Un Cristo murió ayer
No puedo menos que empezar hoy por ahí. La Pasión hoy
se me ha hecho más viva. Un “Cristo” ha muerto. Nuestra Lola Burgos Buil, miembro del Apostolado de la Oración, en Málaga, y ella y su familia
muy íntimos, dejó este mundo ayer lunes 30 a las 4 de la tarde, cuando podría
haber vivido otra mitad igual o mayor de su existencia. Una pasión al vivo en
ella y una pasión al vivo en toda su familia.
Dios, el Dios de brazos abiertos, siempre
acogedores, le ha recogido ese vuelo final que es el paso de la vida a la
muerte, y nuestra oración va al Padre: En
tus manos ponemos su alma. Con Cristo, en los días de su Pasión y muerte,
hoy se nos hace más actual contemplar los misterios finales de Jesús.
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“AQUÍ TENÉIS
AL HOMBRE”. “No tenía aspecto humano”,
nos dirán del Siervo de Yavhé. Y Pilato pretendió así salvar a Jesús: Yo no encuentro en él causa”. El grito
diabólico (en las tentaciones “el demonio
lo había dejado para otra ocasión”) fue: Crucifícale, crucifícale. Porque se ha hecho “hijo de Dios”.
Pilato tenía
más deseo de liberar a Jesús, pero era el deseo de un juez sin justicia ni
autoridad, y más pendiente de sus propios intereses. Y como los judíos le
tocaron esa fibra: Si sueltas a ese no
eres amigo del César, Pilato claudicó. Se sentó en el tribunal para dar
sentencia, aunque todavía siguió su infantil juego de querer “picar” a los
sacerdotes. – He ahí vuestro rey. Y
ellos ya saben que aquello es un juego cobarde y miedoso y siguen apretando la
tuerca…, aunque ya casi como parte del juego de Pilato: Quita, quita; crucifícalo… ¡Déjate de juegos, y vamos al grano!
Otra pregunta de Pilato, pinchando la dignidad judía: ¿A vuestro rey voy a crucificar? Y con una decisión que cusa
escalofrío en aquellos jefes judíos que abominaban la autoridad de Roma, dan el
golpe de gracia a Pilato, afirmando: ¡No
tenemos más rey que al César!
Entonces Pilato
entregó a Jesús para que fuese crucificado. Y este 4º evangelio no se detiene
en más detalles: Y tomaron a Jesús, el
cual –cargando sobre sí la cruz- salió hacia el Gólgota. Allí le crucificaron,
y a otros dos con él. Uno a cada lado, y Jesús en medio.
Narración
escueta de lo más grande que ha cambiado el sentido de la humanidad.
Aparentemente una descripción sin sentimientos. Una narración que muestra su
veracidad, precisamente porque no se ha pretendido hacer una epopeya de tal
momento. Ahí están los hechos. Y que cada cual los tome según su capacidad y su
corazón.
Lo que sigue
es una nota muy propia de Juan. Todo muy escueto, pero ha de quedar muy claro
que –en medio de esa “vulgaridad”- Pilato se reservó el último golpe, el que
dejara a la posteridad que el que estaba crucificado era EL REY DE LOS JUDÍOS.
Habrá padecido a manos religiosas y civiles, en razón de la religión y de la
política. Pero Pilato no se mueve de lo que ha escrito, aunque pretendían los
sacerdotes variar el texto: que él dijo
de sí que era el rey de los judíos. Y como una venganza personal –y un
mensaje al mundo- Pilato mantuvo ese texto: “Lo que he escrito, está escrito”.
Era su cobarde venganza por su propia derrota. Pero estaba dando al mundo el
mensaje que Juan quiere que quede patente: el que ha sido crucificado no es un
malhechor, un embaucador. Es EL REY DE LOS JUDÍOS.