domingo, 31 de mayo de 2015

31 mayo: El más hondo misterio cristiano

La Santísima Trinidad
          Las celebraciones del año litúrgico concluyeron con la celebración de Pentecostés el pasado domingo. Ahora quedan determinadas acentuaciones de misterios cristianos de mucha importancia, que la Iglesia nos pone delante para avivar aspectos centrales de nuestra fe: la Santísima Trinidad, el Corpus, el Sagrado Corazón.
          Hoy detenemos la atención en la esencia íntima de Dios, que es UN SOLO DIOS, pero que por ser tan infinito se desenvuelve y manifiesta en TRES PERSONAS.
          Jesucristo nos lo pone delante en su despedida de este mundo, cuando envía a sus apóstoles a predicar el evangelio por todo el mundo, bautizando en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
          Un Dios que no tiene igual, como nos lo expresa Moisés hablando a su Pueblo, y exhortándole a reconocer que el Señor es el único Dios, allá arriba en el Cielo y aquí abajo en la Tierra. En consecuencia hemos de aceptar y vivir sus preceptos, mandatos y enseñanzas.
          Es el mismo Dios, que es Padre, y que envía a su Hijo al mundo. Y nuestro mundo ha tenido la insospechable realidad de que Dios ha vivido en nuestra tierra, ha caminado por nuestros caminos, ha trabajado  como los otros hombres. Ha padecido como uno cualquiera y con su muerte ha levantado de la basura al pobre hombre que somos, y nos ha levantado y nos ha hecho poco menores que los ángeles. Gracias a la obra de Dios en nuestro mundo, en le persona de Jesús, nosotros podemos mirar a Dios y caminar hacia Él, siguiendo las huellas del Hijo.
          Y el Hijo, al marcharse de ste mundo para regresar al trono del Cielo, nos ha enviado a Dios, en la Persona del Espíritu Santo, que vive dentro de nosotros y que cierra el círculo de nuestra vida con esa impensable realidad de que el hombre mortal pueda dirigirse a Dios y llamarle: ¡PADRE!
          En consecuencia nosotros somos hijos de Dios y somos –en Cristo- herederos de la Gloria del Padre.
          Todo ello está marcado a fuego en nosotros por el carácter bautismal, una señal imborrable que llevamos grabada a fuego en el alma desde el momento de nuestro Bautismo.
          Y una realidad que nos transforma y nos hace dignos de acercarnos a recibir a Jesús en la Comunión y a participar de pleno derecho en todos los misterios cristianos, porque hemos sido elevados a ser HIJOS DE DIOS.

***   ***   ***

          Al acabar el MES DE MARÍA, no podemos menos que tener unas palabras de despedida y alabanza hacia la Madre de Jesús y Madre nuestra. Una despedida que no es más que de este mes, puesto que de la Virgen Santísima no nos despedimos nunca, pues ella sigue de día en día muy presente en nuestras vidas.

          Hoy completamos el ramillete de flores que hemos ido reuniendo durante este mes, y las traemos a los pies de María. Y aunque hoy la liturgia de la Santísima Trinidad se sobreponga a la fiesta mariana del día 31: la visita de María a Isabel, no pasamos por alto que Ella, nuestra Madre, sigue visitándonos a nosotros y con ella llega siempre a nuestra casa el Hijo de sus entrañas. Ella es un regalo vivo y –con la reacción de Isabel- decimos: Bandita tú entre la mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿De dónde que venga a visitarnos la Madre del Señor?

sábado, 30 de mayo de 2015

30 mayo: Una distinta Sabiduría

La sabiduría
          Hoy escribo a sabiendas de que no va a salir mi escrito todavía porque Internet está averiado por estos lares. Pero ya queda escrito para poder salir en el primer momento.
          El autos del libro del Eclesiástico da gracias a Dios y bendice su nombre por LA SABIDURÍA. Esa que pidió y deseo con toda el alma, y que la buscó desde su juventud. Cualquiera puede imaginar al autor buscando entre los pergaminos toda clase de conocimientos para hallar esa sabiduría. Y sin embargo no es esa la sabiduría que busca ni la que encuentra, y así puede deducirse de la descripción que hace, que va en un tono de ansia de algo más grande y de gozo más profundo: Jamás me apartaré de ella; mi alma la siguió fielmente y la poseyó con pureza.
          En diferentes lugares bíblicos referidos a la SABIDURÍA hay siempre un trasvase hacia Dios como la Sabiduría personificada. Dios Sabio o la Sabiduría infinita de Dios, que se expande hacia afuera y crea una más profunda sabiduría que la que se adquiere con el estudio. A Dios no se le “aprende” como el que estudiara teología, aunque la teología nos acerque a poder saber algo de Dios. Otra sabiduría es más honda y se vive más en las entretelas del alma, y es esa que emana de Dios y se nos trasmite sin saber ni cómo. El día que Jesús les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras no les estaba dando clases ni haciendo silogismos demostrativos. Les estaba infundiendo otra sabiduría que no se aprende. Dios es LA SABIDURÍA y Dios nos hace participar de ella –nos hace participar de Él- y desde la fe adquirimos una dimensión diferente de las cosas: presté oído un poco para recibirla, y alcancé doctrina copiosa.
          En el evangelio de hoy –Mc 11, 27-33- tenemos la reacción de los sacerdotes a lo que ayer nos describía el texto que leímos: Jesús que acusa de que la Casa de oración la habéis hecho cueva de bandidos. Hoy vienen a pedirle cuentas a Jesús, preguntándole con qué autoridad hizo aquello. Jesús no se niega a responder pero primero les pone a ellos ante ellos mismos: ante su sinceridad, ante su disposición para acoger la verdad. Y les dice Jesús: Yo os voy a hacer una pregunta y si me la respondéis, yo os respondo. Pero la pregunta comprometía a aquellos sacerdotes porque dijeran lo que dijeran quedaban ellos tildados. El bautismo de Juan era de Dios o de los hombres? Si decimos: De Dios, nos dirá: ¿y por qué no le habéis creído? Y si decimos: “de los hombres”, la gente se nos echa encima. Es decir: aquellos hombres no afrontaban la verdad sino hacían sus cálculos de conveniencia. No seguían precisamente LA SABIDURÍA sino sus cálculos humanos muy medidos según sus conveniencias. Y la respuesta fue entonces: No lo sabemos.
          A unos hombres que ni saben ni quieren saber, a quienes no les interesa la verdad sino que ya van con el gatillo levantado, ¿a qué les iba a responder Jesús? Si rechazan la sabiduría, ¿a qué les va a aprovechar la verdad? Por eso Jesús les dijo: Pues yo tampoco os digo con qué autoridad hago estas cosas, porque no estáis dispuestos a conocer la verdad.

          Siempre que Jesús opta por el silencio me causa una impresión muy fuerte, porque muchas veces nos llegamos a quejar de que “Dios no nos oye”, o que “nosotros no sacamos nada de la oracion”. Mi escalofrío viene de pensar si no habrá silencios de Jesús, oscuridades del Espíritu, cuya causa es que no estamos dispuestos a conocer y vivir la verdad… Que no hemos abierto nuestra alma a LA SABIDURÍA, y nos mantenemos es una bolsa impermeable e impenetrable… Dios quiere entrar, pero encuentra cerrado al camino a nuestra aceptación de la verdad.

ZENIT 29 mayo: fe que obra milagros

29 de mayo de 2015 (ZENIT.org)
La fe auténtica, abierta a los otros y al perdón, obra milagros. Dios nos ayuda a no caer en una religiosidad egoísta y empresaria. Así lo ha recordado el Santo Padre Francisco durante la homilía de esta mañana en Santa Marta. El Evangelio de hoy propone “tres modos de vivir” en las imágenes de la higuera que no da frutos, en los comerciantes del templo y en el hombre de fe.
Tal y como ha explicado el Papa, la higuera representa la esterilidad, una vida estéril, incapaz de dar nada. Un vida que no da fruto, incapaz de hacer el bien. “Vive para sí, tranquilo, egoísta, no quiere problemas. Y Jesús maldice el árbol de la higuera, porque es estéril, porque no ha hecho lo suyo para dar fruto”, ha explicado el Papa. Representa a la persona --ha proseguido-- que no hace nada para ayudar, que vive siempre por sí misma, para que no le falta nada. Al final estos se convierten en neuróticos, ha advertido. Y así, el Santo Padre ha recordado que Jesús “condena la esterilidad espiritual, el egoísmo espiritual". 
La otra forma de vivir de la que hablado el Papa es la de los “explotadores, de los comerciantes en el templo. Explotan también el lugar sagrado de Dios para hacer negocios: cambian las monedas, venden los animales para el sacrificio, también entre ellos se vuelven como un sindicato para defender. Esto no solo era tolerado, sino también permitido por los sacerdotes del templo”.  Son  --ha precisado Francisco-- los que hacen de la religión un negocio. En la Biblia está la historia de los hijos de un sacerdote que “empujaban a la gente a dar ofrendas y ganaban mucho, también de los pobres”. Y Jesús dice: 'Mi casa será llamada casa de oración. Vosotros, sin embargo, la habéis convertido en una cueva de ladrones.
De este modo, el papa Francisco ha señalado que la gente que iba en peregrinación allí a pedir la bendición del Señor, a hacer un sacrificio, era explotada. “Los sacerdotes allí no enseñaban a rezar, no les daban catequesis… Era una cueva de ladrones”, ha advertido. Y ha añadido: “No sé si nos hará bien pensar si con nosotros ocurre algo parecido. No lo sé. Es utilizar las cosas de Dios por el propio beneficio”.
Finalmente ha reflexionado sobre la tercera forma de vivir la fe, como Jesús indicaba. “Tened fe en Dios. Si uno dijera a un monte ‘levántate y tírate al mar’, sin dudas en su corazón, creyendo que lo que dice sucede, eso sucederá. Todo lo que pidáis en la oración, tened fe en obtenerlo y sucederá’. Sucederá precisamente lo que pedimos con fe”.
Y esto, el Papa lo ha explicado así: “Es el estilo de vida de la fe.
-‘Padre, ¿qué debo hacer para esto?’
-‘Pues pídelo al Señor, que te ayude a hacer cosas buenas, pero con fe. Solo una condición: cuando uno se pone a rezar pidiendo esto, si tiene  algo contra alguien, lo perdone. Es la única condición, para que también vuestro Padre que está en el cielo perdone, nuestros pecados’”. Este es el tercer estilo de vida, según ha explicado el Papa. “La fe, la fe para ayudar a los otros, para acercarse a Dios. Esta fe que hace milagros”,  ha indicado.
Para concluir, el Pontífice ha invitado a pedir al Señor “que nos enseñe este estilo de vida de fe y que nos ayude a no caer nunca, a nosotros, a cada uno de nosotros, a la Iglesia, en la esterilidad y en el mundo de los negocios”.


viernes, 29 de mayo de 2015

29 mayo: A la Virgen Santísima

A LA MADRE DEL CIELO
          Cada día que me pongo a escribir la reflexión en el blog tengo el propósito de acabar con una referencia a la Virgen. Luego se me alarga el desarrollo del tema y pienso que “mañana será mejor”. La verdad es que “mañana” no llega y que parece que tengo dejada a María Santísima. Nada de eso. Siempre preside mi pensamiento y a ella atribuyo momentos determinantes de mi vida: mi vocación jesuítica, mi camino hacia el sacerdocio con el desemboque final de mi ordenación sacerdotal, mi noviciado, mi Profesión como religioso… En cada uno de esos pasos mis recordatorios gráficos de fechas tan especiales los hice con alguna advocación mariana. Y ese suspiro que se tiene cada día: “¡Madre mía!”, la hace presente a cada vuelta de la esquina.
          Mi madre tenía una devoción muy especial a la Virgen del Perpetuo Socorro, y a “los ojos de la Virgen”. Cuantas veces se le había perdido algo, rezaba una Salve a “los ojos de la Virgen” para encontrar lo perdido. Y lo encontraba. Yo he tenido experiencias muy llamativas de alguna cosa necesaria y urgente que he extraviado o no recuerdo dónde la he puesto, y mi recurso a “los ojos de la Virgen” parece haberme puesto de pronto delante el punto al que tenía que dirigirme, y que en realidad era inverosímil que hubiera sido allí. ¡Y sin embargo “aquello” estaba “allí”!
          La Virgen María, de una forma más explícita, o menos, siempre está presente. No se puede vivir sin esa mirada a María. Sin ese regazo donde sentirse acogido por el cariño de una madre.

          A ella dedico este rato de reflexión que duplica hoy mi participación en el blog.

29 mayo: Menú variado

Lecciones diversas
          El Evangelio de hoy (Mc 11, 11-26) es muy variado y encierra varios temas: la infidelidad de Israel, el respeto al Templo, la fe.
          La infidelidad de Israel está expresada bajo una “parábola en acción”, que es la higuera que no tiene fruto y que es maldecida por Jesús. Tiene una serie de términos que indican claramente que lo de menos es la higuera que, no tiene higos porque no es tiempo de higos. Sin embargo Jesús sintió hambre y buscó fruto en ella. Era otra “hambre” y otros “higos” los que se estaban significando. Hambre de la fe de ese pueblo que, sin embargo, no da los frutos de respuesta que debiera haber dado después de tanta preparación como Dios le hizo por medio de los profetas y, finalmente, por la predicación y la obra del mismo Jesús.
          El caso, que causa la admiración de Pedro, es resuelto por Jesús con una referencia a la fe. Fe, siquiera, mínima, como un grano de mostaza, que bastaría para mover un monte y que se sumergiera en el mar… Si eso es así, ¡cuánto más en otras cosas normales! Fe a la hora de pedir, hasta llegar a creer que lo que se pide ya está concedido aun antes de ver los efectos. ¡Y se obtiene! Una fe que pide Jesús, y que no es tan normal… Una fe que deriva hacia una actitud de perdonar lo que se tenga contra otros, y que redundará en que Dios perdone también las culpas del que había sabido perdonar. [Todo esto ¿es respuesta a Pedro extrañado por la higuera seca? ¿Estaría lamentando Jesús que Israel no tuvo ni esa mínima fe? ¿Es una salida de Jesús que completa pensamiento pero que no es respuesta a la extrañeza de Pedro?].
          Hay, en medio de todo eso, otro tema que no es de menor calibre ni está pasado de moda: el respeto al Templo. Jesús entró en el Templo aquel día que había “buscado el fruto de la higuera” y no lo había encontrado. En el Templo encontró todo lo contrario de lo que debía ser el Templo. Encontró traficantes, cambistas, puestos de vendedores, traslado de objetos de aquí para allá. Y Jesús tiró por tierra las mesas de dinero y los puestos de los vendedores. Y tras esa “purificación” visible y sensible, vino a explicar la razón de lo que había hecho: Está escrito: mi casa es CASA DE ORACIÓN, y la habéis convertido en cueva de bandidos. Palabras que iban más dirigidas a los responsables del Templo, que utilizaban el lugar sagrado para propios beneficios pecuniarios…
          No puedo menos que volver la mirada hacia nuestros templos actuales, las gentes hablando como si estuvieran en la plaza, la falta de respeto  al entrar o salir o pasar ante el altar y el Sagrario…, o hablando por los móviles en voz alta. ¿Qué diría y qué haría Jesús entrando en una iglesia en la que se está a la espera de un acontecimiento y se está hablando como en una plaza de toros? ¿Podría decirnos que LA CASA DE ORACIÓN la hemos convertido en una “casa del pueblo”? Y lo sentiría Jesús con desagrado.

          A lo mejor ahí encajaría el tema de los hombres de bien o los que no dejaron recuerdo de que ha hablado la 1ª lectura (Ecclo 44, 1, 9-12) Los hombres de bien dejan una estela de bondad y respeto; no sólo en ellos sino en la educación de sus hijos y descendientes. A lo mejor habría que pensar en eso cuando vemos hoy la falta de consideración hacia el lugar sagrado del Templo, y la ignorancia de las formas más elementales de educación religiosa tanto en jóvenes como en esa “gente del pueblo” que ha perdido el sentido de lo sagrado y lo religioso. Un efecto más de la falta de educación cívica en la que ha caído nuestro pueblo.

jueves, 28 de mayo de 2015

ZENIT, 28 mayo: El grito de los que necesitan a Dios

28 de mayo de 2015 (ZENIT.org)
Hay cristianos que alejan a la gente de Jesús porque piensan solo en su relación con Dios o porque son empresarios o mundanos o rigoristas. Y hay cristianos que escuchan realmente el grito de cuantos necesitan al Señor. Así lo ha asegurado el Santo Padre durante la homilía de Santa Marta.
De este modo, al comentar el Evangelio del ciego Bartimeo que grita a Jesús para ser sanado, mientas los discípulos le regañan para que no lo haga, el Papa ha enumerado tres tipos de cristianos. Hay cristianos que se ocupan solo de su relación con Jesús, una relación “cerrada, egoísta”, y no escuchan el grito de los otros. “Ese grupo de gente, también hoy, no escucha el grito de muchos que necesitan a Jesús. Un grupo de indiferentes: no escuchan, creen que la vida sea su grupito; están contentos; están sordos al clamor de tanta gente que necesita salvación, que necesita la ayuda de Jesús, que necesita de la Iglesia. Esta gente es egoísta, vive para sí misma. Son incapaces de escuchar la voz de Jesús”, ha explicado el Papa.
También ha hablado del grupo de los que escuchan este grito que pide ayuda, pero que lo quieren hacer callar. Como cuando los discípulos alejan a los niños para que no incomoden al Maestro. En este grupo están los “empresarios, que están cerca de Jesús”, están en el templo, parecen “religiosos”, pero “Jesús les expulsa, porque hacían negocios allí, en la casa de Dios”. Son esos que  --ha proseguido-- no quieren escuchar el grito de ayuda, sino que prefieren hacer sus negocios y usando al pueblo de Dios, usando a la Iglesia. Estos ‘empresarios’ alejan a la gente de Jesús. Y en este grupo están los cristianos que no dan testimonio. El Papa lo ha explicado así: “son cristianos de nombre, cristianos de salón, cristianos de recepciones, pero su vida interior no es cristiana, es mundana. Uno que se dice cristiano y vive como un mundano, aleja a los que piden ayuda a gritos a Jesús”.
Están los rigoristas, a quienes Jesús regaña porque que cargan mucho peso sobre los hombros de la gente. Jesús, ha recordado Francisco, les dedica todo el capítulo 23 de san Mateo. “Hipócritas, explotáis a la gente”, les dice Jesús. Y en vez de responder al grito que pide salvación alejan a la gente, ha subrayado el Santo Padre.
Y finalmente está el tercer grupo de cristianos, “los que ayudan a acercarse a Jesús”.  “Está el grupo de cristianos que tienen coherencia entre lo que creen y lo que viven, y ayudan a acercarse a Jesús, a la gente que grita, pidiendo salvación, pidiendo la gracia, pidiendo la salud espiritual por su alma”, ha precisado el Pontífice.
Para concluir, el Santo Padre ha recordado que "nos hará bien hacer un examen de conciencia para entender si somos cristianos que alejan a la gente de Jesús o la acercan, porque escuchamos el grito de muchos que piden ayuda para su salvación".

28 mayo: El Sacerdocio de Jesús

Jesucristo, Sumo y eterno Sacerdote
          Oh, Sacerdote:
          Tú no eres tú, porque eres Dios.
          Tú no te perteneces porque eres siervo y ministro de Cristo.
          Tú no eres tuyo, porque eres Esposo de la Iglesia.
          Tú no eres para ti, porque eres mediador entre Dios y los hombres.
          Tú no eres el centro, porque eres pecador.
          Tú no eres por ti mismo, porque eres nada.

          Tú, ¿quién eres?, ¡oh Sacerdote!  NADA y TODO.
          ¡Oh Sacerdote!: cuídate que puedan decirte lo que le dijeron a Cristo en la cruz: “A otros salvó; a sí mismo no puede salvarse”.                                 (San Norberto)

          NADA y TODO. Quizás la gran respuesta. Nada porque cuanto llevo en mi sacerdocio no es mío. Se me ha dado, y se me ha dado para los demás. Y porque humanamente soy sólo un pobre hombre; ni siquiera el más inteligente, el más santo, el más fuerte. ¿Qué digo? Ni inteligente, ni santo ni fuerte. Como la persona que soy, soy uno del montón.
          Y sin embargo, TENGO TODO EN MÍ. Soy instrumento de Dios para perdonar. Soy un encargado que hace bajar a Jesús al Altar. Soy un profeta que está puesto para trasmitir la palabra de Dios. Soy un testigo de la Iglesia que bendice el amor de una pareja que se une ante Dios. Abro la puerta de la fe por el Bautismo y despido al creyente hacia su última morada. Soy nada y soy un enorme instrumento que se escogió el Señor para continuar su presencia en la tierra. A MÍ MISMO NO ME PUEDO PERDONAR LOS PECADOS Y ¡sólo Dios sabe las cargas que pude levantar de quienes acudieron a mí para pedir el perdón a Dios! Y sólo Dios sabe las veces que ayudé, aun sin saber yo mismo lo que hacía y sin ser yo mismo la persona que podía curar aquellas heridas. ¡Y sin embargo, fue así una realidad de la Gracia de Dios para otros!
          Siempre fui “devoto” de la burra de Balám porque, aunque jumento, fue clave para que el profeta hiciera la obra de Dios. O esa oración del borrico, que estuvo de moda un tiempo, en la que borrico y todo, se congratulaba de haber podido estar presente en Belén.
          Soy Sacerdote… Soy nada y soy todo. Cuando muchas veces me han preguntado de dónde saqué alguna palabra, alguna solución, alguna descripción…, mi respuesta muy sincera es: Yo no lo sé. ¡Es que no lo sé! Aunque comprendo que aquello lo dije yo, o lo escribí yo, o fui yo el que puse mi atención en comprender alguna pena. Pero soy yo, el SACERDOTE, el que fue levantado del estiércol y puesto en el lugar de Jesús para abrir la luz a los demás. Ojalá que no tenga que acabar como la oración de San Norberto: A otros salvó y a sí mismo no se sabe salvar. Hoy estoy seguro que muchos pediréis por mí y me ayudaréis a ser de verdad SACERDOTE, el que está ordenado según el rito de Melquisedec, en la línea del sacerdocio eterno de Jesús.

EL PRÓXIMO VIERNES día 29
se tendrá en la Iglesia del Sagrado Corazón (de Málaga), a las 20’30,
un acto especial preparatorio a la Procesión (del día 14),

con motivo de cumplirse los 100 años de haberla sacado el P. Arnaiz (hoy en proceso de beatificación)

miércoles, 27 de mayo de 2015

ZENIT del 27: Alianza del matrimonio

27 de mayo de 2015 (ZENIT.org)
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estas catequesis sobre la familia, hoy quisiera hablar de noviazgo. El noviazgo --se escucha en la palabra (en italiano se dice ‘fidanzamento’ ndr.)-- tiene con ver con la confianza, la confidencia, la fiabilidad. Confianza con la vocación que Dios dona, porque el matrimonio es sobre todo el descubrimiento de una llamada de Dios. Ciertamente es una cosa bella que hoy los jóvenes puedan elegir casarse sobre la base de un amor recíproco.
Pero precisamente la libertad de la unión requiere una consciente armonía en la decisión, no solo un simple entendimiento de la atracción o del sentimiento de un momento, de un tiempo breve. Requiere un camino. El noviazgo, en otros términos, es el tiempo en el que los dos están llamados a hacer un buen trabajo sobre el amor, un trabajo partícipe y compartido, que va a la profundidad.
Se conocen el uno al otro: el hombre entiende a la mujer aprendiendo de esta mujer, su novia; y la mujer entiende del hombre aprendiendo este hombre, su novio. No infravaloremos la importancia de este aprendizaje: es un compromiso bonito, y el amor mismo lo requiere, porque no es solamente una felicidad sin preocupaciones, una emoción encantada… El pasaje bíblico habla de toda la creación como un bonito trabajo del amor de Dios: “Dios miró, así dice el libro del Génesis, todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno”. Solamente al final, Dios “descansó”. De esta imagen entendemos que el amor de Dios, que dio origen al mundo, no fue una decisión improvisada. ¡No!, fue un bonito trabajo. El amor de Dios creó las condiciones concretas de una alianza irrevocable, sólida, destinada a durar.
La alianza de amor entre el hombre y la mujer, alianza para la vida, no se improvisa, no se hace de un día para otro, no hay matrimonio exprés: es necesario trabajar en el amor. Es necesario caminar. La alianza del amor entre el hombre y la mujer se aprende y se afina. Me permito decir, es una alianza artesanal. Hacer de dos vidas una vida sola. Es también casi un milagro. Un milagro de la libertad y del corazón, confiado a la fe.
Tendríamos quizá que comprometernos más en este punto, porque nuestras “coordinadas sentimentales” están un poco confusas. Quien pretende querer todo y enseguida, cede también todo --y enseguida-- a la primera dificultad, o a la primera ocasión. No hay esperanza por la confianza y la felicidad del don de sí, si prevalece la costumbre de consumar el amor como una especia de “integrador” del bienestar psico-físico. ¡El amor no es esto! El noviazgo se centra en la voluntad de cuidar juntos algo que nunca deberá ser comprado o vendido, traicionado o abandonado, por tentadora que pueda resultar la oferta.
También Dios, cuando habla de la alianza con su pueblo lo hace, algunas veces en la Biblia, en términos de noviazgo. En el libro de Jeremías, hablando al Pueblo cómo se había alejado de Él, dice así en el capítulo 2. ‘Yo recuerdo el tiempo de tu juventud, el tiempo de tu noviazgo’ Cuando el Pueblo era la novia de Dios y Dios ha hecho este recorrido de noviazgo.
Hace también una promesa, lo hemos oído, ahí, al inicio de la audiencia en el libro de Oseas. ‘Te haré mi esposa para siempre,  y te daré como dote el derecho y la justicia, en  el amor y la compasión. Te daré como dote mi fidelidad, y entonces conocerás al Señor’ . Es un largo recorrido que el Señor hace con su Pueblo en este camino de noviazgo. Al final Dios se casa con su Pueblo, en Jesucristo, se casa en Jesús con la Iglesia, el Pueblo de Dios es la esposa de Jesús.
Pero cuánto camino, y vosotros italianos, en vuestra literatura, tenéis una obra maestra sobre el noviazgo. Es necesario que los jóvenes lo conozcan, lo lean. Es una obra maestra donde se cuenta la historia de los novios que han sufrido mucho dolor, han hecho un camino de muchas dificultades hasta llegar al final, al matrimonio. Pero no dejéis de lado esta obra maestra sobre el noviazgo que la literatura italiana os ha ofrecido. Es necesario ir adelante, leerlo y ver la belleza, también el sufrimiento, pero la fidelidad de los novios. (se refiere a I promessi sposi de Alessandro Manzoni)
La Iglesia, en su sabiduría, cuida la distinción entre el ser novios y ser esposos, precisamente en vista de la delicadeza y la profundidad de esta verificación. Estemos atentos a no despreciar a la ligera esta sabia enseñanza, que se nutre también de la experiencia del amor conyugal felizmente vivido. Los símbolos fuertes del cuerpo conservan las claves del alma: no podemos tratar los vínculos de la carne con ligereza, sin abrir alguna herida duradera en el espíritu. (1 Cor 6,15-20).
Cierto, la cultura y la sociedad de ahora se han convertido lamentablemente indiferentes a la delicadeza y a la seriedad de este pasaje. Y por otro lado, no se puede decir que sean generosos con los jóvenes que tienen serias intenciones de formar una familia y a traer hijos al mundo. Es más, a menudo ponen mil obstáculos, mentales y prácticos.
El noviazgo es un recorrido de vida, que debe maturar, como la fruta. Es un camino de maduración, el amor. Hasta el momento en el que se convierte precisamente en matrimonio.
Los cursos prematrimoniales son una expresión especial de la preparación. Y nosotros vemos muchas parejas, que quizá llegan al curso un poco sin ganas. ‘Estos sacerdotes nos obligan a hacer este curso, pero ¿por qué? Nosotros ya sabemos...’ Lo hacen sin ganas. Pero después están contentos y dan las gracias, porque de hecho han encontrado allí una ocasión --a menudo la única-- para reflexionar sobre su experiencia en términos no banales.
Sí, muchas parejas están juntos desde hace mucho tiempo, quizá también en la intimidad, a veces viviendo juntos, pero no se conocen verdaderamente. Parece extraño, pero la experiencia demuestra que es así. Por eso, se debe revalorar el noviazgo como tiempo de conocimiento recíproco y de compartir un proyecto.
El camino de preparación al matrimonio viene configurado en esta perspectiva, valiéndose también del testimonio simple pero intenso de los cónyuges cristianos. Y dirigiéndose también aquí sobre lo esencial: la Biblia, de redescubrir juntos, de forma consciente; la oración en su dimensión litúrgica, pero también esa oración ‘doméstica’, de vivir en familia. Los sacramentos, la vida sacramental, la confesión, la comunión... El Señor viene a vivir en los novios y les prepara para recibirles verdaderamente el uno con el otro con la gracia de Cristo; y a la fraternidad con los pobres y con los necesitados, que nos invitan a la sobriedad y a compartir. Los novios que se comprometen en esto, ambos, esto lleva a preparar una bonita celebración del matrimonio. De forma distinta, no mundana, sino de forma cristiana.
Pensemos en estas palabras de Dios que hemos escuchado cuando Él habla a su pueblo, como el novio a la novia. ‘Te haré mi esposa para siempre,  y te daré como dote el derecho y la justicia, en el amor y la compasión. Te daré como dote mi fidelidad, y entonces conocerás al Señor’.
Cada pareja de novios piense en esto y diga el uno al otro ‘te haré mi esposa, te haré mi esposo, espero ese momento’. Es un momento, es un recorrido que va despacio hacia adelante y que  es un recorrido de maduración. No deben quemarse las etapas del camino. La maduración se hace así, paso a paso.
El tiempo del noviazgo puede convertirse de verdad en un tiempo de iniciación, ¿a qué? a la sorpresa, a la sorpresa de los dones espirituales con los cuales el Señor, a través de la Iglesia, enriquece el horizonte de la nueva familia que se dispone a vivir en su bendición.

Ahora, invito a rezar a la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, José y María. Rezar para que la familia tenga este camino de preparación. Y rezar por los novios. Rezamos a la Virgen todos juntos, un Ave María por todos los novios para que puedan entender la belleza de este camino hacia el matrimonio. Ave María… "

27 mayo: La humildad del Reino

EL PRÓXIMO VIERNES día 29
se tendrá en la Iglesia del Sagrado Corazón (de Málaga), a las 20’30,
un acto especial preparatorio a la Procesión (del día 14),
con motivo de cumplirse los 100 años de haberla sacado el P. Arnaiz (hoy en proceso de beatificación)

No sea así entre vosotros
          Hay expresiones en el evangelio que podrían ser todo un arsenal de reflexiones, aplicaciones, exigencias, llamadas, toques de atención… Y una de esas expresiones es la que Jesús dice a sus apóstoles (Mc 10, 32-45). Dos se han intentado colocar por delante de los diez restantes. Los Diez se han incomodado porque les ha sentado mal que intenten dejarlos para segundo plato. Por tanto, quiere decir que todos están en la misma línea, unos porque pretenden el privilegio y otros porque lo quieren para ellos. Y Jesús tiene que empezar por el principio en aquella difícil asignatura de la humildad, del saber escoger el último lugar, de asimilar cuál es de verdad el Reino de Dios.
          Jesús les hace caer en la cuenta de que los deseos de medrar y ocupar los puestos de mando…, de dominar y –en el fondo- de tiranizar, son propios de los poderes del mundo, donde los “grandes” oprimen. Vosotros, NADA DE ESO. Antes bien: quien quiera ser el mayor, hágase servidor; el que quiera ser el primero, hágase esclavo de todos. Y no por masoquismo ni por cálculos ventajistas que ceden una parte para alcanzar más por la otra, sino porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos.
          Se trata de la vida misma de Jesús y su manera de proceder; se trata de una nueva “mística” de la vida, por la que ocupar el puesto de abajo es una imitación de Jesús. Y porque buscar los puestos de cogollo es todo lo contrario a lo que vivió Jesús. Por eso, la postura de dominar o aparecer o estar por encima, NO SEA ASÍ ENTRE VOSOTROS
          La vida que vivimos nos muestra la exacerbada tendencia que hay a dominar, a tomar la sartén por el mango, a reclamar derechos, a que parece que todo el mundo (el que se considera en algo superior) pretende alguna forma de doblegar al que pueda estar debajo. Hemos vuelto a tiempos de servilismo en que todo necesitaba de “permisos”, de tener alguna forma de influencia, de decir: “aquí estoy yo”.
          No sea así entre vosotros, fue la palabra de Jesús, esa palabra que no es fácil asimilar en la práctica en los muchos niveles del “escalafón social”. El que tiene cualquier título o titulillo –y que nunca se ocupó de algo- en el momento que puede entrar en su conocimiento ese “algo”, ya lo está queriendo copar bajo alguna forma de su influencia. Unas veces para “encasillarlo” en “su rol”; otras veces obstaculizando porque no puede dominarlo.
          Vosotros, NADA DE ESO, nos advierte Jesús. Y creedme que me llega muy al fondo esta advertencia de Jesús, precisamente porque pienso que “entre nosotros” está haciendo mucha falta aprender y asimilar esa lección.
          De la 1ª lectura de hoy (Ecclo 36, 1-2, 5-6, 13-19) resalto la batería de peticiones del autor sagrado para que quede patente la gloria de Dios: que no hay Dios fuera de ti. Y que eso se manifieste en tu misericordia con nosotros, puesta de manifiesto en tus obras antiguas, cumpliendo las profecías por el honor de tu nombre, recompensando a los que esperan en ti, escuchando las súplicas de tus siervos.

          Muéstranos, Señor, la luz de tu misericordia será la antífona que hoy repetiremos al llevarnos la liturgia al Salmo 78 como coral que pone de manifiesto el contenido de las Lecturas.

martes, 26 de mayo de 2015

ZENIT 26 mayo: Jesús y mundanismo

26 de mayo de 2015 (ZENIT.org)
No se puede seguir a Jesús y al mundanismo, ni se puede tener el cielo y la tierra, es feo un cristianismo a mitad y es necesario tomar una decisión radical. Lo indicó este martes por la mañana el papa Francisco en la homilía en la capilla de la residencia Santa Marta, partiendo de la pregunta de Pedro a Jesús, sobre qué habrían ganado los discípulos en seguirle, una pregunta realizada después de que el Señor le había dicho al joven rico de vender todos sus bienes y darlos a los pobres.
Por ello el Santo Padre observa que Jesús respondió en una dirección diversa de la que se esperaban los discípulos: no habla de riquezas, promete en cambio la herencia del Reino de los cielos, sin excluir “persecución y la cruz”.
“Cuando un cristiano -indicó Francisco- está apegado a los bienes, da la mala impresión de una cristiano que quiere tener dos cosas: el cielo y la tierra. Y la piedra de paragón justamente es la que Jesús indica: la cruz y las persecuciones. Esto quiere decir negarse a sí mismo, llevar cada día la cruz...”
Porque “los discípulos al seguir a Jesús tenían esta tentación: ¿Será un buen negocio? Pensemos a la mamá de Santiago y Juan, cuando le pide a Jesús un lugar para sus hijos: 'A este me lo haces primer ministro, a este otro ministro de economía...' porque tiene el interés mundano de seguir a Jesús”. Pero después, indicó Francisco, “el corazón de estos discípulos fue purificado”, hasta que llegó Pentecostés y ellos “entendieron todo”.
“La gratuidad en seguir a Jesús -añadió el Pontífice- es la respuesta a la gratuidad del amor y de la salvación que nos da Jesús”. Y cuando “se quiere ir sea con Jesús que con el mundo, sea con la pobreza que con la riqueza, esto es un cristianismo a mitad, que quiere una ganancia material. Es el espíritu del mundo”. Esos cristianos hacen eco a las palabras del profeta Elías, “cojean con las dos piernas” porque “no saben lo que quieren”.
Por lo tanto evidenció que para entender esto es necesario acordarse de que Jesús nos anuncia que “los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”, o sea “aquel que se cree o que es el más grande” se tiene que volver “el servidor, el más pequeño”.
“Seguir a Jesús desde el punto de vista humano no es un buen negocio: es servir. Lo ha hecho Él, y si el Señor te da la posibilidad de ser el primero, tú tienes que comportarte como el último, o sea, servir. Y si el Señor te da la posiblidad de tener bienes, tú debes emplearte en servir a los otros. Son tres cosas, tres escalones, los que te alejan de Jesús: las riquezas, la vanidad y el orgullo. Por esto son tan peligrosas las riquezas, porque te llevan en seguida a la vanidad y te crees importante. Y cuando uno se cree importante pierde la cabeza y se pierde”.
El camino indicado por el Señor, es el del 'despojarse como ha hecho É'l, indicó el Papa, precisando sus palabras: “Quien es el primero entre ustedes se haga siervo de todos”.
Y a Jesús este 'trabajo' con los discípulos le “costó mucho tiempo porque ellos no entendían bien”. Por ello “también nosotros tenemos que pedirle a Él que nos enseñe este camino, esta ciencia de saber servir, esta ciencia que es ser humildes, esta ciencia que es volverse los últimos para servir a los hermanos y hermanas de la Iglesia”.

“Que feo es -indicó el Papa- ver a un cristiano, sea laico, consagrado, sacerdote, obispo, cuando se ve que busca dos cosas: seguir a Jesús y a los bienes, seguir a Jesús y al mundanismo. Esto est un anti-testimonio que aleja a la gente de Jesús. Prosigamos ahora con la celebración eucarística pensando a la pregunta de Pedro: 'Hemos dejado todo, ¿cómo nos pagarás?' Y pensando a la respuesta de Jesús. El pago que nos dará es asemejarnos a Él. Este será el 'sueldo'. ¡Un gran sueldo, asemejarnos a Jesús!”

26 mayo: Lo hemos dejado todo

La respuesta
          El Eclesiástico 35, 1-15 plantea la respuesta de la persona a los beneficios y dones que recibe de Dios. Y ya es buena respuesta –buena ofrenda- observar la ley, guardar los mandamientos. Eso es un sacrificio de acción de gracias. Apartarse del mal es agradable a Dios, pero todavía queda corto en la línea de una respuesta agradecida. Hay que llegar a Dios no sólo con las manos limpias sino no presentarse con las manos vacías…: hay que ofrecer ofrendas generosas, de las que Dios nunca se olvida. No seas nunca mezquino en tus ofrendas, y ofrece con buena cara: el don no es sólo lo que se ofrece sino cómo se ofrece. Al que da a Dios ha de hacerlo con alegría, como Él nos dio. Y Dios dará nuevamente más porque Dios siempre es más. Y dar a Dios debe ser a fondo perdido. Quizás adolece una falsa piedad de esos que prometen a Dios algo si Dios le da… Dice expresamente esta lectura que a Dios no le sobornes… A Dios se le da porque es Dios, porque se está agradecido, porque uno suplica su misericordia. Pero con Dios no podemos ir a dar en un “mano a mano”: si me das, yo te doy. Mala costumbre de mucha gente que parece querer mercadear con Dios. Es lo que expresa esta lectura con el dicho: No le sobornes.
          En el evangelio –Mc 10, 28-31-, continuación del de ayer, Pedro toma la palabra y pretende hacer valer la buena generosidad de aquellos Doce que lo han dejado todo. Y aunque eso podría haber dado pie a Jesús para un examen de conciencia más a fondo, Jesús quiso dar por bueno la generosidad primera con la que respondieron a su llamada y responde con lo mucho que van a encontrarse los que dejan padre, madre, hermanos, hermanas, hijos y tierras por el seguimiento de Jesús. Aunque sea sólo el valor del primer impulso, precisamente “a fondo perdido”, la verdad es que quienes así supieron desprenderse de sí, obtendrán el ciento por uno en esta tierra y luego la vida eterna.
          ¡Y mira que les quedaba a Pedro y a los otros once un trecho grande que recorrer para que fuera efectivo eso de “haberlo dejado todo”. Pero ya está ahí el anuncio de lo que supone la actitud de generosidad inicial. El resto habrá de irse desglosando en el momento a momento.
          Y quizás es ahí donde está la parte práctica en la que debemos sentirnos nosotros directamente aludidos en esta palabra de Pedro y en esa respuesta de Jesús: lo que hayamos sabido dar hasta aquí…, lo que debe ser prenda de lo que estamos decididos a dar. Porque muchas veces es más fácil el arranque que deja atrás casa y padres y hermanos, que la reata de “pequeñas donaciones” que han de seguirse en el día a día. A veces cosillas “de poca monta” pero que representan la verdadera actitud de donación del individuo. Porque somos capaces de dar el más y luego quedar enredados en el menos.
          Y no ya “cosas” que se dan y se desprende uno de ellas. Lo muy difícil es desprenderse de uno mismo, dejar a un lado la supremacía del YO, que es la gran posesión que tenemos y de la que no somos capaces de desprendernos. Incluso ocurre a veces que parece haber cedido el amor propio, pero con un juego sutil interior se ha cedido una parte por tal de conservar el todo y acabar sacando la cabeza más aún que en el paso anterior.

          Nosotros que lo hemos dejado todo…, es una llamada muy fuerte a un examen de conciencia sincero y a fondo, porque detrás de lo que hayamos dado, nos queda la pregunta fuerte: ¿he cedido de mi propio YO?

ZENIT 25 mayo: RIQUEZA Y CORRUPCIÓN

25 de mayo de 2015 (ZENIT.org)
Las riquezas deben servir para el bien común. Una abundancia de bienes vivida de forma egoísta y triste quita esperanza y está en el origen de cualquier tipo de corrupción, grande o pequeña. Así lo afirma el Santo Padre durante la homilía de la misa celebrada en Santa Marta.
De este modo, ha comentado el pasaje del joven rico que quiere seguir a Jesús. El joven se queda triste cuando Jesús le pide que venda sus riquezas. De golpe, “la alegría y la esperanza” en ese joven rico desaparecen, porque no quiere renunciar a su riqueza. Por eso, el Santo Padre ha señalado que “el apego a las riquezas está en el inicio de todo tipo de corrupción, por todas partes: corrupción personal, corrupción en los negocios, también en la pequeña corrupción comercial, de esa que quita 50 gramos al peso exacto, corrupción política, corrupción de la educación…”. Y ¿por qué?, se ha preguntado. “Porque los que viven apegados a los propios poderes, a las propias riquezas, se creen en el paraíso. Están cerrados, no tienen horizonte, no tienen esperanza. Al final tendrán que dejar todo”.
Asimismo, ha explicado que “hay un misterio en la posesión de las riquezas”. “Las riquezas tienen la capacidad de seducir, de llevarnos a una seducción y hacernos creer que estamos en un paraíso terrestre”, ha observado. Sin embargo, ese paraíso terrestre es un lugar sin horizonte, ha indicado el Papa. “Vivir sin horizonte es una vida estéril, vivir sin esperanza es una vida triste. El apego a las riquezas nos entristece y nos hace estériles”, ha precisado. Y ha explicado que utiliza el término “apego” y no “administrar bien las riquezas”, porque las riquezas son para el bien común, para todos. Y si el Señor se lo da a una persona es para que esa persona lo haga para el bien de todos, no para sí mismo, no para que lo cierre en su corazón, que después con esto se hace corrupto y triste, ha advertido Francisco.
Y así ha proseguido señalando que las riquezas sin generosidad “nos hacen creer que somos poderosos, como Dios. Y al final nos quitan lo mejor, la esperanza”.

Para finalizar, el Pontífice ha recordado que Jesús indica en el Evangelio cuál es la forma justa para vivir una abundancia de bienes: “la primera bienaventuranza: ‘bienaventurados los pobres de espíritu’, es decir, desprenderse de este apego y hacer que las riquezas que el Señor le ha dado sean para el bien común. La única manera. Abrir la mano, abrir el corazón, abrir el horizonte. Pero si tienes la mano cerrada, tienes el corazón cerrado como ese hombre que hacía banquetes y llevaba vestidos lujosos, no tienes horizontes, no ves a los que tienen necesidades y terminarás como ese hombre: lejos de Dios”.

lunes, 25 de mayo de 2015

25 mayo: Saber ceder

EL TIEMPO ORDINARIO
          Al acabarse el ciclo pascual con la fiesta de Pentecostés, volvemos al Tiempo ordinario” de la liturgia, aunque casi a la inmediata va a quedar salpicado por grandes momentos festivos: Santísima Trinidad, Corpus, Sagrado Corazón… Incluso con esa fiesta importante –la más cercana- de Jesucristo, Sumo y eterno Sacerdote.
          En las lecturas volvemos a la lectura continua de diversos libros bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento, y en los evangelios de este ciclo B, recuperamos la continuidad de San Marcos.
          En la 1ª lectura, el libro del Eclesiástico nos sigue dando máximas de vida. (17, 20-28) es un canto a la vida del alma. Su enemigo es el pecado porque mata. De ahí que en la medida que se abandona el pecado y se disminuyen las faltas, se retorna a Dios. Se retorna a la vida, que es donde se da gloria a Dios; no desde la muerte del alma, a la que se llega por el pecado. La conclusión es un reconocimiento de la misericordia de Dios que perdona a lo que vuelven a Él.
          En el evangelio, el momento tan conocido de aquel joven que se ofrece a Jesús y que –tal como se desarrolla el encuentro- lo que busca es ese Reino de Dios que se tiene en el seguir a Jesús. Porque si se trata de integridad de vida, la ha vivido desde niño. Entonces es que viene a Jesús para un paso nuevo que no es simplemente seguir siendo “buena persona”.
          Jesús se siente gozoso ante aquel muchacho y le presenta el camino para vivir ese reino de Dios, que es lo que ya le falta. Y ese camino pide el desprendimiento de sí. Queda simbolizado en ese darlo todo, quedarse sin nada y volver a este punto de partida ante el que ahora mismo está. Y ahí es donde se le caen encima los palos del sombrajo. Porque él deseaba mucho, aspiraba a una novedad…, pero no incluía en es novedad el tener que dejar su YO en el empeño. Mal le venía dejar sus bienes, cuando era hombre que tenía muchos… Mal le sentaba desprenderse a base de darlo a los pobres. Pero lo que peor llevaba de todo aquello era que él se sentía perdido en medio de aquel planteamiento. Y uno puede hasta ser capaz de desnudarse, pero con tal de conservar su piel. Y aquí Jesús le pedía el abandono total: no poner su confianza en sí mismo y en las propias riquezas (en lo que es propia posesión que da seguridades humanas).
          Y aquel muchacho ya no era capaz de llegar hasta ahí. Y con la contrariedad en su rostro, se marchó pesaroso. ¡Había apostado al mejor pero ese tenía un precio que él no estaba dispuesto a pagar!

          Penoso fue para él, que se veía fracasado cuando había creído tenerlo todo en sus manos. Pero penoso fue para Jesús, que se llevaba la desilusión de un posible discípulo con muchos valores humanos y religiosos…, pero no capaz de dar el paso decisivo. Por eso esa exclamación espontánea de Jesús: ¡Qué difícil es que un rico entre en el reino! Más difícil que hacer pasar un camello por ojo de una aguja… Imposible en lo humano. Posible, sí para Dios, que puede cambiar el corazón humano. Pero no se cambia el corazón mientras se viva poniendo la confianza en las riquezas… TRADUCCIÓN: en el propio yo, en la propia convicción, en el pretender estar en la cogolla, en situarse por encima o por delante, en no saber ceder; en buscar las vueltas para estar siempre arriba y por encima, en no saber echarse a un lado, perderse del protagonismo… Etcétera, etcétera.

ZENIT: En la fiesta de Pentecostés

24 de mayo de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco ha celebrado la misa del domingo de Pentecostés en la Basílica Vaticana. La celebración eucarística ha sido concelebrada por cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes.             
 Publicamos a continuación la homilía del Santo Padre:                 

«Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo... recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 21.22), así dice Jesús. La efusión que se dio en la tarde de la resurrección se repite en el día de Pentecostés, reforzada por extraordinarias manifestaciones exteriores. La tarde de Pascua Jesús se aparece a sus discípulos y sopla sobre ellos su Espíritu (cf. Jn 20, 22); en la mañana de Pentecostés la efusión se produce de manera fragorosa, como un viento que se abate impetuoso sobre la casa e irrumpe en las mentes y en los corazones de los Apóstoles. En consecuencia reciben una energía tal que los empuja a anunciar en diversos idiomas el evento de la resurrección de Cristo: «Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 4). Junto a ellos estaba  María, la Madre de Jesús, la primera discípula, y allí Madre de la Iglesia naciente. Con su paz, con su sonrisa, con su maternidad, acompañaba el gozo de la joven Esposa, la Iglesia de Jesús.
La Palabra de Dios, hoy de modo especial, nos dice que el Espíritu actúa, en las personas y en las comunidades que están colmadas de él, las hace capaces de recibir a Dios “Capax Dei”, dicen los Santos Padres. Y ¿Qué es lo que hace el Espíritu Santo mediante esta nueva capacidad que nos da? Guía hasta la verdad plena (Jn 16, 13), renueva la tierra (Sal 103) y da sus frutos (Ga 5, 22- 23). Guía, renueva y fructifica.
En el Evangelio, Jesús promete a sus discípulos que, cuando él haya regresado al Padre, vendrá el Espíritu Santo que los «guiará hasta la verdad plena» (Jn 16, 13). Lo llama precisamente «Espíritu de la verdad» y les explica que su acción será la de introducirles cada vez más en la comprensión de aquello que él, el Mesías, ha dicho y hecho, de modo particular de su muerte y de su resurrección. A los Apóstoles, incapaces de soportar el escándalo de la pasión de su Maestro, el Espíritu les dará una nueva clave de lectura para introducirles en la verdad y en la belleza del evento de la salvación. Estos hombres, antes asustados y paralizados, encerrados en el cenáculo para evitar las consecuencias del viernes santo, ya no se avergonzarán de ser discípulos de Cristo, ya no temblarán ante los tribunales humanos. Gracias al Espíritu Santo del cual están llenos, ellos comprenden «toda la verdad», esto es: que la muerte de Jesús no es su derrota, sino la expresión extrema del amor de Dios. Amor que en la Resurrección vence a la muerte y exalta a Jesús como el Viviente, el Señor, el Redentor del hombre, el Señor de la historia y del mundo. Y esta realidad, de la cual ellos son testigos, se convierte en Buena Noticia que se debe anunciar a todos.
El Espíritu Santo renueva – guía y renueva - renueva la tierra. El Salmo dice: «Envías tu espíritu... y repueblas la faz tierra» (Sal 103, 30). El relato de los Hechos de los Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia encuentra una correspondencia significativa en este salmo, que es una gran alabanza a Dios Creador. El Espíritu Santo que Cristo ha mandado de junto al Padre, y el Espíritu Creador que ha dado vida a cada cosa, son uno y el mismo. Por eso, el respeto de la creación es una exigencia de nuestra fe: el “jardín” en el cual vivimos no se nos ha confiado para que abusemos de él, sino para que lo cultivemos y lo custodiemos con respeto (cf. Gn 2, 15). Pero esto es posible solamente si Adán – el hombre formado con tierra – se deja a su vez renovar por el Espíritu Santo, si se deja reformar por el Padre según el modelo de Cristo, nuevo Adán. Entonces sí, renovados por el Espíritu, podemos vivir la libertad de los hijos en armonía con toda la creación y en cada criatura podemos reconocer un reflejo de la gloria del Creador, como afirma otro salmo: «¡Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra!» (Sal 8, 2.10). Guía, renueva y da, da fruto.
En la carta a los Gálatas, san Pablo vuelve a mostrar cual es el “fruto” que se manifiesta en la vida de aquellos que caminan según el Espíritu (Cf. 5, 22). Por un lado está la «carne», acompañada por sus vicios que el Apóstol nombra, y que son las obras del hombre egoísta, cerrado a la acción de la gracia de Dios. En cambio, en el hombre que con fe deja que el Espíritu de Dios irrumpa en él, florecen los dones divinos, resumidos en las nueve virtudes gozosas que Pablo llama «fruto del Espíritu». De aquí la llamada, repetida al inicio y en la conclusión, como un programa de vida: «Caminad según el Espíritu» (Ga 5, 16.25).

El mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu Santo. El estar cerrados al Espíritu Santo no es solamente falta de libertad, sino también pecado. Existen muchos modos de cerrarse al Espíritu Santo. En el egoísmo del propio interés, en el legalismo rígido – como la actitud de los doctores de la ley que Jesús llama hipócritas -, en la falta de memoria de todo aquello que Jesús ha enseñado, en el vivir la vida cristiana no como servicio sino como interés personal, entre otras cosas. En cambio, el mundo tiene necesidad del valor, de la esperanza, de la fe y de la perseverancia de los discípulos de Cristo. El mundo necesita los frutos, los dones del Espíritu Santo, como enumera san Pablo: «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5, 22). El don del Espíritu Santo ha sido dado en abundancia a la Iglesia y a cada uno de nosotros, para que podamos vivir con fe genuina y caridad operante, para que podamos difundir la semilla de la reconciliación y de la paz. Reforzados por el Espíritu Santo – que guía, nos guía a la verdad, que nos renueva a nosotros y a toda la tierra, y que nos da los frutos – reforzados en el Espíritu y por estos múltiples dones, llegamos a ser capaces de luchar, sin concesión alguna, contra el pecado, de luchar, sin concesión alguna, contra la corrupción que, día tras día, se extiende cada vez más en el mundo, y de dedicarnos con paciente perseverancia a las obras de la justicia y de la paz. 

domingo, 24 de mayo de 2015

24 mayo: La fiesta del Espíritu

La FIESTA DEL ESPÍRITU
          Acaba el ciclo pascual con su plenitud de Pentecostés. Así lo ha definido el Prefacio de la Misa de hoy. Enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo. Casi un resumen de la teología del Espíritu Santo.
Ese Espíritu, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente. Dada a luz la Iglesia en el nuevo encuentro del Espíritu con María, el cuerpo de esa Iglesia que eran los Doce –todavía toscos y miedosos-, recibieron aquel aliento exhalado de la boca de Jesús (“Recibid el Espíritu Santo”) y el Espíritu se hizo “alma” y surgieron los hombres nuevos que conocieron a Dios con ese “conocimiento” que no es intelectual sino vital y afectivo en todos los pueblos. Cuando el relato de Pentecostés, en los Hech 2, 1-11 nos presenta a personas de 16 lugares, países y lenguas, que oyen hablar a los apóstoles y cada uno escucha en su propia lengua, en realidad todos los pueblos estaban recibiendo los efectos del Espíritu Santo.
El Espíritu congregó en la confesión de una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas. Es imposible pasar por ese episodio de Pentecostés sin que el pensamiento de vaya a Babel. En Babel, el pecado divide, deja sin poder entenderse. Cada cual habla “su idioma”, vive su pecado egoísta y cada uno tira de la manta para sí y deja pasando frío al de al lado.
Pentecostés aúna, congrega a los mismos dispersos y pueden entenderse porque hay una sola lengua para todos: la lengua de la fe, del amor recíproco, de saber ceder el protagonismo, de considerar al otro más que a uno mismo. Son los efectos propios de hablar lenguas nuevas, que ya había anunciado Jesús como característica de la fe y el Bautismo con el Espíritu Santo.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría. Una nota propia de la llegada del Espíritu de Dios, porque Dios es alegre y su Espíritu comunica alegría. Todo lo contrario del mal espíritu que pulula por el mundo, que siembra la vida de dolor y pena, de tristeza y pesimismo. No podríamos imaginar a los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles poniendo endechas de muerte, sino cantando sin cesar el himno de la gloria, el que resuena incesante en los cielos, y será el cántico que nos llene a todos por una eternidad: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.
Es el mismo Espíritu de Cristo, insuflado en los apóstoles el día de Resurrección (Jn 20, 19-23), que les comunica lo que Jesús había recibido del Padre, y –nada menos- que el poder en la tierra de perdonar pecados.

Es esa manifestación “de andar por casa” que se produce en múltiples carismas (1Co 12, 3-7, 12-13) a través de los cuales Dios expande sus gracias en las personas para enriquecimiento de la vida de la Iglesia. Si nadie puede ni decir “Jesús es Señor” si no es por la gracia del Espíritu Santo, tantísimas otras cosas buenas que reparte Dios en las personas, no podían menos que venir como regalos y acciones santificadoras del Espíritu Santo. Son dadas para el bien común, para el enriquecimiento de la vida de la Iglesia. Cada miembro aporta una parte, y en el único Cuerpo, todos los miembros salen beneficiados de esos dones que vienen de la Gracia de Dios, ¡el Espíritu Santo!

ZENIT del 22: ¿Cómo me mira Jesús?

22 de mayo de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco ha reflexionado esta mañana sobre el diálogo entre Jesús y Pedro narrado en el Evangelio del día. ¿Cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí?, ha preguntado. Jesús resucitado prepara la comida para sus discípulos y después de haber comido inicia un intenso diálogo con Pedro. Y desde esta imagen el Papa ha reflexionado sobre tres miradas del Señor al apóstol: la mirada de la elección, la del arrepentimiento y la de la misión.
Tal y como ha recordado el Pontífice, al inicio del Evangelio de Juan, cuando Andrés va donde su hermano Pedro y le dice: “¡hemos encontrado el Mesías!”, hay una mirada de entusiasmo. Jesús fija su mirada sobre él y dice: “Tú eres Simón, hijo de Jonás. Serás llamado Pedro”. Así ha explicado el Santo Padre que esta es “la primera mirada: la vocación y un primer anuncio de la misión”. Y ha preguntado: ¿y cómo está el alma de Pedro en esa primera mirada? “Entusiasmada. El primer ímpetu es ir con el Señor”, ha respondido.
A continuación, Francisco ha hablado de la noche dramática del Jueves Santo, cuando Pedro niega a Jesús tres veces: “Ha perdido todo. Ha perdido su amor y cuando el Señor cruza su mirada llora”. Así, el Santo Padre ha subrayado que “el Evangelio de Lucas dice que Pedro lloró amargamente. Ese entusiasmo de seguir a Jesús se ha convertido en llanto, porque él ha pecado: él ha negado a Jesús. Esa mirada cambia el corazón de Pedro, más que antes. El primer cambio es el cambio de nombre y también de vocación”. Esta segunda mirada --ha precisado-- es una mirada que cambia el corazón y es un cambio de conversión al amor.
En tercer lugar Francisco ha hablado de la mirada del encuentro después de la Resurrección. “Sabemos que Jesús ha encontrado a Pedro, dice el Evangelio, pero no sabemos qué se dijeron”, ha recordado.
Es una tercera mirada, ha observado, “la mirada es la confirmación de la misión", pero también la mirada en la cual Jesús pide confirmación sobre el amor de Pedro. Y en tres ocasiones el Señor pide a Pedro la “manifestación de su amor” y lo exhorta a apacentar sus ovejas.  Tal y como ha indicado el Papa, en la tercera pregunta Pedro “se entristeció, casi llora”. De este modo el Pontífice explica que “se entristeció porque le preguntó por tercera vez ‘¿Me amas?’ Y él dice: ‘Pero, Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo’. Y Jesús responde: ‘apacienta mis ovejas’”.  El Santo Padre ha subrayado que esta tercera mirada es la mirada de la misión.
Así, ha resumido: “la primera, la mirada de la elección con el entusiasmo de seguir a Jesús; la segunda, la mirada del arrepentimiento en el momento del pecado tan grave de haber negado a Jesús; la tercera mirada es la mirada de la misión: ‘apacienta mis corderos’, ‘alimenta mis ovejas’, ‘alimenta mis ovejas’”.
Pero el Pontífice ha recordado que “no termina ahí”, “Jesús va adelante” y dice a Pedro: “Tú haces todo esto por amor, ¿y después? ¿serás coronado rey? No”. Jesús predice a Pedro que también él tendrá que seguirle en el camino de la cruz.  
Y para concluir, Francisco ha lanzado varias preguntas: “¿Cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí? ¿Cómo me mira Jesús? ¿Con una llamada? ¿Con un perdón? ¿Con una misión?”. Y ha finalizado la homilía recordando que sobre el camino que Él ha hecho estamos todos nosotros, bajo la mirada de Jesús. Él mira siempre con amor. Nos pide algo y nos da una misión.
Por eso ha invitado a pensar en el momento en el que Jesús viene al altar en la eucaristía: “Señor, Tú estás aquí, entre nosotros. Fija tu mirada sobre mí y dime qué debo hacer, cómo debo llorar mis errores, mis pecados; con qué valentía debo ir adelante en el camino que Tú has hecho primero”.

Así, ha precisado el Papa que en este día nos hará bien releer este diálogo con el Señor y pensar “en la mirada de Jesús sobre mí”.

viernes, 22 de mayo de 2015

DEJADLO PARA EL SÁBADO 23

Lo que sería el sábado
          Mi deseo es que no quede manco el paso de estos dos días de ausencia mía, y por eso adelanto alguna cosa que podría reflexionarse el sábado, punto final del tiempo pascual en la vida ordinaria.
          En Hechos 28, 16-20, 30-31 se concluye la lectura continuada de ese libro de los Hechos de los Apóstoles que –como se ha podido ver, se convierte en la historia de Pablo a partir de un determinado momento. Concluye con la estancia en Roma del Apóstol, preso pero libre para ejercer su labor, con sólo un soldado para vigilarlo. Justifica por qué está en esta situación: lo hubieran puesto en libertad en Jerusalén pero la oposición de los judíos le hizo apelar al César. Vivió en Roma dos años, predicando y enseñando la vida de Jesús con toda libertad, sin que nadie lo molestase.
          No se concluye más. La tradición nos dice que murió martirizado.

          El 4º evangelio concluye con dos notas específicas: el misterio y el 2º epílogo. Cuando Jesús hubo conferido a Simón regir a la Iglesia (“mis ovejas; mis corderos”), le hizo una llamada que parecería “nueva”: SÍGUEME. De hecho Pedro ya llevaba tres años siguiéndolo y además enamorado de aquella persona y obra de Jesús. ¿A qué venía ahora esta llamada?
          Aparte de otras explicaciones, yo me centro en el valor de una respuesta en este momento, “a toro pasado”, cuando ya se conoce la vida, pasión, muerte en cruz y resurrección del Maestro. Así, con esas mimbres: quieres Pedro seguir conmigo? Tú, el escandalizado cuando anuncié mi cruz, ¿te decides a seguirme cuando te anuncio la tuya? No era, pues, un juego. Era el momento de reafirmar el amor primero. En realidad más que reafirmado por aquel “Tú sabes todas las cosas y tú sabes que TE QUIERO”.
          Pero hay más: Simón se quedó en la espera de qué ocurría con el discípulo amado ¿Se quedaba o se venía? Éste, ¿qué? Y la respuesta, corroborada por el propio evangelista es que Jesús se limita a decirle a Pedro que ahora le toca sólo a él y que de lo demás no le toca saber. Para mí es un momento decisivo, envuelto en el misterio. No hay explicación por parte de Jesús. Sólo un “a ti, ¿qué?” con el que se zanja la cuestión, repitiéndose el “TÚ, SÍGUEME”. A mí me significa mucho esta respuesta porque me indica que de lo mío soy responsable yo; de mi respuesta, yo he de ser quien dice y quien hace. No me vale pretender apoyos. Soy alguien a quien se le llama, y la respuesta mía es personal e intransferible.
          Que el EPÍLOGO segundo, que muy bien iría conectado con esa realidad personal: yo he de escribir mi propio evangelio que irá llenando las estanterías del mundo, porque yo he de repetir en mi vida la vida y hechos de Jesús. Yo he de ser testigo de sus palabras, y de alguna manera concretar las otras muchas otras cosas que hizo Jesús. Soy llamado con nuevos: “sígueme” en los que cada respuesta es una ratificación de la anterior y avanzadilla de nueva llamada.

          El final de este evangelio es una enciclopedia que contiene un arsenal de comunicaciones de Dios al alma. Nos toca ir escribiendo esos nuevos capítulos que irán llenando el mundo…, o al menos, el mundo en el que cada uno nos desenvolvemos.

22 mayo: La prueba del algodón

VOY A FALTAR DOS DÍAS
        A ESTE ENCUENTRO DIARIO DEL BLOG

Todo se condensa en el amor cordial
          Que estamos en los finales del ciclo pascual nos lo pone de manifiesto la vuelta al Evangelio de Juan en su remate del capítulo 21, ese “añadido” en el que se dijeron tantas cosas que habían quedado sin decir. Hoy volvemos al relato del Lago, en la tercera vez que Jesús se apareció a sus apóstoles (en realidad a algunos de ellos). Y cuando ya ha pasado el momento nebuloso de la aparición y el desayuno, se ilumina el relato con algo mucho más concreto y personal: Jesús se dirige –aparte- a Simón Pedro y le pregunta Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Simón no quiso entrar  en comparaciones. Lo que sí hizo fue explicitar que su amor no era el amor genérico que puede darse entre dos personas, sino que tú sabes que te quiero con ese amor íntimo, cordial, personal y afectivo de amigo.
          Jesús volvió a preguntar otra vez con el “me amas” y Simón volvió a responder claramente con el “te quiero”, que era para él la forma más expresa de confesar el grado de cercanía y intimidad con la que se sentía respecto de Jesús. No era el amor que podría tener Pedro a Santiago, a Felipe, a Tomás, y al mismo Juan. Pedro sentía respecto de Jesús un amor que sobrepasaba todo eso. Lo que en ascética se expresa con el dicho: vivir enamorado de Jesús, vivir para Jesús, no tener otro pensamiento que Jesús, no tener ya sentido la vida sin Jesús. Jesús que polariza todos los sentimientos y al que se va uno no sólo con un amor genérico sino con una intimidad enamorada.
          Pregunta ahora Jesús con la palabra que ha usado Pedro, como quien pone el broche de oro a aquella triple manifestación de amistad: ¿“me quieres”? Y Simón recurre a lo que no puede engañarse nunca: Tú sabes, Señor, todas las cosas, y tú sabes que TE QUIERO.
          Aparte de las conclusiones que Jesús ha sacado cada vez, haciéndole a Pedro el encargo de su Iglesia (ovejas y corderos), hay un aspecto mucho más profundo en todo esto: el verdadero amor se manifiesta en el sacrificio. Y el amor de Simón Pedro ya a tener una concreción muy clara: Cuando eras joven tú te ceñías e ibas adonde querías; cuando seas viejo tú extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará adonde no quieres. Y el evangelista explica: indicándole el modo con que iba a dar gloria a Dios. Ese modo era la cruz en la que le ceñirían los brazos.

          Y ahí concluye hoy el evangelio del día, dejándonos la conclusión a la que nos conduce el tiempo pascual: la Pascua es toda una obra de recíproco amor, en la que Jesús ha puesto el todo y ha dado su vida por los amigos: Nos ha querido con amor enamorado. Ha muerto por darnos vida. Se nos pide a nosotros “la viceversa”, porque el amor con amor se paga, y a tal amor debe corresponder ese modo de amor que más se acerca al amor con que hemos sido queridos. Y como no existe amor sin sacrificio, hemos de contar con que nuestra vivencia de fe llevará consigo cruz, como garantía de que amamos no de palabra sino con obras y en verdad. Que no nos limitamos a una piedad de “Señor, Señor”, sino que tomamos en serio ese escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica. Que hemos llegado a ese punto céntrico de CONSTRUIR SOBRE ROCA, como corresponde a quienes quieren asentar una vida en Cristo Jesús.

jueves, 21 de mayo de 2015

ZENIT, 21 junio: La Iglesia tiene "otro pegamento"

21 de mayo de 2015 (ZENIT.org)
El precio que Jesús ha pagado para que la Iglesia estuviera siempre unida a Él y a Dios son su llagas. Los cristianos de hoy están llamados a pedir la gracia de la unidad y a luchar para que entre ellos no se insinúe el espíritu de división, de guerra, de celos. Así lo ha indicado el papa Francisco durante la homilía de la misa celebrada en Santa Marta esta mañana.
“La gran oración de Jesús” es que la Iglesia esté unida, que los cristianos “sean una sola cosa” como Jesús lo es con su Padre. Y al lado está la “gran tentación”: no ceder al otro “padre”, el de la “mentira” y de la “división”. Así, el Papa se ha sumergido en la atmósfera del Cenáculo y en la densidad de las palabras que Cristo pronuncia y confía a los apóstoles antes de entregarse a la Pasión, pasaje propuesto por la liturgia.
De este modo, Francisco observa que es consolador escuchar a Jesús decir al Padre que no quiere rezar solo por sus discípulos sino también por los que creerán en Él “mediante su palabra”. Una frase escuchada muchas veces y para la que el Papa ha pedido un poco de atención. Quizá --ha indicado-- no estamos lo bastante atentos a estas palabras: ¡Jesús ha rezado por mí! Esto es precisamente fuente de confianza: Él reza por mí, ha rezado por mí…
Así, el Pontífice ha contado que él se imagina a Jesús delante del Padre, en el Cielo. “Y así: reza por nosotros, reza por mí. ¿Y qué ve el Padre? Las llagas, el precio. El precio que ha pagado por nosotros. Jesús reza por mí con sus llagas, con su corazón herido y continuará haciéndolo”, ha indicado.
A continuación, el Pontífice ha señalado que Jesús reza “por la unidad de su pueblo y por la Iglesia”. Pero Jesús “sabe que el espíritu del mundo” es “un espíritu de división, de guerra, de envidias, de celos, también en las familias, en las familias religiosas, también en las diócesis, también en toda la Iglesia: es la gran tentación”. Una tentación --ha reconocido el Papa-- que lleva a los chismorreos, a etiquetar, a estigmatizar a la gente.
Por eso ha explicado que son actitudes que esta oración pide desterrar. Y lo ha explicado así: “Debemos ser uno, una sola cosa, como Jesús y el Padre son una sola cosa. Este es precisamente el desafío de todos los cristianos: no dejar sitio a la división entre nosotros, no dejar que el espíritu de la división, el padre de la mentaria entre en nosotros”. Por eso ha pedido buscar siempre la unidad. “Cada uno es como es, pero trata de vivir la unidad. ¿Jesús te ha perdonado? Perdona a todos. Jesús reza para que nosotros seamos uno, una sola cosa. Y la Iglesia necesita mucho de esta oración de unidad”, ha asegurado el Pontífice.

El Papa ha bromeado diciendo que no existe una Iglesia unida con “pegamento” porque la unidad que pide Jesús “es una gracia de Dios” y “una lucha” en la tierra. De este modo, ha concluido señalando que “debemos hacer sitio al Espíritu para que nos transforme como el Padre está en el Hijo, una sola cosa”. Finalmente, Francisco ha recordado que “otro consejo que Jesús nos ha dado en estos días de despedida es permanecer en Él: ‘Permaneced en mí’. Y solicita al Padre esta gracia, que todos nosotros permanezcamos en Él. Y aquí nos indica por qué, lo dice claramente: ‘Padre, quiero que los que me has dado, también ellos estén conmigo donde estoy yo’. Es decir, que estos permanezcan allí, conmigo. El permanecer en Jesús, en este mundo, termina en el permanecer con Él, ‘para que contemplen mi gloria’”.