sábado, 31 de enero de 2015

Apostolado Oración. Málaga Boletín febrero

31 enero: Pregunta sin respuesta

La crisálida que no pudo volar
          Cuentan que alguien observaba los enormes trabajos y esfuerzos de una crisálida para salir de su capullo. Y la “caritativa mano” humana que fue rompiendo un poco del capullo para facilitar la salida. Y aquella mariposa no pudo volar nunca porque sus alas no estaban consolidadas. Se les había “ahorrado” el esfuerzo…, y quedaron sin fuerzas.
          Jesús va en la barca dormido. Surge la temible tempestad. Las olas rompen contra la barca y salpican todo. Jesús va “dormido” en popa. Y no se despierta… Los apóstoles se deshacen en intentar achicar el agua que inunda la barca. Y Jesús sigue “dormido”. No les sale al paso, no les facilita. Y aquellos hombres, ya exhaustos, con el nerviosismo y casi de mala manera se dirigen a Jesús y “lo despiertan”: ¿No se te da nada que nos vamos a pique? ¡Vaya si le daba! Él también se iría a pique. Pero los ha dejado solos hasta el límite. Los ha curtido en la lucha, en la esperanza y desesperanza, hasta la extenuación.
          Ahora –despierto- se pone en pie en una barca que apenas dejaba sostenerse sentados, y manda al mar y al viento, y todo se calma en un instante.
          Los Doce caen como fulminados por el asombro y el terror de lo pasado, y no se les ocurre más que una pregunta, a estas alturas…; quién es Este. Lo han visto curar enfermos, echar demonios, embelesar a las multitudes… Y no se han preguntado nada. El evangelio melifluo, dulzón, agradable, triunfador…, no les ha suscitado pregunta. Pero al llegar al límite, cuando se han visto al borde de zozobrar, cuando las cosas se pusieron feas, se quedan atónitos y se preguntan quién es Este. Porque echar demonios y sanar enfermos “en tierra firme” les ha resultado “normal”. Pero cuando se ha impuesto al mar y al viento, eso ya les ha sacado de sus esquemas. Un buen símbolo. Ya el mar simboliza al mal en muchos lugares de la Sagrada Escritura. Y Jesús dominando al MAL –al que se le trata de poner sordinas para no nombrarlo siquiera- se hace sorprendente para aquellos Doce. Y para tantas otras “docenas” de creyentes, que van expurgando de las Escrituras santas lo que sean expresiones o sucesos que no entran en los esquemas dulcificadores de una piadosa meditación.

          La pregunta “QUIÉN ES ESTE” es algo que me subyuga. Jesús es la sorpresa permanente. Cuando creo haber dado respuesta, me surge un “más”, un aspecto nuevo, que me deja otra vez atónito. No puedo abarcar una respuesta. Siempre hay más. Siempre me quedo corto. “Este” es Alguien que me llena a la vez que me deja un nuevo espacio que llenar. “Éste” no se agota. Cuando creo haber encontrado un punto que ya me lo dice todo, al paso siguiente tengo que confesar que no sabía nada. Que “éste” es maravilloso y por eso maravilla a quien se llega a Él con espíritu abierto y la pregunta en el alma: Quién es Este. Que “Éste” es plenitud y a la vez deja siempre hambre; que es agua que salta hasta la vida eterna y sin embargo deja el ansia de volverse uno al manantial para seguir bebiendo. Que “Éste” es belleza y es crucificado destrozado, casi descuartizado. Que “Éste” es dulzura pero que es el librito que, cuando se traga, produce ardor en el estómago. Que “Éste” no se queda para servir de azúcar de la tarta porque su vida no es nada azucarada, y sus expresiones nos molestan en muchas ocasiones y buscamos “explicarlas” con suavidades que nos van al caso. Y sin embargo, aquellos mismos apóstoles, que lo acompañaban, se tuvieron que preguntar, atónitos, quién es Este…

viernes, 30 de enero de 2015

ZENIT, 30 enero: Primer encuentro con Jesús

'Recordar el primer encuentro con Jesús'
En la homilía de este viernes el Santo Padre indica que la memoria y la esperanza son necesarias para no ser tibio
30 de enero de 2015 (Zenit.org) - Un cristiano tiene que custodiar la "memoria" de su primer encuentro con Cristo y la "esperanza” en Él. Esto lo llevará a actuar en la vida con el "coraje" de la fe. Este fue el pensamiento central del papa Francisco en su homilía de este viernes en la misa que celebró en la capilla de la residencia Santa Marta.
El Papa toma la idea de la frase inicial de la carta a los Hebreos, en el que el autor invita a todos a evocar "la memoria de aquellos primeros días," cuando recibieron "la luz de Cristo."
En particular, "el día del encuentro con Jesús" no tiene que ser nunca olvidado, porque es el día de "una gran alegría". Y además de la memoria, tampoco hay que perder "el coraje de los primeros tiempos" y "entusiasmo", la "franqueza" que nacen del recuerdo del primer amor:
"La memoria es muy importante para recordar la gracia recibida, porque si expulsamos este entusiasmo que viene del recuerdo del primer amor, los cristianos nos exponemos a un peligro muy grande: la tibieza”.
“Los cristianos "tibios", están ahí, sí, son cristianos, pero perdieron la memoria del primer amor. Y sí, perdieron el entusiasmo. También perdieron la paciencia para "tolerar" las dificultades de la vida con el espíritu de amor de Jesús".
Los dos imágenes de los cristianos tibios, indica Francisco, son la evocada por Pedro: "Perro que vuelve a su vómito"; y otra de Jesús: las personas que deciden seguir el Evangelio, expulsaron al demonio, pero cuando éste regresa le abren puerta. Así el diablo "toma posesión de la casa" inicialmente limpia y hermosa”.
"El cristiano -prosiguió el Papa- tiene estos dos parámetros: la memoria y la esperanza. La memoria para no perder la experiencia del primer amor tan hermoso, y que da esperanza”.
Y si bien, recuerda el Santo Padre, “muchas veces la esperanza no queda clara, va adelante porque sabe que la esperanza en Jesús no desilusiona”.
Estos dos parámetros justamente son el marco "para que la pequeña semilla de mostaza crezca y de su fruto".

Y concluyó pidiendo oraciones por estos cristianos que “fracasaron en este camino hacia Jesús”, porque “perdieron la memoria del primer amor y no tienen esperanza”. Y rezar “para cuidar este regalo, el don de la salvación”.

30 enero: La gratuidad de Dios

La letra, con sangre entra
          La carta a los Hebreos -10, 32-39- fue poniendo por delante el Sacerdocio de Jesucristo, su ofrenda perfecta –la de su propia vida- para perdonar el pecado de la humanidad e invadirlo con el propio don de Dios –la Gracia-
          La consecuencia primera era que debemos acercarnos con plena confianza al trono de Dios para alcanzar misericordia.
          Hoy añade una circunstancia que apunta al propio sacerdocio de los fieles: que la vida de correspondencia a Dios conlleva el sacrificio, los combates, los insultos, compartiendo el sufrimiento de los que están prisioneros por la fe. No renunciéis a vuestra valentía, y sabed que tendréis gran recompensa. Un poquito de tiempo, y luego llegará el triunfo definitivo. Somos personas que no se achican ante la contrariedad sino que la abrazan para darle salud al propio espíritu.

          El Evangelio –Mc 4, 26-34- es una de las parábolas menos utilizadas en la pedagogía espiritual y sin embargo es algo nuclear y va muy en esa línea de la gratuidad de la Gracia en la que nos ha insistido la carta a los Hebreos. Y es un complemento que explicita la misma parábola del sembrador.
          Ahora es la PARÁBOLA DE LA SEMILLA, con ese valor tan importante de que el desarrollo de esa semilla echada al surco no depende ya del labrador. Al labrador le ha tocado esparcirla, cuidar el terreno, abonar… Toda una serie de prevenciones para que la tierra sea buena y apta para el sembrado. Y una vez que hizo eso, él se sienta en el porche de su casa, o se acuesta, o come o se divierte… La semilla está haciendo ella sola todo el proceso de germinación.
          Y un buen día, cuando el labrador se soma a su campo, se lleva el inmenso gozo de ver apuntar ese verdor de la planta incipiente que ha brotado de la tierra. La semilla crece sola, sin que el labrador sepa cómo. He ahí el secreto de la acción de la Gracia, el misterio mismo de la Palabra de Dios. El labrador sólo tiene una intervención externa de ofrecer un terreno bien preparado. Pero Dios es quien da el crecimiento. A la postre, supuesto el cuido externo del riego, la escarda, la limpieza de malas hierbas, el labrador no hizo otra cosa que disfrutar de ese crecer de la planta, que echa el tallo y después la espiga. Ahí llega la obra cumbre del labrador: segar y recoger el grano, medirlo y almacenarlo. HA LLEGADO EL MOMENTO DE LA SIEGA. Se le ha dado todo hecho. Él tuvo poco que hacer, aunque ese poco fue necesario. La cosecha se le viene a las manos como regalo.
Es la teología de la gracia. Nosotros hablamos de “nuestros méritos” (si merecemos o no merecemos…) En la teología de la GRACIA hay puro don. Que por eso es Gracia, y “gracia” equivale a regalo, gratuidad. Y por mucho esforzarnos no podemos añadir un centímetro a nuestra altura.

Caben dos reacciones: una, mezquina. Si nada tengo que hacer, no hago nada. Otra: ante un don tal, he de poner de mi parte todos las elementos que fomentan y acogen. Soy, al final, siervo inútil y sin provecho, pero lo que tenía que hacer lo he hecho. Y ahora vivo la gran experiencia del crecer de la gracia de Dios en mí, la gran satisfacción de no haber puesto obstáculos a ese desarrollo de la semilla…, a haber tenido preparada la bandeja para acoger la espiga granada.

jueves, 29 de enero de 2015

ZENIT 29: La salvación no se privatiza

29 de enero de 2015 (Zenit.org) - Los que privatizan la fe cerrándose en élites que desprecian a los otros no siguen el camino de Jesús. Así lo ha asegurado el Santo Padre durante la homilía en la misa celebrada esta mañana en Santa Marta.
Al comentar la Carta a los Hebreos, el papa Francisco ha afirmado que Jesús es “el camino nuevo y vivo” que debemos seguir “según la forma que Él quiere”. Porque “existen formas equivocadas de vida cristiana”. Por eso, ha explicado que Jesús “da el criterio para no seguir los modelos erróneos. Y uno de estos modelos equivocados es privatizar la salvación”.
De este forma, el Papa ha afirmado que “es verdad, Jesús nos salva a todos, pero no genéricamente. Todos, pero cada uno, con nombre y apellidos. Y esta salvación es personal”. Realmente --ha añadido-- yo soy salvado, el Señor me ha mirado, ha dado su vida por mí, ha abierto esta puerta, esta vía nueva para mí, y cada uno de nosotros puede decir ‘Por mí’”. Pero existe el peligro de olvidar que Él nos ha salvado de forma individual, pero en un pueblo, ha advertido el Pontífice. “El Señor siempre salva en el pueblo. Desde el momento en el que llama a Abraham, les promete hacer un pueblo. Y el Señor nos salva en un pueblo”, ha recordado.
Por eso el autor de esta Carta nos dice: “Prestemos atención los unos de los otros”. A propósito, el papa Francisco ha indicado que “no hay salvación solamente para mí. Si yo entiendo la salvación así, me equivoco; me equivoco de camino. La privatización de la salvación es un camino equivocado”.
Para no privatizar la salvación hay tres criterios que el Papa ha explicado en la homilía: La fe en Jesús que nos purifica, la esperanza que nos hace mirar las promesas e ir adelante y la caridad -- es decir, prestamos atención los unos a los otros, para estimularnos en la caridad y en las buenas obras.
Y Francisco lo ha explicado así: “Y cuando yo estoy en una parroquia, en una comunidad -la que sea- yo estoy allí, yo puedo privatizar la salvación y estar allí un poco socialmente solamente. Pero para no privatizarla debo preguntarme a mí mismo si yo hablo, comunico la fe; hablo, comunico la esperanza; hablo, practico y comunico la caridad”, ha observado. Asimismo, ha indicado que si en una comunidad no se habla, no se anima el uno al otro en estas tres virtudes, los componentes de esta comunidad han privatizado la fe. Cada uno busca su propia salvación, no la salvación de todos, la salvación del pueblo. Y Jesús ha salvado a cada uno, pero en un pueblo, en una Iglesia”.
Por otro lado el Santo Padre ha recordado que el autor de la Carta a los Hebreos da un consejo “práctico” muy importante: “no desertemos de nuestras reuniones, como algunos tienen costumbre de hacer”. Esto sucede --ha precisado el Papa-- cuando estamos en una reunión en la parroquia, en el grupo, y juzgamos a los otros, “hay una especie de desprecio hacia los otros. Y esta no es la puerta, el camino nuevo y viviente que el Señor ha abierto, ha inaugurado”.
Por esta razón, el Obispo de Roma ha indicado que “despreciando a los otros, desertando de la comunidad total, desertando del pueblo de Dios, han privatizado la salvación: la salvación es para mí y mi grupito, pero no para todo el pueblo de Dios. Y esto es un error muy grande”. Francisco ha definido este como “las élites eclesiales”. Por eso, el Pontífice ha advertido que “en el pueblo de Dios se crean estos grupitos, piensan que son buenos cristianos, también -quizá- tienen buena voluntad, pero son grupitos que han privatizado la salvación”.
Finalmente, el Papa ha recordado que “Dios nos salva en un pueblo, no en las élites, que nosotros con nuestras filosofías o nuestra forma de entender la fe hemos hecho. Y estas no son las gracias de Dios”. A este punto, el Santo Padre ha invitado a preguntarse: “¿Tengo la tendencia de privatizar la salvación para mí, para mi grupito, para mi élite?". Y añade: "¿Me alejo del pueblo de Dios o siempre estoy en comunidad, en familia, con el lenguaje de la fe, de la esperanza y el lengua de las obras de caridad?”

Al concluir, Francisco ha pedido “que el Señor nos dé la gracia de sentirnos siempre pueblo de Dios, salvados personalmente. Eso es verdad: Él nos salva con nombre y apellidos, pero salvados en un pueblo, no en el grupito que hago para mí”.

29 enero: El penoso vacío de uno mismo

Las cosas claras
          La carta a los Hebreos avanza hoy. 10, 19-25. Expuesto repetidamente el argumento central: Jesucristo es el único y verdadero sacerdote, el que ofrece de una vez para siempre, y da la salvación como gracia y don… Eso debe arrancar de nosotros una confianza ilimitada, y mantenernos firmes en ella porque es fiel quien hizo la promesa; y eso mismo nos invita a todos a estimularnos en la caridad y en las buenas obras. Que Cristo lo ha hecho todo y se nos ofrece como don, no es sino un acicate para que nosotros vivamos una vida mucho más alta en nuestras actitudes recíprocas. Aparte de que todo amor radica en el AMOR con que Él nos ha amado. Ahí está el manantial de cuanto de bueno puede haber después.
          Y hay un párrafo final al que podemos sacar la punta. Advierte a no desertar de las asambleas. Por entendernos: a no salirnos de las reuniones litúrgicas, a no dejar de asistir por cualquier excusa. O también podría extenderse a no llegar tarde, a no estar con el pensamiento en otras cosas. En una palabra: a vivir con profundo respeto una asamblea cristiana, en la que nadie es “un añadido” que puede faltar, sino una pieza cohesionada con el conjunto. Y el conjunto sufre las consecuencias cuando uno se desvincula.
          El Evangelio, Mc.4. 21-25, sigue en línea de esa seriedad interior con la que hay que vivir la experiencia cristiana: lo que se diga, lo que se viva –aun en lo más secreto personal- ha de ser perfectamente claro y limpio como si se hiciera ante todos. Porque, en definitiva, en el conjunto de la asamblea –en el conjunto del Cuerpo Místico- nada hay tan secreto que no esté repercutiendo en el conjunto. Todo sale a la luz. Todo tiene influencia. Y no vale “meterse bajo la cama” porque –en definitiva- la luz está para ponerse sobre el candelero. Queriendo o no queriéndolo. El que tenga oídos para oír, que oiga.
          Y todavía Jesús advierte a las claras: le medida que uséis la usarán con vosotros y con creces. Y conste que me gusta entenderlo dentro del mismo plano de lo humano: lo que se siembra, se recoge. Recibimos lo que damos. Somos acogidos en cuanto que somos acogedores. A la larga no podemos aspirar a tener lo que no fuimos capaces de dar. O, si se expresa desde otro ángulo: el egoísta acaba pagado con el recelo del otro, que acaba por fiarse menos o no fiarse.
          En el plano de lo trascendente, al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene El que tiene (bondad, generosidad, comprensión, humildad, delicadeza, desprendimiento…, etc.), irá teniendo cada vez mayor bagaje interior y mejor proyección externa. La virtud llama a la virtud.
          El que no tiene (el egoísta, egocéntrico, el criticón, el que sospecha de todo, el celoso, el que enjuicia todo, el soberbio, el que todo lo enfoca desde sí, el que pretende ser "casa sola", "el único", "el protagonista"…, etc.), se atrofia para poder crecer en su mundo interior. Crece tanto hacia su propio yo, que acaba por achicarse el espacio para encontrarse con Dios, con la virtud, con el valer. Pierde hasta lo que tiene.

          La vida real lo deja muy claro. Los que se quejan de soledad, de no tener amigos, de estar abatidos en la vida, son los que no supieron salir de sí mismos y de su mundo pequeño personal. Y como no se dieron, no cosechan sino ese vacío que sembraron.

miércoles, 28 de enero de 2015

ZENIT, 28 enero: Una sociedad sin padres

28 de enero de 2015 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Retomamos hoy el camino de catequesis sobre la familia. Hoy nos dejamos guiar por la palabra padre. Una palabra, más que cualquier otra, querida para nosotros cristianos, porque es el nombre con el que Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios, Padre. El sentido de este nombre ha recibido una nueva profundidad propia a partir del modo en que Jesús lo usaba para dirigirse a Dios y manifestar su relación especial con Él. El misterio bendecido de la intimidad de Dios,Padre, Hijo y Espíritu, revelado por Jesús, es el corazón de nuestra fe cristiana.
“Padre” es una palabra conocida por todos, una palabra universal. Ésta indica una relación fundamental cuya realidad es tan antigua como la historia del hombre. Hoy en día, sin embargo, se ha llegado a afirmar que la nuestra sería una ‘sociedad sin padres’. En otros términos, en particular en la cultura occidental, la figura del padre sería simbólicamente ausente, desaparecida, eliminada. En un primer momento, la cosa se ha percibido como una liberación: liberación del padre-dueño, del padre como representante de la ley que se impone desde fuera, del padre como censura de la felicidad de los hijos y obstáculo de la emancipación y de la autonomía de los jóvenes. De hecho, a veces en nuestras casas reinaba en el pasado el autoritarismo, en ciertos casos incluso la opresión: padres que trataban a los hijos como siervos, no respetando las exigencias personales de su crecimiento: padres que nos les ayudaban a emprender su camino con libertad, y no es fácil educar al hijo en libertad. Padre que no les ayudaban a asumir las propias responsabilidades para construir su futuro y el de la sociedad. Esto, ciertamente, no es una buena actitud.
Pero, como sucede a veces, hemos pasado de un extremo al otro. El problema de nuestros días no parece ser tanto la presencia invasiva de los padres, sino más bien su ausencia, su fuga. Los padres están a menudo tan centrados sobre sí mismos, su trabajo, y sobre la propia realización individual, que olvidan incluso la familia. Y dejan solos a los pequeños y a los jóvenes. Ya de obispo de Buenos Aires me daba cuenta del sentido de orfandad que viven hoy los chavales. A menudo preguntaba a los padres si jugaban con sus hijos, si tenían la valentía y el amor de perder tiempo con los hijos.   Y la respuesta era fea. En la mayoría de los casos: ‘no puedo, mucho trabajo’. El padre estaba ausente de ese hijo que crecía y no jugaba con él, no perdía tiempo con él. Ahora, en este camino común de reflexión sobre la familia, quisiera decir a todas las comunidades cristianas que debemos estar más atentos: la ausencia de la figura paterna en la vida de los pequeños y de los jóvenes produce lagunas y heridas que pueden ser también muy graves. Y de hecho las desviaciones de los niños y de los adolescentes se ponen en buena parte reconducir a esta falta, a la carencia de ejemplos y de guías autorizadas en su vida de cada día. A la carencia de cercanía, a la carencia de amor por parte del padre. Es más profundo de lo que pensamos el sentido de orfandad que viven muchos jóvenes.
Son huérfanos pero en la familia porque los padres a menudo están ausentes, también físicamente, en casa, pero sobre todo porque, cuando están, no se comportan como padres, no dialogan con sus hijos, no cumplen su tarea educativa, no dan a los hijos en ejemplo acompañado por las palabras, esos principios, esos valores, esas reglas de vida que necesitan como el pan. La cualidad educativa de la presencia paterna es aún más necesaria cuando  el padre está obligado por el trabajo a estar lejos de casa.
A veces parece que los padres no saben bien qué lugar ocupar en la familia y cómo educar a los hijos. Y entonces, en la duda, se abstienen, se retiran y descuidan sus responsabilidades, quizá refugiándose en una relación improbable “de igual a igual” con los hijos. Es verdad que debes ser compañero de tu hijo, pero sin olvidar que eres el padre. Pero si tú solamente te comportas como un compañero a la pa no le hará bien al joven.
Esto también lo vemos en la comunidad civil. La comunidad civil, con sus instituciones, tiene una cierta responsabilidad, podemos decir paterna, hacia los jóvenes, una responsabilidad que a veces descuida o ejerce mal. También ésta a menudo les deja huérfanos y no les propone una verdad de perspectiva. Los jóvenes permanecen así, huérfanos de caminos seguros que recorrer, huérfanos de maestros de los que fiarse, huérfanos de ideales que calienten el corazón, huérfanos de valores y de esperanzas que les apoyen cotidianamente. Están llenos quizá de ídolos pero se les roba el corazón, son empujados a soñar diversiones y placeres, pero no se les da trabajo; son ilusionados con el dios dinero, y se les niegan las verdaderas riquezas.
Y entonces hará bien a todos, a los padres y a los hijos, escuchar de nuevo la promesa que Jesús ha hecho a sus discípulos: “No os dejaré huérfanos” (Jn 14, 18). Es Él, de hecho, el Camino que hay que recorrer, el Maestro para escuchar, la Esperanza de que mundo puede cambiar, que el amor vence el odio, que puede haber un futuro de fraternidad y de paz para todos.
Algunos de vosotros podrá decirme, pero padre, hoy usted ha estado demasiado negativo. Ha hablado solo de la ausencia de los padres, de lo que pasa cuando los padres no están cerca de los hijos. Es verdad. He querido subrayar esto porque el próximo miércoles seguiré con esta catequesis, destacando la belleza de la paternidad. Por eso he elegido comenzar por la oscuridad para llegar hasta la luz.

Que el Señor nos ayude a entender bien estas cosas. Gracias.

28 enero: Sabido de memoria... ¿Y...?

EL SEMBRADOR
          Las lecturas de hoy nos sirven de repetición reflexiva, puesto que no el mucho saber llena el alma sino el gustar de la Palabra internamente.
          Heb 10, 11-18 vuelve sobre los mismos temas: Jesucristo, sacerdote único; la nueva Alianza lleva escrita en el corazón una nueva Ley que no hay que enseñar ni aprender porque está dentro de nosotros: la ha puesto Dios.
          El Evangelio amplio, Mc 4, 1-20, en tres partes: exposición de la parábola; el porqué hablar en parábolas; la explicación de la parábola.
          PARÁBOLA, la muy conocida del SEMBRADOR que esparce la semilla=la Palabra (no la impone)¸y esa semilla cae en 4 diversos lugares:  duros, sin apenas tierra, entre matorrales, en buena tierra. Tendencia fácil: mirar hacia afuera y buscar “tipos” así.
          Jesús dice que habla en parábolas porque si no, no entienden. La cita directa de Isaías aparenta que habla en parábolas para no ser entendido. Sería hacer de Jesús un tonto que habla por hablar o un sádico que habla para fastidiar. Por eso es evidente que la expresión de Isaías va por otro sentido: el pueblo, de hecho, no se entera de lo que se le enseña. Hablarle en cuentecillos es la manera de dejarle “la música” dentro, y que haga su labor…
          Explicación de la parábola: Durezas de camino o tierra apelmazada. Ahí ni llega a enterrase la semilla. Se la llevan los pájaros. La arrebata el “demonio” (las mil formas de sordera y ceguera humana que esclavizan a la persona). Cae en lugar de muy poca tierra. Aunque empiece a crecer se agosta al primer sol que la quema. Inconstancia, sin raíces; a la primera dificultad, no queda nada. Entre matorrales. Hay buena tierra y la prueba es que crecen bien los matorrales. Pero esos mismos matorrales la ahogan le quitan la savia: afanes de la vida, seducción del dinero y del querer poseer…: el deseo de todo lo demás… Cae en buena tierra…, que es aún “buena” o mejor, y produce fruto.
          ¿Hablamos de los diversos vecinos de enfrente cuando nos metemos en esta explicación? ¿O nos metemos dentro de nosotros mismos y descubrimos las diversas respuestas que tiene en nosotros la Palabra? Pongo por caso: participamos de la Eucaristía y seguramente con provecho: tierra buena. ¿Y cuando salimos a la puerta de la calle y empezamos a hablar?: ¿afanes de la vida, sentimientos y juicios, comentarios…? Una disociación entre la oración devota y la vida menos devota?
          Tenemos decididos propósitos de que “tal cosa ya no sucederá más” ¿Cae en tierra abundante, o ese propósito se lo llevan los pájaros a la vuelta de la esquina? ¿Tuvo raigambre? ¿Había demasiadas seducciones que dejaron ineficaz el deseo?
          Dentro de lo bueno, ¿nos quedamos satisfechos con el 30 o pensamos que sería de mucho más agrado de Dios que llegáramos al 60? ¿Lo buscamos.., o nos quedamos “satisfechos” con ser “buenas personas”.

          Confieso que esta parábola “me inquieta” siempre. Y no digo que me cree inquietudes malsanas sino que siempre me causa una sensación de llamada nueva, de necesidad de revisión nueva, de ver que en el camino de respuesta a la Palabra -¡a Jesús mismo!- no hay tregua. Siempre hay que volver sobre los pasos y anhelar (y poner algún medio) para que la semilla de LA PALABRA acabe encontrando la mejor tierra que ofrecer a Jesucristo.

martes, 27 de enero de 2015

ZENIT: Mensaje de CUARESMA

Texto completo del mensaje de cuaresma 2015, del Papa Francisco
«Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)
 27 de enero de 2015 (Zenit.org) - Mensaje del papa Francisco con motivo de la cuaresma 2015, que inicia el domingo 25 de febrero.
«Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)
Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen... Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.
1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26)
La Iglesia
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).
La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.
2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) 
Las parroquias y las comunidades
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31). Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.
En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).
También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)
La persona creyente
También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de
noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.

Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde. 

27 enero: QUIEN SALVA ES CRISTO

La economía de la Gracia
          La carta a los Hebreos avanza hoy en la idea. En 10, 1-10, presenta una imagen muy expresiva de Cristo entrando en el mundo –la encarnación- como ese momento en que se dirige al Padre y le dice que sabe bien que está ya harto de holocaustos y sacrificios que se ofrecen según la Ley. Es todo el sistema que ha presidido la etapa primera de la historia de la salvación. El Pueblo de Dios ha avanzado a base de mandatos, preceptos y prohibiciones, que la Ley les fue marcando, como al niño pequeño al que hay que conducir con enseñanzas muy concretas que el niño ha de cumplir o evitar. Los holocaustos y sacrificios, como expresiones del rendimiento del pueblo ante Dios, la sangre de toros y machos cabríos y becerros significando la entrega de un pueblo que daría su propia sangre, han ido perdiendo valor vital. Y sobre todo, se quedaba en lo exterior del ofrecimiento o de la buena voluntad.
          Y Cristo va a cambiar todo el sistema. Y no va a ser ni la Ley externa, ni la sangre vicaria de animales. Ahora SOY YO MISMO quien va a ofrecerse; por eso te digo: AQUÍ ESTOY para hacer tu voluntad. Se ha acabado el régimen antiguo. Ahora SOY YO MISMO QUIEN SE OFRECE. Y como toda la acumulación de ritos antiguos había sido un signo de una salvación, ahora Yo asumo y recopilo y elevo todo aquello, y soy Yo quien me ofrezco. Por eso Padre, aquí estoy PARA HACER TU VOLUNTAD. Cuanto se había hecho era en orden a que la voluntad tuya salvadora llegara a ser una realidad: Yo vengo a hacer en todo esa voluntad tuya.
          La ley es sustituida por la Gracia. El esfuerzo humano es sustituido por el don de Dios. La sangre de animales, por mi propia sangre. La salvación ya será así un hecho que está realizado, y no “un esfuerzo que alcanzar” por el hombre. [Esto es lo que se llama la economía de la Gracia (=designio divino de salvación, la forma de obrar de Dios en la historia de la salvación)].
          A partir de ahí la salvación ya no es el fruto del esfuerzo del hombre para ir alcanzando peldaños de salvación, sino la adhesión e incorporación de la persona humana a la salvación que YA ESTÁHECHA Y ALCANZADA por los méritos de Jesucristo: todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre. Así concluye la lectura de hoy.
          El evangelio de Marcos 3, 31-35 –aunque no aparezca así en el texto- lo interpreto como el segundo envite de los familiares de Jesús, que no habían podido llevarse a Jesús con ellos (considerándolo como “fuera de sí), y que ahora vuelven a la carga y con un añadido: han atraído –sin que Ella lo sepa- a la Madre de Jesús, para hacer fuerza en el intento de quitar a Jesús de aquel camino que ha emprendido.

          No lo expresa así el texto pero la reacción de Jesús se me antoja muy significativa. Cuando Él está en sus catequesis y le envían el recado de que allí están su madre y sus hermanos, lejos de moverse, de ir a darle un abrazo a su madre (que hacía tiempo que no veía), se queda donde está, extiende sus brazos hacia aquellos que tiene delante, y dice: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? –Estos son mi madre y mis hermanos. El que hace la voluntad de Dios ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. Quedaba claro que a Jesús no lo sacaban de su misión ni por estratagemas afectivas. Bien define a su madre como la persona ejemplar que hace la voluntad de Dios. Y por eso mismo sabe Él que su Madre no está implicada en aquello. Su madre es su madre porque hace la voluntad de Dios. Y aquellos que escuchan, y Él mismo, han puesto la voluntad de Dios por encima de los afectos y las conveniencias.

ZENIT:26 enero.- La fe, don del Espíritu Santo

26 de enero de 2015 (Zenit.org) - Las mujeres son principalmente las que transmiten la fe. Así lo ha afirmado el santo padre Francisco durante la homilía de la misa celebrada este lunes en Santa Marta.
Haciendo referencia a la Carta de san Pablo a Timoteo, Francisco ha explicado que el apóstol le recuerda de dónde viene su “fe sincera”: la ha recibido del Espíritu Santo, “a través de la madre y la abuela”. Por eso, el Papa ha indicado que “son las madres, las abuelas, las que transmiten la fe”. Y ha añadido: “Una cosa es transmitir la fe y otra cosa es enseñar las cosas de la fe. La fe es un don. La fe no se puede estudiar. Se estudian las cosas de la fe, sí, para entenderla mejor, pero con el estudio nunca llegas a la fe. La fe es un don del Espíritu Santo, es un regalo, que va más allá de cualquier preparación”.
De este modo, ha especificado que es un regalo que pasa a través del “buen trabajo de las madres y de las abuelas, el buen trabajo de esas mujeres” en una familia, “puede ser también una empleada del hogar, puede ser una tía”, que transmiten la fe.
A este punto, el Santo Padre se ha preguntado, ¿por qué son principalmente las mujeres las que transmiten la fe? Y ha respondido: “Sencillamente porque quien nos ha traído a Jesús es una mujer. Es el camino elegido por Jesús. Él ha querido tener una madre: también el don de la fe pasa por las mujeres, como Jesús por María”.
Por otro lado, ha subrayado que “todos nosotros hemos recibido el don de la fe. Debemos cuidarlo, para que al menos no se debilite, para que continúe siendo fuerte con el poder del Espíritu Santo que nos la ha regalado”.  De este modo, el Santo Padre ha señalado que “si no tenemos este cuidado, cada día, de reavivar este regalo de Dios que es la fe, la fe se debilita, se agua, termina por ser cultura”.  
En contraste con esta “fe vida” san Pablo advierte sobre dos cosas: “el espíritu de timidez y vergüenza”. A propósito, el Pontífice ha asegurado que “Dios no nos ha dado un espíritu de timidez. El espíritu de timidez va contra el don de la fe, no deja que crezca, que vaya adelante, que sea grande”. Y la vergüenza --ha añadido-- es ese pecado: “Sí, tengo la fe, pero la cubro, que no se vea mucho…”
Asimismo, el papa Francisco ha explicado que el espíritu de prudencia es “saber que nosotros no podemos hacer todo lo que queremos”, significa buscar “los caminos, el camino, las maneras” para llevar adelante la fe, pero con prudencia.

Finalmente, el Santo Padre ha invitado en su homilía a “pedir al Señor la gracia de tener una fe sincera, una fe que no se negocia según las oportunidades que vienen. Una fe que cada día trato de reavivarla o al menos pido al Espíritu Santo que la reavive y así dé un fruto grande”.

lunes, 26 de enero de 2015

26 enero: la blasfemia de la negativa a Dios

La “blasfemia” contra el Espíritu Santo
          Hoy voy a pasar más de largo por el texto de la carta a los Hebreos (9, 15, 24-28) por ser una nueva repetición de lo que ya está dicho: la Alianza de Cristo es definitiva, una vez para siempre, y no necesita repetirse en actos diversos. Cristo ya ha entrado en el Cielo y quienes participamos de su Alianza, tenemos también desemboque en el Cielo.
          Mi detenimiento va a ser sobre el Evangelio de Marcos (3, 22-30), también muy conocido, pero me voy a centrar en la expresión: el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás.
          Expliquemos términos: el que BLASFEME… No se trata aquí de palabras o acciones blasfemas en sí mismas y en el sentido conocido de la palabra “blasfemia”.
          CONTRA EL ESPÍRITU SANTO. Tampoco es que se nombre ofensivamente al Espíritu Santo.
          Se trata de un estado de pecado que no se reconoce pecado y del que no se está en actitud de arrepentimiento.
          ¿Por qué se habla del Espíritu Santo? Porque es la presencia y acción directa de Dios en las almas. Y quien se niega a ver la verdad, y se enquista en la mentara, y no deja que actúe la acción de ese Espíritu de Verdad, ese está rechazando la acción de la Gracia –don de Dios-, el mismo Espíritu Santo.
          ¿Por qué es “blasfemia”? Porque es un rechazo directo de Dios y de la acción de Dios. Y al pecado que tiene por objeto directo a Dios, sin otra ventaja de algún tipo, eso es una blasfemia.
          ¿Por qué ese pecado no tiene perdón? – Porque, por hipótesis, es una actitud de negativa a la Gracia, un rechazo de la acción de Dios, un enquistamiento en la soberbia de la persona y –consecuentemente- no hay reconocimiento de pecado, y –por lógica- no hay arrepentimiento. La persona no echa marcha atrás. Y si no se arrepiente, no puede ser perdonado por mucho que Dios quisiera ayudarle. Mientras se mantenga en esa soberbia posición de endiosamiento, Dios no tiene entrada. Dios no puede entrar a perdonar. ESE PECADO NO TIEN PERDÓN.
          Y Jesús, con gran pedagogía, aclara que el mismo pecado contra el Hijo del hombre, cualquier blasfemia que digan, se puede perdonar (porque siempre cabe que el pecador se reconozca pecador y se arrepienta). Lo que no tiene perdón es el pecado que no se reconoce y del que no hay arrepentimiento. Ahí se le han cerrado las puertas a Dios.
          Y acaba el texto poniendo todavía negro sobre blanco: Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo, hasta el punto de decir aquellos fariseos el absurdo de que Jesús echaba los demonios con el poder del demonio. Es un despropósito tan fuerte que esos hombres no son capaces de echar marcha atrás. Se han anquilosado de tal manera en su postura que no hay quien los saque de su absurdo. ¡Esa es la blasfemia contra el Espíritu Santo!
         

          Una mirada a la situación presente, a las expresiones de odio y desprecio que se vierten contra la Iglesia, o todo ese furibundo ataque contra el mismo Dios (su existencia, su obra, “su derecho” sobre todas las cosas ¡porque es Dios!), ¿no rayará en esa terrorífica situación que no tiene vuelta atrás?  “El hombre dueño de su cuerpo” y engreído sobre sus propias consecuciones, que ya cree no necesitar para nada de Dios, ¿no estará rozando peligrosísimamente la blasfemia contra el Espíritu Santo?

ZENIT 25: Dios tiene sed de nosotros (Ángelus)

25 de enero de 2015 (Zenit.org) - A las 12 de esta mañana, el santo padre Francisco se ha asomado a la ventana del estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar el ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de san Pedro.
Hoy estaban en la plaza niños de Acción Católica de la diócesis de Roma, que concluyen con la “Caravana de la Paz” el mes de enero que tradicionalmente dedican a la paz.
Al finalizar el ángelus, un niño y una niña de dos parroquias de Roma, en la ventana junto al Papa han leído un mensaje en nombre de los jóvenes de Acción Católica, mientras que los niños en la plaza han lanzado globos con mensajes de paz.
Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
el Evangelio de hoy nos presenta el inicio de la predicación de Jesús en Galilea. San Marcos subraya que Jesús comenzó a predicar “después de que Juan (el Bautista) fuera arrestado” (1,14). Precisamente en el momento en el que la voz profética del Bautista, que anunciaba la llegada del Reino de Dios, es silenciada por Herodes, Jesús inicia a recorrer los caminos de su tierra para llevar a todos, especialmente a los pobres, “el Evangelio de Dios”. El anuncio de Jesús es parecido al de Juan, con la diferencia sustancial que Jesús ya no señala a otro que debe venir: Jesús es Él mismo el cumplimiento de las promesas; es Él mismo la “buena noticia” para creer, para acoger y para comunicar a los hombres y las mujeres de todos los tiempos, para que también ellos le confíen su existencia. Jesucristo en persona es la Palabra viviente y operante en la historia: quien le escucha y le sigue entra en el Reino de Dios.
Jesús es el cumplimiento de las promesas divinas porque es Áquel que dona al hombre el Espíritu Santo, el “agua viva” que sacia nuestro corazón inquieto, sediento de vida, de amor, de libertad, de paz: sediento de Dios. ¿Cuántas veces hemos escuchado a nuestro corazón sediento? Se lo reveló Él mismo a la mujer samaritana, que se encontró en el pozo de Jacob, a la que dijo: “Dame de beber” (Jn 4, 7). Precisamente estas palabras de Cristo, dirigidas a la Samaritana, son el tema de la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos que hoy concluye. Esta tarde, con los fieles de la diócesis de Roma y con representantes de distintas Iglesias y Comunidades eclesiales, nos reuniremos en la Basílica de San Pablo Extramuros para rezar intensamente al Señor, para que refuerce nuestro compromiso por la plena unidad de todos los cristianos. Es algo feo que los cristianos estemos divididos. Jesús nos quiere unidos, un solo cuerpo, nuestros pecados, la historia nos han dividido y por eso tenemos que rezar mucho para que sea el mismo Espíritu Santo que nos una de nuevo.  
Dios, haciéndose hombre, ha hecho propia nuestra sed, no solo del agua material, sino sobre todo la sed de una vida plena, libre de la esclavitud del mal y de la muerte. Al mismo tiempo, con su encarnación, Dios ha puesto su sed, porque también Dios tiene sed, en el corazón de un hombre: Jesús de Nazaret. Dios tiene sed de nosotros, de nuestros corazones, de nuestro amor, y lo ha puesto en la persona de Jesús. Por tanto, en el corazón de Cristo se encuentran la sed humana y la divina. Y el deseo de la unidad de sus discípulos pertenece a esta sed. Esto se expresa en la oración elevada al Padre antes de la Pasión: “Para que todos sean una sola cosa” (Jn 17,21). Lo que quería Jesús, la unidad de todos. Y el diablo, lo sabemos, es el padre de las divisiones, es uno que siempre divide, siempre hace guerras, hace mucho mal.
¡Qué esta sed de Jesús se convierta cada vez más también en nuestra sed! Continuamos, por lo tanto, rezando y comprometiéndonos en la plena unidad de los discípulos de Cristo, en la certeza de que Él mismo está a nuestro lado y nos sostiene con la fuerza de su Espíritu para que esta meta se acerce. Y confiamos esta nuestra oración a la materna intercesión de la Virgen María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia para que ella nos una a todos como buena Madre.
Al finalizar el ángelus. El Papa ha añadido:
Sigo con vivia preocupación la escala de enfrentamiento en Ucrania oriental, que continúan provocando numerosas víctimas entre la población civil. Mientras aseguro mi oración por los que sufren, renuevo un apremiante llamamiento para que se retomen los intento de  diálogo y se ponga fin y toda hostilidad”.
Y ahora seguimos en compañía. (Han salido los dos niños de Acción Católica)
Queridos hermanos y hermanas:
hoy se celebra la Jornada mundial de los enfermos de lepra. Expreso mi cercanía a todas las personas que sufren esta enfermedad, como también a los que les cuidan, a quien lucha para eliminar las causas del contagio, es decir, condiciones de vida no dignas del hombre. ¡Renovamos el compromiso solidario para estos hermanos y hermanas!
Os saludo con afecto a todos vosotros, queridos peregrinos venidos de distintas parroquias de Italia y de otros países, como también las asociaciones y los grupos escolares.
En particular, saludo a la comunidad filipina de Roma. Queridos, el pueblo filipino es maravilloso, por su fe fuerte y alegre. El Señor os sostenga siempre también a vosotros que vivís lejos de la patria. ¡Muchas gracias por vuestro testimonio! Y muchas gracias por todo el bien que hacéis aquí, porque vosotros sembrais la fe aquí, dais un bonito testimonio de fe. Muchas gracias.
Saludo a los estudiantes de Cuenca, Villafranca de los Barros y Badajoz (España), los grupos parroquiales de las Islas Baleares y las jóvenes de Panamá. Saludo a los fieles de Catania Diamante, Delianuova y Crespano del Grappa.
Me dirijo ahora a los jóvenes y a las jóvenes de la Acción Católica de Roma. Queridos jóvenes, también este año, acompañados por el cardenal Vicario y monseñor Mansueto, habéis venido muchos al finalizar vuestra “Caravana de la Paz”. Os doy las gracias y os animo a proseguir con alegría el camino cristiano, llevando a todos la paz de Jesús. Ahora escuchamos el mensaje que leerán vuestros amigos, aquí junto a mí.
(Mensaje de la joven)
Y esos globos que quieren decir ‘paz’.

¡Gracias, jóvenes! A todos os deseo un feliz domingo y buen almuerzo. Por favor, por favor, rezad por mí. ¡Hasta pronto! 

domingo, 25 de enero de 2015

25enero: Domingo de llamadas

Domingo 3ºB, del Tiempo Ordinario
          Domingo de llamadas. Primera llamada, la de Dios a Jonás (Jo 3,1-5, 10) como profeta elegido por Dios para llevar un mensaje. Y llamada de Jonás a Nínive: en 40 días Nínive será destruida por su mala vida. Llamada de advertencia, que es llamada de quien amenaza para que no tenga que hacerse realidad esa amenaza. Y de hecho Nínive se convierte y no es destruida.
          En el Evangelio (Mc 1, 14-20), llamada de Jesús a cuatro hombres: Andrés y Simón, Santiago y Juan. Llamada para estar con Jesús: VENID CONMIGO. Y llamada para una misión: ser pescadores de hombres. Y todo eso porque está cerca el Reino de Dios y hay que convertirse. Por tanto: llamada personal y llamada misionera, como la de Jonás.

          Hoy celebramos el día de la Infancia misionera, un momento en el que los niños de países desarrollados deben tomar conciencia de niños que viven y se forman  cristianamente en países muy lejanos.
          Estudia la Psicología Evolutiva que el niño tiene su período para captar e interiorizar este aspecto de apertura y sensibilidad hacia esos niños que viven o sobreviven en lugares donde no tienen ni lo necesario. El niño del primer mundo tiene su momento de captar ese hecho como algo que le incumbe a él. Y este día de la Infancia misionera debe llevar a los padres y familiares y educadores a poner al niño en contacto con esa otra realidad, tanto más desfavorecida de los niños en lugares de misión. No precisamente de las aventuras misioneras de otros tiempos sino de la realidad más seria y más cruda que llevan quienes tienen menos posibilidades. Y aun así viven su fe y sus prácticas religiosas con constancia y hasta con esfuerzo y heroísmo.
          Estamos celebrando confortablemente la Eucaristía. A miles de kilómetros, se celebra la misma Eucaristía, se acerca a todos el Reino de Dios, y Dios sigue llamando. Vamos a recibir al mismo Cristo los que estamos aquí y los que viven allá. El sentido de la llamada para convertirse, para ser pescadores de hombres, PARA ESTAR CON JESÚS, es el mismo. Las respuestas las hemos de buscar dentro cada uno.

          Y a eso nos ayuda la 2ª lectura. En el momento que Pablo escribe lo que hemos escuchado, está equivocado. Se corregirá muy pronto de ese error, que daba por inmediato el fin del mundo. La lección sigue siendo válida: vivamos con toda la fuerza EL MOMENTO PRESENTE y no nos perdamos en lo que fue o en lo que será: los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran… Invita a una línea de profundidad en lo substancial, en una seriedad de lo que es vivir el HOY con todas sus consecuencias. AYER ya pasó. MAÑANA no ha llegado, ni nos lo podemos prometer. Pero lo que HOY tenemos entre manos es para tomárselo muy en serio, porque es lo que verdaderamente tenemos a la mano y en lo que podemos dar una respuesta a Dios, y un servicio concreto al hermano cercano que nos necesita. ES TAMBIÉN UNA FORMA CONCRETA DE LLAMADA en medio de las diversas llamadas de este domingo.

sábado, 24 de enero de 2015

24 enero: Jesucristo..., ¡MÁS!

¡Cuánto más JESÚS!
          La lectura de Hb.9,2-3, 11-14, continúa la contraposición de ayer: de la antigua alianza a la nueva hay un salto total.  En la alianza antigua el sacerdote ofrecía en el Santuario hecho por hombres. En la nueva alianza es Cristo quien ofrece como Sumo Sacerdote que no es de origen humano. Y en el rito antiguo se ofrecía a Dios  la sangre de animales (sangre que quería ser representativa de la donación de la propia vida de los oferentes). Y ya tenía –por decisión de Dios-, un sentido externo purificador.. ¡Cuánto más la Sangre de Jesús, que se ofrece como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas!
          El breve evangelio que sigue (Mc.3, 20-21) puede tomarse muy de corrida o puede suscitarnos una honda reflexión. La vida de Jesús no lleva una trayectoria normal. Ni por sus obras ni por su oposición a la “práctica religiosa tradicional”, que le está atrayendo la aversión de los mentores religiosos: los fariseos.
          Llega a oídos de familiares, que se creen en la obligación de venir a retirar a Jesús de “aquel juego peligroso”. Y se presentan a Jesús para llevárselo con ellos y que quede recluido en su aldea de Nazaret. Porque el modo de vivir y actuar es de alguien que no está en su sano juicio. Se cumple al pie de la letra lo que un día dijo Jesús en Nazaret: un profeta no es recibido en su tierra ni entre sus familiares.
          Analicemos a esos familiares: indiscutiblemente hay que pensar que vienen de buena fe, y convencidos de que a  Jesús se le ha subido a la cabeza un creerse mesías, y está rompiendo por medio, enfrentándose a los mismos maestros religiosos. Eso le va a traer a Jesús muchos problemas, piensan ellos, y lo mejor es llevárselo y ponerlo a salvo en su Nazaret.
          Pensando en esos familiares, están ellos asentados sobre la fe de Israel (o la forma de fe que se ha ido desarrollando en el pueblo a través de las enseñanzas farisaicas). Lo que no han sabido ha sido ponerse en otra tesitura: “¿Será posible que Jesús haya sido designado Mesías de Dios?” ¿Habrá otra realidad que ellos  desconocen? Como es tan difícil dudar de uno mismo, aquellos deudos de Jesús no han dudado nada antes de venir a Jesús para retirarlo de la “vida” que lleva. La solución es “reducir a Jesús” y no la de “ellos crecer”.
          Y veo que esa situación fue –en general- la que acabó dominando en el conjunto de aquel pueblo, porque cuando llegó la pasión, allí no estuvieron las masas de los seguidores, las muchedumbres que lo apretujaban, los miles del desierto…
          Y me hace pensar. Porque la tentación de la sordina es muy sutil y puede inficionar, y que “todo lo que Jesús dice y hace está muy bien dicho y hecho y nos sirve mucho para orar”. PERO… y ahí puede entrar ya la dinámica de los “parientes”…: Jesús ha ido muy lejos…, el evangelio  es muy difícil…, yo no pretendo ser santo…, “el evangelio no se entiende”… Vamos, pues, a recluir a Jesús, y vamos nosotros a vivir nuestra vida de “buenas personas que no hacen daño a nadie y dan una limosna a los pobres, y rezan el Santo Rosario”.
          ¿Eran tan “extraños” los familiares?
          El hecho central –no se explicita pero queda patente- es que Jesús no se fue con ellos. Si intentó explicarles algo, caería en saco roto…, o dejaría una semilla para que fuera haciendo su efecto… Sencillamente los despidió con buenas formas… O tuvo que ponerse serio con ellos porque –en el fondo- eran “la tentación del desierto” que prefería un mesías que convertía las piedras en panes para la ventaja de ese falso mesías…

          ¡Qué trabajo cuesta dar el salto a la verdadera NUEVA ALIANZA!

ZENIT: La confesión no es la tintorería

la confesión no es la tintorerí­a que te quita la mancha
En la homilí­a de este viernes, el Santo Padre recuerda que Dios perdona todo, siempre y después hace fiesta
 23 de enero de 2015 (Zenit.org) - El santo padre Francisco, en la homilía matutina de Santa Marta, ha recordado que la confesión no es un ‘juicio’ sino un ‘encuentro’ con Dios que perdona y olvida cada pecado a la persona que no se cansa de pedir su misericordia.
De este modo, el Papa ha recordado que el trabajo de Dios es un trabajo bonito: reconciliar. Porque “nuestro Dios perdona” cualquier pecado, lo perdona siempre y hace fiesta cuando uno le pide perdón y olvida todo. Así, Francisco ha reflexionado sobre el pasaje de Pablo a los hebreos, en el que el apóstol habla de la “nueva alianza” establecida por Dios con su pueblo elegido.
El Dios que reconcilia elige mandar a Jesús para establecer un nuevo pacto con la humanidad y el pilar de este pacto es fundamentalmente uno: el perdón. De este modo, Francisco ha explicado que este perdón que tiene muchas características. “¡Dios perdona siempre! No se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar”, ha recordado en la homilía. Y añade: “si tú has vivido una vida de muchos pecados, de muchas cosas feas, al final, algo arrepentido, pides perdón, ¡te perdona enseguida! Él perdona siempre”.
Por otro lado ha explicado el “cuánto” Dios está dispuesto a perdonar. Por eso, el Pontífice ha indicado que “basta arrepentirse y pedir perdón”, “no se debe pagar nada”, porque “Cristo ya ha pagado por nosotros”. A propósito de esto, ha recordado que el ejemplo es el hijo pródigo, que arrepentido prepara un discurso para su padre y éste ni siquiera le deja hablar, le abraza y le tiene consigo.
“No hay pecado que Él no perdona. Él perdona todo. ‘Pero, padre, yo no voy a confesarme porque he hecho tantas cosas feas, tantas feas, tantas de esas que no tendré perdón...’ No. No es verdad. Perdona todo. Si tú vas arrepentido, perdona todo. Cuando… eh, ¡muchas veces no te deja hablar! Tú comienzas a pedir perdón y Él te hace sentir la alegría del perdón antes de que hayas terminado de decir todo”.
Por otro lado, Francisco ha recordado que cuando Dios perdona “hace fiesta”. Y finalmente “olvida”, porque lo que le importa a Dios es “encontrarse con nosotros”.
A este punto, el Santo Padre ha sugerido un examen de conciencia a los sacerdotes dentro del confesionario. “¿Estoy dispuesto a perdonar todo?”, “¿a olvidarme los pecados de esa person?”. Porque la confesión --ha observado el Pontífice-- más que un juicio es un encuentro.

Y ha concluido así: “muchas veces las confesiones parecen una práctica, una formalidad: ‘pum, pum, pum, pum, pum.. pum, pum.. Y te vas’ ¡Todo mecánico! ¡No! ¿Y el encuentro dónde está? El encuentro con el Señor que reconcilia. Y este es nuestros  Dios, tan bueno. También debemos enseñar: que aprendan nuestros niños, nuestros jóvenes a confesarse bien, porque ir a confesarse no es ir a la tintorería para que te quiten la mancha. ¡No! Es ir a encontrarse con el Padre, que reconcilia, que perdona y que hace fiesta”.

viernes, 23 de enero de 2015

23 enero: Palabras de ayer y para hoy

Dos lecturas trascendentales
          La primera, Hb. 8,6-13, partiendo ya del sumo sacerdocio de Jesucristo, Mediador de una Alianza nueva, y muy superior a la antigua. La antigua tuvo su momento y su valor, pero no fue definitiva, porque vuestros padres fueron infieles a mi alianza cuando Yo les tendí la mano para sacarlos de Egipto.
          Por eso mi nueva alianza la pondré en sus mentes y en sus corazones. No será escrita sobre tablas de piedra, que le entregué a Moisés, sino en el propio corazón de un pueblo nuevo, de modo que ya no tendrá uno que enseñar a su hermano, porque todos me conocerán del mayor al menor. Perdonaré sus delitos.
          Concluye la lectura de hoy haciendo ver que al ser alianza nueva, ha quedado ya abolida la antigua. Lo cual tiene mucho que ver con aquello del vino nuevo en odres nuevos. “Quedó anticuado lo anterior”, dice Hebreos. Se hace viejo y está a punto de desparecer.
          No es mera literatura, ni mero sermón. Es de un valor concreto muy fuerte, porque nos lleva a la reflexión personal de nuestra respuesta también nueva, que va dejando anticuada una forma y va dando paso a otra nueva. Esa que nadie tiene que venir a dárnosla masticada sino que requiere de mucha reflexión e interiorización personal. “No tiene que decir un hermano a otro: ¡Conoce al Señor!”, porque estará en el corazón de cada persona el secreto de su respuesta. Aunque eso requiere de mucho entrar uno dentro de sí mismo. Y bien a sabiendas que no es fácil ni cómodo. Pero es camino indispensable para vivir esa Alianza nueva, que está muy por encima de las “celebraciones externas”. Por eso digo que es lectura trascendental, porque va más allá de una fórmula, de una práctica, de un estilo adquirido. Está en permanente “movimiento”, en constante llamada al corazón de la persona.
          Y si nos vamos al Evangelio de San Marcos (3, 13-19) nos metemos en otro huerto de proyecciones incalculables. Jesús sube a la montaña, llama a los que quiso, a doce, para que estuvieran con Él, para enviarlos a predicar y para echar demonios. Eso puede leerse de corrida y saberse de memoria. O levantar una serie de llamadas al alma de cada uno de nosotros:
          Llevados a la montaña…, a otra altura, fuera del “llano” de nuestra vulgaridad. Los que Él quiso: llamados porque quiere llamarnos, porque es su voluntad que estemos con Él. Y los doce elegidos igualmente para enviarlos a lanzar demonios. Nuestra  misión es lanzar de nosotros los diversos modos de engaño –a veces sutil-, y las diversas maneras de “esclavitudes del YO”, por donde  vamos camuflando bajo muchas capas de explicaciones y justificaciones la verdad última e íntima de nuestra voluntad (o nuestra veleidad).
          Los doce igualmente elegidos. Lo mismo Simón que Juan, que Natanael (Bartolomé) o que Judas Iscariote. Para Jesús no ha habido diferencia: los doce para estar con Él, para predicar, para lanzar demonios. Y eso nos toca que asimilarlo totalmente sin la menor reticencia, ni influencias en otro sentido. Espació la semilla igual para los doce.
          Luego viene la libertad humana, la respuesta a los talentos recibidos, el corazón que se deja atraer por Jesús y el que considera dura su palabra. Y eso está ahí no como mera referencia histórica. TRASCIENDE. Porque un Agustín pasó de herético a paladín de la Iglesia, y un Ignacio de Loyola de soldado pecador a un enamorado de Jesucristo. Y Lutero o Enrique VIII pasaron de ser defensores de la Iglesia a volverse contra ella y desgarrar la túnica de Cristo. Y todos tuvieron delante al mismo Cristo, la misma llamada, el mismo querer de elección por parte de Jesús.

          ¿Se ha acabado en la lista de los apóstoles o en la historia de la iglesia esa diferencia de respuestas?

jueves, 22 de enero de 2015

EL PAPA SORPRENDIDO

BAJO ESTA ACLARACIÓN, que creo oportuno transcribir, está la homilía del Papa en Santa Marta.


El Papa sorprendido por la descontextualización de sus palabras
Las explica el sustituto de la Secretaría de Estado, Mons. Angelo Becciu, en una entrevista
 22 de enero de 2015 (Zenit.org) - El sustituto de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, Mons. Angelo Becciu, ha dicho este jueves que el papa Francisco está sorprendido porque sus declaraciones en el vuelo de regreso a Roma sobre la apertura a la vida, la paternidad responsable y el tesoro de tener un hijo fueran descontextualizadas por la mayoría de medios de comunicación. 
El arzobispo, uno de los más estrechos colaboradores del Pontífice argentino, le acompañaba en el viaje a Sri Lanka y Filipinas y estaba presente en la rueda de prensa durante el vuelo de vuelta de Manila a Roma. Así que, escuchó personalmente las preguntas de los periodistas y las respuestas del Santo Padre. Por ese motivo, Mons. Becciu ha podido reconstruir el sentido auténtico de las palabras del papa Francisco en una entrevista con el diario italiano Avvenire. 
Tras preguntarle si el Pontífice argentino se sintió identificado con la interpretación mayoritaria que los medios dieron a las declaraciones en las que decía que para ser un buen católico no es necesario tener hijos como conejos, el arzobispo italiano ha señalado que "al ver los titulares de los periódicos, el Santo Padre, con quien hablé ayer, sonrió y dijo que se había sorprendido un poco por el hecho de que esas palabras, que fueron voluntariamente sencillas, no hubieran sido completamente contextualizadas, respecto a una cita clarísima de la Humanae Vitae sobre la paternidad responsable".
"El Papa Francisco es un gran admirador de Pablo VI, así lo ha manifestado en varias ocasiones. Ha sido él quien lo ha beatificado y en Filipinas, hace pocos días, contemplando una nación tan joven, ha querido subrayar que la postura mantenida en 1968 por Pablo VI fue profética", ha destacado.
Además, ha explicado que el Santo Padre al hablar de tres hijos por matrimonio en absoluto habría querido indicar un número cerrado: "Con el número tres se refirió únicamente al número mínimo que los sociólogos y demógrafos indican que asegura la estabilidad de la población. De ningún modo el Papa quería decir que ese sea el número correcto de hijos para todos los matrimonios". Ya que, ha proseguido, "cada matrimonio cristiano, a la luz de la gracia, está llamada a discernir, según una serie de circunstancias humanas y divinas cuál es el número de hijos que debe tener".

Por último,el sustituto de la Secretaría de Estado ha reconocido que "el Papa está realmente disgustado de que se haya creado semejante desconcierto. Él no quería de ninguna manera menospreciar la belleza y el valor de las familias numerosas". "En la Audiencia General, ha afirmado que la vida es siempre un bien y que tener muchos hijos es un don de Dios por el que hay que darle gracias", ha concluido.