sábado, 30 de noviembre de 2013

30 nvbr.: Rematando la faena

30 nvbr.: ¡Y punto final!
             Hemos llegado al último día del año litúrgico. Y en Lc 21, 34-36, tenemos la última pincelada de este capítulo tan denso que hemos vivido esta semana. Jesús nos advierte de dos cosas: una, que en este transcurso de nuestro vivir –que va avanzando inexorablemente hacia el final- no se os embote la mente con el vicio, la bebida, y la preocupación del dinero
             Parecen cosas muy dispares, así en una primera ojeada…, o que hubiera bastado con la primera. Pero Jesús es práctico y no se queda en un “dicho” que nos puede sonar a “sermón consabido”:  los vicios…  Y para hacernos aterrizar y ayudarnos a concretar, nos expresa dos temas de envergadura.  Uno es “la bebida”…, mucho más allá que la que se encierra en un recipiente.
             Uno es capaz de “beberse” la mentira…, la propia o la ajena… La que se “bebe para olvidar”…, o se miente para disimular.  O aquello de “dime cosas buenas de mí…, aunque sean mentira”.  La perniciosa bebida de vivir en el engaño…, y vivir feliz en el engaño. ¿No es un hecho que se bebe para olvidar…, según el dicho fácil?  Pues Jesús, enfocando el final de una historia…, de la historia de cada cual, advierte de ese peligro. Una cosa es no dar vueltas al pasado, y otra muy distinta la inconsciencia de ese “pasado” que condiciona el HOY de este “encuentro” con Jesucristo, como VERDAD suprema a la que no podemos ocultarnos.
             Y “la preocupación del dinero” es también ese aferramiento a lo que somos, como somos, y lo que “poseemos”. Y nuestra posesión más fuerte y engañosa es el YO, bajo sus diversas formas de apariencias, disimulos, mentiras, justificaciones, tendencia a escurrir el hombro, “olvidar”, escaparse por la tangente, orgullo, soberbia… Todo eso que queda englobado en el “amor propio”.  Tan propio que se acaba haciendo falsa “posesión”, mucho más peligrosa que el dinero.

             Y concluye el evangelio de hoy con esa llamada intensa de Jesús para que estemos siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar [con garbo y gozo] de todo lo que está por venir, y MANTENEOS EN PIE ANTE EL HIJO DEL HOMBRE.  ¡Es muy expresivo eso de “mantenerse en pie ante Jesús”…!  Porque puede mantenerse en pie y mantener la mirada, el que ha vivido despierto y atento a ese momento en que se encontrará con Jesús. Ese es el “garbo”…, ese es el gozo de un encuentro amoroso con el Amigo con quien nos relacionamos fielmente en el devenir de nuestros días… El gozo del encuentro con Jesús, de quien vivimos enamorados, sin que nunca se nos fuera ese amor. Lo inefable del encuentro con el Dios que ha marcado nuestra existencia, y que hoy nos advierte cómo lo encontraremos en abrazo definitivo.  ¡Y todos nos vamos a encontrar con Él!

Tomado de ZENIT: homilía del Papa, 29 novbr

29 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El cristiano piensa según Dios y por eso rechaza el pensamiento débil y uniforme. Es lo que ha subrayado este viernes el santo padre en el misa de la Casa Santa Marta. El papa ha afirmado que, para entender los signos de los tiempos, un cristiano no debe pensar sólo con la cabeza, sino también con el corazón y con el Espíritu que tiene dentro.  De otra forma, no se podría comprender el "paso de Dios en la historia".
 Así, se ha detenido sobre la idea de que el Señor enseña a sus discípulos a comprender los "signos de los tiempos", signos que los fariseos non lograban entender. El papa Francisco ha hecho referencia a Evangelio de hoy para detenerse sobre el "pensar en cristiano".
El santo padre ha explicado que "en el Evangelio, Jesús no se enfada, pero finge cuando los discípulos no entendían las cosas. A los de Emaús dice: 'insensatos y lentos de corazón'. 'Insensatos y lentos de corazón'... Quien no entiende las cosas de Dios es una persona así. El Señor quiere que entendamos lo que sucede: lo que sucede en mi corazón, lo que sucede en mi vida, lo que sucede en el mundo, en la historia... ¿Qué significa que suceda esto? ¡Estos son los signos de los tiempos! Sin embargo, el espíritu del mundo nos hace otras propuestas, porque el espíritu del mundo no nos quiere pueblo: nos quiere masa, sin pensamiento, sin libertad".
El espíritu del mundo, ha señalado Francisco, "quiere que vayamos por un camino de uniformidad", pero, como advierte san Pablo, "el espíritu del mundo nos trata como si nosotros no tuviéramos la capacidad de pensar por nosotros mismos, nos trata como personas no libres".
Y para profundizar en esta idea, el santo padre ha indicado que "el pensamiento uniforme, el pensamiento igual, el pensamiento débil, un pensamiento así difuso. El espíritu del mundo no quiere que nosotros nos preguntamos delante de Dios: '¿Pero por qué esto, por qué lo otro, por qué sucede esto? O también nos propone un pensamiento prêt-à-porter, según los propios gustos: '¡Yo pienso como me gusta!' Pero eso va bien, dicen ellos.... Pero eso que el espíritu del mundo no quiere es esto que Jesús nos pide: el pensamiento libre, el pensamiento de un hombre y de una mujer que son parte del pueblo de Dios y ¡la salvación ha sido precisamente esta! Pensad en los profetas... 'Tú no eras mi pueblo, ahora te digo pueblo mío': así dice el Señor. Y esta es la salvación: hacernos pueblos, pueblos de Dios, tener libertad".
 Y Jesús nos pide pensar libremente, pensar para entender lo que sucede, ha añadido el santo padre. La verdad es que "¡solos no podemos! Necesitamos la ayuda del Señor". Lo necesitamos "para entender los signos de los tiempos" - ha subrayado - "el Espíritu Santo nos da este regalo, un don: la inteligencia para entender y no porque otros me digan qué sucede.
De este modo, el papa Francisco ha preguntado: "¿cuáles es el camino que quiere el Señor?" y ha respondido "siempre con el espíritu de inteligencia para entender los signos de los tiempo. Es bonito pedir al Señor Jesús esta gracia, que nos envíe su espíritu de inteligencia, porque nosotros no tenemos un pensamiento débil, no tenemos un pensamiento uniforme y no tenemos un pensamiento según los propios gustos: solamente tenemos un pensamiento según Dios. Con este deseo, que es un don del Espíritu, buscar qué significan las cosas y entender bien los signos de los tiempos".
Para concluir la homilía, Francisco ha indicado que "esta es la gracia que debemos pedir al Señor: 'la capacidad que nos da el Espíritu' para 'entender los signos de los tiempos'.


Francisco: 'No puedo salir a ayudar a los pobres, mi limosnero sí'
Al arzobispo polaco 'Corrado' el papa le dijo: 'La mejor cuenta de banco es la vacía si el dinero fue para los pobres'. Guardias Suizos le ayudan como voluntarios
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 29 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre Francisco el día de la ordenación, hablando con los familiares del arzobispo Konrad Krajewski le dijo: "Estos son mis brazos, son limitados, si los alargo con los brazos de Corrado, podemos tocar a todos los pobres de Italia". Y subrayó: "Yo no puedo salir, él en cambio tiene esa libertad'.
Lo indicó ayer Mons. Krajewski en un desayuno de trabajo informal en Roma, y cuyas declaraciones tuvieron amplia repercusión en la prensa mundial. 
Cuando Francisco se encuentra con él le pregunta si necesita dinero y una vez le dijo: "Una cuenta corriente es buena cuando está vacia, significa que el dinero ha ido para hacer el bien".
Cuando el papa nombró limosnero a monseñor Krajewski el 3 de agosto, le dijo que no necesitaba un escritorio, que podía venderlo. "Y no esperes que la gente llame, ve tú a buscar a los pobres, hazlo por mí",  ha contado ayer en un encuentro informal con periodistas, el arzobispo polaco. El papa Francisco le pidió que hiciera como él hacía cuando era arzobispo de Buenos Aires: salir personalmente a llevar ayuda a los necesitados.
Cada mañana se levanta a las 4,30 y comienza su día respondiendo a las cartas que también el papa le gira. Antes de dar ayuda, Corrado contacta al párroco de esa familia, para estar seguro que no está siendo engañado.
Además de administrar estas donaciones, monseñor Konrad durante la noche visita hogares de ancianos y comedores o se encuentra con personas necesitadas para rezar y cenar con ellas. La limosnería apostólica, en el 2012, distribuyó a los pobres de Italia aproximadamente un millón de euros. Con las pequeñas limosnas también les regala un rosario "como los que el pontífice regala a los jefes de Estado". 
Incluso ayuda a personas que se encuentran por la calle, a veces extranjeros y para ello tiene la ayuda de algunos Guardias Suizos que fuera de su horario de trabajo y desde la llegada del nuevo papa le ayudan a Corrado como voluntarios, y que son muy valiosos pues al hablar varios idiomas pueden muchas veces acudir mejor a estas personas.
Don Corrado, que es así como se le conoce en el ambiente vaticano, contó que el papa le dice: "cada vez que alguien te llame  'excelencia', pide la tasa para los pobres: ¡5 euros!"
Y aunque la prensa italiana hoy especulaba sobre la posibilidad que el santo padre haya acompañado alguna noche al limosnero para atender a los pobres de la calle, la Santa Sede lo ha desmentido. Lo que sí es seguro, es que esta función desempeñada por don Corrado es importante para Francisco y que cada vez que éste abraza a un pobre, le lleva de forma simbólica el abrazo del papa. 

"Al inicio será difícil -le dijo el papa al nombrarlo- pero verás que te he confiado la parte más bella del trabajo pastoral".

viernes, 29 de noviembre de 2013

29 nvbr.: HACIA LA ESPERANZA

29 nvbr.: Signos que enseñan
             Jesús era un gran observador, y “veía” siempre “más allá” de lo que es un simple ver e incluso un simple mirar. Para Jesús había otras “lecturas” detrás de cada situación, hecho o detalle.
             La higuera era, por otra parte, elemento familiar. Una casa normal tenía una higuera. Era un símbolo de prosperidad, aunque no precisamente ni necesariamente material. ¡Había mirado tantas veces la higuera de su casa de Nazaret…, o la de tantas casas en las que había entrado…! ¡Había gozado tantas veces de ese proceso de vida que es el brotar de las yemas reventonas sobre las ramas de las higueras…!  Y siempre les hablaba de un nuevo amanecer de vida, de primavera, de frutos…  Por eso la higuera le es familiar para expresar su deseo de que la que es estéril pueda dar fruto si se le cultiva más…, ¡antes que cortarla…!  Por eso el dolor terrible sobre el pueblo judío impenitente se traduce en una higuera maldecida que no ha sido capaz de dar fruto, sino solo follaje, pese a aquel “especial cultivo” que Él le había procurado.
             Ahora, al acabarse el discurso apocalíptico que advierte del desastre de una situación que ha echado a Dios de su “campo de juego” (toda la semana nos ha puesto esa dolorosa visión ante los ojos), acaba volviéndose a la higuera como símbolo… Lo mismo que los brotes en la higuera anuncia la primavera, así todo eso que os he dicho anuncia el REINO DE DIOS. No ha sido anuncio propiamente de desastres y calamidades, sino el fracaso del mal y el salir a flote del reino de Dios.
             Y como dice que “esta generación lo verá”, quiere decir que el fracaso estrepitoso de aquel pueblo que rechazó lo que le traía la paz y la salud mesiánica, se traspasa a otros pueblos gentiles, que verán la gloria de Dios. Verán el REINADO de Dios.
             Y todo ese terrorífico apocalipsis no apunta al desastre ni a la destrucción. Todo lo contrario: también el dolor de un fracaso del pueblo de Dios es como semilla que se pudre y viene a dar un nuevo árbol…: ese es nuestro árbol…, esa generación presente que ve la gloria del Reino somos nosotros. Lo fueron ya muchos de los que vivieron con Jesús. Unos, que ya lo vieron palpablemente en Jesús resucitado y vencedor de la muerte y del pecado.  Otros, que vieron el nacer casi inexplicable de una fe y un modo de vida que dejaba perplejos y atraía a muchos a sumarse a ese gran árbol que había sembrado Jesucristo.

             Y ahí estamos. Ojalá que con nuestros frutos ya maduros o madurándose en el día a día…, con esa fuerza que lleva la fidelidad a la savia que Cristo vino a dejarnos en el Evangelio. Esa realidad dinámica –nunca inmóvil, nunca acomodada- que nos está llevando a la posesión que se dará un día…, cuando El Hijo del hombre venga triunfal y majestuoso sobre una nube…  Pero no nos olvidemos –como mal sueño ya pasado- lo que encierra en sí ese proceso purificador en el que unos son tomados y otros dejados…: unos se dejan tomar y otros dejan pasar el tren que les venía a recoger para conducirlos al destino.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Tomado de ZENIT: Homilía del Papa, 28 nvb

28 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - Hoy el papa en la homilía de Santa Marta ha advertido que hay 'poderes mundanos' que quisieran que la religión fuera 'algo privado'. Pero a Dios - ha señalado el santo padre - se adora hasta el final "con confianza y fidelidad". Los cristianos que hoy son perseguidos son el signo de la prueba como un preludio a la victoria final de Jesús, ha afirmado.
En la lucha final entre Dios y el mal, que la liturgia de final de año propone en estos días, hay un gran peligro, que el papa Francisco llama "la tentación universal". La tentación de ceder a las adulaciones de quien quisiera vencer sobre Dios, creyéndose mejor que quién cree en Él. Pero precisamente quien cree tiene una referencia clara donde mirar. Es la historia de Jesús, con las pruebas sufridas en el desierto y después las tantas soportadas en su vida pública, con insultos y calumnias, hasta el extremo de la Cruz, donde el príncipe del mundo pierde su batalla delante de la Resurrección del príncipe de la paz.  El papa Francisco ha hablado de estos pasajes de la vida de Cristo porque -ha explicado- en la agitación final del mundo, descrito en el Evangelio, lo que está en juego es más alto del drama representado por las calamidades naturales.
Así, Francisco ha afirmado que "cuando Jesús habla de estas calamidades en otro fragmento, nos dice que habrá una profanación del templo, una profanación de la fe, del pueblo: será la abominación, será la desolación de la abominación. ¿Qué significa esto? Será como el triunfo del príncipe de este mundo: la derrota de Dios. Él parece que en ese momento final de calamidad, vendrá sobre este mundo, será el dueño del mundo".
Eh aquí el corazón de la "prueba final": la profanación de la fe. Que además es muy evidente -observa el papa- de lo que sufre el profeta Daniel, en la primera lectura: echado a la fosa de los leones por haber adorado a Dios en vez de al rey. Por lo tanto, "la desolación de la abominación" -reitera Francisco- tiene un nombre preciso, "la prohibición de adoración".
De este modo lo ha explicado el santo padre: "no es permitido hablar de religión, porque sería algo privado ¿no es así? De esto públicamente no se habla. Los signos religiosos se eliminan. Se debe obedecer a las órdenes que vienen de los poderes mundanos. Se pueden hacer muchas cosas, cosas bonitas, pero no adorar a Dios. Prohibición de adoración. Este es el centro de este fin. Y cuando llega a la plenitud -al 'kairos' de esta actitud pagana, cuando se cumple este tiempo - entonces sí, vendrá Él: 'Y verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y gloria'. Los cristianos que sufren tiempos de persecución, tiempos de prohibición de adoración son una profecía de lo que nos sucederá a todos".
También, ha concluido el papa, en el momento en el que los "tiempos de los paganos se han cumplido", es el momento de levantar la cabeza, porque está 'cerca' la 'victoria de Jesucristo'.

Y así ha finalizado el santo padre: "no tenemos miedo, Él solamente nos pide fidelidad y paciencia. Fidelidad como Daniel, que ha sido fiel a su Dios y ha adorado a Dios hasta el final. Y paciencia, porque los cabellos de nuestra cabeza no caerán. Así lo ha prometido el Señor. Esta semana nos hará bien pensar en esta apostasía general, que se llama prohibición de adoración y preguntarnos: '¿yo adoro al Señor? ¿yo adoro a Jesucristo, el Señor? ¿O un poco mitad y mitad, hago el juego del príncipe de este mundo?' Adorar hasta el final, con confianza y fidelidad: esta es la gracia que debemos pedir esta semana".

28 nvbr.: LA ESPERANZA A LA MANO

28 nvbre.: Se acerca vuestra liberación
             Si seguimos el texto, seguiremos repitiendo lo de estos días. El texto –si se tomara como profecía- sería espeluznante. Si se aprovecha la exuberancia oriental para expresar ese apocalipsis final, resulta ese cúmulo de espantos como aviso. Algo así como las “amenazas” a Nínive, que se hacían no para cumplirlas sino para que no tuvieran que cumplirse.  Y si se sabe leer como anuncio de lo que puede llegar a ser un mundo sin Dios, puede hacernos apretarnos más unos con otros a ver si llegamos a ser unos católicos más fieles en la vida personal y en comunicar a otros la parte de la moneda que excite a esperanza. Por supuesto que en cada uno de nosotros, y en lo que comuniquemos, también excitando a la exigencia. Porque la peor catástrofe sería quedar en una fe descafeinada que se limita a unas obras de piedad, alguna limosna, y quedarse en “buenas personas”.
             De eso se aprovechan los hijos de las tinieblas, tan astutos, con tanto odio a fe católica (por su misma fuerza interior)…, y por consiguiente, a la Iglesia y –finalmente- a Dios. Saben los enemigos de Dios y de Cristo que la fe cristiana auténtica tiene una fuerza indoblegable. Saben que mientras se mantenga la fe, de cada ceniza va a surgir un fuego que enciende otros fuegos. Como saben perfectamente que su lucha solapada y lenta contra la Religión católica redunda en el adocenamiento, la falta de reacción, el “pasotismo espiritual”…, y que así podrán tener el camino expedito.  ¿No nos acomodamos demasiado a todo ese pensamiento de que “todo da igual”, “to er mundo e güeno”, “Dios es el mismo para todos”…, y hemos perdido el vigor de tiempos difíciles?
             Al final del anuncio terrible surge la luz. Pero, ¡por favor!: no caigamos en la trampa de pensar que “por fin llega ya lo agradable”… Porque el hecho de que exista triunfo anunciado, no merma para nada la realidad del “hoy” donde se luchan las batallas de cada día.
“Verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y majestad” debe ser un gozo para los fieles, para los luchadores. Es –dice el texto- un quedarse sin aliento los que no creyeron.
             Y la palabra final, a la que queremos aferrarnos desde esa vida cristiana auténtica, es ese poder levantarse, alzar la cabeza,  porque se acerca nuestra liberación.  La presencia de Jesucristo en poder y majestad, como Hijo de Dios que está sobre las mismas nubes y las utiliza de carroza, es para los creyentes una gozosa seguridad. El miedo es para los que no quisieron que Cristo reinara… No cabe el miedo en los que vivimos la esperanza de un encuentro con el Amor de los amores. Estos evangelios nos deben servir de estímulo, de lectura en positivo, de sentirnos llamados a más, de saber que no vivimos en el paraíso, y que no nos cabe dormirnos en los laureles.

             Sabemos el mal que hay. Sabemos que va a seguir esta situación y que, mientras el mundo sea mundo, el Reino de Dios padece violencia. Pero eso nos espolea; no nos achica. Caminamos al encuentro del Señor que viene…, sobre una nube con gran poder y majestad.  Se acerca nuestra liberación.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Tomado de ZENIT: Catequesis del Papa

27 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas,
¡felicidades porque son valientes, con el frío que hace en la plaza, son verdaderamente valientes!
Deseo llevar a término las catequesis sobre el Credo, desarrolladas durante el Año de la Fe, que concluyó el domingo pasado. En esta catequesis y en la próxima quisiera considerar el tema de la resurrección de la carne, deteniéndome en dos aspectos tal y como los presenta el Catecismo de la Iglesia Católica, es decir, nuestro morir y resucitar en Jesucristo. Hoy me detengo en el primer aspecto, el “morir en Cristo”.

1. Hay una forma equivocada de mirar la muerte. La muerte nos afecta a todos y nos interroga de modo profundo, especialmente cuando nos toca de cerca, o cuando afecta a los pequeños, a los indefensos de una forma que nos resulta “escandalosa”. Siempre me ha afectado la pregunta: ¿por qué sufren los niños?, ¿por qué mueren los niños? Si se entiende como el final de todo, la muerte asusta, aterroriza, se transforma en amenaza que rompe todo sueño, toda perspectiva, que rompe toda relación e interrumpe todo camino. Esto sucede cuando consideramos nuestra vida como un tiempo encerrado entre dos polos: el nacimiento y la muerte; cuando no creemos en un horizonte que va más allá de la vida presente; cuando se vive como si Dios no existiera. Esta concepción de la muerte es típica del pensamiento ateo, que interpreta la existencia como un encontrarse casualmente en el mundo y un caminar hacia la nada. Pero existe también un ateísmo práctico, que es un vivir sólo para los propios intereses y las cosas terrenas. Si nos dejamos llevar por esta visión errónea de la muerte, no tenemos otra opción que la de ocultar la muerte, negarla, o de banalizarla, para que no nos de miedo.

2. Pero a esta falsa solución se rebela el corazón del hombre, su deseo de infinito, su nostalgia de la eternidad. Y entonces, ¿cuál es el sentido cristiano de la muerte? Si miramos a los momentos más dolorosos de nuestra vida, cuando perdemos a una persona querida -los padres, un hermano, una hermana, un esposo, un hijo, un amigo– nos damos cuenta que, incluso en el drama de la pérdida, doloridos por la separación, surge del corazón la convicción de que no puede haber acabado todo, que el bien dado y recibido no ha sido inútil. Hay un instinto poderoso dentro de nosotros, que nos dice que nuestra vida no termina con la muerte. ¡Esto es verdad! ¡Nuestra vida no termina con la muerte!

Esta sed de vida ha encontrado su respuesta real y confiable en la resurrección de Jesucristo. La resurrección de Jesús no da sólo la certeza de la vida después de la muerte, sino que ilumina también el misterio mismo de la muerte de cada uno de nosotros. Si vivimos unidos a Jesús, fieles a Él, seremos capaces de afrontar con esperanza y serenidad también el paso de la muerte. La Iglesia de hecho reza: “Si bien nos entristece la certidumbre de tener que morir, nos consuela la promesa de la inmortalidad futura”. Una bonita oración de la Iglesia, esta. Una persona tiende a morir como ha vivido. Si mi vida ha sido un camino con el Señor, de confianza en su inmensa misericordia, estaré preparado para aceptar el momento último de mi existencia terrena como el definitivo abandono confiado en sus manos acogedoras, en la esperanza de contemplar cara a cara su rostro. Y esto es lo más bello que puede sucedernos, contemplar cara a cara el rostro maravilloso del Señor, verlo a él, tan hermoso, lleno de luz, lleno de amor, lleno de ternura. Nosotros vamos hacia allí, a encontrarnos con el Señor.
        
3. En este horizonte se comprende la invitación de Jesús de estar siempre preparados, vigilantes, sabiendo que la vida en este mundo se nos ha dado para prepararnos a la otra vida, con el Padre celeste. Y para esto hay siempre una vía segura: prepararse bien a la muerte, estando cerca de Jesús. ¿Y cómo estamos cerca de Jesús? Con la oración, en los sacramentos y también en la práctica de la caridad. Recordemos que Él está presente en los más débiles y necesitados. Él mismo se identificó con ellos, en la famosa parábola del juicio final, cuando dice: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era extranjero y me acogisteis, desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, estaba en la cárcel y vinisteis a verme. Todo lo que hicisteis con estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt25,35-36.40). Por tanto, un camino seguro es recuperar el sentido de la caridad cristiana y de la compartición fraterna, curar las heridas corporales y espirituales de nuestro prójimo. La solidaridad en compartir el dolor e infundir esperanza es premisa y condición para recibir en herencia el Reino preparado para nosotros.  Quien practica la misericordia no teme a la muerte. Pensad bien en esto. Quien practica la misericordia no teme a la muerte. ¿Estáis de acuerdo? ¿Lo decimos juntos para no olvidarlo? Quien practica la misericordia no teme a la muerte. Otra vez. Quien practica la misericordia no teme a la muerte. ¿Y por qué no teme a la muerte? Porque la mira a la cara en las heridas de los hermanos, y la supera con el amor de Jesucristo.

Si abrimos la puerta de nuestra vida y de nuestro corazón a los hermanos más pequeños, entonces también nuestra muerte se convertirá en una puerta que nos introducirá en el cielo, en la patria beata, hacia la que nos dirigimos, anhelando morar para siempre con nuestro Padre, con Jesús, María y los santos.

27 nvbr.: "Duros trabajos del Evangelio"

27 nvbre.: Pese a todo, ¡seguros!
             La lectura, como ya quedó dicho ayer, está en la línea de “un final”, pero final que todavía no es…, y que lo que se pretende es avisar para que no se viva en la inopia, como si Jesús hubiera venido para darnos caramelos o convertir la vida en Jauja, por el hecho de vivir amparados bajo la fe en Él. Por supuesto que es nuestra gran fuerza, nuestro gran amparo, nuestra gran seguridad, Pero no nuestra “mantequilla”…, o como –aquel dicho que estuvo tan en boga- para hacer de opio que nos mantenga alejados de la realidad.
             La realidad de la vida es muy dura. Muy dura ya en sí misma, porque siempre habrá que lucharla. Y mucho más dura cuando de un Paraíso se ha hecho un “infierno” en el que domina la avaricia por el poder y desde el poder…, la tiranía del dinero y de los ricos, la sinrazón de los que imponen su ley (sin ley)…, y se persigue diabólicamente los valores cristianos, y se busca anular al mismo Dios.
“Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel –y a la tortura y al martirio-, y os harán comparecer ante jefes y gobernadores por causa de mi nombre”.  Hasta tal punto que “hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos, os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre”.
El lenguaje es desagradable; nos gustarían más otras palabras. Pero eso no variará los hechos. Que se lo digan a los mártires actuales recientes en África, en que las familias sufren esas violencias de parte de los mismos padres y hermanos y familiares.  Que se lo digan a esos que pueden estar codo a codo con nosotros, pero que serán señalados con el dedo si manifiestan sus creencias…, y hasta podrían perder el empleo. Y no hace falta irse lejos para saberlo y comprobarlo… El carné de cristiano no es el que abre puertas, sino el que las cierra.  Y bien vemos en cualquier manifestación pública, aunque sea para que regalen chupa-chups…, que siempre salen a relucir las ofensas y odios contra la Iglesia.  Jesús no dijo, pues nada distinto. Jesús se adelantó a anunciar una realidad histórica.
La tal realidad “apocalíptica” lo que tiene es que hacernos orar y ser muy atentos a algo que lleva aparejada nuestra fe…, “la causa del Nombre de Jesús”.  San Pablo habla de “los duros trabajos del Evangelio”. Aunque nos suele gustar que Jesús nos deleite con sus cuentecillos pedagógicos… Pero no podemos vivir en Babia. Es necesario que nos convenzamos de que no hay vida cristiana sin cruz (= duros trabajos), y que la cruz no viene jamás dibujada a nuestra medida, ni es la que esperamos ni a la que “nos ofrecemos”. Cuando Jesús presenta ese cuadro de padres y parientes y hermanos que acusan y hasta matan, o gobernadores y reyes y tribunales que condenan por causa de su nombre, nos está advirtiendo de la lucha que conlleva la vida de un creyente en Él…, la lucha desigual frente a esos enemigos que van surgiendo en el paso del tiempo y de los años.
Pero al mismo tiempo nos da dos pilares de apoyo: que no estemos preocupados de cómo defendernos; Jesús mismo nos sugerirá… Con mirada hacia un horizonte último, ningún adversario podrá hacernos frente. Lo que, evidentemente, no es un “seguro” para ahora. Pero lo que sí es seguro es que ni un cabello de nuestra cabeza perecerá… Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. Ahí, en esa frontera donde LA VERDAD será la que triunfe… Y desde ahora, cuando nos toca ir haciendo que nuestra fe persevere, domine los vericuetos tramposos ¡y tan fáciles! que se nos ofrecen.

No ha sido esta palabra de Lc 21, 12-19 tan fuera de lugar. Encierra muchas enseñanzas, advertencias y previsiones, que deberíamos hacer más actuales en nuestro mundo interior…, y en el enfoque del exterior. Y bien podemos asegurar que no está lejos…; que te la encuentras a la vuelta de la esquina, donde menos la esperas, con las sinrazones más burdas. Pero así es una realidad que tenemos delante, y que supone la cizaña que el enemigo (o aparente amigo) te siembra en medio de tu campo.  ¡O que uno siembra en el campo del otro…! (que todo es posible).
SIN SERVICIO ZENIT correspondiente a ayer

martes, 26 de noviembre de 2013

26 nvbr.: Hacia el final

          26 Nvbr.: COMIENZA CAPÍTULO “APOCALÍPTICO”
          Lc 21, 5-11 trae ya el capítulo “final” de la vida pública de Jesús, que preanuncia el final de una era judía…, expresada en un estilo de “apocalipsis” [últimas convulsiones de un mundo que perece, choque supremo de dos fuerzas antagónicas: el bien y el mal, el reino que se acaba y el que no tiene fin].
          Ahí y de esa manera tenemos que leer e interpretar lo que nos queda de semana. Que –sabiendo leerlo- nos está presentando una realidad absolutamente actual. Y si es que nos desagradan estos evangelios, mucho más debe desagradarnos la realidad que vivimos e incluso creamos.
          Excusa para establecer el tema: la admiración de los apóstoles al ver las riquezas de los adornos del Templo. Momento que aprovecha Jesús para volver a recordar que todo eso, tan llamativo y atrayente, v a quedar en ruinas. Será destruido.
          Y la lógica curiosidad dolorida: ¿Y cuándo será eso, y qué señales anuncien que ya v a suceder?
-Porque habrá engaños que pretendan suplantarme. Cualquiera se presentará como poseedor de la verdad…, como falso educador…, como fuerza influyente para llevarse detrás a muchos. [Llámense televisión, ideologías políticas, sociales…, o “líderes” de cartón, ídolos diversos, “liberadores” de “las represiones”, campañas demoledoras de valores bajo capa de nueva libertad…, etc.]. Os dirán: “Yo soy”, “el momento está cerca”…
-Y dice Jesús: No vayáis tras ellos. Tiene que suceder pero no tienen la última palabra.
Y parece que describe Jesús el panorama actual con las guerras de pueblo contra pueblo, y tribu contra tribu, y los de una facción contra la de otra…  Que por expresarlo en ese lenguaje de convulsión de un mundo decadente cuando pierde a Dios, se prefigura en formas catastróficas que llamen la atención: terremotos, grandes epidemias y hambre, espantos y signos en el cielo…
Algo así como lo dicen hoy los sabios y entendidos del planeta cuando describen la situación actual. El hombre está destruyendo su hábitat con sus emulsiones de gases…, y de ahí los tsunamis, el deshielo de los polos, la invasión de los continentes por el mar.  O de una pérdida moral y una sexualidad, como juego de niños, indiscriminada y hasta pervertida, que provocan otros efectos de enfermedades o situaciones que invaden y merman la población.
¿Estarán también jugando estos sabios a hacer “literatura apocalíptica”?  ¿Nos suena tan mal el lenguaje de estos evangelios y no nos extrañan “las predicciones” de la ciencia?  ¿No estarán estos relatos al servicio de una oración de discernimiento del desastre que provocamos los humanos cuando marginamos a Dios, y pretendemos ser los nuevos dioses que dominan a la humanidad?

Porque detrás de muchas catástrofes actuales –humanas, de países o regiones…- hay tantos intereses económicos y tanta manipulación mafiosa (aunque sea de guante blanco), que realmente nos debiera ayudar a meditar  la realidad, y ver si en el nivel de “las cosas domésticas”, no sería urgente que yo y tú y ellos…, nos aplicáramos a hacer una “parcela” mejor.  Cada cual desde su ámbito y realidad.  Y sería muy penoso que, al acabar de leer, se dijera alguien a sí mismo: esto no lo entiendo…; esto no va conmigo. Porque la realidad es que nos afecta muy directamente a todos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Tomado de ZENIT

HOMILÍA DEL PAPA en Santa Marta
25 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - Confiar en el Señor, incluso en las situaciones límite. Esta es la exhortación del papa Francisco en su homilía de este lunes en la Casa Santa Marta. El santo padre ha subrayado que los cristianos están llamados a tomar decisiones definitivas, como nos enseñan los mártires de todos los tiempos. También hoy, ha observado, hay hermanos perseguidos que son un ejemplo para nosotros y nos animan a confiar totalmente en el Señor.
En sus palabras, el pontífice se ha detenido en las figuras que nos presentan la Primera Lectura de este día, tomada del Libro de Daniel, y el Evangelio: los jóvenes hebreos esclavos en la Corte del rey Nabucodonosor y la viuda que va al Templo a adorar al Señor.
En ambos casos, ha señalado el santo padre, la situación es límite: la viuda en condiciones de miseria, los jóvenes en la de la esclavitud. La viuda da todo lo que tenía al tesoro del Templo, los jóvenes permanecen fieles al Señor arriesgando sus vidas:
“Ambos, la viuda y los jóvenes, han arriesgado. En su riesgo han elegido al Señor, con un corazón grande, sin intereses personales, sin mezquindad. No tenían un comportamiento mezquino. El Señor, el Señor es todo. El Señor es Dios y se confiaron al Señor. Y esto no lo han hecho por una fuerza, me permito la palabra, fanática, no: ‘Esto debemos hacerlo, Señor’, ¡no! Es otra cosa, se han confiado, porque sabían que el Señor es fiel. Se confiaron en esa fidelidad que siempre está, porque el Señor no cambia, no puede: siempre es fiel, no puede no ser fiel, no puede negarse a sí mismo”.
Esta confianza en el Señor, ha indicado, les llevó a “hacer esta elección por el Señor”, porque saben que Él “es fiel”. Una elección que sirve tanto en las pequeñas cosas como en las elecciones grandes y difíciles:
“También en la Iglesia, en la historia de la Iglesia, se encuentran hombres, mujeres, ancianos, jóvenes, que hacen esta elección. Cuando nosotros escuchemos la vida de los mártires, cuando nosotros leamos en los periódicos las persecuciones contra los cristianos, hoy, pensemos en estos hermanos y hermanas que en situaciones límite hacen esta elección. Ellos viven en este tiempo. Ellos son un ejemplo para nosotros y nos animan a dar al tesoro del Templo todo lo que tenemos para vivir”.
El Señor, ha recordado el papa Francisco, ayuda a los jóvenes hebreos en esclavitud a salir de las dificultades, y también a la viuda la ayuda el Señor. Hay una alabanza de Jesús hacia ella y también una victoria:

“Nos hará bien pensar en estos hermanos y hermanas que, en toda nuestra historia, también hoy, hacen elecciones definitivas. Pensemos también en tantas mamás y padres de familia que todos los días hacen elecciones definitivas para ir hacia delante con sus familias, con sus hijos. Y esto es un tesoro en la Iglesia. Ellos nos dan testimonio, y ante tantos que nos dan testimonio, pidamos al Señor la gracia del coraje, de la valentía de ir hacia delante en nuestra vida cristiana, en las situaciones habituales, comunes, de todos los días y también en las situaciones límite”.

25 nvbr.: Jesús se ha sentado frente a mí

25 nvbre: Cuando se da de corazón
             Jesús es muy observador. Mientras sus discípulos, posiblemente, estaban distraídos en sus conversaciones y merodeaban sin objetivo fijo, aprovechando que Jesús se había sentado en el templo, frente al cepillo de las ofrendas… -ellos pensarían que como descanso-, Jesús estaba mirando el paso de aquellos donantes que iban echando sus limosnas. Ya se veía por el atuendo, y hasta más aún por la formas, que había ricos que echaban mucho, y alguno que otro pudiera ser que ostentosamente. Jesús observaba. Evidentemente que iba teniendo sus sentimientos ante aquellos que pasaban ante su vista, aunque lo más seguro es que nadie se apercibió de aquel hombre que estaba sentado.
             Una mujer, humildemente vestida y con esa mirada baja de quien vive más dentro de sí…, quizás por su propia pobreza, se acercó al cepillo y echó dos reales. Sin ningún aspaviento se marchó. Nunca pensó que alguien había observado su limosnita.
             Jesús había dejado a sus apóstoles en su “aparte” durante aquel rato. Pero de pronto oyen que el Maestro les llama con prisa. Acuden a ver qué pasa, y Jesús les hace fijarse en aquella mujer: ¿Veis a esa mujer?  ¡Una pobre viuda! (debía llevar el manto de su viudez); pues ella ha echado más que nadie.  Se extrañaron los apóstoles. ¿Cómo era posible que esa mujer hubiera echado más que nadie, cuando ellos han estado viendo –sin pararse a mirar- que habían pasado personas de muy buen porte? Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esa mujer, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para comer hoy.

             Cuántas veces pienso que Jesús se sienta frente a cada persona…; prudentemente mira, observa… Ve lo externo, lo visible…, como es lógico, y ya en ello detiene una atención. Pero “bajo el manto” de esa visión exterior ve el corazón, los sentimientos, los íntimos secretos de cada alma. Ante sus ojos profundos aparecen los actos de amor y servicialidad de tantos y tantas. Los sacrificios ocultos de muchísimas personas, aunque nadie lo advierta, y aunque esas mismas personas lo vivan ya sin darle importancia. ¡Cuántos heroísmos secretos que quedan patentes a los ojos de Jesús! ¡Cuántas “pobres viudas” –viudos, jóvenes, padres y madres, niños, jubilados, gentes en soledad o pasando necesidad real…- cuyas vidas, sus penurias, sus méritos…, no pasan desapercibidas a los ojos de Jesús!
             Digamos también que ve Jesús, apenadamente, bajezas, egoísmos, intenciones subrepticias, medias verdades, ostentaciones, escurrir de hombros cuando habría que meterlos…, apariencias, bondades ficticias… No sería objetivo pensar que Jesús no ve eso… Lo intuyó muchas veces durante su vida, unas veces en sus propios discípulos, otras en los fariseos…
             Todo esto nos debe hacer pensar. Porque nada hay oculto a los ojos de Jesús. Y de nuestra parte debiera haber una sincera y objetiva mirada a nuestro propio interior, porque hay muchas cosas ahí dentro que tienen valor (bueno o malo), y lo que interesa es vivir con la honradez necesaria como para poder ofrecerle a Jesús la alegría de una vida más a su gusto. Algo que, al fijar Jesús sus ojos, pueda “llamar a sus discípulos” para decirles que ahí, bajo esa sencillez exterior, se ha producido una realidad que tiene más valor del que aparece.

             Pensándolo por mí, ¡qué falta haría tener viva esa conciencia de que cada acto mío, cada mirada, cada pensamiento, cada intención, cada palabra…, se están desarrollando bajo una mirada de Jesús!  Porque hay más de una de esas cosas que serían de diverso, o muy diverso modo, si Jesús estuviera ahí delante…  Claro: ¡es que lo está!

domingo, 24 de noviembre de 2013

Tomado de ZENIT: Ángelus del Papa

24 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre Francisco, antes de finalizar la celebración eucarística de clausura del Año de la fe y para introducir la oración mariana de Ángelus ha pronunciado las siguientes palabras:
Antes de concluir esta celebración, deseo saludar a todos los peregrinos, las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones y los movimientos, llegados de tantos países. Saludo a los participantes del Congreso Nacional de la Misericordia; saludo a la comunidad ucraniana, que recuerda el 80º aniversario del Holodomor, la 'gran hambruna' provocada por el régimen soviético que causó millones de víctimas.
En este día, nuestro pensamiento va a los misioneros que, a lo largo de los siglos, han anunciado el Evangelio y esparcido las semillas de la fe en tantas partes del mundo, entre los cuales está el beato Junípero Serra, misionero franciscano español, del que se celebra el tercer centenario de su nacimiento.
El papa no ha querido terminar sin un pensamiento "a todos aquellos que han trabajado para llevar adelante este Año de la fe", en especial a monseñor Rino Fisichella, "que ha guiado este camino",  a él y a sus colaboradores les ha dado las gracias de corazón.

Ahora - ha continuado - rezamos junto el Ángelus. Con esta oración invocamos la protección de María, especialmente para nuestros hermanos y nuestras hermanas que son perseguidos a causa de la fe.  

Tomado de ZENIT: Homilía del Papa: CLAUSURA del AÑO DE LA FE

24 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - Publicamos a continuación la homilía del santo padre de la celebración eucarística de la clausura del Año de la fe.
La solemnidad de Cristo Rey del Universo, coronación del año litúrgico, señala también la conclusión del Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, a quien recordamos ahora con afecto y reconocimiento por este don que nos ha dado. Con esa iniciativa providencial, nos ha dado la oportunidad de descubrir la belleza de ese camino de fe que comenzó el día de nuestro bautismo, que nos ha hecho hijos de Dios y hermanos en la Iglesia. Un camino que tiene como meta final el encuentro pleno con Dios, y en el que el Espíritu Santo nos purifica, eleva, santifica, para introducirnos en la felicidad que anhela nuestro corazón.
Dirijo también un saludo cordial y fraterno a los Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias orientales católicas, aquí presentes. El saludo de paz que nos intercambiaremos quiere expresar sobre todo el reconocimiento del Obispo de Roma a estas Comunidades, que han confesado el nombre de Cristo con una fidelidad ejemplar, pagando con frecuencia un alto precio.
Del mismo modo, y por su medio, deseo dirigirme a todos los cristianos que viven en Tierra Santa, en Siria y en todo el Oriente, para que todos obtengan el don de la paz y la concordia.
Las lecturas bíblicas que se han proclamado tienen como hilo conductor la centralidad de Cristo. Cristo está en el centro, Cristo es el centro. Cristo centro de la creación, del pueblo y de la historia.
1. El apóstol Pablo, en la segunda lectura, tomada de la carta a los Colosenses, nos ofrece una visión muy profunda de la centralidad de Jesús. Nos lo presenta como el Primogénito de toda la creación: en él, por medio de él y en vista de él fueron creadas todas las cosas. Él es el centro de todo, es el principio: Jesucristo, el Señor. Dios le ha dado la plenitud, la totalidad, para que en él todas las cosas sean reconciliadas (cf. 1,12-20). Señor de la creación, Señor de la reconciliación.
Esta imagen nos ayuda a entender que Jesús es el centro de la creación; y así la actitud que se pide al creyente, que quiere ser tal, es la de reconocer y acoger en la vida esta centralidad de Jesucristo, en los pensamientos, las palabras y las obras. Y así nuestros pensamientos serán pensamientos cristianos, pensamientos de Cristo. Nuestras obras serán obras cristianas, obras de Cristo, nuestras palabras serán palabras cristianas, palabras de Cristo. En cambio, La pérdida de este centro, al sustituirlo por otra cosa cualquiera, solo provoca daños, tanto para el ambiente que nos rodea como para el hombre mismo.
2. Además de ser centro de la creación y centro de la reconciliación, Cristo es centro del pueblo de Dios. Y precisamente hoy está aquí, en el centro. Ahora está aquí en la Palabra, y estará aquí en el altar, vivo, presente, en medio de nosotros, su pueblo. Nos lo muestra la primera lectura, en la que se habla del día en que las tribus de Israel se acercaron a David y ante el Señor lo ungieron rey sobre todo Israel (cf. 2S 5,1-3). En la búsqueda de la figura ideal del rey, estos hombres buscaban a Dios mismo: un Dios que fuera cercano, que aceptara acompañar al hombre en su camino, que se hiciese hermano suyo.
Cristo, descendiente del rey David, es precisamente el «hermano» alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno; un único pueblo unido a él, compartimos un solo camino, un solo destino. Sólo en él, en él como centro, encontramos la identidad como pueblo.
3. Y, por último, Cristo es el centro de la historia de la humanidad, y también el centro de la historia de todo hombre. A él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia se iluminan, y nos da esperanza, como le sucedió al buen ladrón en el Evangelio de hoy.
Mientras todos se dirigen a Jesús con desprecio -«Si tú eres el Cristo, el Mesías Rey, sálvate a ti mismo bajando de la cruz»- aquel hombre, que se ha equivocado en la vida pero se arrepiente, al final se agarra a Jesús crucificado implorando: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23,42). Y Jesús le promete: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (v. 43): su Reino. Jesús sólo pronuncia la palabra del perdón, no la de la condena; y cuando el hombre encuentra el valor de pedir este perdón, el Señor no deja de atender una petición como esa. Hoy todos podemos pensar en nuestra historia, nuestro camino. Cada uno de nosotros tiene su historia; cada uno tiene también sus equivocaciones, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos tristes. En este día, nos vendrá bien pensar en nuestra historia, y mirar a Jesús, y desde el corazón repetirle a menudo, pero con el corazón, en silencio, cada uno de nosotros: "Acuérdate de mí, Señor, ahora que estás en tu Reino. Jesús, acuérdate de mí, porque yo quiero ser bueno, quiero ser buena, pero me falta la fuerza, no puedo: soy pecador, soy pecadora. Pero, acuérdate de mí, Jesús. Tú puedes acordarte de mí porque tú estás en el centro, tú estás precisamente en tu Reino." ¡Qué bien! Hagámoslo hoy todos, cada uno en su corazón, muchas veces. "Acuérdate de mí, Señor, tú que estás en el centro, tú que estas en tu Reino."

La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido. El Señor siempre da más, es tan generoso, da siempre más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti y te lleva a su Reino. Jesús es el centro de nuestros deseos de gozo y salvación. Vayamos todos juntos por este camino.

Peticiones en la Misa de Jesucristo Rey

            Al poner el broche de oro en los Domingos del año litúrgico, suplicamos a Dios que se realice en cada uno de nosotros SU REINADO, que pedimos en el Padrenuestro.

-          Venga, Padre, tu Reino de  la Verdad que purifique tantas mentiras en el hablar y en el vivir. Roguemos al Señor.

-          Venga a nosotros tu Reino de la Vida, que nos lleve a valorar el respeto a la vida, la vida sana de todos, la vida de los ancianos, de la mujer, de los hijos que deben venir, Roguemos al Señor.

-          Venga a nosotros el Reino de la Santidad que refleje tu santidad y la expanda en todos los niveles humanos, sociales, familiares, eclesiales. Roguemos al Señor.

-          Pon en nosotros, Padrenuestro, tu Reino de la Gracia, que es tu Presencia en nosotros por tu Espíritu que mueve nuestros corazones hacia el bien. Roguemos al Señor.

-          Venga, Padre, tu Reino de Justicia –que es tu misericordia derramada sobre todos. Roguemos al Señor

-          Envíanos tu Espíritu Santo, que es Espíritu del amor, porque este mundo está sediento de amor y te necesita. Roguemos al Señor

-          Envuélvenos en tu Paz: paz en las conciencias, paz entre las naciones, paz en los corazones…, esa PAZ que es señal de que está en nosotros tu Reino. Roguemos al Señor.


Lo pedimos por medio de Jesucristo, Señor y Rey del universo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

24 novb.: JESUCRISTO, REY UNIVERSAL

JESUCRISTO, 
REY DEL UNIVERSO
             Un domingo que hace de eclosión y de síntesis. Eclosión de lo que todo un año ha pretendido poner en claro: el REINO DE DIOS. Síntesis, porque cuanto se ha dicho en hechos y dichos del Antiguo y Nuevo Testamento, se recapitula en Jesucristo. Él es el primogénito de entre los muertos y es el primero en todo, porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por Él quiso reconciliar a todos los seres, los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.  Dios Padre nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. (De la 2º lectura, Colos 1, 12-20).
                Esta vez es esa 2ª lectura la que nos lo hace más comprensible y concreto todo el sentid de esta solemnidad que pene el broche de oro a los domingos del año litúrgico, en su Ciclo C.
                La 1ª lectura es un anticipo de un reinado que se inicia en David, pero que –en la línea de las promesas mesiánicas- es un anticipo, una sombra, de lo que ha de ser esa plenitud a la que se refiere San Pablo.
                El Evangelio –de San Lucas, en el que hemos estado en este ciclo C- tiene varios momentos cumbres de proclamación de ese REINADO DE JESÚS: ante el desafío de las gentes y los sacerdotes hacia Jesús para que si es Hijo de Dios baje de la cruz, el señorío y realeza honda de Jesús es permanecer ahí… Su obra, ¡hasta el final!  Luego el letrero sobre la cabeza de Jesús: Éste es el Rey de los judíos. [Y sabemos por otro evangelista que Pilato, el cobarde chaquetero que cedió tantas veces…, aquí no cede. Deja grabada en 4 lenguas la proclamación solemne del reinado de Jesucristo, desde la cruz]. Y para confirmación definitiva, el malhechor de su derecha le pide que se acuerde de él “cuando llegues a tu reino…  Y Jesús –que renunció a que se le diera ese título cuando los momentos triunfales de la multiplicación de los panes-, ahora asiente completamente: Te lo aseguro: hoy mismo estarás conmigo en el paraíso.
                Nada de título postizo o de imitación de los títulos humanos. El rey en un Estado no tiene nada que ver con esta otra realidad del REINADO DE DIOS. Ni se parece nada en su contenido ni en sus formas. Aparte de que los reyes de hoy día reinan bastante poco, es que el Reinado de Cristo y de Dios se desarrolla en el interior de la persona, en el corazón de cada hombre o mujer. O no se desarrolla. Nadie lo va a imponer. El reinado de Dios se acoge o se deja…, aunque resaltará de forma definitiva en su llegada en las nubes  entre los ángeles del Cielo, y se separen los peces buenos de los malos. No excluye a nadie, pero en el momento de la siega, la cizaña es separada del trigo. Es un reino sin territorio, aunque abarca el cielo y la tierra. Sin ejércitos ni policía (salvo que la conciencia grita…; ¡y desgraciado de quien la acalló del todo, y se creyó libre por ello!). No es reino de grandeza, sino tan simple como la levadura que entra en la masa, o el mínimo grano de mostaza que crece hasta formar un hermoso arbusto. No empequeñece ni esclaviza, sino que hace libres a quienes lo acogen.
                Por eso tenemos que tener cuidado de no presentar a “Cristo Rey” como una bandera bélica, como un grito de guerra…, ni una especie de “posesión” de nadie; ni hemos de rechazar esa palabra: “rey” por sonar a poderes o títulos de semejanza “política”.  El Reinado de Dios  es toda la realidad de DIOS, QUE ES DIOS, y que –por serlo (y no puede dejar de serlo)- es DIOS DE CIELO Y TIERRA POR TODA LA ETERNIDAD. A la derecha de su trono excelso en los Cielos, Jesucristo es REY DEL UNIVERSO,  ante cuyo nombre, sobre todo nombre, se dobla toda rodilla en el Cielo, en la tierra y en el abismo.

                La Liturgia, que es fuente de teología y catequesis, acuñó una preciosa expresión de alabanza en el Prefacio de la solemnidad que celebramos: Consagraste Sacerdote eterno y Rey del universo a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, para que ofreciéndose a sí mismo como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumara el misterio de la redención humana;

                y, sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu Majestad infinita un reino eterno y universal: el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la justicia (=misericordia), el amor y la paz.

23: No hubo Servicio ZENIT

viernes, 22 de noviembre de 2013

23 novb.: LAS COSAS SERIAS

23 novb.: Cuestiones de poca monta

             De nuevo el evangelio de los 7 maridos que –siguiendo la ley del levirato- fueron casándose con la viuda del anterior… Una ficción de los saduceos (que no creen en la resurrección de los muertos) con la que pretendieron ridiculizar a Jesús o cogerlo en juna trampa: “En la resurrección, ¿de cuál es esposa esa mujer?
             Jesús respondió sencillamente que andaban despistados, planteando la eternidad con los modos y formas de esta vida mortal.  Y con un razonamiento apto para aquellos mismos que le intentaban poner en un brete, les contesta: Dios es Dios de vivos y no de muertos, porque para Él todos están vivos. Un modo de razonar que a nosotros nos parecerá extraño, pero que para la mentalidad judía era bastante.
             Los fariseos, siempre hostiles con Jesús, pero más hostiles con los saduceos- reaccionan aplaudiendo a Jesús.  Y dice el final del texto que ya no se atrevieron a hacerle más preguntas.  ¡Es que quedaban mal!
             Me limitaría a una reflexión que nos fuera útil a nosotros: ¡cuántas tontas cuestiones (o incluso discusiones y tensiones) nos buscamos por esas pequeñeces que nos afectan tanto, que nos disgustan tanto, que nos dejan –y dejan en nuestro entorno- un mal sabor de boca. Sencillamente porque un poco de madurez nos aconsejaría evitar y eliminar las cuestiones de poca monta, habiendo tantas cosas serias y prácticas que podrían hacernos bien y hacernos crecer cuando constituyeran un alimento de nuestras conversaciones…, unos puntos de interés…
             No hace mucho leíamos en la vida de un santo lo bien que vivía en la paz de su convento. Un día lo nombraron Obispo y él mismo expresaba la dificultad para mantener un equilibrio. Porque, por una parte, debía escuchar a todos; pero cada uno descargaba sobre él su problema… Y él se hallaba más de una vez cogido en la propia trampa de entrar al trapo de lo que le decían, unas veces interesándose con cierto gusto de saber, pero en detrimento de su propio fiel de balanza para calibrar con objetividad, e incluso alterándose en su interior, con perjuicio para su oración.
             Comprendo el ridículo fácil de entrar al trapo… Muchas mamás (sobre todo) se quejan de que no le hacen caso en su hogar “a pesar de lo que ellas repiten las cosas”. ¡Por la boca muere el pez!  Si no se entrara al trapo, no ocurriría eso. Porque no hay más pérdida de razón que cuando se quiere imponer. Y peor: cuando se quiere resolver una cosa por el camino que no es o con la inmediatez de un conflicto…, en caliente…, cuando todavía se vive bajo el fragor de un sentimiento…
             Yo, como el santo citado, vivo esas situaciones en las que uno se acaba metiendo y pierde objetividad de juicio y de modo de expresión. ¡Cuántas veces he de darme golpes de pecho porque no mantuve el fiel de mi balanza!  Y soy capaz de enredarme en la minucia de un tema de menor envergadura, pero que lo he “vivido afectiva y emocionalmente”…, lo cual es la manera mejor de no acertar, de enfocar muy subjetivamente y, entonces, equivocarme. Cosa que soy capaz de captar al vuelo en un interlocutor…, y sin embargo perder la perspectiva cuando estoy metido en medio.

             Por todo lo cual, esta noche me voy a retirar para hacer mis Ejercicios Espirituales, hasta el mismo 30, inclusive.

             POR ELLO no sé si pondré estas reflexiones diarias del blog o, por lo menos, en la forma extensa. Lo que sí os voy a pedir –a quienes queráis acompañarme- es que hagáis por mí una oración al Señor, pues no pretendo un mero “ejercicio piadoso” sino hallar un equilibrio en mi actitud interna y de relación con los que trato. Quiero y necesito que sea Él quien diga lo que Él quiere.

Tomado de ZENIT: Homilía del Papa el 22 novbr.

22 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre ha recordado en la homilía de hoy de Santa Marta que el templo es un lugar sagrado en el que lo que más importa no es la ritualidad, sino adorar al Señor. El papa ha hecho hincapié sobre el ser humano que, en cuanto "templo del Espíritu Santo" está llamado a escuchar dentro de sí a Dios, a pedirle perdón y seguirle.
Tomando como referencia el pasaje litúrgico del Antiguo Testamento en el que Judas Macabeo consagra de nuevo el templo destruido por las guerras, Francisco ha indicado que  "el templo es un lugar donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor, a darle gracias, pero sobre todo a adorar: en el templo se adora al Señor. Y este es el punto importante. También, esto es válido para las ceremonias litúrgicas, ¿qué es más importante?, ha preguntado. Y responde: lo más importante es la adoración: toda la comunidad reunida mira al altar donde se celebra el sacrificio y adora. Pero, yo creo - humildemente lo digo - que nosotros cristianos quizá hemos perdido un poco el sentido de la adoración y pensamos: vamos al templo, nos reunimos como hermanos - ¡es bueno, es bonito! - pero el centro está donde está Dios. Y nosotros adoramos a Dios", ha explicado el santo padre.
Y por eso ha preguntado Francisco "¿nuestros templos, son lugares de adoración, favorecen la adoración? ¿Nuestras celebraciones favorecen la adoración?" A lo que el papa ha añadido: "Jesús echa a los mercaderes que habían tomado el tempo por un lugar de comercio más que de adoración. Pero hay otro 'templo' y otra sacralidad a considerar en la vida de fe".
Al respecto, Francisco ha recordado que "san Pablo nos dice que nosotros somos templo del Espíritu Santo. Yo soy un templo. El Espíritu Santo está en mí. Y también nos dice: '¡no entristezcáis al Espíritu del Señor que está dentro de vosotros!' Y también aquí, quizá no podemos hablar como antes de la adoración sino de una especie de adoración que es el corazón que busca el Espíritu del Señor dentro de sí y sabe que Dios está dentro de sí, que el Espíritu Santo está dentro de sí. Lo escucha y lo sigue".
Cierto que la secuela de Dios presupone una continua purificación, "porque somos pecadores", ha indicado el papa Francisco. Y ha insistido: "purificarse con la oración, con la penitencia, con el sacramento de la reconciliación, con la eucaristía". Y así, "en estos dos templos - el templo material, el lugar de adoración, y el templo espiritual dentro de mí, donde habita el Espíritu Santo - en estos dos templos nuestra actitud debe ser la piedad que adora y escucha, que reza y pide perdón, que alaba al Señor".

Para concluir Francisco ha querido indicar una vez más que "cuando se habla de la alegría del templo, se habla de esto: toda la comunidad en adoración, en oración, en acción de gracia, en alabanza. Yo en oración con el Señor, que está dentro de mí porque yo soy 'templo'. Yo en escucha, yo en disponibilidad. Que el Señor nos conceda esta verdadero sentido del templo, para poder ir adelante en nuestra vida de adoración y de escucha de la palabra de Dios".

jueves, 21 de noviembre de 2013

22 novb.: La Casa de Dios

22 novb. Mi casa es casa de oración

             San Lucas 19, 45-48 narra de una manera mucho más real que Juan el momento en que Jesús echa a los traficantes que establecían sus tenderetes dentro del Patio de los Gentiles, abonando a los sacerdotes un alquiler de espacio. Un negocio para aquellos responsables del Templo, que son –e realidad- los verdaderos destinatarios de la acción de Jesús. [El patio de los gentiles era un amplísimo espacio al que podían entrar todos, y no era aún el Templo como tal, aunque espacio ya “sagrado”].
             Entra Jesús en ese Atrio y encuentra la “feria” que se ha montado allí. [Que no debe ser para nosotros nada extraño, porque bien sabemos que ahí buscan los mercaderes sus ganancias en romerías, procesiones, “apariciones”…].  Y Jesús siente el dolor de lo que está en la base de todo eso: los sacerdotes que se aprovechan de ello, y que son los verdaderos culpables.  Claro: ellos no están allí o no están dando la cara.
             Jesús se dirige a los vendedores y les dice a ellos, para que los otros se enteren (y por supuesto también para que ellos tomen mejor sensibilidad de lo que es el Templo): Escrito está: “Mi casa es casa de oración”; pero vosotros la habéis convertido en una “cueva de bandidos”.
             Bien a las claras se deduce que Jesús no aplicaba tales expresiones a unos feriantes que se ganaban la vida en donde mejor podían. La expresión “cueva de bandidos” es una cita del Antiguo Testamento, que Jesús une a la otra cita “escrita”: “Mi casa es casa de oración”. No eran “bandidos” los que vendían unas palomas o cambiaban unas monedas… La cita que trae aquí Jesús va mucho más alusiva a quienes debiendo cuidar del respeto al lugar, se aprovechan con sus ventajas económicas de los alquileres.
             A pelo viene el versículo siguiente: los que se dan por aludidos y quieren quitarlo de  en medio no son los feriantes; son los sumos sacerdotes, los doctores, los senadores (= ancianos o sanedritas). Y con todo lo que podría haberse levantado en contra de Jesús por parte de aquellos mercaderes o de la gente que pasaba, sin embargo los responsables no se atrevieron a actuar contra Jesús, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.  O sea: aun echando fuera del recinto del templo todo aquel tinglado, la gente estaba colgada de su Palabra, porque veían en Jesús la congruencia del hombre verdaderamente religioso, que no admite que la casa de Dios sea usada irrespetuosamente.
             El Templo, aun en los “aledaños” exteriores, ya era “Casa de Dios”, “Casa de oración”. Y eso, al que tuviera un mínimo sentido religioso, ya le producía una actitud de veneración. Y eso que allí no estaba presente Dios, separado allá en el Sancta Sanctorum en sus símbolos sagrados.
             Ni que decir tiene lo que me da que pensar todo esto en nuestros Templos (consagrados, con el Sagrario que encierra realmente a Jesús…, en donde algunos están haciendo oración a Dios…), y viendo tantas veces a las gentes (¿se les podrá llamar con propiedad: “fieles”?) que hablan como si estuvieran en el patio de su casa o en el mercado…; o esas molestas situaciones de quienes están en la iglesia charlando entre sí tranquilamente –como si tal cosa, y sin la menor consideración con quienes están en su rezo u oración-, e incluso con una creciente falta de educación cívica (no digamos religiosa) respondiendo en voz alta una llamada del móvil.
             Yo comprendo que hay incultura religiosa, piedades populares, formas de “devoción” que necesitan un sustentáculo “visible” para plasmar su creencia. Hasta admito y respeto esa fe del pueblo sencillo que no entiende de sacramentos, ni sabrá –quizás- que durante la Misa no es correcto estar practicando una “piedad lateral”.  No comulgarán –es posible- en años de su vida…, pero no se perdonarían no “comunicar” con el santo de su devoción una parte de su limosna, o “tocar” un “pie de imagen”, o llevarla a hombros en Semana Santa. Esas cosas las entienden y las palpan y les entran por los sentidos. Todo eso es mucho más perdonable que las actitudes directamente irreverentes que he indicado antes.
             “La Casa de Dios” es casa de oración, y cada cual puede tener “su modo de orar”. Pero no es orar (ni deja orar a otros) lo que es absolutamente ajeno a la vida del templo, en sus muy diversas facetas y modos de expresión.

             Por eso merecería un consideración pensar cómo actuaría Jesús… Con los mercaderes aquellos no puso mucho más acento…; con salirse fuera de la explanada y situarse en el exterior, en las puertas del recinto, estaba solucionado todo. Lo que no se solucionaba era que los que debían cuidar el lugar santo fueran quienes lo estaban llevando a profanación.

Tomado de ZENIT: Homilía del Papa, 21 novb.

21 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre, tras reunirse con los patriarcas de las Iglesias Orientales esta mañana, ha recibido también a los participanets de la Plenaria de la Congreación para las Iglesias Orientales, encuentro que se ha celebrado en Roma del 19 al 21 de noviembre.
Francisco ha recordado que "Cristo es la luz de los pueblos" y que de oriente a occidente toda la Iglesia da este testimonio del Hijo de Dios, esta Iglesia que, como evidencia la Constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Ecuménico Vaticano II, "está presente en cada nación de la tierra […], de hecho, todos los fieles esparcidos por el mundo están en comunión en el Espíritu Santo".
Asimismo ha explicado que "el memorable Concilio Vaticano II también tuvo el mérito de recordar explícitamente como en las antiguas liturgias de las Iglesias Orientales, en su teología, espiritualidad y disciplina canónica 'resplandece la tradición que viene de los apóstoles a través de los padres y que constituye parte del patrimonio divinamente revelado e indiviso de la Iglesia universal'".
El santo padre se ha manifestado complacido de acoger a los patriarcas y los arzobispos mayores, junto con los cardenales, arzobispos metropolitanos y los obispos miembros de la congregación para las Iglesias Orientales.
Francisco ha indicado que esta sesión plenaria tiene como objetivo recuperar la gracia del Concilio Vaticano II y del Magisterio posterior sobre el oriente cristiano. "De la evaluación del camino recorrido surgirán orientaciones para sostener la misión encomendada por el Concilio a los hermanos y hermanas de Oriente, es decir, 'la de promover la unidad de todos los cristianos , especialmente los orientales', ha observado el papa. Así, ha afirmado que "el Espíritu Santo los ha guiado en esta tarea sobre los senderos, no fáciles de la historia, alimentando su fidelidad a Cristo, a la Iglesia universal y al sucesor de Pedro, incluso a un alto precio y no pocas veces hasta el martirio". Por ello "¡la Iglesia entera os lo agradece!" ha exclamado el pontífice.
A continuación, Francisco, siguiendo las huellas de sus predecesores, ha querido reafirmar que “dentro de la comunión eclesiástica, existen legítimamente Iglesias particulares, que gozan de tradiciones propias, permaneciendo inmutable el primado de la cátedra de Pedro, que preside la asamblea universal de la caridad, protege las diferencias legítimas y simultáneamente vela para que las divergencias sirvan a la unidad en vez de dañarla. Sí, la variedad auténtica, legítima, la inspirada por el Espíritu no daña la unidad, sino que la sirve; el Concilio nos dice que esta variedad es necesaria para la unidad”.
El papa les ha contado a los presentes que los patriarcas y arzobispos mayores le han hablado esta mañana de la situación de las diversas Iglesias orientales, y de las que ha destacado “la vitalidad renovada de las que han estado oprimidas durante largo tiempo por los regímenes comunistas, el dinamismo misionero de las que se refieren a la predicación del apóstol Tomás, la perseverancia de las que viven en Oriente Medio, a menudo en la condición de 'pequeño rebaño', en entornos marcados por la hostilidad y el conflicto y también por las persecuciones encubiertas".
Por otro lado ha mencionado un tema tratado en la plenaria: el problema de la diáspora, uno de los puntos claves de la plenaria, dado su aumento significativo en todos los continentes. Por ello, el santo padre ha reiterado que hay que hacer todo lo posible para "facilitar la atención pastoral tanto en los territorios propios, como allí donde las comunidades orientales se han establecido desde hace tiempo, fomentando al mismo tiempo la comunión y la fraternidad con las comunidades de rito latino. Para ello será útil insuflar nueva vitalidad en los órganos consultivos que ya existen entre las Iglesias particulares y con la Santa Sede”.
Un pensamiento especial ha dedicado el papa en su discurso a “la tierra bendita donde Cristo vivió, murió y resucitó", añadiendo que "en ella la luz de la fe no se ha extinguido; al contrario, resplandece con fuerza. Es la 'luz de Oriente' que 'ha iluminado a la Iglesia universal, desde que apareció sobre nosotros un sol naciente, Jesucristo, nuestro Señor'" . Por consiguiente, ha matizado el papa, "cada católico tiene una deuda de gratitud con las Iglesias que viven en esa región. De ellas podemos aprender, entre otras cosas, la paciencia y la perseverancia, del ejercicio diario, a veces marcado por la fatiga, del espíritu ecuménico y del diálogo interreligioso. El contexto geográfico, histórico y cultural en el que viven desde hace siglos, las ha hecho interlocutoras naturales de muchas otras confesiones cristianas y de otras religiones”.
El pontífice ha observado que "gran preocupación suscitan las condiciones de vida de los cristianos que, en muchas partes de Oriente Medio sufren gravemente las consecuencias de las tensiones y conflictos. Siria, Iraq, Egipto y otras zonas de Tierra Santa, a veces se llenan de lágrimas". "El obispo de Roma - ha afirmardo él mismo - no descansará mientras haya hombres y mujeres, de cualquier religión, menoscabados en su dignidad, sin lo necesario para la supervivencia, privados del futuro, obligados a la condición de prófugos y refugiados”.
En consecuencia, Francisco ha hecho un llamamiento junto a los pastores de las Iglesias de Oriente, para que "sea respetado el derecho de todos a una vida digna y a profesar libremente la propia fe". Y ha afirmado que "no nos resignamos a pensar en un Oriente Medio sin cristianos, que desde hace dos mil años confiesan el nombre de Jesús, insertados como ciudadanos de pleno derecho en la vida social, cultural y religiosa de las naciones a las que pertenecen".
El dolor de los más pequeños y los más débiles, junto al silencio de las víctimas plantea una pregunta insistente: ¿Cuánto queda de la noche?.  Y Francisco dirigiéndose a toda la Iglesia ha exhortado a la oración, "que sabe conseguir del corazón misericordioso de Dios, la reconciliación y la paz. La oración desarma la necedad y genera un diálogo allí donde hay un conflicto abierto. Si es sincera y perseverante, hará que nuestra voz humilde y firme sea capaz de ser escuchada incluso por los líderes de las naciones".

El papa ha concluido con el pensamiento puesto en Jerusalén, “donde todos hemos nacido espiritualmente", deseando “todo el consuelo para que sea realmente profecía de esa convocación definitiva, de oriente a occidente, dispuesta por Dios”.

21 novb.: "MUCHO EXAMINAR"

21 nvbre: Si al menos ahora…
             En principio se le ve poco recorrido explicativo al texto de hoy en San Lucas: 19, 41-44. Unido con el tema de ayer, se ve más el sentimiento que expresa Jesús. Ayer la parábola mostraba a uno que va a ser designado rey, y mientras regresa, reparte bienes a sus súbditos para que la hacienda no queda estéril de frutos. Pero simultáneamente surgen los contrarios a ese nombramiento  mandan embajada para decir: No queremos que éste reine sobre nosotros. Jesús ha dibujado una realidad sobre Él. Estuvo intentando establecer el Reino…, y la resistencia de los influyentes fue total.
             Cuando hoy Jesús se asoma sobre Jerusalén desde la privilegiada panorámica que le ofrece el Monte de los Olivos, a Jesús se le agarra un nudo en la garganta… ¡Había querido Él traer la paz a aquel pueblo, simbolizado en la Ciudad santa!  Pero no; está escondido a tus ojos. No es sólo que no han captado esa profunda paz que le traía…, esa paz mesiánica que no se hacía belicosa ni nacionalista. Eso es lo que se le ha escondido, lo que –aplicando el dicho del relato de Emaús-, tenían los ojos presos. Es como una plena catarata que le cierra la visión…, que desde el orgullo de sus dirigentes y la deformación que eso les había traído, los ojos están agarrotados, como presos entre los barrotes de un orgullo patrio y un error garrafal sobre la misión mesiánica.
             Si siquiera ahora tú comprendieras… Última oportunidad. Ya decíamos hace unos días, que “el tren pasa”…, y o se está allí, o se pierde. Y hay un último tren…
             Jesús mismo les anuncia que la postura extremista que ellos tienen, les llevará al enfrentamiento directo con la potencia invasora, y el mayor poder de Roma les aplastará hasta sitiarlos y no dejar piedra sobre piedra. ¡Porque no reconociste el momento de mi venida!

             “Si escucháis hoy mi voz…”, dice también el Salmo. No procede Jesús desde la amenaza, pero exhorta seriamente sobre la urgencia del YA… Porque lo penoso es pretender dejarlo para mañana… ¡Y más penoso, no ver, tener los “ojos presos”. Fue entonces, camino de Emaús, donde Jesús zangarreó a aquellos fugitivos, para poder hacerles desprender las escamas de sus ojos.
             Y algo de eso es lo que debemos saber leer detrás de este episodio de Jesús mirando a Jerusalén con pena desde el Monte de los Olivos. Porque cada uno necesitaremos imaginarnos mirados por Jesús…, y viendo en nosotros nuestra real situación interna espiritual y de sentimientos. ¿Qué expresión podría escaparse del alma de Jesús?  - ¿Satisfacción porque fue acogido, y sigue siendo acogido en esos diferentes pasos que toca dar en la vida, sin apoltronarse ya en una forma determinada¿  ¿Una mirada con cierto deje de tristeza porque aún no comprendimos que Él venía a traernos la paz…, la verdadera paz?  ¿Una sensación de ojos presos porque no acabamos de ver lo que tenemos que ver?
             Es muy claro que en el blog no cabe ni la menor posibilidad de aportar algo concreto, porque no se trata de aplicar una fórmula. Pero sí cabe la posibilidad de hacernos cada cual la misma reflexión de Jesús. ¡Y que entre dentro esa “llamada” y que no sigamos con ojos presos, con esa pasividad de que ya poco nos queda que hacer…
             No estamos en la era de las reflexiones personales profundas. Más bien en la era del ruido…, y del ruido interior. A veces como tapadera que impide penetrar hasta el fondo del alma; otras veces porque el alma está tan llena del YO de la persona, que parece que lo tenemos todo hecho y que ya no queremos más complicaciones.  San Ignacio de Loyola, maestro de oración, insiste mucho en que un creyente que busca escalar otra determinada manera de ejercitar su proceso de crecimiento, tiene mucho que examinar.
             La verdad es que en la misma vida practica, el inventario de una empresa o comercia consiste en hacerse conscientes de qué productos tienen atracción y cuáles no… Qué proceso de ventas… Qué dependiente fue más activo… Qué debe pedirse para el nuevo ejercicio, y que no ha tenido salida.
             La evaluación es elemento esencial en el seguimiento de un alumno.
             Y todo eso es precisamente EXAMINAR.
             Pues en la vida espiritual seríamos más expertos si asumiéramos la urgencia del mucho examinar…, y así –cuando hoy hemos escuchado esa pena que le brota al alma a Jesús- ya estaríamos en ascuas para tratar de descubrir qué ceguera es la que nos impide ver la realidad. Descubrir qué es lo que nos deja presos, incapacitados para ver lo que nos traería una VERDADERA PAZ…, una respuesta digna de la llamada que Jesús hizo de nosotros, por la que estamos en LA FE.

             El AÑO DE LA FE SE CLAUSURA YA EL PRÓXIMO DOMINGO. Y nos cabe la pregunta de qué efectos directos se han seguido en mí en este año de la fe, y precisamente por haber sido Año de la Fe. Otra razón para examinar.  A ver si alguna vez nos hacemos expertos en ese arte que, a la postre, es el camino único hacia un discernimiento honrado para descubrir la voluntad de Dios sobre mí.