jesucristo resucitado de entre los muertos, que es quien os libra de perderos en la falsedad de otras formas de religiosidad.
            Cuando a nosotros se nos habla de CONVERSIÓN no se trata ya de un abandono de ídolos para volverse a Dios, pero no deja de ser útil resaltar esa contraposición de “falso” y “verdadero”. De formas vacías de religión que abundan en el pueblo cristiano, y que presenta unas formas meramente externas de devoción que muy poco entran dentro  de la persona y poco exigen y poco llevan al cambio. Es decir: a la CONVERSIÓN. Detrás de esas formas se alimenta una piedad tranquilizadora pero no surge una reflexión interior, un compromiso de vida, un cambio de actitudes. Eso es lo que contrapone Pablo al “servicio del Dios VERDADERO”, o al servicio de LA VERDAD ANTE DIOS.
            Una parte es piedad popular, llena de buena fe, aunque ausente en múltiples ocasiones de la VERDAD del Evangelio y de los SACRAMENTOS, y no ausente de hipocresías de apariencias religiosas que engañan a la propia persona que así vive, y busca muchas veces engañar a otros que rodean.
            Puede parecer una visión pesimista, un sacar a flote la negatividad. En realidad no he hecho más que adelantarme al texto evangélico de hoy, en el que Jesús pone de manifiesto la falsedad de los fariseos y doctores de la Ley, que vivían precisamente una religión de “ídolos” que ellos habían construido para parapetarse en sus propias falsedades.
            Y Jesús desenmascara aquella falsa piedad y apariencia, y no se esconde en frases bonitas y en disimulos de la verdad, Jesús entra de frente en esos ayes profundos que atacan la línea de flotación de la falsía religiosa. Hipócritas…, para entrar en el tema. Ni entráis en el Reino ni dejáis entrar a los que quieren. Devoráis los bienes de las viudas con pretexto de largas oraciones… Viajáis por tierra y mar para captar prosélitos, y luego los hacéis esclavos de lo falso más que vosotros mismos. Ciegos que falsificáis el sentido de un juramento inventando unas casuísticas absurdas.
            Yo seguiría la lista con esas realidades de hoy que mantienen tanta hojarasca en la forma de expresar la fe. Y entraría en ejemplos concretos de nuestro pueblo creyente pero extrañamente practicante de muchas formas externas…, o de ese no menos llamativo y abundante “pueblo creyente-no practicante”, que alimenta una horrenda falsía de la Religión verdadera. No dejaría de fijarme en esa falsa batalla que sostiene alguno con el intento de combatir la Comunión en la mano, o con esa otra regresiva actitud de unos cuantos de tener que comulgar de rodillas o intentar priorizar la Misa en latín y de espaldas el Sacerdote. Cabría abordar otras muchas cosas que se dan en un pueblo desbordado por la influencia de “ídolos”, falsos profetas que andan fuera de la vida de la Iglesia.

            Pero no querría que todo esto se convirtiera en una mirada “hacia afuera” porque creo que necesitamos todos mirarnos hacia dentro en una introspección muy sincera en la que dejemos de lado “los ídolos” [el primero y peor es el YO], y seamos capaces de enfrentarnos a nuestra personal realidad, confrontada con el Evangelio. NUEVA EVANGELIZACIÓN que ha de empezar por nosotros mismos.

domingo, 23 de agosto de 2015

23 agosto: Domingo 21 B, T.O.

Liturgia del día
                Seguimos con el evangelio de San Juan. (6, 61-70). Tras la afirmación de Jesús de que hay que comer mi carne y beber mi sangre se produce un escándalo entre  muchos, incluso discípulos de Jesús que entienden todo tan al pie de la letra que consideran este modo de hablar inaceptable. Si nos ponemos en el pellejo de aquellos que escuchaban, no seríamos tampoco nosotros los que nos quedáramos igual, y cuando menos tendríamos que decir que no entendemos ni una palabra.
            En la realidad los apóstoles que permanecieron con Jesús mientras muchos otros discípulos se iban (y el evangelista insinúa que Judas estuvo entre los escandalizados, aunque no se fuera), pudieron un día comprender aquella afirmación “inaceptable”, y ver que Jesús no decía cosas absurdas, aunque tensara la cuerda casi hasta romperla (pero manteniéndola en sus justos límites). No se fueron, no abandonaron a Jesús…, creyeron en Jesús, y llegaron a ser testigos del inmenso misterio y milagro que Jesús realizaba en medio de ellos y de la forma más simple. Realmente dio a comer su Cuerpo y a beber su Sangre de una forma SACRAMENTAL, y tan maravillosamente que no sólo ellos comerían y beberían sino muchos otros… Y algo tan impensable como que ellos mismos iban a ser trasmisores de aquella maravilla. A ellos les entregaba Jesús el poder de revivir día tras día el hecho mismo de Jesús, porque cuantas veces hagáis esto, anunciáis mi muerte hasta que yo vuelva.
            Es algo inaudito, sublime, inmenso. Es estar experimentando aquella palabra de Pedro cuando Jesús preguntó entristecido si también ellos querían irse…: ¿Y adónde podemos ir sin ti, si sólo tú tienes palabras de vida eterna? Es experimentar que apegados a Él tenemos seguridad, aunque tengamos que “luchar” batallas de la fe, esas batallas que son pan de cada día, pero que llevan consigo el placer de cada victoria cuando el alma se rinde a la fe y CREE DE VERAS QUE SÓLO JESÚS TIENE PALABRAS DE VIDA ETERNA.
            La 1ª lectura está tomada de Josué 24, 1-2. 15-17. 18b. Josué  pone delante del pueblo una elección: Si no os parece bien servir al Señor, escoged servir a los dioses a quienes sirvieron vuestros antepasados… Yo y mi casa serviremos al Señor. Los caminos que había recorrido el pueblo por el desierto podrían haberse considerado “inaceptables”. Podían ahora querer marcharse. Y Josué se lo pone delante antes de seguir en la entrada a la tierra prometida.
            El pueblo responde: Lejos de nosotros abandonar al Señor y servir a dioses extranjeros. Dios nos sacó de Egipto, hizo obras maravillosas entre nosotros. No vamos a abandonarlo ahora. Nosotros serviremos al Señor porque Él es nuestro Dios.
            Ya se ve que esta lectura ha sido escogida por su paralelismo con el texto continuado de evangelios que estamos teniendo estos domingos. Y porque la conclusión de fondo es la misma: Nos fiamos del Señor.
            Claro: viendo lo que vemos en nuestro entorno, descubrimos muchos “escandalizados” que han preferido considerar “inaceptable” el lenguaje de la fe, de los valores humanos, de la moral cristiana, de las prácticas religiosas y la vida del espíritu. Es que ni suena siquiera ya a una inmensa mayoría de gentes. El problema es sobre todo de desconocimiento, de incultura religiosa, de ignorancias (unas veces inculpables, otras veces culpables, y otras inducidas por el sistemático modo de proceder de los medios de comunicación, en manos de gentes envenenadas que buscan hacer nuevos adeptos…; y más al fondo las mafias económicas, políticas, masónicas, cuyo ideal confesado ha sido destruir los pilares de una sociedad responsable: la familia, la Patria, el Ejército y la Iglesia. Así quedan con el campo libre para manipular como corderos a un pueblo envilecido).

            Ahí ha de entenderse la actualidad de la 2ª lectura, en la que Pablo estable la realidad sagrada del matrimonio cristiano, misterio=Sacramento, como una proyección en lo humano del amor de Cristo hacia su esposa la Iglesia, para hacerla santa y sin mancha. Así debe ser la relación entre esposo y esposa. Hay en esa carta paulina términos y expresiones que corresponden a la cultura del siglo I, y que “traducidos” a la realidad del siglo XXI, muestran la santidad de esta unión del hombre y la mujer para afrontar una vida entera en común.

sábado, 22 de agosto de 2015

22 agosto: Varios temas.- MARÍA REINA

Liturgia del día
                Rut, 2, 1-3. 8-11; 4, 13-17. La historia de Israel se escribe con muchos detalles providenciales. Rut no quiso separarse de su suegra Noemí y dejó su pueblo, sus dioses y se dio al Dios de Noemí, el Dios de Israel. Noemí la recomienda a Boaz, su pariente de buena posición  para que Rut se gane la vida espigando. Boaz la favorece y Rut se echa por tierra agradecida. Confiesa que su amor por Noemí le ha hecho dejar todo lo suyo, y Boaz acaba casándose con ella. De su matrimonio nace un niño, Obed, que fue el abuelo de David.
            Por todas esas vueltas y revueltas, desembocamos en el hombre que dará sentido a Israel, y de quien vendrá un día Jesús. Así se cumple la promesa de Dios.
            En el Evangelio (Mt. 23, 1-12) Jesús advierte a las gentes sobre los doctores de la Ley  y los fariseos, que se constituyen los mentores de Israel y sientan cátedra con lo que enseñó Moisés. Jesús les dice que hagan las gentes lo que ellos dicen, pero que no hagan lo que ellos hacen. Porque ellos no hacen lo que dicen, e imponen cargas insoportables, que ellos no mueven ni con un dedo. Todo lo que hacen es para ser vistos.
            Y ahora les hace caer en la cuenta de esos defectos de los fariseos que buscan ser llamados “padre”, “jefes” y “maestros” para hacerse respetar e para imponer sus ideas. Por eso ni llaméis “padre” a nadie en la tierra, porque sólo Dios es vuestro Padre. No a nadie llaméis “jefe” o “maestro”, porque uno sólo es vuestro Maestro: Cristo y todo sois hermanos. De modo que el que el primero entre vosotros sea servidor de los otros.
            He dicho muchas veces que el estilo de Jesús es llevar las cosas al extremo para hacerlas sentir más de fondo. Por eso esas sus expresiones no prohíben llamar “padre”, “jefe” o “maestro” a quienes lo son en el ranking de la vida normal. Los que no lo son está referido expresamente a aquellas pretensiones farisaicas con las que buscaban  sacar ventaja y presumir de su bondad aquellos fariseos y doctores de la Ley.
           
            HOY ES EL RECUERDO DE MARÍA REINA. No tiene liturgia propia y –salvo devociones particulares- se seguirán las lecturas que van ahí delante. Pero tendremos aquí un recuerdo amoroso hacia la Virgen, Reina en el Reino de Dios, reina de los corazones, reina que se lleva detrás el amor de todos sus hijos, que se sienten esclavos de la Esclava de Dios. “Siervos” a sus plantas, en ese reino en el que servir es reinar.
            María reina desde su trono a la derecha de Jesús. Su reinado es amoroso, y utiliza sus “poderes” para atraer hacia Jesús, que es el gran triunfo de cada hombre o mujer. María es Reina, pero su reinado es maternal, de manera que su “mandato” es amor. Así se vienen a confundir sus títulos de “Reina” y de “Madre” porque en Ella todo es una misma cosa.
            En nosotros debe haber esa doble faceta en la respuesta: siervos para atender a los hermanos que caminan junto a nosotros, e hijos de la misma Madre que potencia nuestra relación fraternal. Todo lo cual puede quedar en “lo bonito” o debe saltar a una práctica mucho más exigente. Es que en la vida diaria nos olvidamos fácilmente de esa relación fraternal y nos constituimos jueces e inquisidores de los que están junto a nosotros. María, Reina y Madre nos quiere por otros derroteros.

            EL BLOG HA RECIBIDO AYER ESTE COMENTARIO
“He podido leer en un periódico digital: "Prenden fuego y profanan una capilla en San Vicente do Mar". En éste acto vandálico se ha profanado el Santísimo Sacramento. Ocurrió la noche del lunes al martes, la noticia apareció ayer, pero lógicamente no se hace eco apenas nadie en ésta sociedad nuestra atea.
El domingo se celebrará un acto de desagravio al Santísimo. Sugiero que nos unamos espiritualmente y pidamos perdón en nombre de los que no creen en Dios.

                El blog del APOSTOLADO DE LA ORACIÓN se suma a ese acto de desagravio e invita a todos los blogistas a hacerlo con todo su ardor. Que si los hijos de las tinieblas actúan “de noche” (como anunció Jesús en la parábola de la cizaña), nosotros debemos hacerlo a la luz del día Y SERÍA DE DESEAR una participación abierta en el blog de cuantos pueden hacer uso de él para manifestar abiertamente su reparación y adhesión al Santísimo Sacramento.

viernes, 21 de agosto de 2015

21 agosto: unas lecturas con enjundia

Liturgia del día
                Comienza el libro de Rut (1, 1.3-6, 14-16.22), que tras morirse su marido se queda con la suegra. Y dado que en su tierra hay alimentos, se viene con ella y no quiere separarse de ella, aunque la suegra le invitaba a marchar a su pueblo. Rut pronuncia unas palabras que son tomadas por los novios actuales para expresarse el consentimiento en su boda, aunque yo les advierto que son palabras de nuera a suegra y no de novios o esposos. Expresan la fidelidad al cariño familiar: No insistas en que te deje y me vaya. Donde tú vayas, yo iré y donde tú vivas, yo viviré. Tu pueblo es el mío; tu Dios es mi Dios. Y fue así como Rut entró a ser parte de la Historia de la Salvación, y una de las mujeres importantes en este proceso del Antiguo Testamento.
            Las palabras de Rut pueden valer realmente para expresar la fidelidad a la amistad. Incluso a la hora de pensar en una atracción hacia la fe, que se verifica no porque haya habido una “demostración” convincente sobre el tema de la fe, sino por atracción de la persona amiga, quien con su conducta hace que la otra persona acabe aceptando a su Dios y queriendo servir a ese Dios que la otra persona trasmite. Lo curioso es que las parejas suelen omitir ese último versículo. Eso –para ellas- no entra en el compromiso matrimonial.
            El Evangelio (Mt 22, 34-40) nos pone delante a los fariseos que vienen a Jesús para ponerlo a prueba. Jesús ha callado a los saduceos cuando ellos le exponen el tema de aquella mujer que enviudó 7 veces. Y los fariseos quieren saber cómo piensa Jesús y le preguntan lo que era el alma de aquel pueblo: ¿Cuál es el principal mandamiento de la Ley? La respuesta de Jesús es la que cualquier judío podía responder hasta durmiendo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Pero Jesús no se quedó ahí. Continuó diciendo: Éste es el principal y primero. El segundo es semejante a él: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos sostienen la Ley y los Profetas.
            Es de esos evangelios que no se prestan a comentario. Dicen todo lo que dicen y ahí queda dicho. Lo que ya nos quedaría por delante es soñar: cómo sería la vida si ese mandamiento –doble mandamiento- entrara a formar parte de la vida de la humanidad. Empezando por esa primera parte que rinde adoración a Dios, con todo lo que eso lleva consigo.
            Decían nuestros mayores (y se sigue oyendo) que el mundo va de cráneo porque “se ha perdido el temor de Dios”. Digamos: se ha dejado de lado a Dios, se prescinde de Dios. Diremos con una concepción propia de cristianos que lo que se ha perdido es el AMOR A DIOS. Peor: se ha perdido a Dios. No se quiere contar con Él, o sencillamente es como darlo por muerto. (Y no es la muerte de Cristo). Es dar por finiquitada la existencia de Dios. Sirvió pero ya no sirve, pues el ser humano se ha erigido en dios y se basta a sí mismo.
            Claro: ese mandamiento primero era el punto de referencia de Jesús para hablar del segundo semejante a él. Como se ha eliminado el primero, cae por su peso el segundo. Y el hombre se hace lobo para el otro hombre, el macho se hace hacha para la mujer, la madre mata a sus hijos, los pueblo se destruyen entre sí, los que huyen de esas calamidades son engatusados por las mafias, y los inmigrantes mueren como alimañas en su intento de hallar libertad y un mundo mejor. Se ha quitado a Dios y surge el abuso, la  corrupción, el negocio de clínicas abortistas, el engaño de los políticos que van a su avío partidista y partidario, las muertes que se llaman “de violencia de género”…, y así podríamos seguir… Quitar a Dios de en medio es dejar salir los instintos brutales del ser humano, y crear un sub-mundo que se alimenta de la bazofia de lo más bajo que hay en el hombre y la mujer.
            Por eso cada vez más me indignan los políticos que “se escandalizan” de los hechos luctuosos que ellos mismo han provocado con sus discursos, sus leyes, sus mentiras, sus hipocresías.., a un pueblo que van haciendo más bobo cada vez, para poder manipularlo con sus discursos y promesas de papel mojado, pan para hoy y hambre para mañana, escandalizados cuando una madre deja a su hijo en un contenedor y fomentando con sus leyes las mil muertes violentas en abortos “legales”.

            Dadme un pueblo sin Dios y los humanos se comerán unos a otros. Que no es decirlo. Basta comprobarlo.

jueves, 20 de agosto de 2015

20 agosto: Fidelidad

Liturgia del día
                Jueces 11, 29-39 debe ser leído desde el aspecto de la fidelidad pero a sabiendas de que se pasa tres pueblos, porque un voto así como el de Jefté no obliga. Es un voto comprometido en un momento de dificultad: “ofrecer a Dios en holocausto al primero que le salga al paso si Jefté ha alcanzado la victoria contra los enemigos”, es un voto que no tiene valor. Sin embargo era para ellos un juramento al que no se podía faltar. Recordemos la juramento de Herodes a Salomé, de darle cualquier cosa que pidiera. Salomé pide la cabeza del Bautista y Herodes lo cumple, a su pesar, porque lo ha jurado.
            En moral cristiana es inválido todo voto o promesa que no sea mejor que lo contrario. De ahí la invalidez del juramento de dar muerte a alguien, porque su contrario –dejarla con vida- es mejor.
            Pero puestos a leer con lente de historia de salvación, lo que queda en pie es la seriedad y fidelidad con que Jefté lleva a cabo su juramento, aun cuando la primera persona que le sale al encuentro tras la victoria es su propia hija. Ella misma acepta su sacrificio, puesto que su padre así lo había jurado. Entraba en la mentalidad del momento. Y bien sabemos que aun ahora hay etnias que mantienen juramentos semejantes y que los llevan a cabo sea como sea.
            El Evangelio -Mt 22, 1-14- es un complemento del evangelio de ayer. Ayer presentaba esa nueva JUSTICIA de Dios que daba su “denario” (su acogida, su gloria) a todos, aunque hubieran llegado a última hora. Hoy hay una concreción: HAY QUE LLEGAR. El pueblo judío había sido llamado al BANQUETE del reino. Pero a la hora de la verdad ese pueblo no acudió: “se excusó” por unos motivos o por otros. Y  como el Banquete estaba preparado de todas maneras, el dueño envía a sus criados a “los cruces de los caminos”: fuera de Israel…, a los gentiles que estaban fuera, para que acudieran al Banquete. Aquí, pues, hay una aclaración importante: todos los judíos son invitados pero si no quieren acudir, se quedan fuera. A nadie se le obliga a “ir a la viña” y poder recibir “el denario” o “comer el banquete”. El que no quiere, queda fuera.
            Pero la aclaración sigue adelante y –una vez llamados los no judíos y llena la sala del  banquete- el dueño entra a saludarlos y repara en uno que no ha tenido la delicadeza de vestir el traje de fiesta. A ese le pregunta el dueño cómo es que se ha presentad así, con esa falta de respeto hacia la solemnidad del banquete del Rey y hacia los otros comensales. Y tampoco el dueño entra por esas, como no había entrado a pasar por alto las “excusas” de los primeros invitados.
            El amo manda a los criados echarlo fuera, donde le quedará al individuo la quemazón de haber perdido su gran oportunidad, la gran quemazón de su insensatez: haber tenido todo a la mano y haberlo desperdiciado.
            En esa amalgama que se pretende hoy de “aquí todos somos buenos”, y mirar a Dios como un Dios pasivo, ajeno y casi bobalicón, para el que todo da igual, Jesucristo ha presentado una parábola aclaratoria: Dios es inmensamente bueno y poderoso (tiene “un denario para todo el que acuda a su viña, aunque sea de la última hora), pero no hay denario para quien no acude o para quien acude en malas condiciones. Esos quedan fuera. Y quedar “fuera de Dios”, el “no-Dios”, el “contra Dios”…, es la no entrada en el Banquete, en el Reino: el ser echados FUERA. Y eso es la condenación, el rechinar de dientes, la desesperación de haberlo tenido todo en las manos y no haberlo querido coger.

            No gusta pensar en esto pero meditar en la Palabra de Cristo debe ser muy honrado para no tergiversar lo que dice, no manipular su enseñanza, no acabar haciendo un Reino de mantequilla donde todo vale y todo da igual. Repito, como he dicho antes, que el gran pecado de nuestro tiempo es haber concebido la idea de un Dios amorfo que pasa por todas. Y tan falso es pensar en un Dios castigador como pensar en un Dios que todo lo pasa por alto y que todo le da igual, y que podemos ser de cualquier manera “porque Dios es muy bueno”. La bondad de Dios nunca es tontura. La bondad de Dios llega hasta la “última hora” pero nunca forzará esa última hora. La libertad del ser humano es respetada por quien se la dio. Y cada ser humano estamos llamados a la viña y todos podemos acudir, por tarde que sea. Pero HAY QUE ACUDIR. Y eso debe quedar en pie muy claramente en medio de las muy diversas situaciones en que estemos y vivamos.