lunes, 31 de marzo de 2014

ZENIT, 31 marzo: En Santa Marta

31 de marzo de 2014 (Zenit.org) - No vagabundear por la vida, incluida la del espíritu, sino ir directamente a la meta de un cristiano significa seguir las promesas de Dios, que nunca decepcionan. Ésta es la enseñanza que el papa Francisco ha extraído de las lecturas de hoy, y que el Pontífice ha explicado en su homilía de la misa celebrada esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. 
Hay cristianos que se fían de las promesas de Dios y las siguen a lo largo de la vida. Hay otros cuya vida de fe se estanca y hay otros aún convencidos de progresar y que, en cambio, hacen sólo “turismo existencial”. El Papa ha hecho una distinción acerca de tres tipos de creyentes, que tienen el común denominador de saber que la vida cristiana es un itinerario, pero que son divergentes en el modo de recorrerlo o no recorrerlo de ninguna manera. 
Ante todo, inspirándose en el pasaje de Isaías de la primera Lectura, Francisco ha explicado que Dios siempre “antes de pedir algo, promete”. Y ha añadido que su promesa es la de una vida nueva y la de una vida de “alegría”. Aquí, ha dicho, está “el fundamento principal de la virtud de la esperanza: confiar en las promesas de Dios” –sabiendo que Él jamás “decepciona”– puesto que la esencia de la vida cristiana es “caminar hacia las promesas”. Mientras después también están los cristianos que tienen “la tentación de detenerse”:
“¡Tantos cristianos parados! Tenemos tantos detrás que tienen una esperanza débil. Sí creen que existe el Cielo y que todo irá bien. Está bien que lo crean, ¡pero no lo buscan! Cumplen los mandamientos, los preceptos: todo, todo… Pero están parados. El Señor no puede hacer de ellos levadura en su pueblo, porque no caminan. Y esto es un problema: los parados. Después hay otros entre ellos y nosotros, que se equivocan de camino: todos nosotros algunas veces nos hemos equivocado de camino, esto lo sabemos. El problema no es equivocarse de camino; el problema es no regresar cuando uno se da cuenta de haberse equivocado”.

El modelo de quien cree y sigue lo que la fe le indica es el funcionario del rey descrito en el Evangelio, que pide a Jesús la curación de un hijo enfermo y no duda un instante en ponerse en camino hacia casa cuando el Maestro le asegura que la ha obtenido. Opuesto a este hombre, ha afirmado el santo Padre, es quizás, el grupo “más peligroso”, en el que están aquellos que “se engañan a sí mismos: los que caminan pero no hacen camino”:
“Son los cristianos errantes: dan vueltas, y vueltas, como si la vida fuera un turismo existencial, sin meta, sin tomar las promesas en serio. Aquellos que dan vueltas y se engañan, porque dicen: ‘¡Yo camino!’. No, tú no caminas: tú das vueltas. Los errantes… En cambio, el Señor nos pide que no nos paremos, que no nos equivoquemos de camino y que no demos vueltas por la vida. Dar vueltas por la vida... Nos pide que miremos las promesas, que vayamos adelante con las promesas como ese hombre, como ese hombre: ¡ese hombre creyó en la palabra de Jesús! La fe nos pone en camino hacia las promesas. La fe en las promesas de Dios”.

“Nuestra condición de pecadores hace que nos equivoquemos de camino”, ha reconocido el Pontífice, si bien ha asegurado que: “El Señor nos da siempre la gracia de volver”:

“La Cuaresma es un tiempo hermoso para pensar si estoy en camino o si estoy demasiado quieto: conviértete. O si me he equivocado de camino: pero ve a confesarte y retoma el camino. O si soy un turista teologal, uno de estos que hacen pasean por la vida pero jamás dan un paso hacia adelante. Y pido al Señor la gracia de retomar el camino, de ponerme en camino, pero hacia las promesas”.

31 marzo: HACIA UNA NUEVA TIERRA

Un mundo nuevo
             ¡Si de pronto vinieran a anunciarnos los dirigentes del mundo que se comprometían todos a establecer un nuevo orden de cosas, por el que se iba a establecer en las naciones un auténtico orden, basado en la justicia, el respeto, la atención a todos y con preferencia a los más necesitados!, íbamos a sentir un inmenso gozo.
             No son los jefes de las naciones quienes pueden anunciarlo, pero Dios sí: y la 1ª lectura de hoy (Is. 65, 17-21) es esa proclama de Dios: Mirad que voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; de lo pasado no habrá recuerdo, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear. Y de hecho un mundo nuevo existe desde que Jesús llegó a nuestra tierra. No es que las injusticias humanas no existan, sino que “tienen fecha de caducidad”. Porque a ese mundo donde amenaza cada día la muerte, Jesús dice –como a aquel funcionario-: Anda; tu hijo está curado. Y aunque el hombre aquel no ha visto aún nada, cree y se va seguro de aquella palabra de Jesús. Y en efecto podrá comprobar que la palabra que Jesús le dijo, se cumplió en el mismo instante que la dijo. El mundo nuevo era posible.

             Estamos “viviendo dentro del Corazón de Cristo” para sentir con Cristo sus mismos sentimientos. Jesús acaba de escuchar la sentencia: no sólo sentencia a muerte, sino muerte por blasfemo. Ya es tremendo sentir que su vida está es el principio del fin, cuando se tiene una edad y unas ganas inmensas de seguir proclamando la vida, la nueva vida que sustituye a la muerte. Duro era saber que las cosas se habían desarrollado de manera que tendía que morir, y muy duro saber que está ya enfrentado al final de si vida. Vivido esto en lo hondo del alma es una auténtica pesadilla.
             Y experimentarlo como condena por blasfemo es ya lo más duro que podía sentir Jesús sobre sí, cuando Él vivió siempre para dar gloria a Dios, y cuando hizo y dijo fue siempre para que el nombre de Dios fuera glorificado. Cuando, en verdad, su misma lucha con los fariseos fue para dejar en su sitio al Dios de Israel, frente a las manipulaciones interesadas de las costumbres farisaicas, que habían ridiculizado a Dios con todas las minucias que habían ido cargando sobre los hombros del pueblo…, mientras ellos ni las rozaban con el dedo meñique… Aquella acusación fue una losa que aturde e hiere.
             Por eso, mientras iba conducido hacia Pilato, apenas estaba dándose cuenta de sus pasos, ni de los mismos comentarios que hacían entre sí los ancianos y los criados que le custodiaban en su caminar.
             Y llegaron al Pretorio. Muy comedidos y “fieles cumplidores”, los sacerdotes y ancianos no entraron en el Pretorio, por ser “terreno profano”, y ellos –tan probos- no podían contaminarse porque estaba encima la Pascua, y había que comer el cordero… Para lo que no tenían escrúpulo era para traer a Jesús con la sentencia dada y –en la intención de ellos- que solamente necesitaban el visto bueno de Pilato.
             Pero Pilato no entró por ahí. Sea que –en la pugna entre los poderes religioso y civil-, Pilato estaba muy humillado; sea que Pilato quiso ser verdaderamente juez que estudia un caso antes de dar sentencia, el hecho –inesperado por los sacerdotes- fue que Pilato pidió saber la causa de aquella condena: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Era lo propio de un buen juez. Y Jesus debió sentir alivio, y pensó que Pilato –al menos- se tomaba en serio emitir un juicio.
             Saltó la chispa, porque los sacerdotes se sintieron ofendidos. O contraatacaron con un exabrupto para amedrentar al presidente. Y dijeron: si no fuera un malhechor, no te lo habríamos traído. Jesús escucha ahora una acusación nueva…: la de malhechor… Y en el silencio dolorido de su alma, no pudo menos que resonar como un trueno rodado aquella acusación. Jesús había curado, liberado, sembró el bien por donde pasó… Y ahora es acusado de malhechor. Y si mucho le dolía, más hiriente le resultaba la mentira y la manipulación de aquellos hombres. Porque la acusación de “blasfemo” no podía decirle nada al romano. Sí, por el contrario, si era acusado de alterador, malhechor, mala persona civilmente. Así estaba la vida falsa de aquellos hombres, que fluctuaban irresponsablemente, sin más fin que acabar con Él mismo. Y así, todo valía.
             La verdad es que Pilato les había tocado en su amor propio…, en su soberbia de casta, en su nacionalismo exacerbado… Y Jesús se veía allí como moneda de cambio de aquellas tensiones políticas. Y la cosa quedaba cada vez más clara cuando la conversación está subiendo el tono y las formas, y Pilato les cocea a los judíos con una indirecta humillante: Pues tomadlo vosotros y juzgadlo conforme a vuestra ley, ya que vuestra ey permite condenar sin revisar la causa… Jesucristo, en medio. Vergonzosamente en medio… Porque empezaba a dirimirse no su causa sino las propias hostilidades entre los brazos religioso y civil…, judío y romano.

             Los acusadores hubieron de amainar, porque de la otra manera no sacarían su propósito adelante. Y se tragaron su soberbia y volvieron a presentar acusación: ahora era que Jesús se hacía pasar por mesías-rey y que prohibía pagar el tributo al César…

domingo, 30 de marzo de 2014

ZENIT: Ángelus del Papa

30 de marzo de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre ha rezado esta mañana el ángelus, como cada domingo, desde la ventana del estudio en el Palacio Apostólico Vaticano junto con los numerosos fieles reunidos en la plaza de San Pedro:
Publicamos a continuación la reflexión del Papa, previa a la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas,
el Evangelio de hoy nos presenta el episodio del hombre ciego de nacimiento, al cual Jesús dona la vista. El largo pasaje, es largo, se abre con un ciego que comienza a ver y se cierra -curioso esto- con los presuntos videntes que continúan a permanecer ciegos en el alma. El milagro es narrado por Juan en apenas dos versos, porque el evangelista quiere atraer la atención no sobre el milagro en sí, sino sobre lo que sucede después, sobre las discusiones que suscita. También sobre los chismeríos, muchas veces una obra buena, una obra de caridad, suscita chismeríos, discusiones, porque hay algunos que no quieren ver la verdad. El evangelista Juan quiere llamar la tentación sobre esto que sucede también en nuestros días cuando se hace una obra buena.
El ciego sanado es primero interrogado por la multitud sorprendida, han visto el milagro y le preguntan. Después por los doctores de la ley y estos interrogan también a sus padres. Al final el ciego sanado llega a la fe, y esta es la gracia más grande que le hace Jesús: no solo ver, sino conocerle, que es "la luz del mundo" (Jn, 9,5).
Mientras el ciego se acerca gradualmente a la luz, los doctores de la ley al contrario; se hunden cada vez más profundamente en la ceguera interior. Cerrados en su presunción, creen tener ya la luz; por esto no se abren a la verdad de Jesús. Hacen de todo para negar la evidencia. Ponen en duda la identidad del hombre sanado, después niegan la acción de Dios en la sanación, toman como escusa que Dios no cura el sábado; llegan incluso a dudar que el hombre hubiera nacido ciego. Su clausura a la luz se vuelve agresiva y acaba con la expulsión del templo del hombre sanado, expulsado del templo.
El camino del ciego sin embargo es un recorrido a etapas, que comienza en el conocimiento del nombre de Jesús. No conoce a otro que Él, de hecho dice: "El hombre que se llama Jesús me puso barro en los ojos" (v.11). A continuación de las preguntas apremiantes de los doctores, lo considera primero un profeta (v. 17) y después un hombre cerca de Dios (v. 31). Después que fuera alejado del templo, excluido de la sociedad, Jesús lo encuentra de nuevo y le "abre los ojos" por segunda vez, revelándole la propia identidad. "Yo soy el Mesías", le dice. A este punto el que había sido ciego exclama: "¡Creo, Señor! (v. 38), y se postra delante del Señor.  Pero esto es un fragmento del Evangelio que hace ver el drama de la ceguera interior de tanta gente, también la nuestra, porque nosotros a veces tenemos momentos de ceguera interior.
Nuestra vida a veces es parecida a la del ciego que se ha abierto a la luz, a Dios y a su gracia. A veces lamentablemente es un poco como la de los doctores de la ley: desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los otros, ¡e incluso al Señor! Hoy, somos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto en nuestra vida, para eliminar los comportamientos que no son cristianos; todos nosotros somos cristianos, pero todos nosotros, todos,tenemos comportamientos algunas veces no cristianos. Comportamientos que son pecados, y debemos arrepentirnos de esto. Y eliminar este comportamiento para caminar decididamente sobre la vía de la santidad que tiene su origen en el Bautismo. Y en el Bautismo hemos sido "iluminados" para que, como nos recuerda san Pablo, podamos comportarnos como "hijos de la luz" (Ef 5, 8), con humildad, paciencia y misericordia. Estos doctores de la ley no tenían ni humildad, ni paciencia, ni misericordia. Yo os sugiero hoy, cuando volváis a casa, tomar el Evangelio de Juan, leed el pasaje del capítulo 9, que es este. Os hará bien porque así veis este camino de la ceguera a la luz, y el otro camino malo hacia una ceguera más profunda. Y preguntémonos cómo es nuestro corazón, ¿cómo es mi corazón? ¿cómo es tu corazón? ¿Yo tengo un corazón abierto o un corazón cerrado? ¿Abierto o cerrado hacia Dios? ¿Abierto o cerrado hacia el prójimo? Siempre tenemos en nosotros alguna clausura que nace del pecado, nacida de las equivocaciones, de los errores. No tengamos miedo, no tengamos miedo. Abrámonos a luz del Señor, Él nos espera siempre, Él nos espera siempre para hacernos ver mejor, para darnos más luz, para perdonarnos. No olvidéis esto. Él nos espera siempre.
A la Virgen María confiamos el camino de la cuaresma, para que también nosotros, como el ciego curado, con la gracia de Cristo podamos "venir a la luz", renacer a la vida nueva.
Tras la oración del ángelus el Santo Padre ha realizado los saludos:
Saludo cordialmente a las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones y los fieles particulares procedentes de Italia y de tantos países, en particular a los de Ponferrada y Valladolid; los estudiantes y los profesores de los colegios de Murcia, Castelfranco de Córdoba y Laganés; los alumnos de los colegios de París y los emigrantes portugueses de Londres.
Saludo al Movimiento Juvenil Lasalliano, el grupo "Jóvenes, arte y fe de Santa Paola Frassinetti", los universitarios de Venecia.
Dirijo un saludo particular a los militares italianos que han realizado un peregrinaje a pie desde Loreto a Roma, rezando por la pacífica y justa resolución de las controversias.  Y esto es muy bonito, Jesús en las bienaventuranzas dice que son bienaventurados aquellos que trabajan por la paz.
Un pensamiento va a los grupos de fieles de Potenza, Atella, Sulmona, Lomagna, Conegliano, Locara, Nápoles, Afragola, Ercolano y Torre del Greco; a los jóvenes de confirmación de Gardone Valtrompia, Ostia, Reggio Emilia, Fane, Serramazzoni y Parma; a los estudiantes de Massa Carrara y Génova-Pegli.
Saludo finalmente a la Coral de Brembo, la Polisportiva Laurentino de Roma, los motoristas de Terni-Narni; los representantes del WWF-Italia, animándoles en su compromiso a favor del ambiente.
Y no olvidéis hoy en casa tomar el Evangelio de Juan, capítulo 9 y leer esta historia del ciego que se ha convertido en vidente y de los presuntos videntes que han caído más en su ceguera. Capítulo 9 del Evangelio de Juan.

A todos os deseo feliz domingo y buena comida. ¡Hasta la vista!

La fe como implicación personal

LUZ Y FE.  4º A Cuaresma
             Un mensaje queda claro por encima de los detalles, amplios detalles, de estas Lecturas del 4º domingo A de Cuaresma. Y el mensaje esta sintetizado en las dos palabras que enuncian esta reflexión: LUZ Y FE.
             Samuel [1Sam 1, 6-7, 10-13) sale, encargado por Dios, a buscar y ungir al que ha de ser nuevo rey de Israel. Llega al destino, una familia con siete hijos. Seis están presentes y Samuel, apenas los ve, piensa que allí está el que Dios quiere ungir rey, pues la presencia delata la dignidad y porte que tienen. Sin embargo no tiene Samuel el impulso interior de Dios para que sea alguno de ellos sobre quine derrame el aceite de la unción. Samuel queda extrañado y pregunta al padre de familia si no quedan más… Y con cierta displicencia responde el padre que queda uno que está en el campo con el rebaño. Samuel lo manda llamar y, en cuanto aparece, siente el profeta la inspiración interior de que ESE ES.
             No ha sido ni el más apuesto, ni el mejor considerado. Pero es sobre el que Samuel recibe esa luz que lo señala desde arriba.
             En el Evangelio, (Jn 9), Jesús se encuentra con un ciego de nacimiento. Jesús declara que mientras es de día tiene que hacer las obras del que le ha enviado. El tema de la luz vuelve a aparecer, porque Jesús –aun arriesgando ahora, porque es sábado- va a actuar dando luz a los ojos de un ciego de nacimiento, o lo que es igual; para que también el ciego tenga luz.
             Pero esta vez va a actuar Jesús de muy diverso modo a otras veces. Esta vez él toma la iniciativa; no pregunta al ciego, no le devuelve la vista sin más… Jesús –que camina en la luz y quiere iluminar las mismas tinieblas el mundo esclavizador de los fariseos- hace barro (con su propia saliva), unta los ojos del ciego; y si ahora quiere el ciego, también él se ha de implicar en el riesgo de actuar frente a las normativas farisaicas del sábado: ha de ir a lavarse  al piscina.
             Se está jugando con los conceptos paralelos de oscuridad/ceguera y luz/visión. Y más todavía: con la Luz/fe. Y eso requiere la implicación directa del sujeto que quiere ver. Porque si QUIERE, ha de superar los obstáculos y hasta la lucha abierta frente a un mundo hostil.
             El ciego va y se lava y encuentra que su fe le ha abierto un mundo insospechado. Tan inmenso y bueno es ver ahora la luz, los colores, los ríos y los montes y mares…, como insospechado es el mundo  diferente que se abre cuando vive uno la fe.
             Por eso la 2ª lectura -que está tomada de la cara de Pablo a los fieles de Éfeso-,  insiste en el mismo tema de la luz frente a las tinieblas. Las tinieblas vienen de un mundo que deja a un lado a Dios…, de lo que hay que avergonzarse cuando ya se ha conocido a Dios; la luz viene de actuar en la verdad y la justicia (=bondad), que es lo que dignifica, y lo que nos une a la obra de Cristo. Una vez más sale a relucir la luz cuando exhorta a despertar para poder ver la luz de Cristo.


             Cuaresma como LUZ, como paso necesario de tinieblas a luz, y paso que no viene solo, y en el que hay que implicarse, aun cuando a veces suponga un riesgo contra la propia tranquilidad. Pero o el ciego acepta el reto, o se queda ciego.

sábado, 29 de marzo de 2014

29 marzo: Negaciones de Pedro

La humildad que justifica
             Oseas es un profeta singular: casado con una prostituta que le ha traicionado, es el hombre que mejor puede expresar el sentimiento del esposo herido. Y pone el alma al contar lo hondo del Corazón de Dios (6, 1-6), y también lo hondo del corazón de la mujer infiel que tiene la humildad y el valor de regresar al marido burlado. Ella reconoce que había merecido sufrir por culpa de sus desatinos, pero más reconoce toda vía la fidelidad del esposo que puede recibirla, y así ver ambos el amanecer de un nuevo día. Tu misericordia es como nube mañanera, como rocío de madrugada.
             En el Evangelio (Lc 18, 9-14) Jesús dibuja los tipos tan diferentes del ser engreído que hasta para orar está poniendo por delante sus méritos, que más que orar, parece reclamar su premio…, y el otro hombre, que a lo lejos y sin atreverse a levantar los ojos simplemente suplica compasión porque soy un pobre pecador. Como la mujer de Oseas, no viene reclamando nada, ni se ve en condiciones de reclamar nada: sencillamente suplica misericordia. Éste salió como hombre justo perdonado. No el otro. Así concluyó Jesús la parábola. Que es la gran fuerza de ella, porque no es simple contar sino expresar el juicio que merece a los ojos de Jesús.

             Permitidme que eche marcha atrás. Porque me ha quedado sin entrar en algo muy fuerte de aquella noche… Durante la cena pasada, Simón no quiso aceptar el anuncio de Jesús: “esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres”. Simón protestó. Ni se le pasaba por la cabeza. En el Huerto tampoco se tomó como necesidad lo que Jesús les advirtió: la necesidad de orar para no caer en tentación… Y aún después del fracaso que ya ha vivido, todavía le pide a Juan que le consiga entrar en la casa del Pontífice a donde han conducido a Jesús. Estoy seguro que Juan lo quiso disuadir de esa osadía… Pero Pedro era terco y demasiado creído de sí mismo y porfió. Y Juan, contra su gusto, habló con algún conocido de aquella casa y le abrieron las puertas a Simón. Juan se marchó, mucho más prudente. Y Simón entró.
             Simón Pedro entraba ya escudriñando con la mirada por si podía ver a Jesús. En el centro del patio había un grupo de criados y criadas que se calentaban en corro alrededor de una lumbre. Lo más que pudo escuchar Pedro fue cierto barullo de voces y risotadas en alguna de las habitaciones contiguas. Él, que también tenía frío, se sentó entre aquellos que se calentaban, comentaban, reían… Y lo más natural es que saliera entre chanzas lo que se estaban divirtiendo aquellos de la habitación de al lado con ese hombre que habían apresado. Más tenso se ponía el discípulo. Simón, evidentemente, no reía… Buscaba, intentaba saber. Y con eso, y la tensión de sus músculos faciales, se delataba. Y una de las criadas dijo, sin más malicia: También tú estabas con Jesús el Nazareno. No había que ser un lince para descubrir en Simón que estaba ajeno al grupo de los que estaban al fuego. Pero Simón se apresuró a negarlo Ni sé ni entiendo lo que dices.
             Malo es saber uno mismo que se ha metido en la ratonera, y peor cuando el conjunto de aquellas personas son gentes incultas e imprudentes. Simón se había levantado del corro, se había ido hacia la puerta en ese movimiento nervioso del que se siente descubierto y pretende disimular. Y tan aturdido estaba que ni escuchó el canto aquel quiquiriquí de una gallo cercano. Pero en cuanto volvió Simón, la criada insistió: éste era de ellos, y un criado se reafirmó en ello. Y Pedro subió el tono de su respuesta y dijo: Hombre, no lo soy. Y a la mujer: No conozco a ese hombre. Coincidía esa palabra de Pedro con un silencio que se había hecho en aquella habitación donde se divertían… Pudo escucharse muy bien la voz nerviosa de Simón que se había quedado sola en el silencio de la noche.
             Lo malo fue cuando varios de los criados se le acercaron que habían participado del prendimiento y lo reconocieron: Verdaderamente que tu eres de ellos. Y para corroborar su afirmación, le dicen: tu habla galilea te delata. Entonces es cuando Pedro pierde ya toda la compostura y empieza a maldecir, a jurar, y a gritar con sus juramentos: yo no conozco a ese hombre de que me habláis. En ese instante, como si se conjurara contra él la propia mentira, el gallo canta por segunda vez, justamente cuando a Jesús lo conducían desde la sala cercana a la mazmorra que estaba al otro lado del patio. Pedro se quedó paralizado, primero… Destrozado, después. Y con la mirada de Jesús que se la había clavado en el alma, se fue hacia el portón y se salió afuera y comenzó a llorar amargamente. “Comenzó a llorar”…, que está expresando algo que le acompañó su vida: la traición que había hecho a su Maestro…; el dolor de su engreimiento, que ahora tenía que quedar humillado porque había llegado a lo peor que podía llegar… Y no era su propio dolor lo que más le destrozada. ¡Era aquella mirada dolida que Jesús había tenido cuando más enfrascado estaba él en su perjurio de no conocer a “ese hombre”!… No era fácil olvidar esa realidad.

             Jesús ya ha sido condenado por el tribunal, y lleva sobre sí la condena a muerte por blasfemo… Pero –con ser tan tremenda esa acusación, cuando Él vivió siempre para el honor y el amor hacia Dios-, lo que le tenía sangrando el corazón fueron aquellos gritos del pobre Simón…, y lo que Simón podía estar pasando en estos momentos.

ZENIT, 28 marzo: Homilía en día penitencial

28 de marzo de 2014 (Zenit.org) - En el periodo de Cuaresma la Iglesia, en nombre de Dios, renueva la llamada a la conversión. Es la llamada a cambiar de vida. Convertirse no es cuestión de un momento o de un periodo del año, es un compromiso que dura toda la vida. ¿Quién entre nosotros puede presumir de no ser pecador? Ninguno. Todos lo somos. Escribe el apóstol Juan: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad" (1Jn, 1, 8-9). Es esto lo que sucede también en esta celebración y en toda este jornada penitencial. La Palabra de Dios que hemos escuchado nos introduce en dos elementos esenciales de la vida cristiana.
El primero: Revestirnos del hombre nuevo. El hombre nuevo, "creado según Dios" (Ef 4, 24), nace en el Bautismo, donde se recibe la vida misma de Dios, que nos hace sus hijos y nos incorpora a Cristo y a su Iglesia. Esta vida nueva permite mirar a la realidad con ojos diferentes, sin estar distraído por las cosas que no cuentan y no pueden durar mucho, las cosas que terminan con el tiempo. Por esto estamos llamados a abandonar los comportamientos del pecado y fijar la mirada en lo esencial. Fijar la mirada en lo esencial. "El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene" (Gaudium et spes, 35). Fijar la mirada en lo esencial del mundo. Esta es la diferencia entre la vida deformada por el pecado y la iluminada por la gracia. Del corazón del hombre renovado según Dios provienen los comportamientos buenos: hablar siempre con verdad y evitar toda mentira; no robar, sino más bien compartir cuanto se posee con los otros, especialmente con quien más lo necesita; no ceder a la ira, al rencor y a la venganza, sino ser amables, buenos y preparados para perdonar; no caer en la maledicencia que estropea la buena fama de las personas, sino mirar más al lado positivo de cada uno.  Y esto es revestirse del hombre nuevo, con estas actitudes nuevas. 
El segundo elemento: Permanecer en el amor. El amor de Jesucristo dura siempre, nunca tendrá fin porque es la vida misma de Dios. Este amor vence al pecado y dona la fuerza de levantarse y comenzar de nuevo, porque con el perdón el corazón se renueva y rejuvenece. todos lo sabemos: nuestro Padre no se cansa nunca de amar y sus ojos no se cansan de mirar el camino a casa, para ver si el hijo que se ha ido y se ha perdido, vuelve. Podemos hablar de la esperanza de Dios. Nuestro Padre nos espera siempre. No solo nos deja la puerta abierta, nos espera, Él esta implicado en esto. Esperar a los hijos. Y este Padre no se cansa tampoco de amar al otro hijo que, aún permaneciendo siempre en casa con él, todavía no es partícipe de su misericordia, de su compasión. Dios no solo está en el origen del amor, sino en Jesucristo nos llama a imitar su misma forma de amar: "como yo os he amado así os améis también vosotros los unos a los otros" (Jn, 13, 34). En la medida en la que los cristianos viven este amor, se convierten en el mundo en discípulos creíbles de Cristo. El amor no puede soportar permanecer encerrado en uno mismo. Por su misma naturaleza está abierto, se difunde y es fecundo, genera siempre nuevo amor.

Queridos hermanos y hermanas, después de esta celebración, muchos de vosotros se harán misioneros para proponer a otros la experiencia de la reconciliación con Dios. "24 horas para el Señor" es la iniciativa a la que se han unido muchas diócesis de todas partes del mundo. A los que encontréis, podréis comunicar la alegría de recibir el perdón del Padre y reencontrar la amistad llena con Él. Y decirle que nuestro Padre nos espera, nuestro Padre nos perdona. Y es más, hace fiesta. Si tú vienes con toda tu vida, con muchos pecados, Él en vez de regañarte hace fiesta. Este es nuestro Padre. Y esto lo tenéis que decir vosotros, decírselo a mucha gente hoy. Quien experimenta la misericordia divina, es empujado a hacerse artífice de misericordia entre los últimos y los pobres. En estos "hermanos más pequeños" Jesús nos espera (cfr Mt 25,40), ¡vayamos a su encuentro! ¡Y celebremos la Pascua en la alegría de Dios!

viernes, 28 de marzo de 2014

28 marzo: Jesús cerró los ojos

Dos en uno
             De nuevo comenzarán las lecturas –[Os 14, 2-10]- con la consabida CONVERSIÓN. Y sin embargo el enfoque no es el de siempre. Sabe Dios los desvíos de nuestra vida, y ya ha puesto en dinamismo su infinita capacidad de perdón. Más aún: de acogida cordial, de bendición. Y se explayará en expresiones de amor, bajo las muchas figuras que un redactor oriental puede dejar escapar desde el fondo de sus sentimientos, precisamente cuando quiere traducir la suma ternura de Dios.
             En el Evangelio –Mc 12, 28-34- está el punto culminante de la CONVERSIÓN cuando la persona es convocada a llevar grabada en su misma frente (su parte más noble): amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser…, esa singular belleza de expresión también oriental, que en vez de utilizar palabras, describe detalle a detalle. Un occidental dice en dos palabras lo mismo: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Y en ello expresa todo. Pero el “desglose” del precepto original va recalcando y explicitando… Empieza por esa primera expresión: Amarás al Señor, tu Dios. Ya produce un sentimiento hondo de lo sagrado. Estamos ante EL SEÑOR, el dueño de Cielo y Tierra…, ¡Dios…! Y sigue recorriendo el ser profundo de la criatura: corazón (amor), alma (vida), mente (la totalidad de pensamientos, sentimientos…), que concreta en “todo tu ser”, abarcando sentidos, deseos, potencias, tendencias…, y cuanto anida en el total de la persona.
             Y como la conversión no se queda en las regiones del espíritu, viene el aterrizaje necesario de que eso amor a Dios SOBRE TODAS LAS COSAS, abarque también al prójimo, con un amor como a mí mismo. ¿Cómo puede ser posible? Porque “sobre todas las cosas” está abordando una realidad tan amplia como familia, padres, hijos, yo-mismo, gustos y rechazos personales, filias y fobias…, dinero, supremacía, categoría social… Cierto que hay amores nobles (esposos, padres, relaciones paterno-filiales) que no están en conflicto con el amor total a Dios, sino que se potencian. Pero también es cierto que hay ocasiones en que sí se produce la necesidad de una elección. Y entonces el amor a Dios sobre todas las cosas…, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser…, han de poner en su punto el modo de resolver el eventual conflicto. Y como caso gráfico: quien ha sentido una vocación de consagración a Dios, no puede ser detenido por los sentimientos, deseos –a veces hasta amenazas-, de un amor familiar mal orientado.

             Ha caído sobre Jesús la sentencia de muerte, con ese revuelo de “triunfadores” de aquellos sanedritas, capitaneados por Caifás. Y quiero pensar que Jesús se ensimismó dentro de su ser… Que cerró los ojos porque no quiso ver aquellos rostros con risas diabólicas porque habían conseguido “oficialmente” lo que tenían decidido hacía años. Cerró los ojos Jesús porque seguía siendo el que pasó por el mundo haciendo el bien, el médico que acude al enfermo, y no quiso que se empañara su vista con aquella suciedad que tenía delante.
             Al fin y al cabo había sido una noche de ojos cerrados…, unas veces porque Él mismo prefirió no mirar; otras, porque en las burlas que hicieron de Él, otros vinieron a cerrarle los ojos con una venda. Y traspasando el túnel del tiempo, estoy viendo a Jesús en medio de nuestras calles, de nuestros centros de diversión, en los botellones y en los bingos, en los consejos de dirección de las empresas, en los cubiles secretos de las mafias o en ls mismas reuniones de los gobiernos de las naciones…; también en las vidas privadas de parejas…, de esposos…, etc., y empiezo a ver a Jesús que no quiere ver… Tiene Él los ojos muy limpios y prefiere no ver la pocilga humana de bazofias televisivas, o de realidades a pie de calle, donde se cuecen tantas bajezas, tantas injusticias, tantos desatinos, tantos crímenes, tantas nefandas influencias…
             Y Jesús, desde su silencio del alma, con su sentencia de muerte a cuestas, está sin querer ver, al tiempo que su Corazón está puesto sobre cada hermano suyo, hermano pequeño de esta misma sociedad, que es la víctima de todo ese aquelarre que ha montado la mano negra que mueve todos los hilos, y que ha sido capaz de apartar a Dios de en medio.
¿Acaso la sentencia de muerte contra Jesús fue sólo la de Caifás y la de aquellos senadores de Israel? ¿Podemos asegurar que no siguen –o seguimos- dando una voz de “reo de muerte” a Dios, a Jesús, a la Iglesia, a los principios de vida y de convivencia, a los valores humanos de sana y digna convivencia? ¿Acaso no se está aplicando el rodillo de aquel grupúsculo vociferante que sólo sabía decir como una correa sin fin: ¡crucifica; quita!..., sin que valieran ni razones ni intentos de reconducir el caso?  ¿Tan extraños nos parecen hoy aquellos hechos de “ayer”?

Por eso hoy se me ha puesto delante esa imagen de JESÚS CON LOS OJOS CERRADOS, porque hiere los más grandes sentimientos que la Pasión aquella no haya tenido eficacia para tantos “hombres de hoy” que repiten la misma felonía de hace ya más de 20 siglos.

jueves, 27 de marzo de 2014

27 marz.: La mala fe

La dureza de corazón
             Las Lecturas de hoy –[Jer7, 23-28 y Lc 11, 14-23]- ponen de relieve el gran fallo de la dureza de corazón; ese que teniendo por delante la Palabra de Dios, la presencia misma de Jesús, vuelve las espaldas a la evidencia y construye una falsedad, por tal de seguir “en sus trece”. Es el prejuicio –y en definitiva, la soberbia- lo que causa esa dolor de Dios ente un Pueblo que no escucha su voz y que le vuelve las espaldas. “La sinceridad de ha perdido”, concluye la 1ª L.
             Y si paramos atención en el Evangelio, ya no es sólo “no escuchar” sino tergiversar hasta el absurdo, portal de negar la evidencia. No es sólo “haberse perdido la sinceridad” sino haber tomado cara de ciudadanía la falsedad, la mentira, la acusación gratuita.
             ¿Mucha diferencia con el ambiente que estamos viviendo hoy? ¿No vemos repetido ese aplastar la verdad con la ignorancia, la mentira, la calumnia…, para ensalzar al hombre como el nuevo dios de cada alguien? ¿Y no se repite ese volver las cosas tan del revés que el mismo Jesús Bueno quede a los ojos de la gente como el “Belcebú” de hoy? Así profetizó Jesús que los finales serán peores que los principios.

             Están pasando lentas aquellas horas de la noche, aunque fueran pocas las que Jesús estuvo encerrado en la oscuridad de aquella mazmorra. Horas en las que la mente de Jesús y sus sentimientos padecieron un dolor añadido. Lo ocurrido en aquellas últimas horas vertiginosas desde la Cena, era un torbellino que abrumaba. El sesgo que todo aquello llevaba era fácil de imaginar, y terrible de pensar. Y cada minuto de aquel silencio era un tormento añadido, en una parte por lo que podía venir encima; en otra, por lo que se había perdido en el camino: sus apóstoles escandalizados; el desgraciado Judas, que andaría como alma en pena… Y los otros discípulos y discípulas…, y su Madre… Bien sabemos que la imaginación es una devanadera y caja de resonancia.
             Cerca de la hora del amanecer escuchó Jesús murmullo de hombres que se venían hacia allí… Podía imaginar que era llegada la hora. Y en efecto, se abrió aquella cárcel, y entre varios le ataron de nuevo y le custodiaron hasta la sala del Senado. Le volvieron a desatar… Jesús se encontró ante Caifás…, Ante Anás, agazapado ahora entre los 72 senadores. Entre ellos –quizás ni los viera Jesús-, dos amigos y discípulos ocultos: José de Arimatea y Nicodemo. Todos los “ancianos” del pueblo, que constituían la autoridad colegiada judía. Se hizo un silencio al llegar el preso, y se clavaron en él las miradas.
             Caifás dio por abierta la sesión del juicio. Y con la intención de darle visos de legalidad, aportaron testigos para declarar sobre Jesús (¡contra Jesús!), y la verdad aquella pantomima resultó tan absurda e inconsistente que no dio juego a los “jueces”. Jesús permanecía callado, ausente de toda esa mentira. Aquel silencio molestaba. No había sabido ni querido “defenderse”. Y Caifás, incisivo, le quiere sacar de su silencio: ¿No oyes todo lo que dicen contra ti? En realidad había oído una farsa tan mal montada que nada tenía que decir. Y eso exacerba al Pontífice, que se encuentra sin argumentos.
             Y con la ilegal pregunta directa que llevara al preso a hablar, el juez se convierte en acusador y-conociendo bien a Jesús, honrado a carta cabal y profundo adorador del Dios de Israel- le pone en el brete de declarar bajo juramento que diga si él es Hijo de Dios. Y Jesús ahí no puede seguir callando, porque –en aquel conjuro- iba la misma gloria de Dios. Y Jesús responde: Sí lo soy. Y me veréis sentado a la derecha de Dios. Era una bomba que explota en las  manos. Hay un murmullo de senadores agitados por aquella respuesta. Y Caifás, adelantándose a cualquier reacción, plantea su acusación y su tendenciosa pregunta: HA BLASFEMADO, ¿qué os parece? Planteado así, la respuesta se imponía: ES REO DE MUERTE.
             Ahora bien: me ha dado por pensar si los 72 ancianos respondieron así. Por supuesto, dos no. Nos lo dirá el evangelista más adelante. Pero entre 72, ¿no hubo nadie que se planteara alguna duda? ¿No hubo nadie que pensara en su interior –viendo a Jesús y habiendo oído hablar de Él- que podría ser aquello menos evidente de lo que había pretendido hacerlo el Sumo Sacerdote? Poco podrían hacer, pero ¿no es mucho más normal que, entre tantas personas de criterio, hubiera sus dudas respecto aquel modo de llevar las cosas. Es que creo que la honradez que alberga el corazón es capaz de saber dudar…, ¡por lo menos! Y yo quiero pensar que lo mismo que Nicodemo y el de Arimatea, habría algunos que eran afines con ellos, y que se quedaron muy chafados con aquella situación que habían tenido que vivir. No se les dejó mucha oportunidad de hablar ni, seguramente, hubieran podido hacerlo. Que no hubiera servido, es claro.
             Queda la pregunta: ¿por qué permanecían sentados sobre aquel avispero? Posiblemente por ese principio “sagaz” de que es mejor estar “dentro” y saber por dónde van los tiros, que salirse y dejar de estar informados. De hecho, de los dos discípulos ocultos podemos saber que aprovecharon su posición para poder solucionar ante Pilato un tema que, de otro modo, no hubieran podido resolver.

             Al menos ellos no fueron los “duros de corazón”…, sordos a Dios.

miércoles, 26 de marzo de 2014

ZENIT, 26 marzo: Catequesis del miércoles

26 de marzo de 2014 (Zenit.org) - Una repleta plaza de San Pedro ha recibido al Santo Padre bajo una leve lluvia con la que ha amanecido esta mañana Roma. A pesar de haber entrado la primavera, las temperaturas siguen siendo bajas pero siguen sin ser impedimento para que miles de fieles se dirijan hasta la plaza para escuchar y saludar a Francisco. Durante más de media hora, el Papa ha paseado con el jeep descubierto entre los pasillos para saludar e intercambiar unas breves palabras con los peregrinos allí presentes. Los más afortunados, siempre los niños, eran llevados hasta sus brazos para recibir la bendición. A medida que avanzaba la audiencia la lluvia comenzó a tener más fuerza, lo que hizo que toda la plaza quedara cubierta por los coloridos paraguas que protegían a los fieles del agua. Por eso, el Papa -como ya ha hecho en otras ocasiones- ha agradecido a los presentes su valentía por permanecer allí a pesar de la lluvia.
Entre los presentes hoy en la plaza estaban un grupo de inmigrantes latinoamericanos que residen en EEUU, tal y como adelantó ayer ZENIT. Esta delegación ha entregado al papa Francisco una carta en la que le solicitan su mediación para que el presidente Obama detenga las extradiciones de personas 'sin papeles', mientas el Congreso estudia una reforma migratoria. En la entrevista conecida ayer, el padre Marco Mercado, encargado para atender a la comunidad hispana por el cardenal de Chicago, Francis Eugene George, explicó que "los deportables son 2,2 millones mientras 11,5 millones es el total de personas indocumentadas que tenemos en Estados Unidos”.
Esta mañana, el Santo Padre ha continuado la serie de catequesis dedicadas a los sacramentos. Tras haber hablado sobre el bautismo, la comunión, la confirmación, la confesión y la unción de enfermos, hoy Francisco ha reflexionado sobre el orden sacerdotal.
En el resumen hecho en español el Santo Padre ha dicho:
"La catequesis de hoy está centrada en el sacramento del Orden, que comprende el episcopado, el presbiterado y el diaconado.
¿Qué significa esto concretamente en las vidas de quienes que son ordenados? Quienes son ordenados son puestos a la cabeza de la comunidad como servidores, como lo hizo y lo enseñó Jesús. El obispo, sacerdote y el diácono están al servicio de la comunidad, si no lo hacen no está bien.
El sacramento les ayuda también a amar apasionadamente a la Iglesia, dedicando todo su ser y su amor a la comunidad, que no la han de considerar de su propiedad. Ni el obispos es el propietario de su diócesis, ni el sacerdote es el propietario de su parroquia, ni el diácono de su diaconía. Es propiedad del Señor, a la cual tienen que servir.
Y por último, han de procurar reavivar el don recibido en el sacramento, por la oración. Cuando no se alimenta el ministerio ordenado con la oración, la escucha de la Palabra, la celebración cotidiana de la Eucaristía y la recepción frecuente del sacramento de la Penitencia se termina perdiendo el sentido auténtico del propio servicio y la alegría que deriva de una profunda comunión con el Señor".
A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española, "en particular a los grupos provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos" y les ha invitado a todos a rezar al Señor por los ministros ordenados de su Iglesia, en particular por aquellos que se encuentran en dificultad o que necesitan recuperar el valor y la frescura de su vocación. Pidamos también para que no falten nunca en nuestras comunidades pastores auténticos, según el Corazón de Cristo".

Tras los saludos en todas las lenguas, para concluir, el Santo Padre ha dirigido un pensamiento especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. "Ayer celebramos la Solemnidad de la Anunciación del Señor a la Virgen María. Queridos jóvenes, particularmente los scouts presntes, ponernos en escucha de la voluntad de Dios como  María; queridos enfermos, no os desaniméis en los momentos más difíciles sabiendo que el Señor no da una cruz superior a las propias fuerzas; y vosotros, queridos recién casados, edificad vuestra vida matrimonial sobre la roca firme de la Palabra de Dios".

26 marzo: Padece y QUIERE PADECER

LA SAGRADA VOLUNTAD DE DIOS
             Este es el leiv motiv de este día. Si vamos a las lecturas correspondientes –[Deut 4, 1, 5-9: Mt 5, 17-19]- todo el mensaje de este miércoles 3º de Cuaresma es el valor de la voluntad de Dios, expresada en mandatos, decretos y preceptos con los que Dios dignificó a un pueblo primitivo y lo condujo a unas formas religiosas, sociales y humanas que superaron las de todos los pueblos circundantes. Y como detrás de toco ese planteamiento estaba la gloria de Dios, Jesús –el gran “innovador”- no dejará de vivir y ayudar a vivir hasta los puntos de las íes de esas manifestaciones de Dios. La diferencia que aportará Jesús es la plenitud, porque la vida de una persona no puede enmarcarse en un código de leyes sino en la relación personal con un Dios que merece mucho más que los serviles cumplimientos… Porque ese Dios es PADRE, y la relación con un padre se lleva y se vive desde el corazón. Inmensa plenitud que agrada a Dios y da una categoría nueva, superior, al que así cree, ama y vive como HIJO.
             Jesús ha quedado ya entre el grupo de criados… Echado allí como una alimaña con la que se puede jugar impunemente. Azuzados por el otro, aquel de la bofetada, a quien Jesús le ha pedido razones de aquella acción.
             Pero hoy pensaba yo que todos ellos no merecían mucha atención en mi tiempo de oración. Que el objeto de mi contemplación era Jesús. Y que Jesús está allí con esa espantosa sensación de animal enjaulado y maltratado. Sin justicia, sin defensa, sin salida. Y en aquel mal asiento de piedra en el que lo han tirado, Jesús está viviendo esa Pasión diferente a la que ha comenzado desde los hechos y personas de fuera. Jesús está viviendo ese horror que la propia imaginación amplifica, pero con muchas razones reales para ver lo que va a venir.
             Caifás –el verdadero Pontífice ese año- estaba agazapado. Con su conocimiento y consentimiento o sin él, Anás –el vengativo y mal hombre Anás- había sido el que recibió a Jesús “en su casa”. ¿A título de qué? Ya era un indicio para Jesús de que aquello iba a funcionar muy mal… Y había sido Caifás quien –sin saber siquiera el alcance de los que decía-había previamente sentenciado que “era mejor que muriera un solo hombre por tal del bien del pueblo”. Jesús, en esas horas de la noche, y casi sin que pudieran afectarle mucho más las burlas y golpes de los criados, lo que estaba “leyendo” iba mucho más allá… Caifás ya lo había condenado sin juicio…
             Pero la historia iba más lejos y atravesaba sus límites y saltaba a la eternidad. Cuando Dios creó al hombre y la mujer, tuvo el gran sueño de su vida. Serían el primer eslabón de una cadena de hijos… Pero UN HOMBRE “despertó” a Dios de sus “sueño” y se arrancó de Dios…, y por un hombre vino el desastre y la muerte. Ahora Caifás, sin saberlo, acababa de pronunciar las palabras que reproducían en renovado “sueño” de Dios: que sería OTRO HOMBRE quien tenía que morir para que todo un pueblo no perezca… 
En ese nuevo “sueño de Dios”, sería el HOMBRE NUEVO quien restañara la herida…, quien redimiera… (que es lo mismo que “comprar lo propio, a alto coste”). Y ese otro Hombre –bien lo sabe Jesús- es Él… Por eso su recién incoada Pasión está abocada a la muerte…, y cuanto ahora le va sucediendo está dentro de esa decidida voluntad de Dios de salvar al mundo entero. Por supuesto que no mueve Dios las manos sacrílegas de los criados, ni los envenenados pensamientos de Caifás, ni la diabólica venganza de Judas… Pero Jesús va leyendo todo eso desde “la traducción simultánea” del “otro idioma” de la Historia de la Salvación.
¿Y eso le hacía sufrir menos? No. Sufría todo el inmenso dolor de la impotencia humana, del terror de lo que puede irle cayendo encima, de lo que ya está viendo en aquella chusma que le escupe…, y en ese pobre discípulo, tan querido, que se ha confiado a sus fuerzas y se ha metido en el avispero, y ahora está jurando y gritando que no conoce a “ese hombre… Y es que ni oró a su tiempo (y ahora cae en la tentación), ni supo medir sus fuerzas… Los sentimientos de Jesús son crecientemente más dolorosos, pasando del sufrimiento que le echan encima los enemigos, a esa puñalada en el alma que le asesta el pobre aturdido Simón…
Cuando, por fin, cansados de un juego al que el preso no colaboró con protestas…, aquellos criados decidieron irse a dormir, llevaron a Jesús a la mazmorra para que allí estuviera hasta que llegara la hora del juicio). Y Jesús quedó a solas, en sus pensamientos, en sus sentimientos profundos, en su dolor agudo del alma… Y fueros horas muy oscuras, muy difíciles, muy espantosas.  Verdaderamente que el día que el demonio le dejó para otra ocasión”, fue como la amenaza del espíritu del mal… Y ahora ha llegado esa “hora del poder de las tinieblas”, y Jesús está comprobando en propias carnes lo tremendo que es pasar por esta hora. No es sólo lo que padece, sino las imaginaciones fantasmales de lo que queda por delante…, y eso es mucho más espantoso que cuando llega cada padecer.

Y no es que Jesús se eche atrás. San Ignacio nos hace pensar lo que Cristo padece y QUIERE PADECER. No le cae encima por desgracia. Lo tiene asumido… Y esto es precisamente llevar le ley de Dios a su plenitud, aunque eso cueste tanto trabajo…, duros trabajos del Evangelio.

ZENIT, 25 marzo: El regalo de la salvación

25 de marzo de 2014 (Zenit.org) - En el día que la Iglesia celebra la solemnidad de la Anunciación, el papa Francisco ha recordado en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta que "el Señor está en camino con nosotros para ablandar nuestro corazón" y por eso ha subrayado que solo con un corazón humilde como el de María podemos acercarnos a Dios.
El Santo Padre ha desarrollado su homilía deteniéndose en las figuras de Adán y Eva que, cediendo a la seducción de Satanás, creyeron ser como Dios. Esa "soberbia suficiente"  hace que se alejen del paraíso. Pero el Señor no los deja caminar solos, ha recordado el Papa, porque les hace una promesa de redención y camina con ellos. "El Señor acompañó la humanidad en este largo camino. Ha hecho un pueblo. Estaba con ellos", ha afirmado Francisco. Y ha recordado que ese "camino que comenzó con una desobediencia", "termina con una obediencia", con el sí de María al anuncio del ángel. 
Haciendo mención a san Ireneo de Lyon, el Pontífice ha dicho que "el nudo que ha hecho Eva con su desobediencia, lo ha desatado María con su obediencia", es un camino "en el cual las maravillas de Dios se multiplican", observa el Papa.
Y lo ha explicado así: "el Señor está en camino con su pueblo. ¿Y por qué caminaba con su pueblo, con tanta ternura? Para ablandar nuestro corazón. Explícitamente Él lo dice: 'Yo haré de tu corazón de piedra un corazón de carne'. Ablandar nuestro corazón para recibir esa promesa que había hecho en el paraíso. Para un hombre ha entrado el pecado, para otro viene la salvación. Y este camino tan largo nos ayudó a otros nosotros a tener un corazón más humano, más cercano a Dios, no tan soberbio, no tan suficiente".
La liturgia de hoy, ha observado el Papa, "nos habla de esta etapa en el camino de restauración", "nos habla de obediencia, de docilidad a la Palabra de Dios". 
Y ha proseguido: "la salvación no se compra, no se vende: se regala. Nosotros no podemos salvarnos por nosotros mismos: la salvación es un regalo, totalmente gratuito. No se compra con la sangre ni de toros ni de cabras: no se puede comprar. Solamente, para que esta salvación entre en nosotros pide un corazón humilde, un corazón dócil, un corazón obediente. Como el de María. Y el modelo de este camino de salvación es el mismo Dios, su Hijo, que no estimó un bien irrenunciable, ser igual a Dios. Pablo lo dice".
Por otro lado, el Papa ha subrayado el "camino de la humildad, de la humillación". Esto, ha dicho, "significa sencillamente decir: yo soy hombre, yo soy mujer y Tú eres Dios, e ir adelante, a la presencia de Dios", "en la obediencia, en la docilidad del corazón". Y por esto, ha exhortado en la Solemnidad de la Anunciación, "hagamos fiesta: la fiesta de este camino, de una madre a otra madre, de un padre a otro padre".

Francisco ha concluido así: "hoy podemos abrazar al Padre que, gracias a la sangre de su Hijo, se ha hecho uno de nosotros, nos salva. Este Padre nos espera todos los días... Miramos el icono de Eva y Adán, miramos el icono de María y Jesús, miramos el camino de la Historia con Dios que caminaba con su pueblo. Y decimos: 'Gracias. Gracias, Señor, porque hoy Tú nos dices que nos has regalado la salvación'. Hoy es un día para dar gracias al Señor".

martes, 25 de marzo de 2014

25 marzo: Encarnación y consecuencias

LO IMPENSABLE
             El hecho más impensable y que parecería imposible, fue el día que Dios –“de universo divino”- decidió y realizó entrar en el mundo de los hombres, otra muy diferente “raza”, muy absolutamente distinta “especie”. Dios que -en su esencia- era mucho más distante de la especie humana que lo que un hombre puede distanciarse de un insecto…, tomó el camino de este mundo humano para hacerse en él uno de tantos. Fue en el Hijo –igual Dios que el Padre- en el realizó aquel inaudito prodigio. Para ello el Hijo hubo de anonadarse, vaciarse, replegar sobre sí la infinitud de su divinidad, para poder acercarse a la tierra de los humanos sin cegarlos con sus resplandores divinos. Y así, replegado hasta lo infinito bajo, entrar en este mundo como cualquier ser humano, con la plena actitud de obediencia a Dios y a las leyes humanas, hasta el punto de llegar hasta la misma muerte. Y para rizar el rizo del abajamiento, en la muerte más vergonzosa y humillante de un ajusticiado en una cruz.
             Son esta encarnación plena en la humanidad, ni habría padecido, ni habría resucitado, porque no habría muerto. Pero el Hijo de Dios se dio el arte divino de abajarse tanto en la muerte, que luego emergiera la inmensa figura del RESUCITADO, que daba el mentís rotundo a toda la bajeza del mal y del pecado.

             Nosotros íbamos acompañando a Jesús –de manos atadas- en su camino hacia los palacios del Sumo Sacerdote. Si no fuera el Dios así abajado, ¿quién iba a poder atarle las manos? ¿Quién hubiera podido apresarlo? ¿Cómo iba a estar en este trance? Pero como se encarnó, y lo hizo tan de veras que ahora es un hombre cualquiera, es llevado a empellones y con burlas y algazara de vencedores por aquella turba que ha salido a prenderlo, bajo la mirada de los mismos jefes religiosos.
             El Sumo Sacerdote era Caifás. Lo suficientemente ladino como para esconderse ahora y reservarse para después. Para eso estaba el anterior pontífice –Anás- que tantas veces se había enfrentado a Jesús y había salido malparado. Una “mala pieza” que había constituido un clan bajo el señuelo de los religioso, pero enriqueciéndose y abusando de su puesto. Y él se había reservado recibir al preso, que ahora quedaba “por debajo” y del que podía vengarse por todas las veces anteriores que Anás salió con el rabo entre las patas.
             Llevaron a Jesús a su presencia, bajo la custodia de un esbirro. ¿Le desataron las manos? Debía ser así. Anás se regodeó antes de hablar. Luego con rostro adusto “de juez” preguntó a Jesús dos cosas. La primera podía llevar toda la mala idea de quien había recibido la oferta de Judas para venderlo y entregarlo por unas monedas… ¿Qué dices de tus discípulos? La otra pregunta: ¿Qué dices de tu doctrina?  Jesús soslayó la primera porque Él no quería decir nada de aquellos hombres, aunque bien sabía lo que habían dado de sí en aquellas horas… Jesús no hablaría mal de nadie, ni siquiera del traidor.
             De su doctrina, llevó al ridículo a Anás porque yo hablé siempre en público; pregunta a los que me han oído; ellos darán su testimonio de lo que he dicho. Una respuesta de cajón. Si a mí no me vas a creer; si lo que yo diga te va a sonar a mentira o a mofa, ¡pregunta a quienes escucharon mis palabras, y que ellos digan!  Demasiada evidencia que ponía en evidencia a Anás. Y el criado, buen adulador de su jefe, descarga un bofetón humillante sobre el rostro del preso. ¡Sacaba del atolladero a Anás!  Jesús se tambaleó en aquel golpe inesperado y por la espalda. Se rehízo y fijo sus ojos escrutadores sobre Anás. Era Anás quien tenía que dirimir aquel abuso, doble abuso, de un subordinado ante su jefe, y de un maltrato a un preso. El silencio fue tremendo. Anás optó por hacer un gesto displicente para que se llevaran al preso. Pero Jesús no quiso que se marchara sin escuchar su alegato contra el que le había maltratado…, y que –en definitiva era un reproche al propio Anás que se había “escondido” en un vergonzoso silencio: Si he hablado mal, muestra en qué. Y si no, ¿por qué me pegas?  Ahora sí que abandonaba su asiento Anás, que debía llevar sobre él su propia vergüenza. Dejó a Jesús en manos de su custodio, y éste le volvió a atar las manos con ferocidad, porque realmente Jesús había ridiculizado su cobarde acción. Y eso es peligroso cuando no se está ya entre “personas” sino entre puras pasiones humanas. Y aquí –era evidente- lo que se debatía era la incultura ensoberbecida y el orgullo que se siente herido porque el preso se ha atrevido a pedir cuentas…

             Cuando el susodicho personajillo condujo a Jesús ante los otros criados, que aguardaban acontecimientos, en la soberbia encendida del amor propio humillado no había sino la intención maliciosa de “echar” a Jesús “a la jaula de los leones”. Allí se iba a enterar…; que pregunte allí en medio de todos los criados…, y con las criadas a la puerta… La bofetada primera va a ser el inicio de muchas más… Era la autodefensa cobarde del que era un cobarde y se había amparado en la inoperancia y falta de autoridad de su jefe Anás.

lunes, 24 de marzo de 2014

ZENIT 24 marzo: Santa Marta

24 de marzo de 2014 (Zenit.org) - No es la seguridad porque observamos los mandamientos lo que nos salva, sino la humildad de reconocer la necesidad de ser curados siempre por Dios. Lo recordó este lunes el papa Francisco en su homilía en Santa Marta, partiendo de la frase 'Nadie es profeta en su propia patria', y del hecho que Jesús no obra milagros con sus compatriotas debido a la falta de fe de ellos.
El Santo Padre recuerda que Jesús cita dos episodios de la Biblia: la curación milagrosa de la lepra de Namán el sirio en la época del profeta Eliseo; y el encuentro del profeta Elías con la viuda de Sarepta, que fue salvada de la carestía. “Los leprosos y las viudas en aquel tiempo eran los marginados” y estos dos al acoger a los profetas fueron salvados. En cambio los de Nazaret no aceptaron a Jesús, porque “estaban demasiado seguros en su 'fe', de tal manera seguros en la observancia de los mandamientos, que no tenían necesidad de otra salvación”.
Esto indica el Papa “es el drama de la observancia de los mandamientos sin la fe: 'yo me salvo sólo porque voy a la sinagoga todos los sábados, trato de obedecer los mandamientos, pero que no venga éste a decirme que eran mejor que yo el leproso y la viuda, porque esos eran marginados'.
Entretanto Jesús nos dice: '¡Mira que si tu no eres marginado y no te sientes marginado, no tendrás salvación!' Esta es la humildad, la vía de la humildad: sentirse talmente marginados que necesitamos la salvación del Señor. Solamente él nos salva y no nuestra observancia de los preceptos. Esto no les gustó y querían asesinarlo”.
La misma rabia -comenta el Papa- se apodera inicialmente de Namán, porque considera ridículo y humillante la invitación de Eliseo a bañarse siete veces en el Jordán para ser curado de la lepra. “El Señor le pide un gesto de humildad, de obedecer como un niño, de ser ridículo”. Se va airado pero después convencido por sus siervos vuelve y hace lo que le indicó el profeta. Este acto de humilidad lo cura. “Es este el mensaje en esta tercera semana de cuaresma: si queremos ser salvados tenemos que escoger el camino de la humildad”.
El Santo Padre profundiza más su razonamiento: “María en su Cántico no dice que está contenta porque Dios vio su virginidad, su bondad y su dulzura, sino porque el Señor miró la humilidad de su sierva, la pequeñez, la humildad. Es esto lo que mira el Señor. Y tenemos que aprender esta sabiduría de marginarnos para que el Señor nos encuentre. No nos encontrará si ponemos en el centro nuestras seguridades, no, no. Allí no va el Señor. Nos encontrará en la marginación, en nuestros pecados, en nuestros errores, en nuestra necesidad de ser curados espiritualmente, de ser salvados. Allí nos encontrará el Señor”. Y reitera el Santo Padre: “Es este el camino de la humildad”.

Porque, precisa el Papa, “la humildad cristiana no es la virtud de decir: 'Yo no sirvo para nada' y esconder la soberbia con esto, no, no. La humildad cristiana es decir la verdad: 'Soy pecador, soy pecadora'. Decir la verdad: es esta la verdad. Pero hay otra: Dios nos salva. Pero nos salva allí, cuando estamos marginados, no nos salva en nuestra seguridad”. Y Francisco concluye: “Pidamos la gracias de tener esta sabiduría de marginarnos, la gracia de la humildad para recibir la salvación del Señor”.

COMENZARON LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

Comenzaron hoy, a las 5'30
 los "Ejercicios Espirituales" 
en nuestra Iglesia del Sagrado Corazón
 (Málaga),
orientados por el P. Manuel Cantero S.I., con el desarrollo del siguiente esquema:

LUNES 24

Título de fondo 1ª meditación:
                      ¿QUIÉNES FUIMOS?
Reconocimiento de propia realidad
          Desde influencias de fuera.
y desde el desenvolvimiento de uno mismo.
Repercusiones en el modo de vivir la fe.


2ª meditación
                      ¿QUIÉN ES DIOS?
según la misma Palabra de Dios
“El que es” y siempre es: YO-SOY; YO SERÉ...  Dios providente.
Confianza plena.
Dios jamás hace el mal, ni puede hacerlo.
“Luz” y “Fuego”
“Verdad”

Amor.

24 marzo: MANOS ATADAS

Dos posiciones contrarias
             Una, el pagano Naamám, que empieza rechazando la solución del profeta de Israel, porque él se cree digno de mayores honores, y porque en su tierra tiene ríos más importantes que el Jordán. Pero acaba plegándose con humildad y halla su salud. Otra, la de los nazaretanos con Jesús: empiezan con muchos parabienes, pero no soportan que Jesús –uno del pueblo, bien conocido- pueda atribuirse el ser Mesías. Y reaccionan queriendo despeñarlo. Los “malos” que, con humildad, salen buenos. Los buenos que, por engreídos, se hacen malos.
             La CUARESMA, como advertencia. Ser fiel a Dios no es algo que se lleva como “título de posesión”. Hay que estarlo construyendo cada día. De “buenos”, está harto Dios. Lo que necesita son santos.

             Ya ha quedado solo Jesús. Muy solo. Porque la chusma que le rodea no es más que chusma Pedro, Santiago y Juan ya han desaparecido. Judas, se esfumó. De los 8, ni supo más Jesús. El de la sábana, huyó. Han quedado los criados de los sacerdotes, una “turba multa” que Juan llega a confundir en su evangelio con una cohorte romana.
             Los que han quedado, han atado fuertemente a Jesús. Habían sido avisados por el traidor que tuvieran cuidado con Jesús, que era muy escurridizo. Sus manos atadas y una cuerda fuerte –a modo de ronzal ¿quizá echado al cuello?- para plena seguridad. Los sacerdotes, los ancianos, felices. Nunca pensaron que aquello fuera tan fácil. ¡Benditas las 30 monedas de plata que pagaron! Tantas veces como decidieron echarle mano y temieron por la gente, y ahora se les ha venido a las manos. Y muy oportuna hora la de la este comienzo de media noche, porque toda la ciudad duerme. Y comenzaron a caminar. Jesús no podía con su cuerpo, después de aquella noche tan dura, de tanta lucha interior y tanta soledad. Por eso le empujaron unas veces, tiraron del ronzal otras… Apenas podía subir aquel camino junto al torrente. Los “atrapadores” subían con unas fuerzas pletóricas, estimuladas por el sentimiento de triunfo. La risotada del mal cuando –contra toda razón- ha ganado la partida.
             Pero yo quiero hacer una parada, una foto fija de esas manos atadas de Jesús, porque tengo muchas preguntas en mi mente: ¿Por qué le han atado las manos? ¿Cómo? ¿Quiénes? ¿Para qué?
             Le han atado porque era peligroso. Porque un hombre honrado en medio de la barahúnda de corruptos y comodones, era un peligro constante y una “conciencia” sorda que les limaba a cada paso sus propias corrupciones y mentiras. Era peligroso porque Judas había prevenido que lo era, y no hay peor cuña que la de la misma madera. Y Judas sabía muy bien que en el terreno religioso y mesiánico, Jesús andaba en las antípodas de aquel nacionalismo cerrado que la casta religiosa y el propio Judas deseaban. Lo mejor era tenerlo atado con cuerda corta. Así ya no molestará más ni acusará más de los desvíos religiosos de los fariseos y mentores del pueblo.
             ¿Cómo? Le atan con cuerdas, que era lo que más a mano tenían aquel personal que había salido a prenderle. Le atan con los prejuicios de los enemigos religiosos, con el pasteleo de la autoridad civil… Le atan los padres/madres de familia que no quieren “influir en sus hijos” y le dejan “libre elección” cuando sean mayores… (aunque llegan a mayores sin la menor base para poder elegir con conocimiento de causa). Le atan las manos esos políticos interesados en una masa amorfa que no tenga criterios, a la que puedan manipular con el cebo de carnaza y carencia de valores; unos dirigentes que van soltando cuerda y tanteando terreno para ir rompiendo todos los frenos. Lo atan esos educadores corruptos que trasmiten su materia emborrizada en falacias y resentimientos, y mentiras flagrantes que desvían, alteran y ocultan la realidad de la Historia.
             ¿Quiénes? Evidentemente todos esos… Y también los cristianos que se han asentado y redondeado en sus “puestos”, en “sus modos”, en “sus prácticas”, en sus “asociaciones/hermandades…”, y en ellas han hecho un “reino de Taifas independiente”, cerrado, con aires de superioridad y de “éste es mi sillón” y aquí no caben dos… Los que pretenden, por su parte, que el sillón sea suyo, y entonces quedan atadas las manos de la UNIDAD que Jesús pedía, y la PAZ que distinguía su estilo. Y ahí andamos todos los “devotos” de “lo nuestro”, tan nuestro que no cabe otro más…, ni hay “otros más” que se consideren llamados porque tienen establecido en su mente un división de incompatibles “estamentos estancos”.
             Están como agentes “apresadores” los medios de comunicación, que exaltarán todo lo que es desorden y le darán pábulo, y callarán y acallarán lo que puede ayudar a un equilibrio beneficioso…

             ¿Para qué? Para que Jesús esté callado, oculto, desprestigiado y condenado… Para que se vaya borrando del mapa su nombre y lo que enseñó. Porque la sociedad de hoy ha perseguido a Dios hasta “atarlo” con las sogas invisibles del “ninguneo”, y poder erigir ídolos de cartón que se les maneja a golpe de calle, de eslóganes, de gritos ofensivos y agresivos en vez de reivindicativos…, y cambiantes según conveniencias. Chusma que se escurre como anguilas, y ataca como leones…, aunque salvo la media docena que organiza y son “actores”, el resto es “mero reparto” de figurantes…, a los que se les dan unas consignas y unos instrumentos de ruido para que aquello aturda más y meta más miedo. Un espantoso circo de la mentira, pero con buen aforo para que sigan entrando y envenenándose los organizadores de este macabro espectáculo. 

domingo, 23 de marzo de 2014

ZENIT, 23 marzo: Ángelus

23 de marzo de 2014 (Zenit.org) - En este tercer domingo de cuaresma el papa Francisco rezó en ángelus desde la ventana de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, ante miles de fieles allí reunidos. A continuación presentamos el texto completo de la palabras del Santo Padre.
“El evangelio de hoy nos presenta el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, que sucedió en Sicar, junto a un antiguo pozo en el que la mujer iba cada día para buscar agua. Aquel día Jesús, sentado y cansado por el viaje la encontró.
Él enseguida le dijo: 'Dadme de beber'. De esta manera superó la barrera de hostilidad que existía entre los judíos y samaritanos y rompió el esquema de prejuicios contra las mujeres. El simple pedido de Jesús es el inicio de un diálogo franco mediante el cual él, con gran delicadeza entra en el mundo interior de una persona a la cual, según los esquemas sociales, no debía ni siquiera dirigirle la palabra.
Entretanto Jesús lo hace. Jesús no tiene miedo y cuando ve a una persona no se queda atrás porque la ama, nos ama a todos, non se detiene nunca delante de una persona por prejuicios.
Jesús la pone delante a su situación, no juzgándola sino haciéndola sentir considerada, reconocida y suscitando así en ella el deseo de ir más allá de la rutina cotidiana.
Aquella sed de Jesús no era tanto sed de agua, sino de encontrar un alma que se había vuelto árida. Jesús tenía necesidad de encontrar a la Samaritana para abrirle el corazón: le pide de beber, para poner en evidencia la sed que había en ella misma. La mujer queda tocada por este encuentro: le dirige a Jesús aquellas preguntas profundas que todos tenemos adentro, pero que con frecuencia ignoramos.
También nosotros tenemos tantas preguntas para plantear y que no encontramos el coraje de dirigírselas a Jesús. La cuaresma es el tiempo oportuno para mirarnos adentro, hacer emerger nuestras necesidades espirituales mas verdaderas y pedir la ayuda del Señor con la oración. El ejemplo de la Samaritana no invita a expresarnos así: “Dadme aquella agua que me quitará la sed por la eternidad”.
El evangelio nos dice que los discípulos se quedaron maravillados de que su Maestro hablara con aquella mujer. Pero el Señor es más grande que los prejuicios y no tuvo temor de detenerse con la Samaritana. La misericordia es más grande del prejuicio. Y Jesús es enormemente misericordioso.
El resultado de aquel encuentro junto al pozo fue que la mujer quedó transformada: 'Dejó su ánfora' con la cual iba a buscar el agua y corrió a la ciudad a contar su experiencia extraordinaria: 'He encontrado un hombre que me ha dicho todas las cosas que he hecho. Ojalá sea el mesías'. Está entusiasmada. Fue a buscar el agua del pozo y encontró otra agua, el agua de la vida de la misericordia que salpica vida eterna.
Ha encontrado el agua que siempre había buscado. Corre al pueblo, a aquella población que la juzgaba, condenaba y la repudiaba. Y anuncia que había encontrado al mesías. Uno que le ha cambiado la vida, porque cada encuentro con Jesús nos cambia la vida: siempre es un paso más cerca de Dios. Así cada encuentro con Jesús nos cambia la vida. Siempre es así.
En este evangelio encontramos también nosotros el estímulo de 'dejar nuestra ánfora', símbolo de todo lo que aparentemente es importante, pero que pierde el valor delante del “Amor de Dios”.
Todos tenemos una, o más de una. Yo les pregunto y me lo pregunto también a mi: ¿Cúal es esa ánfora que nos pesa. Esa que los aleja de Dios, dejémosla aparte y con el corazón escuchemos la voz de Jesús que nos ofrece otra agua: el agua que nos acerca al Señor. Estamos llamados a descubrir la importancia y el sentido de nuestra vida cristiana iniciada en el bautismo.
Y como la Samaritana debemos dar testimonio a nuestros hermanos de la alegría, la alegría del encuentro con Jesús. Porque como les he dicho, cada encuentro con Jesús nos cambia la vida, y también cada encuentro con Jesús nos llena de alegría, esa alegría interior que viene. Así es el Señor. Y contar cuantas cosas maravillosas sabe hacer el Señor en nuestros corazones cuando nosotros tenemos el coraje de dejar aparte nuestra ánfora".
A continuación el papa Francisco rezó el ángelus
Después el Santo Padre dijo:
"Ahora recordemos las dos frases: 'Cada encuentro con Jesús nos cambia la vida y cada encuentro con Jesús nos llena de alegría'. ¿La decimos juntos?: 'Cada encuentro con Jesús nos cambia la vida; cada encuentro con Jesús nos colma de alegría'. Es así.
Mañana es la Jornada Mundial de la Tuberculososis. Recemos por todas las personas afectadas por esta enfermedad y por quienes en diversos modos les apoyan.
El próximo viernes y sábado viviremos un momento especial llamado “24 horas por el Señor”. Iniciará con una celebración en la basílica de San Pedro, el viernes por la tarde, y después por la noche algunas iglesias del centro de Roma quedarán abiertas para la oración y las confesiones. Será -podemos llamarla así- será la fiesta del perdón, que se realizará también en muchas diócesis y parroquias del mundo. El perdón que nos da el Señor se tiene que festejar, como lo hizo el padre de la parábola del hijo pródigo, que cuando el hijo volvió al hogar el padre hizo fiesta, olvidándose de todos sus pecados. Será la fiesta del perdón.
Y ahora saludo de corazón a todos los fieles de Roma y peregrinos de tantos países, en particular de Zagreb y Zadara en Coracia, y de Bocholt en Alemania; a la escuela 'Capitanio' de Seto-Shi, en Japón; a los estudiantes del Illinois (Estados Unidos) y los de Ferro (España).
Un saludo particular dirijo a los maratonetas y a los organizadores de este hermoso evento deportivo de nuestra ciudad.
Saludo a la comunidad del Pontificio Colegio Germánico-Húngaro, a los responsables nacionales de la FUCI, a los catequistas que vinieron para el curso de 'Arge visual y catequesis' y a los participantes al congreso que lleva el título: “En la concepción el rostro de Jesús”.
Mi pensamiento se dirige a los fieles de Altamura, Matera, Treviglio, Florencia, Salerno Venecia, Santa Severina y Verdellino; a los jóvenes de Cembra y Lavis y a los de Conversano; a los niños de Vallemare (Pescara); a los scouts de Castel San Pietro; a los estudiantes de Cagliari y de Gioia Tauro; al grupo de jóvenes de 14 años de Milán. Saludo al concluir, al Centro de Servicio de Voluntarios de Sardegna; al círuclo ACLI de Masate, a la Asociación Familias Murialdo, de Nápoles.

Y el Santo padre concluyó con su ya famoso: “A todos les deseo “¡Una buona domenica e buon pranzo. Arrivederci! 

AGUA Y VERDAD.- 3ºA Cuaresma

3ºA Cuaresma
             Dos líneas complementarias aparecen en la 1º lectura y Evangelio: de una parte las protestas, las resistencias, el situarse “a la contra”. Es la parte humana. De otra parte es la acción de Dios, con su paciencia y delicadeza y atención a las necesidades que nos surgen, saliendo al paso para responder a ellas.
             En el caso de aquel pueblo que sufre la sed en el desierto, Dios da a Moisés la clave para que el pueblo tenga el agua en abundancia. Ha habido rebelión, protestas contra Moisés, que –en el fondo- van contra Dios. Sin embargo la respuesta de Dios será el agua que brota de la roca, cuando Moisés actúa por indicación de Dios. Y el pueblo saciará su sed.
             En el Evangelio la mujer samaritana no quiere ni conversación con aquel judío que está sentado junto al poco, cansado del camino. Sería lo natural ofrecer agua, puesto que ella tiene cómo sacarla, pero no sólo no lo hace sino que pone secamente su distancia entre “tú judío y yo, samaritana. Jesús no da por imposible el diálogo y va llevando delicadamente su conversación –pese a todas las resistencias- hasta que la mujer se aviene ya a conversar.
             Ahora Jesús pondrá a la mujer ante sí misma, y el fondo de su problema: “Anda; llama a tu marido”. Porque era ahí donde estaba la verdadera cuestión. Es el caso que tantos y tantos presentamos en continuas protestas o quejas de lo que nos rodea, y que incluso alcanzan a Dios… Muchas tintas de calamar para pretender escapar del centro. Y Jesús nos hace el favor –llegados estos momentos fuertes de Cuaresma- de ayudarnos a que entremos en el fondo personal. No está el problema fuera; está en nosotros: “Anda, llama a tu marido” es un enfrentarnos a nuestro interior real.
             Nos cabe, como la samaritana, intentar soslayar y escapar con medias verdades: “No tengo marido”. Y Jesús nos alabará la parte de verdad que pueda haber en nuestra respuesta, pero nos pondrá la verdad completa por delante: Porque has tenido 5, y el que tienes no es marido tuyo. En medio de los intentos de huida instintiva que puede tener cualquiera, Jesús cuadra el caso y nos lo quiere llevar a toda la completa verdad. Porque o es así o Él no puede manifestarse…; quiere ayudarnos pero le interponemos muchos obstáculos. Ante esta palabra de Jesús, que declara la verdad total del caso, aquella mujer acaba bajando la cabeza y reconociendo implícitamente que lo que ha dicho Jesús es la entera verdad:
“Señor; veo que tú eres profeta”. Y cuando llega al pueblo, dice: “Me ha dicho todo lo que yo he hecho”. Ahora está en línea de cambio.
             Es la historia de cada uno, ayudada desde el clima cuaresmal: o nosotros nos sinceramos, o Jesús tiene que entrar y descubrirnos nuestra verdad…, ponernos el dedo en la llaga. Ojalá sea, de una manera o de otra, que nos pongamos de frente ante nuestra conciencia verdadera, y acabemos pudiendo recibir el agua viva que salta hasta la vida eterna.

             Ahí brotará el agua de la roca…, ahí se manifestará Jesús: Yo soy el Mesías, que está hablando contigo. Ahí el agua de nuestro Bautismo recobra la fuerza para que nuestro momento actual sea más acorde con el don de Dios” que Jesús ha venido a traer. Bautismo que culmina en la Eucaristía, que es la presencia del propio Jesús que está ahí como Salvador que está hablando con nosotros.