lunes, 30 de septiembre de 2013

De "NUESTRO GRUPO"

30 spbre. “No era de los nuestros”
             Nos viene un evangelio que parecería que tiene dos partes –[Lc 9,46-50]- pero que es una secuencia que abarca un solo argumento. Comenzamos con esa puerilidad de los apóstoles a los que Jesus les ha instado a “meterse en la cabeza que el Mesías va a padecer hasta la muerte”, a lo que ellos “responden” (no será la única vez) escudándose en una huida hacia adelante: ¿Quién es el más importante?  No hablemos de padecimientos; hablemos de ser más importante… El sufrimiento es un lenguaje “feo”…, vayamos a la lumbrera de la importancia…
             Y Jesús toma a un niño. Los niños –como he dicho otras veces- era un “ser no existente”. In-útiles…, porque un niño no es útil en una sociedad práctica. Pues a un niño es al que toma Jesús consigo y no sólo muestra su amor a los niños sino que expresa la actitud que hay que tener: El que acoge a un niño en mi nombre…   El niño es “in-útil”… Pues la importancia de la vida es saltar esos conceptos y acoger al niño.  Y no porque es muy guapito, sino “en mi nombre” (en razón de un nuevo baremo de valores, en el que “lo importante” no está en la apariencia sino mucho más de fondo). Porque si lo acogéis al niño en mi nombre (así a fondo perdido; no por ventajismos de alguna clase), me acoge a Mí. Y quien me acoge a Mí, acoge al que me envió.  El concepto de importante ha cambiado totalmente de idea y de modo de vivir “la importancia”.
             Conclusión: vuestra “importancia” está en hacerlos los más pequeños.  [La verdad que retumba esto en los oídos de tantos, cuyo afán de “importantes” lleva totalmente otro camino… ¡Y bien que tendríamos que ponernos ante este espejo!].
             Como si estuviéramos en la vida de hoy, en las formas y reacciones de hoy y en los “entendimientos” de las cosas que tenemos hoy, a renglón seguido aparece Juan con “su importancia” personal, que viene tan ufano a contarle a Jesús la “proeza” de “hombre importante” que acaba de hacer: Maestro: hemos visto a uno que echaba de demonios en tu nombre, y se lo hemos impedido porque no es de nuestro grupo.
             ¿Cómo se quedaría Jesús? ¿Adónde ha quedado su palabra anterior? ¿Dónde ha caído su explicación de hace un momento? ¿No es algo para desanimarse?  No sé si Jesús sintió desánimo o se sonrió por dentro, con esa sonrisa –a la vez triste- de quien ve que siembra en desierto. Su respuesta quiso completar y no reñir…: no se lo impidáis; el que no está contra nosotros, está a favor nuestro.  Hay algo que llama la atenciñon: lo que aquel personaje desconocido ha hecho es una obra buena; la ha hecho en nombre de Jesús (no se ha apropiado nada). Su única carencia es que no es de los nuestros, no es de nuestro grupo…  Ya tenemos a un discípulo que está receloso –tiene celos- de que alguien le pueda quitar protagonismo a su Maestro.  Y en el fondo…, al propio grupo que va de discípulos especiales de Jesús.  ¡No se ha mirado para nada si aquella acción del “extraño” era gloria de Dios!, si era positiva y que apoya y ayuda la obra del Maestro. Simplemente “no es de nuestro grupo” y eso –según Juan, el hijo del Trueno- ya le debe incapacitar para hacer esas obras buenas.  ¡Eso es “lo importante” para ellos!
                “La exclusividad celosa de un discípulo que tanto quiere a Jesús (y a sí mismo, y a su grupo) que acaba excluyendo a otro que hace el bien “en nombre de Jesús”.  ¿Quién le había encargado aquel celo exagerado? ¿Quién le había dado vela en ese entierro, como diría gráficamente el dicho popular?  Él se apropiaba el “derecho de defender”  “el honor de Jesús” o de “protegerle” en el modo que nadie le ha pedido.
        Jesús tiene que corregirle porque en un corazón abierto  al mundo, no tiene sentido impedir una buena acción, venga de donde venga. Ni la fuerza del bien está enjaulada en esos barrotes de oro que supone “ser de los nuestros”.  [Del Boletín 49 del Apostolado de la Oración, Grupo de la Iglesia del Sgdo. Corazón; Málaga].

             Y no sólo es que “no es de los nuestros”. Es que “los no nuestros” quedan señalados, tildados, minusvalorados o criticados, dejados a un lado, como una “especie menos importante”.  Sería bueno encontrarnos de pronto con Jesús ante cada uno, y captar cómo suena nuestra palabra…, y como suena la suya: quien no está contra nosotros, está a favor nuestro.
             Y cuando eso se pasa al momento actual, el sentido de Iglesia es SUMAR y no restar; AUNAR y no dividir, tener sentido de la IMPORTANCIA DEL NIÑO frente al ridículo baremo nuestro sobre las cosas importantes.

             Decía en el primer renglón que aparentemente este evangelio tenía dos partes…  La realidad es que sólo tiene una, y que el evangelista ha llevado a sus nuevos cristianos a dar un paso de unidad y respeto. También de valoración de esos mismos cristianos griegos que no son de los nuestros (porque no proceden del mundo judío), y sin embargo también ellos pueden echar demonios en nombre de Jesús… También ellos tienen que saber dónde está lo IMPORTANTE.  Y ellos y los otros, saberse miembros vivos y llenos de buena fe en la constitución y vida de una nuevo “Grupo”, que es la asamblea general de la Iglesia que, en nombre de Cristo, trabaja en un mismo fin.  Y todo lo demás será, eso sí, estar contra Cristo

domingo, 29 de septiembre de 2013

Domingo 26-C EGOCÉNTRICOS

Domingo 26-C.  Otros infiernos
             Hoy será un recurso fácil llevar la homilía al tema del Infierno. Sin embargo los expertos que llegaron a este punto del Evangelio de Lc [16, 19-31] tuvieron una visión más amplia. De ahí que el marco de la 1ª lectura, del profeta Amós [8, 1 y 4-7] fijara en qué dirección iba hoy la enseñanza pretendida. Y tal marco centra el tema en el egoísmo que encierra sobre sí. Los que confían en sus fuerzas, los que se acuestan en lechos de marfil, los que esquilman lo mejor de sus rebaños para regodearse en sí mimos, y medio dormitan entre músicas, vinos generosos y perfumes… Los que han hecho de sí y de su entorno un paraíso ficticio para no tener que mirar hacia afuera.
             El Evangelio de hoy nos lleva –con las descripciones maestras de Jesús- a un “caso práctico”. Aquel rico que banqueteaba pero él solo; que vestía mullidos vestidos suaves, y tenía todo el dinero del mundo… Vivía espléndidamente en su cárcel de cristal, sin mirar hacia afuera, sin contar con nada ni con nadie, y ni siquiera advirtiendo que –a sus mismas puertas- un pobre mendigo se moría de hambre y ya agradecería las sobras del rico. Pero ni eso le llegaba.  Ha descrito Jesús espléndidamente un egoísta; peor: un egocéntrico. Uno para quien no existe más mundo que el propio, y vive como si no existiera el mundo fuera de sí mismo.
             Jesús dibuja más que narra. Y nos pone ante la hora de la verdad. En la muerte del rizo –el que parecía un desgraciado solitario, sin más consuelo que el que le proporcionaban los perros lamiéndole las llagas- es acogido por ángeles, que le llevan al seno de Abrahán.  Y muere el rico, que se bastó siempre a sí mismo, y simplemente dice Jesús: Lo enterraron. No ha habido nadie con él. Tanto se aisló tanto se bastó…, tan insolidario fue…, que se quedó solo; ¡completamente solo!  Que eso ya es un infierno en vida y una terrible soledad en la muerte. Un infierno que se labró él mismo, y que ahora no tiene vuelta atrás… Lo que vivió es lo que le queda para vivir… Sin dinero, sin ropas de seda, sin banquetes.  Se lleva lo que él almacenó en su corazón a través de la vida. Y como sólo se miró a sí, y como hizo “su dios” de sí mismo…, eso es lo que tiene… Paja, soledad, vacío…, y eso en su última hora.
             Aquel rico había hecho un infierno la vida del pobre, al que no le dio ni las sobras. Porque el infierno está más aquí que allí. Los materiales se labran en la vida de cada persona.  Pero en el umbral de la vida uno lleva el bagaje que él es en sí mismo…  El pobre encontró la vuelta de la moneda en ese paso hacia un lugar de bondad y esperanza. El pobre era el finalmente rico…
             Y viene la escena del egoísta que ahora se acuerda de que no se puede vivir solo. Y pide que el despreciado pobre (con el no contó en vida) sea ahora quien le traiga a él esas “sobras” de una gota de agua en la punta del dedo…  Ahora se acuerda de la importancia de salir de sí y ser solidario. Y pide que lo sea Lázaro…
             Abrahán tercia para decirle que ahora ya no se puede. El egocentrismo del rico había establecido muros separadores de tal índole, que ahora –aun queriendo- no se pueden traspasar. Pretende el rico abrir ahora un poco sus sentimientos y quiere salvar siquiera a sus hermanos… Que vaya Lázaro…, ¡un muerto que resucita para avisar!...  Y Abrahán responde que no se arreglan las cosas con muertos que resucitan sino yendo a la Palabra de Dios que le trasmiten los profetas… la Palabra e Dios… Ahí está la clave. ¡Qué se medite! ¡Qué se escuche dentro del alma!
             La 2ª lectura viene en apoyo, y lo hace concretando muchos detalles: vivir la justicia [la lealtad, la verdad, lo que es cabal…], el amor, la paciencia, la delicadeza, la fe… O sea. Todo lo más opuesto al encerramiento sobre sí, la insolidaridad, el egoísmo, el diabólico (o para más exacto decir: el patológico) egocentrismo… Y todo eso, en presencia de Dios y de Jesucristo, dando testimonio de una vida de corazón abierto.

             A ello nos conduce la Eucaristía y nos concreta la COMUNIÓN como acto de solidaridad, porque no comulgo solo (sería una contradicción en el término) ya que comunión está mirando a la comunidad necesariamente. Lo contrario de “comunión” es “excomunión” y supone el aislamiento, que  es la imagen más exacta del infierno: quedarse sin Cristo y sin hermanos. Quiere decir, pues, que el hecho de llegar a la Comunión eucarística está pidiendo una sincera mirada a esos aislamientos e individualismos egoístas en los que tenemos el gran peligro de caer, en una sociedad tan tremendamente “rica” (o sea soberbia y pagada de sí misma) en la que no se conoce al vecino del piso de enfrente…, o en vez de crearse familia está cada cual abstraído en su mundo de “aparatos”, cascos aislantes del entorno…, enviciamientos vaciadores de personalidad como vivir colgados de la TV, el bingo, la consola, los juegos digitales…, como auténticos zombis que ya no viven la vida de este mundo, ni saben si existen otros a su lado.

             ¿No será ese el infierno real que presagia y avisa?  Porque hoy es aún superable.  Y Jesús, tan excelente Maestro, sabe ponernos delante esa imagen  que pueda advertirnos ahora a tiempo, para evitar esa “barrera infranqueable” de la no vuelta atrás.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Mesías..., pero...

28 spbre.- Mesías, cruz y temores
             Conectamos con el final de ayer. Simón declaró que Jesús es el Mesías de Dios.  Pero desde la idea mesiánica que rondaba en las mentes judías: mesías guerrero, poderoso, invencible, enviado de Dios y liberando al Pueblo de la invasión extranjera.  Precisamente Jesús se apresuró a decir qué Mesías era Él: uno que va a padecer mucho, desechado por los ancianos judíos, ejecutado…, y que resucitará al tercer día. Es evidente que los apóstoles quedaban tan desconcertados con lo primero, que nunca llegaban ni a barruntar las palabras finales.  Jesús era bien consciente de que aquello hombres no querían escuchar que el Mesías iba a padecer, y no se enteraban del final.
             Por eso en la continuación de ese evangelio de ayer, viene enlazado el de hoy: Meteos bien en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.  El golpe para aquellos apóstoles es mortal. Porque no sólo les habla de padecer…, no sólo de los ancianos y sacerdotes judíos… (como venganza o celos domésticos) sino que va ser entregado precisamente a los enemigos fundamentales que eran los invasores extranjeros. Realmente era para perder la cabeza.  Sencillamente no entendían…, no cogían el sentido…  Querrían comprender que era “una parábola”; no una realidad.  Pero no entendían que aquello pudiera referir una realidad.  Y al mismo tiempo se habían quedado tan de piedra y tan temerosos, que no se atrevían a preguntarle.  Es que si preguntan y la cosa se clarifica en ese sentido que ellos no quieren ni escuchar, es mucho peor. Y optan por callar como si callando pudieran ocultar y suprimir esa realidad.

             Gran foto de la vida. Pensar en Jesús como caramelo del espíritu es siempre un regalo. Jesús, que hace milagros y saca de apuros, es una delicia. Jesús de corazón todo misericordia, es un consuelo. Jesús meditado o Comulgar con Jesús, una emocionada devoción. Hasta ahí es muy apetecible “el mesías”. Pero cuando Jesús advierte que hay que padecer…, que la cruz es una realidad y que hay que tomarla…, que cada cual tiene que pulir (y hasta negar) muchos aspectos de su vida, y saber perder todo para que pueda entrar Cristo…, es ya un lenguaje “que no entendemos y que nos da miedo preguntar”.  Mientras es “lenguaje”…, pase: se medita y se hacen películas de santidad.  Pero luego entra la realidad y el golpe te lo da la persona en la que más esperabas. La cruz te viene porque te echaron la zancadilla y te quedaste a las puertas de un puesto de trabajo que necesitabas… Estabas pletórico de energías y el médico te detecta “un tumorcillo”.  El hijo o la hija se te van de la casa. El jefe te pospone y sitúa a otro en tu mesa de trabajo de tantos años… Los problemas económicos tensan la relación de la pareja… (Nada mejor que escribir aquí cada uno SU CRUZ…, esa con la que se ha encontrado…, a la que no había sabido ponerle nombre, pero en realidad es que el Mesías tenía que padecer, y el discípulo no es más que su maestro.
             Por tanto: no busques culpables, no te escudes en justificaciones, no busques porqués… (salvo para lo que cada uno pueda corregir). Nacimos ya con la cruz puesta.  Y caminamos con ella por la vida. Temporadas y años pueden pasar sin que aparezca la punta del iceberg. Pero la cruz va ahí con cada uno: su cruz. Por tanto, no nos escandalicemos cuando sale a flote la realidad. No hagamos el avestruz como los apóstoles, como si no sabiendo y no preguntando va a ser mejor.  De todos modos está ahí.

             Pero también está ahí la frase con la que Jesús siempre acaba estos anuncios: pero al tercer día resucitará.  Retomemos ese final que se pierde de la vista cuando nos ofuscamos. Retomémoslo y mirémoslo de frente, porque es la gran realidad mesiánica:  Jesús no es un fracasado. El sufrimiento no es una desgracia. La humillación no es el final. El dolor no tiene la última palabra… Y no es que no existe el fracaso, el sufrimiento, la humillación, el dolor…  Es que ¡al tercer día resucitaré!  Se pasa por todo ese túnel que parece interminable y oscuro como boca de lobo.  Pero es sólo túnel.  Tiene final y es final triunfal y feliz.  El “Mesías” padece. Pero desemboca en su plenitud mesiánica de victoria: contra los enemigos, los invasores, los blasfemos, los torturadores, los sacerdotes judío, el gobernador romano…  Los “mesías” estamos también atraídos a una victoria total. También nosotros resucitaremos… Nuestro “tercer día” va a llegar.  Y tiene que llegar a “resurrección de victoria” (que San Pablo contrapone a “resurrección de condena”).

             RESUCITAREMOS, pero para resucitar hay que dejarse morir…, o aun dejarse matar (que hay muchas maneras para ello). Lo que hace falta es que AHORA, en este momento, seamos capaces de abrir las ventanas para que salgan de nuestras mentes y corazones los miasmas del egoísmo. [Mañana vendrá la liturgia del domingo a ponérnoslo claro]. Ventanas abiertas para que entre aire fresco…, otro aire (que no sea el viciado de “nuestra” habitación”. Ventanas abiertas al Evangelio porque sin evangelio cimentado sobre roca en nuestras almas, pocos pasos vamos a dar.  Que Jesús advirtió de la inconsistencia de “la casa que se edifica sobre arena”, que se hunde al menos embate.  ¡Materia tenemos para orar…!

viernes, 27 de septiembre de 2013

27 spbre.- Examen público

27 spbre.- ¿Quién decís que soy Yo?
             Han regresado los apóstoles de la misión. Lo que cada uno cuenta es algo que les ha resultado inaudito. Ellos, los pobres hombres, que –yendo en nombre de Jesús- han hecho cosas impensables por los muchos sitios por los que han ido. Han curado enfermos del cuerpo y del alma, lo que dicho de otra manera, han echado demonios. Vienen admirados y casi confundidos. Se explayan con Jesús, se comentan entre ellos… Es un regreso gozoso y casi imposible  de explicar.
             Jesús les pregunta qué han oído a las gentes de lo que dicen de Él. Y van saliendo múltiples respuestas que coinciden en un exponente común: Jesús es MÁS… No es un hombre cualquiera, un predicador ni siquiera un taumaturgo… Jesús lleva un sello que manifiesta acción divina, como lo fue en los profetas.
                Me quedo parado un instante porque me voy a esos cuestionarios que hago a las parejas, preparando la formación para su futuro matrimonio, y la verdad es que –sin que falte el elemento que roza lo divino- hay muchas expresiones sobre Jesús como signo… No es la entidad (personalidad) de Jesús en sí, sino como el signo de la bondad, del servicio, de la solidaridad… No es frecuente que aparezca como PERSONA.  También aparece como a quien se le pide en la adversidad y al que se acude en las fiestas solemnes.  Si nos metiéramos entre los apóstoles para decir a Jesús quién dicen HOY los hombres que es Jesús, me temo que iba a quedar con una penilla dentro.

             Jesús ahora fue derecho al grano: Y vosotros, ¿quién decir que soy Yo?  Reconozco que estoy reñido con Simón –en este pasaje- hace mucho tiempo, porque no dejó que los compañeros expresaran. Él se lo hizo todo y lo dijo todo, Los demás ya no tuvieron mucha opción.
             Yo voy a intentarla hoy… Hoy, en mis circunstancias de hoy. Si me remonto a quién decía yo…, antes de mi encarrilamiento, hubiera dicho lo de los novios…, salvo quizá con ese matiz mucho más religioso de aquellas épocas. Pero no muchas exactitudes más.
             Podría responder con mis experiencias de hace 20, 30 años…, con el Evangelio ya conocido.
             Pero responder hoy es una absoluta nueva realidad. Hoy, Jesús, digo que Tú eres el todo y la razón de mi vivir diario. Mucha generalidad todavía, ¿verdad?  He pasado los años triunfales de mi vida activa, de mis tandas de ejercicios, de mis grupos de jóvenes…, y Tú has movido mis pasos, y Tú has centrado mis trabajos. Tú has sido “mi todo”, mientras que había “un mucho” que también era compensatorio.  Hoy, cuando ya –fuera de mi ámbito- no suena ni mi nombre…, cuando las edades propias y ajenas (de lo diario que vivo) han pasado a situaciones semejantes de ostracismo, y cuando ge descubierto que gran parte de la vida se vive a solas…, a solas pero con el propio interior a flote, HOY puedo decirte, Jesús, con mucha más fuerza, que eres MI TODO, con un sentido mucho más hondo, más abandonado, más adentrado y experimentado… Y es que “fuera”, va quedando LA NADA, esa “nada” penosa de que bastante tiene cada uno con lo suyo…, y que las patologías físicas y mentales dominan ya mucho más el ámbito en que me desenvuelvo.  Sin negar que yo también estoy en esa “senectud”.
             Por eso, HOY, Jesús, no sólo eres el TODO sino que eres EL ÚNICO; que eres Jesús de mis secretos, de mis penas o de mis alegrías; Jesús de mis silencios cada vez mayores; Jesús, el del Evangelio que cada vez me subyuga más; Jesús cada vez más humano –a mi lado- a la vez que totalmente divino para ser el foco de atracción y referencia de toda mi vida. El Jesús de mis horas solitarias de aposento, objeto de cada trabajo que llevo, de cada predicación que preparo y predico. Jesús de “mis horas muertas”…, pero tan vivas; Jesús, el enamorado de mi oración diaria; Jesús el íntimo EN MÍ, al que no necesito buscar fuera y a quien no acabo de encontrar fuera de una manera fraternal.  Luego, más afuera, Tú apareces y me compensas, pero reconozco que siempre tengo ya la tendencia a volver a esa intimidad tan íntima en la que Tú eres Tú y Tú tienes tus millares de formas para poner tu mano sobre mi hombro y hacerme sentir tu permanente plena compañía.
             Pedro dijo aquella respuesta esencial: Tu eres el Mesías de Dios. Yo he dado otra…, y por supuesto no acabada.

             Y Jesús puso los puntos sobre las íes advirtiendo que todo es hermoso, es verdadero, es gozoso…, lo de Simón…, lo que responda cada uno…, lo mío. Pero que en el caso que sea y se dé la respuesta que se dé, algo hay que advertir y que añadir: Que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y doctores de la ley, ser ejecutado, y resucitar al tercer día.  Y no me es una realidad desconocida… La fuerza que siempre sostiene en medio de todo es SABER QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ, y que bien ha sabido Él poner el colofón de la vida, y el desemboque del padecer: resucitaremos.  Él resucitará, y NOSOTROS RESUCITAREMOS CON ÉL

jueves, 26 de septiembre de 2013

Herodes y sus espantos

26 spbre.- LA CONCIENCIA
             Otro evangelio sin mucho recorrido en sí mismo (Lc 9, 7-9): Herodes oye hablar cosas extraordinarias –las que hacía Jesús- y como su conciencia no le deja tranquilo, llega a pensar si habrá resucitado Juan Bautista, a quien decapitó él.  Es lo primero que se le viene a la mente, precisamente porque fue su felonía más llamativa y atroz. Y la imagen tétrica de la cabeza sangrante sobre una bandeja, no podía haberle dejado impávido.  Y si no es Juan, puede ser un Profeta antiguo. Sea como sea, un profeta no vendría a la vida si no es para un enfrentamiento de Herodes con su propia conciencia. En su terror interno, deseaba ver a ese “fantasma” porque al menos lo tendría delante y sabría quién era y para qué venía.  En ningún momento presenta una reacción de su conciencia. Está atormentado, sí, y está receloso. Pero no se adentra más.
             Creo que es llegado el momento de hablar de LA CONCIENCIA. Por simplificar una explicación que esté al alcance de cualquiera, la conciencia es el espejo que refleja a Dios en el corazón de cada persona.  Todos hemos jugado con un espejo que proyecta el rayo de luz sobre alguna persona (generalmente sobre su rostro, para deslumbrarla). Pues la conciencia toma ese destello profundo de la verdad de Dios y la refleja en el corazón de la persona, iluminándola. Por eso una conciencia bien formada es la que va contrastando con Dios lo que es bueno o malo, y va haciendo lo bueno. Vive en paz. Refleja la verdad de Dios. Refleja a Dios.  Y puede ser conciencia errónea –pero sana- en la medida de una mala formación, un concepto falso que toma uno por verdadero (voy de caza y creo ciertamente que aquello que se mueve entre matojos es un animal, y disparo. Resulta que –en realidad- era un hombre). No hay culpa.
             Sí la hay cuando es error culpable: que puedo salir del error pero prefiero no investigar. ¿Es domingo o no?  No pregunto y así me quedo libre de otras obligaciones.  En esa duda era obligatorio salir de ella antes de actuar.
             La conciencia que no se cultiva, a la que no se atiende, a la que se le pasa por alto, a la que se le da por supuesta…, acaba adormeciéndose…, acorchándose…, atrofiándose. Una expresión que parece acuñada para quienes han dejado de atender a su conciencia mediante el Sacramento de la Penitencia [confesión frecuente] es: No sé por dónde empezar. Y es fiel reflejo de la realidad. Se ha enmarañado tanto el ovillo, que no hay cabo del que tirar. Consecuentemente, no hay cabo por donde empezar a buscar, a profundizar, a corregir. No es solución la que proponen algunos: “pregúnteme Vd.”, porque apenas puede adelantarse algo, porque –por hipótesis- es una conciencia sin reacción, a base de no haberla atendido a tiempo. Y puede llegarse al embrutecimiento. Ese que se palpa en la persona rústica de conciencia, incapaz de reflexión y de adentrarse en su vida. Con comer y sobrevivir ya ha cubierto todo. Ni sabe por dónde empezar, y ni siquiera ve que haya que empezar… Se ha roto el espejo.
             Tiene sus “formas menores” en quienes son incapaces de rumiar a solas, de valorar sus actos u omisiones, de pensar que “tó er mundo e güeno”…, empezando por esa postiza bondad de sí mismo. Bastaría pararse con una suficiente reflexión sobre los detalles de finura que gustan a Dios para, que pueda uno ir afinando su propia respuesta. Incluso saben captar en su entorno natural cómo es valorada su manera de ser y de hacer. Y cuando se toma en cuenta, uno descubre que alguna mota pude quitar. Eso es lo que distingue al santo del vulgar, al de conciencia fina y conciencia “gruesa”.
             En conciencia gruesa o, por el contrario escrupulosa también se puede pensar. Herodes no era “escrupuloso”. Estaba atormentado por su mala acción. Temía por sí. Para nada miraba a Dios. Ni siquiera puede decirse que era “grueso de conciencia”: era un tirano, un oportunista, un vicioso, uno que vive la vida para su conveniencia. Los terrores vienen por otro lado: por el propio egoísmo, por el temor de lo que le puede pasar a él.
             En la conciencia gruesa con no robar y no matar a mano armada ya se ha hecho todo. Cuela todo lo demás. “No hago mal a nadie” (lo cual es totalmente falso). Lo que pasa es que hace “lo que le da la gana” y lo reviste de “actúo según mi conciencia” (pero ahí no hay nada de ese espejo del que hablamos al principio. Simplemente se vive de inconsciencia, apetencias, goces…  Muy actual. Sencillamente porque no sólo no hay espejo. ¡Es que se ha quitado de en medio a Dios!, y no hay nada que reflejar.

             Y no es mejor el escrupuloso porque también ha sustituido a Dios por su enfermiza seguridad. El escrupuloso jamás se queda tranquilo. Como no mira a Dios (al Dios verdadero) sino al Dios condenador y policía, su labor es “barrer” su “conciencia” hasta que no quede pelusa alguna en la que Dios pueda tener motivos para condenar su alma. Lo que pasa es que jamás cree tener barrido el último pelo. Y vive repitiendo su barrer y en temores patológicos de no estar nunca barrido. También ellos perdieron la conciencia. Y la perdieron porque perdieron al Dios verdadero y ni confían en Dios, ni Dios es EL SALVADOR, ni Dios tiene poder para perdonarles su pecado.  Ellos tienen que “salvarse a sí mismos”…, y evidentemente nunca se ven salvados. Ni atienden ni hacen caso al que les puede orientar y abrir el alma.  [Destino: psiquiatra…, y sin remedio].

miércoles, 25 de septiembre de 2013

SIGNOS DE VERDAD

25 spbre. : LA PAZ
             Reconozco que estos trozos evangélicos me están haciendo gastar aquello que mi padre llamaba materia gris del cerebro, porque no son descripciones que se desenvuelven por sí mismas y llevan de la mano. Aquí hay que preguntarse y volverse a preguntar, y –como el buen padre de familia- sacar del arcón cosas nuevas y viejas.
             Lc 9, 1-6 es un envío misionero que hace Jesús de sus apóstoles. Llevan para ese envío tres armas: poder y autoridad, curar enfermedades hsta liberar de “demonios”; y LA PAZ como instrumento determinante de todo lo demás para –en definitiva- llevar la Buena Nueva adonde quiera que lleguen.
             Adminículos para esa labor: ni bastón, ni alforja, ni dinero, ni túnica de repuesto. [Advierto que en otro evangelio se permite el bastón, porque era elemento consubstancial al caminante; y que aquí pudiera haber uno de esos errores del copista que influido por los otros “ni”, ha escrito también que ni bastón. Para el desarrollo del tema, poca importancia tiene]. El misionero del evangelio va desprovisto de todo apoyo material. Lo que va a llevar es otra fuerza y otra realidad que está por encima de toda “técnica” ni “marketing”.
             Lo que tiene que llevar clara es la Buena Noticia del Reino, y predicarla a los cuatro vientos. Como lo más enemigo de ese Reino es “lo que esclaviza”, lo que ata, lo que achica, lo que condena a la persona a no ser diáfana y verdadera, echar demonios (liberar esclavitudes) será una señal inequívoca de la verdad misionera, tanto más cuanto que son cosas a las que no se puede llegar por propias fuerzas de voluntad.
             Finalmente el sello distintivo: LA PAZ. Entrar donde hay paz, permanecer donde hay paz… Salirse y dejar allí hasta los polvillos adheridos de impaciencia, cuando no hay esa paz.  ¡Que siempre habrá otros lugares en los que la PAZ exista y sea defendida a capa y espada! [¿La PAZ, defendida a capa y espada, instrumentos de lucha y guerra?  Pues sí: porque he venido a traer guerra y no paz.  ¿Cómo se come eso, Señor? ¿En qué quedamos? Pues porque andáis pensando en una paz que sucede fuera, y poco os planteáis LA PAZ DE DENTRO].
             ¿Quién puede llevar la PAZ y trasmitir la PAZ si él no la tiene?  ¿Y cómo va a tener paz el orgulloso el egoísta, el egocéntrico, el que siempre pretende decir la última palabra, o tener la decisiva razón?  Tendrá que empezar por hacer la guerra a ese ejército imponente del imperio del YO. Sin eso, nunca hallará paz. Pretenderá camuflarla, aparentarla, entronizarse a sí mismo para engañarse con su razón nacida del YO MISMO. Pero tras esa máscara, tras tantas “túnicas de repuesto” (caretas de la vida) y alforjas llenas de sí mismo, no hallará paz.
             La paz es algo que va de frente. Que nunca se oculta ni camufla. Que siempre camina hacia adelante. Que colabora en el bien. Que ayuda a que la rueda avance mejor, o se desatasque donde embarró. La paz sacude el polvo de la no-paz pero no renuncia crear nuevos ámbitos de paz a cara descubierta. Es que estamos hablando de poner delante la BUENA NOTICIA del Reino de Dios, y entonces LA LUZ SE ENCIENDE PARA ESTAR SOBRE EL CANDELERO y no para meterla bajo la cama.
             Claro: eso lleva consigo la pregunta: ¿tengo yo PAZ dentro de mí? ¿Vivo esa paz que es signo de la presencia de Jesús? ¿Soy capaz de mirar si allá en el zurrón llevo guardada alguna “vianda” o “calderilla”…, por si las moscas? ¿Puede ser que mi no-paz sea el fruto de “posesión de mí mismo”, lo que provoca la falta de paz para convivir, para dar, para compartir, para avanzar, para construir Reino de Dios, que no es un comando de francotiradores sino un Reino para caminar juntos hacia adelante?
             Si tengo PAZ dentro, podré trasmitir (y trasmitiré paz fuera, a cara descubierta y sin sábana que me oculte y provoque más bien la sensación del fantasma o elemento furtivo). Si tengo PAZ –y celo por el Reino de Dios- mi paz se palpa, se goza, se contagia, rema en dirección hacia adelante, constituye una fuerza que suma.
             Si tengo paz y encarno LA BUENA NOTICIA, mi paz irá emborrizada en el optimismo de la Resurrección. El pájaro de mal agüero se queda fuera, porque la PAZ del resucitado es luminosa y deshace lo fantasmagórico y muestra a Cristo que provoca paz, alegría y consuelo
             Y entonces  concluye el párrafo que comentábamos que los apóstoles se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.  Lo ha descrito el Papa con ese lenguaje de calle que le caracteriza: Hemos de ser “hospital de campaña en medio de la guerra: lo primero siempre es recibir al herido sin preguntarle quién es y a qué bando pertenece. Y curarle sus heridas. Y una vez curado, vendrá lo demás”.

             Primero y por delante de sí mismo, de mi alforja, de mi túnica, de mi YO…, la BUENA NOTICIA…, curar enfermedades (empezando por las mías propias para evitar que la viga mía me impida ver la mota del ojo ajeno), crear ámbito personal de PAZ para poder ser bienaventurado portador de paz. Y agitando este frasco, tenemos las bases de una misión evangelizadora.  LUCE A PLENO HORIZONTE, sin nubes de disimulos, ni eclipses de ocultamiento, el SOL DE LA PAZ DE CRISTO.

martes, 24 de septiembre de 2013

Mi madre y mis hermanos

24 spbre.- Nuestra Señora de la Merced
             Casualmente el Evangelio de hoy [Lc 8, 19-21] tiene una referencia mariana, lo que yo aprovecho para resaltar la figura de María, felicitar a quienes llevan el hermoso nombre de María de la Mercedes, pedir por ese trozo de España que tiene a La Mercé como su Patrona, y pedir al Señor por el nuevo buen camino de cuantos hoy en las cárceles van a vivir la fiesta de su Patrona.
             Por lo que respecta al texto evangélico, tenemos dos escenarios Jesús que está en su labor mesiánica y magisterial, enseñando, mientras escuchas tantas personas en corro que le tienen completamente rodeado. Ya es un dato a tener en cuenta porque supone el atractivo que llevaba Jesú en su Persona y en su enseñanza.  Otro escenario se desenvuelve fuera de ese grupo, y lo constituyen los familiares de Jesús, con quienes viene María, la Madre.
             Jesús estaba en lo que estaba. Y estaba en la realización del proyecto que Dios le ha encomendado. Vive ahora mismo al margen de toda otra cosa, porque si está en donde tiene que estar –según los caminos de Dios- lo demás es accesorio.
             Los parientes de Jesús no saben de esas filigranas de la voluntad de Dios como lo primero, aunque –como buenos israelitas sabían de memoria el primer mandamiento. Entonces, cuando llegan al lugar donde está Jesús y lo vislumbran (pero no pueden acceder a Él por el gentío), irrumpen en la labor de Jesús de otra manera: enviándole un recado: Están aquí afuera tu madre y tu familia, y quieren verte.  Creo de verdad que María estaba al margen de eso. A ella la habían invitado los familiares con el señuelo de ver a Jesús. A María le hace ilusión –evidentemente- ver a su Hijo, pero a Ella no se le ocurriría entrometerse en la labor que Él realiza. Y aquel “recado” se hace sin contar con Ella.
             La respuesta de Jesús es la que se podría esperar: Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la Palabra de Dios y la viven.  Ya era un bien mensaje a favor de su madre, y una respuesta clara a los parientes, que por segunda vez se entrometían en su misión.
             Y es que tengo para mí (sin que aduzca pruebas bíblicas ni exegéticas ni de autoridad de entendidos…, sino como una corazonada), que estamos ante los mismos parientes que vivieron ya antes con cierto escándalo sobre Jesús.  Aquellos familiares, ajenos a la mesianidad de su deudo, han observado cómo “se mete en camisa de once varas”, se indispone con los fariseos (o más bien, ellos con Él), se están creando tensiones y peligros sobre su persona, y los celosos familiares pretenden llevarse a Jesús al pueblo, como persona que ha perdido el jucio…, que no está en sus cabales. Lo consideran un “iluminado”, uno más de esos falsos profetas que surgían con tanta frecuencia… Y piensan que es el momento de llevárselo (dive el texto: arrebatarlo de allí).
             No les salió su intento. Jesús se deshizo de aquello de la mejor manera posible y siguió yendo de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, enseñando el Reino de Dios, y curando toda enfermedad y dolencia porque la mano de Dios estaba con Él.
             Pero los parientes no se han dado por vencidos. Han “invitado” a María, la Madre, a ir con ellos, aunque María está muy lejos de imaginar esos planes. Ella, la que dio el decisivo a Dios, no era ahora un cebo para apartar a Jesús de su propio Sí: Aquí estoy para hacer tu voluntad.
             Cuando Jesús continuó con su corro de oyentes, a Ella le resultó lo más natural: realizaba su labor. Ellos, familia y Ella misma, podían esperar con toda la parsimonia de un oriental.  Y cuando Jesús acabó su enseñanza, vino a su Madre, con su mejor cariño. Saludo con afecto a los familiares pero se dedicó más a su Madre, que estaba en la órbita del Reino. Fácil les fue a los parientes comprender que se habían equivocado con María… Podían ver que María y Jesús vivían en otra dimensión de la de ellos. Y pienso que pudieron captar que la “locura” de su pariente no era la que ellos imaginaron. Que también María encajaba en ese grupo de los que han perdido el juicio (el juicio según lo humano), y que –con ser tan Madre- en ningún momento interfiere en la obra de su Hijo. Es ese otro juicio de la locura por Dios, que ya se remonta a unas alturas en las que los parientes no estaban, ni comprendían.  Aunque podría ser que ahora tuvieran la ocasión para empezar a pensar que la vida es más que lo que da en sí las prudencias y “equilibrios” de la vida… Que quien se va adentrando en las cosas de Dios, tiene ya otra lógica muy diferente…: la de escuchar la Palabra de Dios y vivirla.

             En la actualidad vivo una experiencia muy peculiar. Muchos quieren quitarme trabajo y esfuerzo… Me sacan –aunque fuera de contexto- una frase de san Ignacio, mi Fundador y Maestro en la Compañía de Jesús que recomienda –para evitar excesos celosos apostólicos- “hacer lo que cómodamente se puede llevar”. [Y la expresión “cómodo en San Ignacio está muy lejos de la “comodidad”].  Pero para no discutir sobre palabras, a mí me sirve más –y lleve a donde lleve- la otra palabra de Pablo: me gastaré y me desgastaré por el bien de mis hermanos.  La “comodidad” la espero en el momento en que sea Dios mismo quien me la otorgue.

lunes, 23 de septiembre de 2013

23 SPBRE:- Nada queda oculto

23 spbre.- LA LUZ Y LOS ECLIPSES
             El Evangelio de hoy (Lc 8, 16-18) es muy breve. Es muy evidente. Da mucho que pensar. Deja interrogantes y evidencias y perplejidades. Vamos a ver lo que puede salir en mi comentario que, ya esta mañana, me ha llevado mucho que pensar sobre mí mismo.
             El tema de la LUZ es muy evangélico. Dios habita en la luz; mientras es de día, caminemos en la luz. Yo soy LA LUZ…; vosotros sois la luz del mundo. La luz se enciende para ponerla en el candelero y que así alumbre a todos. No se enciende la luz para taparla bajo una vasija y meterla bajo la cama.
             La liturgia, que es pedagogía vida de la Iglesia, tiene en la Luz del Sagrario el anuncio de la Presencia de Jesus. La Vigilia Pascual es la gran eclosión de la LUZ, y su expansión…, la catequesis vida de Cristo LUZ que nos comunica su LUZ para que seamos LUZ, y para que la expandamos, como en esa noche se multiplica cada vela por muchas velas. Luego, en el Bautismo la LUZ DE CRISTO emprende la del neófito, al que ya se le emprende con esa vocación luminosa. Y el día que sale la persona de este mundo, el mismo Cirio Pascual está luciendo a su cabecera como un símbolo precioso de su itinerario pasado y futuro: fue LUZ y ya va abocado hacia LA LUZ SIN OCASO.
             Hasta aquí todo es bonito, emocionante, objeto de oración gozosa.
             Pero Jesús no se quedó ahí y pasó de la Luz a un anuncio que nos reclama la atención: Nada oculto quedará sin descubrirse; nada secreto que no llegue a saberse.  Nuestra luz puede lucir o ponerse bajo la cama. De una u otra manera, TODO VA A SABERSE, todo va a volver a estar “en candelero”. Unas veces porque las obras lucen por sí mismas, y lo que es luminoso acabaría dando sus destellos. Otras veces porque hay tal cantidad de sombras en los rincones del alma, que también van a quedar al descubierto. Somos –tantas veces- tan ingenuos o tan enrevesados que nos creemos que nuestras zonas opacas no se van a saber. Y sin embargo acaban saliendo a flote antes que canta un gallo. Y seguimos intentando ocultar nuestras zonas oscuras…, pero brincan tanto que las ven hasta los ciegos.
             Y Jesús concluye con una frase que molesta a mucha gente: A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará; al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.  La luz luce ella sola y está para lucir. La verdad está para ser verdad. Cuando la luz se pretende ocultar, o se camina a media verdad…, lo que preconiza Jesús es que ese que raspea por cada esquina para sacar su YO indemne, acaba perdiendo lo mismo que pretendía disimular.
             Ahora surge otro supuesto de no fácil solución: cuando el portador de LUZ y amante de LA LUZ, queriendo iluminar y contagiar, se encuentra ante “cuerpos opacos” que provocan eclipse de esa LUZ que uno tiene y quiere dar. Cuando esos cuerpos opacos van creando una trama que casi oculta la luz (aunque la luz es muy difícil de eclipsar del todo, y siempre tiene destellos furtivos que dicen: aquí estoy yo).
             La confianza es que –en efecto- la luz se denuncia por sí misma y ahí está, se quiera o no se quiera. Y tanto más destella cuanto que se sale por una rendija.  Y la desesperanza es cuando el empeño de otros está en tapar cada rendija para que la luz no salga a la luz.
             ¿Qué puede hacer entonces la luz?  ¿Dejarse apagar, dejarse ocultar, dejar de iluminar, renunciar a su propia esencia?  Es una posibilidad pero contradictoria, porque nada hay oculto que no haya de saberse. Es una posibilidad, el día que la luz se echa ya sobre su propio rescoldo… ¿Y dejará por ello de lucir? Seguramente sí…, porque ojos que no ven, corazón que no siente. Y los cuerpos opacos –como todo lo que proviene de las tinieblas- son muy sagaces para conseguir que la luz no luzca.
             ¿Volverá a hacerse real la leyenda del ave Phoenix que se levantó desde sus propias cenizas? ¿Tomarán vida aquellos antiguos cuentos de Pinocho en los que Pifa, el ave buena, llega a tiempo de reconstruir los tornillos de Pinocho, que el malvado Chapete había desenroscado?
             Quedaba en el cuento un Pepito Grillo como conciencia que iba poniendo los puntos sobre las íes. De ahí que los eclipses provocados por cuerpos opacos, no están llamados a hacerse permanentes, mientras que la Luz siempre es luz, y nada hay oculto que no llegue a saberse.
             La vida pastoral da esas gozosas o dolorosas experiencias: quienes caminan en la luz y son un sol en medio de tanta oscuridad…, y aunque apenas aparecen, no pueden quedar ocultos. Los que no caminan en la luz y van creando situaciones postizas para aparecer…, pero no tienen luz ni la trasmiten. Los que tanta luz pretenden dar que deslumbran en fogonazos de apariencias, pero pronto se le gastan “las pilas”.
             La conclusión ha de ir por camino de sinceridad, de propio conocimiento, de dejarse potenciar por otras luces, de saberse parte de una inmensa luminaria en la que, todas las cerillas encendidas al mismo tiempo, dan luz suficiente para hacerse ver. Aunque cada una por su parte es una simple cerilla, tan corta en luz como efímera en duración.

             ¿Y qué hacer cuando los eclipses se multiplican?  Pienso que la LUZ ha de prevalecer y que hay que volver a intentarlo. El día que se acabe la cera, será el momento de la LUZ TOTAL, donde no hay eclipse alguno.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Insistencia en lo menudo.

Domingo 25-C  (22 sptbre)
             La construcción de lecturas de este domingo nos dejan clara cuál es la finalidad del liturgista que las ha elegido. De tal manera que se puede omitir en el Evangelio lo que muchos considerarían “cuerpo central” la parábola-, que de seguro será hoy lo que más se explique. Sin embargo, el que tome el conjunto de la 1ª lectura y el Evangelio (que son los que marcan el tema), puede encontrar una decidida intención de ponernos ante el valor que lo pequeño, en la mirada de Dios.
             En el profeta Amós (1ª lectura: 8, 4-7) la queja de Dios es la avaricia del rico que despoja al necesitado; que el rico siempre quiere más y con más ventajas; que le molesta la fiesta que le impide su negocio. Y que abusa del pobre, al que engaña con un par de sandalias para contentarlo.
             Si tradujéramos a un lenguaje en positivo y actual, lo que Dios está pidiendo es el detalle del que no se queda en lo solamente “justo” y legal, sino que va más allá. Más de un hogar puede parecer plácido y tranquilo. Ya se han acomodado las personas. Pero ¿realmente mira cada una al detalle que puede hacer más agradable esa convivencia? Aquel matrimonio al que no les faltaba ninguna comodidad, ningún deseo que se expresara… Y sin embargo el dolor de la pareja era la falta de cercanía y de ternura por parte del otro.  Muchas veces tendríamos que plantearnos no tanto el hecho de nuestras obligaciones cumplidas sino de las delicadezas y detalles tenidos (o no tenidos).
             Por eso puede omitirse tranquilamente la parábola e ir por derecho al mensaje que Cristo pretendía: El que es de fiar en lo menudo, será de fiar en lo importante. El que es honrado en lo poco, también será honrado en lo importante.  De ahí pasa, como en un mismo tema, a la honradez con el dinero, como un símbolo de “algo” a lo que se pegan las manos… Y concluye, en frase profunda, que no se puede servir a dos señores; no se puede servir a Dios y al dinero.
             Pero, cuando no hay dinero, sino el que se necesita, ¿también Jesús plantea el dilema de “o Dios o el dinero”. Ahí hemos de descubrir el fondo. Lo malo del dinero no es la moneda en sí, sino cómo se pega a las manos, cómo se presta al abuso, cómo se cree superior quien posee dinero. Al final no es el “dinero” como protagonista, sino la persona que lo maneja… En definitiva, la peligrosa moneda que se hace enemiga de Dios lleva el nombre propio de una persona…  El rival más peligroso de Dios es EL YO. Quien rinde culto al YO, quien se ve superior, quien da la última palabra, el que se escuda en la falta de tiempo…, el que maneja los detalles de la vida, y la misma vida de las personas, es EL YO MISMO. El YO que ha fijado una pauta de vida en la que él se ha hecho “regla”, “metro patrón”.
             ¿Cómo es un hogar donde alguien se ha erigido en “aquí se hace o que diga? ¿Cómo es un lugar de trabajo en el que el jefe es el factótum que decide todo a su manera? ¿Cómo se convive en paz con el joven que se impone y no hay quien pueda expresarle la existencia de otros valores?  Y no estoy hablando de “gente mala”, tiránica, sin conciencia.  Me dirijo a los que vivimos una fe… La pregunta es si bajamos a los detalles y finuras que debe implicar esa fe; si nos decidimos a buscar más detallosamente lo que más agrada a Dios…, o sencillamente lo que es más fino y delicado con quienes están a nuestro lado…, lo que posiblemente les haría más felices. Eso supone finura de alma…, alejamiento del “falso principio del YO”.
             Pablo escribe a Timoteo que haga plegarias por los gobernantes y los pobres, por los que mandan y los que debemos seguir unas pautas cívicas, de manera que pueda llevarse una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro; eso es bueno y agradable a Dios.  Y lo motiva en el hecho universal de que Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. [Una observación: “que todos los hombres se salven” no es que “no se condenen”; para Pablo la salvación es plenitud de vida; ¡que para eso Dios envió a su Hijo!  Y la “plenitud de vida” presupone el detalle de lo menudo, de lo pequeño, que se toma en cuenta para CRECER de verdad.
             Para que al hacer vida esta insistencia en “lo menudo” seamos personas que podemos vivir unidas, sin “el vil dinero del “tuyo y el mío” [el YO]”, y con ello demos valor auténtico a la comunión…, común unión, en la que desaparece el sentido del YO personal para fundirse en el YO DE JESÚS. Y que –como Él- más que el hecho de no hacer el mal (que no lo hizo), pone su acento en hacer lo que agrada al Padre…, en ahondar en la perfección de lo menudo…, porque entonces seremos de fiar en lo más importante.


                “Lo menudo” tiene que estudiarse en el interior personal; nadie puede determinar “lo menudo” del otro ante Dios.  A veces “lo menudo” es lo que alguien nos dice de paso y, quizá nos molesta; la frase que se le escapa al otro en un momento acalorado, y que puede ser –muy bien- ese detalle que no advirtió o no le daba importancia uno…, pero que –de hecho- había quedado ahí en el fondo de la otra persona, y por ello lo ha lanzado con cierto tono de disgusto, displicencia o agresividad. ¡No despreciemos esas oportunidades para afinar nuestro propio conocimiento!

sábado, 21 de septiembre de 2013

San Mateo y Semillas

21 spbre.- De muchas y grandes cosas
             Hoy es día del apóstol y evangelista San Mateo (Leví, en varios relatos). Evidentemente el Evangelio de la Misa de hoy es la llamada de Jesús a aquel hombre publicano o recaudador de impuestos (para entregarlos al Imperio que los tenía sometidos). Personas abominadas por la sociedad. Pero sobre Leví se posó la mirada de Jesús, y dejó salir su llamada decidida: Sígueme.  Y Leví dejó todo, se levantó y se fue tras Jesús. [La primera lectura recoge ya en síntesis lo que es una actitud de respuesta: Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados.

             Me sirve ya este decidido proceder para seguir con la lectura continua, que hoy llega a la expresiva parábola del “Sembrador”. Sembrador que es Jesús mismo. Semilla que es la Palabra de Dios, la Palabra del Reino, su Palabra salvadora. Sí, salvadora. Pero que no se impone a nadie. Salvará a quien se deje entrar en el ámbito de la Palabra. Y la cosa no es tan simple como decidir el mundo en “buenos” y “malos” (los que no acogen la Palabra). Porque hay que adentrarse en la explicación que Jesús mismo dio de la parábola, y comprenderemos que aquí hay mucha más enjundia que la que puede dar una lectura superficial.
             El Sembrador esparce su semilla. Está echada en tierra y su vocación es dar fruto. Pero no siempre lo da. Unas semillas caen en la “vereda”. Por tanto, en esa zona del alma que va tan de paso por la vida, que ni advierte que la semilla le ha llegado. Y tan de paso también a los que se ven ya tan avanzados, que ni miran si algunos grados se les han quedado atrás. Jesús explicó que los pájaros vinieron y se la comieron”.  ¿Y qué pájaros son esos? Ya es cuestión de pararse a mirar dónde tiene uno parada su mente, sus pensamientos, sus preocupaciones, su interés… “Pájaros en la cabeza”…, vigas en el propio ojo…; “impermeables” para que no “cale el agua” y no importune…)  [¿Sólo se da en “los malos”?].
             “¡Qué bonito es este evangelio!”, se dice ante un milagro más descrito, que muestra mejor los pasos delicados de Jesús. En efecto: ha llegado la Palabra, ha encantado, parece que remueve el alma… Pero “lo bonito” se queda en la superficie, entre pedregales…, y no hay tierra para que arraigue la semilla “bonita”. El “sol”, el peso de la misma llamada, la falta de pararse, de prever, de concretar…, el exceso de “bonito”, ahí se queda… Ahí acaba. [“Mis novios” me llegan generalmente con más de un añi para la boda; en el cuestionario que les hago se va viendo la carencia grave de vida cristiana practicante –sacramental-. Les exhorto y les ofrezco ayuda para que a través de ese tiempo (y cuanto antes, mejor) se pongan a solucionar esa carencia fuerte. Y les advierto: no esperéis a la boda, porque entonces todo “lo bonito” se queda en fuegos artificiales. Exactamente este paso de la parábola… Como se deje antes salir “el sol” bochornoso de las mil cosas que hacer, que vivir, que preparar…, la boda es un mero fogonazo “bonito”. Antes de 15 días, no queda nada de aquello que “se recibió con alegría”].  ¿Y le pasa sólo a los novios ante la boda? ¿No habría que mirar ahí dentro por si hay peligro de “fuegos artificiales bonitos” en la vida real personal? Como se deje pasar…, ahí se ha agostado esa Palabra de Vida.
             La vida…, las preocupaciones, el trabajo, el tiempo, el cansancio, las noticias desmoralizadoras, el familiar enfermo o chinchoso, el jefe déspota y el compañero que se escaquea, la cuñada, el panadero…, la crisis y el serial televisivo…, son “matorrales” que están ahí, quieras que no. Ni hay que eliminarlo todo. Aunque sí que situarlo. Porque la semilla viene a todos y el problema no es de la semilla sino de que en medio de ese matorral, ¿qué papel le queda a LA SEMILLA del Reino? Quiere arraigar…, arraiga…, pero su entorno tiene raíces más profundas y es más bravío. ¿Qué fuerza le queda ahí a LA PALABRA, que venía –de hecho- a entrar con su fuerza viva y eficaz para penetrar hasta la médula del alma?  Sí…, pero para llegar a esa médula hay que dejarle tiempo y espacio… Hay que reservarle siquiera el tiempo que se le reserva al fútbol, los programas “del corazón” (¿?), las motos o la política. De lo contrario, nace, empieza a crecer…, y muere de inanición.  ¿Sólo en el vecino de enfrente? ¿No tengo “pecados que  confesar”, que dice la gente. “Voy a Misa y rezo el Rosario; no tengo nada malo”. [¿De veras? ¿Está en ti Dios SOBRE TODAS LAS COSAS?  ¿Has planteado lo trivial de tu (mi) pensamiento, juicios, palabras, sentimientos? ¿Ha “tocado” dentro esa SEMILLA del Reino de Dios hasta forzar una forma más honda de respuesta?].

             Buena tierra es la que acoge la Semilla, la deja hundir en el surco (ahí en el fondo, donde hay silencio y planteamientos personales) para esperar con sincera humildad que nazca la planta y crezca…  Buena tierra que Jesús no da por cerrada (por el hecho de que dé el 30 por uno, como expresa otro de los evangelistas). Porque es cierto que el 60 es más, y somos llamados al más. Y cuando Lucas pone directamente el ciento por uno, en esa espiga granada que casi se dobla por el peso del fruto, nos está llevando a la mente que en el Reino de Dios no da lo mismo dar menos que más… Que, con esas palabras (que he citado alguna vez) de un formador espiritual, quedarse en “buenos” es la antesala de ser perversos.  Y a mí esta parábola me habla muy en directo…, y me acucia mucho.

viernes, 20 de septiembre de 2013

20 spbre.: Grandes minucias

20 spbre: Orando con el Evangelio

HOY COMIENZA
LA “ESCUELA DE ORACIÓN”,
          que abrirá con el PADRE NUESTRO.

             El Evangelio que hoy (Lc 8, 1-3) nos aporta la lectura continua podría hasta aparecer un poco amorfo a la hora de plantear un reflexión, y que sea una reflexión útil. Lo divido en dos partes para poder acentuarlas mejor.
             La primera es la propia labor de Jesús: “caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, anunciando la BUENA NOTICIA del Reino de Dios”.  Ni iba discutiendo verdades, ni imponiendo normas, ni prohibiendo algo. Iba sembrando la Buena Noticia del Reino de Dios. [Al confesionario llegan tantas cosas… Y es tan evidente que la persona no es una palanca que se conecta o desconecta… Llegan problemas, situaciones al límite moral, vicios arraigados, repeticiones permanentes…  Yo sé que despisto a más de uno cuando –una vez manifestadas sus cuitas- yo pregunto directamente:  ¿medita el Evangelio?  Más de dos se quedan descolocados y hasta me quieren hacer nueva confesión de lo que ya han dicho. “Ya he oído; pero… ¿medita Vd el Evangelio”?].
             Jesús no vino ni a fustigar, ni a establecer una red de normas (es evidente la diferencia de su predicación con la de Juan Bautista). Jesús vino a poner delante LA BUENA NOTICIA DEL REINO DE DIOS. Y espera Jesús que eso sea mucho más eficaz que un código de normas de conducta.  Por eso mi respuesta a quienes vienen a mí con sus “cosas” es: ya ha manifestado Vd lo que hay “en un platillo de la balanza, con su peso especial; lo que y le propongo es empezar a cargar el otro platillo hasta que se equilibre”. La pelea contra un vicio es inútil si se toma por la parte de “quitar”. Tiene posibilidades de avance y mejoría si adquirimos otra perspectiva e ilusión. Y el EVANGELIO ilusiona cuando se le empieza a entrar en sus entresijos, con honradez y sin buscar “falsas salidas de emergencia”. [La ESCUELA DE ORACIÓN quiere contribuir a ello].
             La BUENA NOTICIA, el Evangelio, no está para simple “meditar”, ni para “espiritualizar”, ni para “mariposear” lo bonito. El EVANGELIO es algo tan serio como JESÚS MISMO, y sólo cuando la mirada se pone en Jesús y no es si yo hago o dejo de hacer, es cuando “raspa” las falsas adherencias de la cómoda conciencia “piadosa”.
             Si alguna vez el Evangelio nos ha levantado los pies del suelo, ¡ESO ES LA BUENA NOTICIA!  Si no nos levantó los pies del suelo, somos “piadosos orantes”…, pero nuestra vida no entra en el meollo de la BUENA NOTICIA.
El segundo tema de este evangelio es el papel de la MUJER en la obra evangelizadora o de la BUENA NOTICIA.  Acompañando a Jesús van un grupito de mujeres, cada una con su papel, y todas en la misma barca: servicio. Unas se ocuparían de una cosa; otras podían colaborar en la corta economía de aquel grupo.
Hoy mismo adquiere una actualidad feroz este tema cuando los periódicos del día subrayan las palabras del Papa que quiere que la mujer llegue a los altos cargos de responsabilidad de la Iglesia, dado que la mujer está muy bien preparada y pone un toque muy especial que humaniza.
La realidad es que es muy rara la Parroquia que –desde tiempo inmemorial- no tenga a mujeres en múltiples ocupaciones, cargos y responsabilidades, y que la mujer ha sido siempre el brazo derecho de la Catequesis, el servicio previo al Altar, la atención a enfermos y necesitados. El punto que puede acusarse como defecto es el que el Papa ha llamado: machismo con faldas. Lo cual tiene doble traducción y muy real: el machismo clerical, que ha pretendido dar la última palabra, que las cosas se lleven sólo a manera del “machista”, y que haya habido hasta una falta de respeto a la labor sacrificada de la mujer que se dio tanto a ayudar y colaborar.
Pero desde el punto de vista “de acá”, también es de tener la mujer “machista” (con faldas)…, la mujer que se hace dueña y señora, que se hace exclusiva, que aparta a las demás, que se deja influir por sus celos y su afán de protagonismo. Etc.  Todo debe tenerse en cuenta y saben muy bien muchas mujeres cómo se les cerró la puerta por parte de otras.  Y creo que es una oportunidad para la honda meditación del caso, por eso mismo de que LA BUENA NOTICIA nos ha de levantar los pies del suelo.
Ningún evangelista nos dirá qué hacía cada mujer de aquellas. Pero no se dice ni una palabra que indique que Jesús tuvo que llamarles la atención, salvo a las sentimentales plañideras, camino del Calvario, que nada aportaron. Las que se nombran en este evangelio de hoy, las tres estuvieron firmes junto a la cruz de Jesús. Ninguna tuvo más privilegio en el acompañamiento de la vida diaria y en la firmeza del calvario. En la resurrección son las mujeres las primeras en saber de la Resurrección, y Magdalena será puesta por San Juan como la primera testigo ocular. Pero a unas y a otras no se les deja permanecer “cogidas a los pies”, sino unas u otras, cada una en el punto en que está, son encargadas de IR A MIS HERMANOS PARA ANUNCIARLES LA GRAN BUENA NOTICIA

Por tanto: ¡manos a la obra!  Para eso está ahí la ESCUELA DE ORACIÓN.

jueves, 19 de septiembre de 2013

19 Spbre: Amar mucho y perdón de pecados

19 spbre.  Amar mucho o amar menos
             Lc 7,36-50 nos ofrece otra perla de su repertorio. Jesus es invitado a  un banquete por un fariseo. Si hace poco comió en el banquete de Leví el publicano, rodeado de publicanos y pecadores, sin que eso le manchara. Para Jesús era la alegría de un hombre feliz, y la participación de esos  amigos de Leví que participaban en la alegría de su amigo. Ahora acepta la invitación del fariseo, con los otros fariseos. Y lo hace con toda naturalidad, aun a pesar de que el fariseo no se ha desvivido en atenciones con su invitado. Luego se verá. Pero si su anfitrión a tenido gusto de invitarlo al banquete, Jesús vive la realidad normal de una persona normal y acepta la invitación.
             Tercia en el banquete una mujer; una mujer pública; una pecadora conocida y reconocida.  Aquellos banquetes en lugares más abiertos daban lugar a esas presencias no previstas. Los comensales están recostados en sus divanes, con la cabeza hacia la mesa y los pies hacia afuera. Y la mujer aquella se va directa a los pies de Jesús, y allí,  sobre ellos, rompe a llorar, baña de lágrimas los pies de Jesús, los seca con sus amplios cabellos, y hasta derrama sobre los pies un perfume que traía.  O sea: los ojos con los que tanta lascivia había derrochado…, los cabellos largos seductores…, el perfume atrayente con el que facilitaba sus desmanes…, todo está ahora mismo depositado en los pies de Jesús.
             El fariseo empieza por sentir la incomodidad de aquella mujer en su casa. Luego, la duda sobre su invitado, al que él consideraba profeta (y así lo había querido tener en su mesa) y que ahora ve Simón que Jesús no es capaz de advertir el tipo de mujer que le está tocando. La duda llega a trocarse en interna indignación y posiblemente hasta sentirse arrepentido de haber invitado a Jesús.
             A Jesús no se le escapa una. Pero con la finura que le caracteriza y la pedagogía que le es propia, se dirige a Simón y parece destensar el momento consultándole al fariseo una cuestión: Simón, tengo algo que decirte.  Simón hace de tripas corazón y responde: Maestro, di.  Y Jesís platea el caso de “terceros”…: un prestamista, dos deudores: uno que debe mucho; otro, bastante poco. Y como ve que no tienen para pagar, acaba perdonando las dos deudas.  La pregunta, Simón, es: ¿quién crees tú que amará más?  Simón ve lo fácil de la respuesta, aunque responde con cierto recelo: Supongo que aquel a quien se le perdonó más.
             Jesús asiente: Has juzgado rectamente.  Y ahora salta Jesús de la “parábola de terceros” a la realidad presente (así es como se hace oración y se le saca fruto a la oración del Evangelio). ¿Ves a esa mujer a la que tú estás juzgando en tus adentros?  Esa mujer ha ofrecido lágrimas a mis pies, el agua que tú –el anfitrión- no me has ofrecido (como se hace con cualquier huésped).  Esa mujer no ha cesado de besarme los pies, y ha suplido el ósculo de paz que tú no me has dado al recibirme. Esa mujer me ha ungido con perfume. Tú no ungiste mi cabeza a mi llegada…  Por eso te digo que se le perdonan sus muchos pecados PORQUE AMÓ MUCHO.  El que no se siente pecador y piensa que a él no se le tiene que perdonar, ama poco. [Aquí habría mucha tela que cortar. No hay peor situación que de quien “no tiene pecados”, no sabe tener el gozo de descubrir nuevos pecados que están en los repliegues de su alma. Porque mientras no los descubre, ni puede arrepentirse, ni cambiar, ni amar más…].
             Si escandalizados estaban ya con las cosas de aquella mujer y la “pasividad de Jesus”, ahora sube muchos grados el escándalo cuando Jesús ha hablado de perdonar pecados porque ama mucho.  Porque se ha metido Jesús en el avispero de hablar de “perdón de pecados”…: ¿quién es éste que hasta perdona pecados?  Y no pienso que era una pregunta de descubrimiento y grata sorpresa, sino todo lo contrario: de reproche ante “la blasfemia” de quien se atribuye poderes sobrehumanos…
             Jesús se vuelve ahora a la mujer y le dice: Tu fe te ha salvado; vete en paz. Y ahí se queda el relato.
             Pero ¿y después?  Porque quiero pensar que Jesús no se levantó de la mesa. Ni las buenas formas del fariseo iban a crear una diatriba con su invitado.  Muchas ganas de conversar no le quedaban ni a Simón ni a los otros comensales. Jesús supo destensar la situación cambiando la conversación. No se le ocurrió a Jesús machacar el clavo. No era su estilo. No volvió a sacar temas sobre el particular. Lo delicado es tomar otro derrotero en el que, incluso, Simón, su anfitrión, pueda llevar la iniciativa, mostrar sus artes de conversar. Y Jesús estuvo tan cercano como en cualquier situación. Ni significa que fue cómplice de fariseos, como no fue cómplice de publicanos.  Jesús es siempre el amigo leal, el creyente fiel, el hombre más social y con mayores delicadezas… Tampoco Él rompía la caña cascada ni apagaba la mecha titilante…  Jesús siempre está ahí, y siempre abierto a todos.  Donde no se le encontrará es en la actitud del que “no tiene pecados”, el que no ama lo suficiente porque no sabe descubrir su deuda.

             A Simón le ayudó a descubrir “la viga de su ojo” antes de ver la paja en el ajeno.  ¡Ahí es nada…!, si lo tuviéramos a nuestro lado.

NOTA: a lo mejor alguien se preocupa ahora por la minucia de si la mujer estaba de rodillas o postrada, o si llevaba traje azul o verde.  Es pena perderse en lo trivial, que no es el contenido de la reflexión.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

18 spbre: Bailes y duelos

“Ni con ni sin”
             Estoy encargado de recibir, atender y ayudar a las parejas que piden boda en nuestra Iglesia del Sagrado Corazón. En mi contacto con ellas busco, primeramente, que tengan un encuentro plácido, sereno y agradable “con la gente de iglesia”, que –desgraciadamente- somos vistos con recelo en múltiples ocasiones. Y no digamos en este momento de la historia en la que se ha procurado borrar del mapa la acción de la Iglesia y de los que ejercemos en ella el ministerio.  Sin embargo queda aún en una mayoría de esas parejas una forma de fe que podría sintetizarse en el deseo de “casarse ante Dios”. Precisamente porque hay que ir llegando a esos aspectos, y favorecerlos o aclararlos…, envío por delante un cuestionario (con mucha antelación a la boda) en el que pregunto si quieren la boda con Misa o sin Misa.  Y no hace demasiado tiempo me topé con una respuesta que me dejaba fuera de juego.  Decía: ”Ni con ni sin”. Podéis comprender mi perplejidad. De modo que cuando nos sentamos a preparar ¿la boda?, mi pregunta seca fue: ¿Qué es lo que queréis?  Porque la respuesta en sí era sencillamente que no querían boda.  Y no podía ser eso tan claro, puesto que estaban aquí para prepararla. He de dar la solución final para sosiego de los lectores: aquella respuesta estaba dada con la boda tan lejana que no sabían ni lo que iban a acabar queriendo, pero se habían preparado bastante bien a través de Internet, y venían mucho mejor que otros que confiesan su fe a machamartillo…, y luego la cosa es muy diferente.
             Os he contado esta anécdota (aquí con final feliz) a propósito del evangelio de Lc 7, 31-35: Jesús se pregunta a qué se parece aquella generación de personas religiosas que tiene delante, fariseos a la cabeza: qué es lo que queréis… “¿A quién os compararé?”  Jesús se responde que tendría que compararlos con niños displicentes, aburridos, desganados, a los que le gritan otros niños: “Os tocamos la flauta y no bailáis; cantamos lamentaciones y no lloráis”…
             Y Jesús aplica: ni habéis aceptado a Juan Bautista, hombre exigente, recio, de predicación austera…, y con una vida mortificada y dura. Llegáis a pensar que “tiene demonio”. Pero tampoco aceptáis mi predicación abierta, amplia de horizontes, colmada de misericordia…, y me tildáis de comilón y borracho porque acepto la llamada de quien quiere invitarme. ¿Qué salida me queda?, puede preguntar el Señor.
             Aparte de lo que eso se pudiera aplicar a los extremistas de uno y otro signo, siempre displicentes, que ni bailan ni dejan bailar; ni lloran ni dejan llorar… (nostálgicos, detallistas de la minucia, aferrados al pasado y las costumbres de siempre…; y al otro lado los “inventores” de una “iglesia” a su medida, que les dé la razón o que quede como monolito inalterable…), yo quiero prescindir de toso eso porque mi planteamiento quiere siempre pisar tierra y no perderme en aquello que se decía en teología: “cuestiones de pelos de cabra”.
             Me preocupa la “gente normal”, la que busca y la que duda, la que pregunta y la que no quiere más que “su respuesta”, los “creyentes” sin sacramentos, y los de rezos a secas y promesas y banderas;  y los comprometidos en una fe de la Iglesia, lo mismo en lo que se ha de mantener incólume, que lo que ha de avanzar necesariamente para seguir siendo Iglesia que sirve y ayuda y sabe que no vive en una urna de cristal.
             Me preocupan los que tienen siempre a flor de labios la palabra que “califica”, que van buscando el mosquito, que critican, que enjuician, que no se bajan de su burro, que parecen estar sobre el bien y el mal.  Me preocupa porque eso significa que “yo no soy como los demás: borrachos, ladrones, adúlteros…; que yo pago mis impuestos y doy mis limosnas”. Me preocupa una visión “de lo demás” [todo lo demás, que no es el propio YO], que deja siempre el atisbo de crítica, sea porque bailan, sea porque lloran…, o porque ni bailan ni lloran.  Cazadores de displicencias para malo o para mejor. Encerrados en su propia burbuja…, pero con lengua de camaleón para dispararla contra “su víctima” a miles de kilómetros por segundo. Me sirve mucho esa expresión tan “despistante” del “ni con ni sin”, porque es como un estereotipo de muchísimas personas.
             Como Jesús en aquella ocasión, su expresión triste es como decir: “¿qué puedo hacer o qué puedo deciros?”  ¿Cómo se entiende una vida de fe que no encuentra campo de  aterrizaje, más que el “propio”…, porque todos los demás campos tienen defectos y deben ser ellos los que corrijan?
             Imaginad una obra de reparación y mejora de un edificio. Por fas o nefas la cosa sale con muchas goteras. Y nadie tiene la culpa; nadie la asume. El dueño contra el responsable mayor; el responsable contra el técnico, el técnico contra el contratista, el contratista contra los ejecutores materiales, los ejecutores acusan a los otros gremios de ejecutores, y del conjunto salen todos peleados y sin querer ni verse.
             ¿Ahora, qué?  Os tocamos la flauta y no bailasteis; os tocamos a duelo y no llorasteis…  De verdad que esas palabras de Jesús se clavan dentro porque comprende uno el descorazonamiento que podía producirle tal situación… Ni con ni sin… ¿Qué es lo que queremos?

             La solución, muy en los adentros.

martes, 17 de septiembre de 2013

17 spbrre: Naím, Corazón de Cristo

   El próximo viernes 20,
tercer viernes de mes, se reinaugura la ESCUELA DE ORACIÓN, 
que -como siempre- comienza a las 5'50 de la tarde 
en el SALÓN DE ACTOS de la Casa de los Jesuitas.
Acaba con la Santa Misa en el mismo Salón.

17 spbre: Otra manifestación del Corazón de Cristo
             Será una percepción mía muy particular, pero yo sitúo este episodio de Naím (Lc 7, 11-17) a la altura de la parábola cumbre del PADRE BUENO. La narración que hace el evangelista es de una ternura inmensa. Jesús caminaba hacia Naím. Nadie le había llamado, no iba con un fin específico que no fuera su labor mesiánica, su anuncio del Reino de Dios. En las puertas de la ciudad se topa con lo imprevisto: un entierro.  Eso ya pone en reacción al Corazón misericordioso, porque se ha encontrado con el dolor. Tras el féretro va una mujer destrozada, llorando con mucha amargura. No le acompaña ningún varón en esa primera fila doliente. Jesús se acerca a alguno de la comitiva e indaga.  La información que le dan ya pone en funcionamiento el dinamismo de su Corazón: aquella mujer era un pobre viuda; el cadáver es el de su hijo, joven aún, y el único sustento de aquella madre, que ahora pasa a la desgracia doble de perder a un hijo y quedar en la miseria.
             Se han removido las entrañas de Jesús. Quien ahora mismo sufre es ella, la pobre madre, un retablo de dolor por motivos diversos: el hijo que se le ha ido, y lo que va a ser de ella…  Jesús tiene un impulso de compasión profunda [de sentir en su propio corazón el padecimiento de aquella mujer] y se va a ella, rompiendo por entre los acompañantes y deudos.  Y yéndose a la madre, le dice una frase que casi podría parecer absurda y poco respetuosa…: Mujer, no llores…  Hubiera sido muy fácil responderle: ¿Cómo no va a llorar con la doble tragedia que lleva encima?  Claro: Jesús no había podido hacer las dos cosas a la vez, y se fue a la parte doliente…  Y ahora se separa de la madre y se va hacia el féretro, que llevan varios amigos.
             La sola presencia de Jesús, que se pone ante el cadáver ya les impresiona, y se detienen.  Jesús se acerca al cadáver y le dice con voz fuerte: Joven, Yo te lo digo: levántate. Son unos segundos pero allí hay muchas reacciones. Desde quienes piensan que Jesús es un iluminado, casi un loco, a los que contienen la respiración ante aquella fuerza de palabra con que ha mandado… La madre no llora ahora: está expectante y extrañada.  Jesús toma de la mano al muchacho, que ha empezado a incorporarse… Un temor contenido en la gente…, la madre que se lleva la mano a la boca, que se le ha quedado medio abierta por la sorpresa y el espanto…  Y Jesús, que ayuda al joven  salir de su ataúd, y lo lleva de la mano para entregarlo a su madre. ¡Un gesto colosal! No se ha limitado a poner su poder en acción. Es también su gesto de ternura, de cercanía, de implicación personal… Es corroborar ahora por qué le había dicho a la madre: “Mujer, no llores!  No había podido hacer las dos acciones a la vez, pero era muy claro por qué había ido presto a la madre para que no llorara.
             El muchacho está como quien sale de un sueño y casi no sabe aún lo que pasa. La madre se ha echado al cuello de su hijo… ¡Había recuperado a su hijo! ¡Y había recuperado su razón de vivir!  La gente, admirada y emocionada, se arremolina sobre la madre y el hijo para dar los parabienes y porque están todavía bajo los efectos de aquella experiencia vista y vivida. Jesús ha aprovechado el momento para recoger a sus apóstoles y seguir su camino sin ser advertido.  Cuando aquella madre y aquellas gentes quieren expresar su agradecimiento y admiración, Jesús ya se ha alejado. Ha hecho su obra, que en realidad era como un vértice de su misión mesiánica: resucitar muertos.  Como era de esperar aquello removió a la ciudad, y se fue contando por los lugares cercanos y hasta por Judea…: un gran profeta ha surgido entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo.

             Quiero observar que nadie había pedido nada a Jesús; que nadie le había advertido de aquella situación. Jesús pasaba y se ha encontrado con el dolor. Su reacción personal –sin nadie por medio- ha sido la que su Corazón ha dado de sí.
             Encontraremos muchas formas de encontrarse con Jesús: el ciego que oye el tropel, pregunta…, y sale suplicando a gritos. Los leprosos que se plantan a distancia ante Él y piden; Jairo, que viene a buscarlo para que imponga las manos en su hija, a punto de morir.  El paralítico que es descolgado desde el techo para caer ante Jesús… Y María, la hermana de Marta, que simplemente está a los pies de Jesús, embobada, escuchando… Y todas las diversas formas de oración posibles.

             Está quien dice: “Dios no me oye” y quien pide sin saber lo que pide, ni si es un bien lo que está pidiendo (hay ocasiones en que se piden males o se pide mal). Jesús espera que nos purifiquemos el alma… A aquel ciego le preguntó Jesús: qué quieres que haga contigo…, una pregunta que parece hasta tonta. Pero quería Jesús saber si el ciego se conformaba con una limosna o si sabía pedir lo más esencial… Jesús le dio la vista… Y si hubiera pedido la limosna, Jesús no se la hubiera dado, pero le hubiera abierto otros ojos interiores para saber pedir. Dios sí oye y siempre responde dando cosas buenas…, dando Espíritu Santo…, abriendo a LA FE… Porque en definitiva la mayor parte de las veces, nuestra fe nos salva…, obtenemos conforme a nuestra fe.  En Naím no fue así. En Naím se desbordó el Corazón de Cristo; se desbordaron sus sentimientos… En Naím quedó una foto viva de cómo es Jesús…, de cómo necesitamos bucear en el Evangelio para ir conociendo SU CORAZÓN.

lunes, 16 de septiembre de 2013

16 spbre: LA FE. ¿Facetas diversas?

16 spbre.- LA FE
             Del pasado sábado, con la fecha de la CRUZ GLORIOSA, quedó sin tocar Lc 6,43-49, que es una clave para todo análisis de la realidad, y la pauta para un acierto posterior. Jesús pone un principio “natural” para que nos lo apliquemos a conocer nuestra verdad. Dice Jesús, como principio, que todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. No quiere decir que en el árbol bueno no pueda haber alguna fruta picada por algún mal bicho, y que allí salga una mala fruta. Ni quiere decir que un árbol malo no puede tener excepcionalmente una buena pieza de fruta. El principio está plantado muy claro. Y ahora toca echar mirada a los frutos que producimos.  Digamos: frutos que aúnan o que repelen, que serenan o que tensan; frutos de ida a los demás o egocéntricos (como si nadie más existiese ni tuviese una buena idea que aportar); frutos que acompañan o que dispersan, que causan bienestar o malestar, obras que son un reflejo evangélico o que viven (digo en “creyentes cristianos) como si no existiera; autosuficiencias o humildad; palabras vacías o silencios prudentes; silencios que escupen y silencios sufridos; engreimientos o capacidad de escucha y cambio; fidelidad clara en lo que vemos, oímos, pensamos, buscamos…, o flirteo con las miradas, comentarios, juicios, palabras, pensamientos. Frutos de huida o de presencia; de búsquedas aventureras o aprovechamiento de lo cierto y corroborado…  (Siga cada cual esas disyuntivas).
             Y Jesús pone coto a toda ambigüedad con esa parábola esencial de la casa construida sobre roca y la que se construye sobre arena. La que echa el cimiento en roca firme, no se viene abajo por los “vendavales” de la vida. En medio de todas las contrariedades, la roca sostiene. Por el contrario, la casa sobre arena es un pelele en medio de la vida. Ni se sostiene, ni está siempre en el mismo lugar. Al final, se desploma. Lo peor es que arrastra a otras cosas que tuvieran relación con ella. Y Jesús aplica esa “arena” a una religión inconsistente que se limita a lo superficial, a la palabrería, a los objetos, a los “favores”, a las apariencias (aunque tomaran forma de “apariciones”).  Nada de eso es la construcción sobre roca que Jesús ha puesto como broche final en ese capítulo 6 de San Lucas.

             Hoy, día 16, ¿cambia el panorama (Lc 7, 1-10) o “aplica? Por una parte es un salto desde lo anterior –tipo enseñanza directa- y lo que viene ahora de un hecho.  Punto de ilación es que Jesús “acabado de hablar a las gentes, entró en Cafarnaúm”. Y en Cafarnaúm hay una centuria romana de seguridad, al mando de un centurión romano. Hombre que, bien sea por su roce frecuente con el mundo judío, ha escuchado hablar de Jesús como persona que hace curaciones.  O bien, un romano para quien los dioses proliferan y encuentra en las obras de Jesús una cierta mano “divina”.
             Por lo pronto, "árbol bueno", hombre prudente, o tímido, o que no quiere recibir personalmente una negativa de ese Jesús. Según Lucas, ni él va a pedirle a Jesús, ni luego va a dar personalmente la cara. Pero en el modo que sea, en la forma e intensidad que sea, llega a pensar que Jesús puede curar a su siervo gravemente enfermo. Por una parte envía mensajeros, y por otra tiene recomendaciones porque hasta ha contribuido a que se haga una sinagoga.  Su recado es manifestar que su siervo está grave.
             Jesús emprende el camino hacia la casa o el destacamento romano, acompañado de quienes vinieron  a hacer las recomendaciones a favor de la petición del centurión.  Pero cuando ya está cerca, nuevamente envía recado el romano: Señor: no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo: por eso no me vi digno de ir personalmente a ti. Dilo de palabra y mi criado quedará sano.  Y hasta da razones de esa “fe”: yo tengo autoridad para dar un recado a distancia y que se cumpla…
             A Jesús le impactó tanto aquello, que confesó no haber encontrado en Israel una fe tan grande.  Y dijo LA PALABRA…, y sanó el siervo enfermo.
             Esta mañana me he quedado mirando: fe de la hemorroísa: tocar siquiera el manto; fe de Jairo: baja, impón las manos…¸fe del leproso: “si quieres, puedes”, fe del ciego que va a la piscina y se lava (conforme se lo dijo Jesús) y mantiene su postura frente a fariseos… Y así podría seguir.

             Tengo a dos pasos tocar las imágenes, poner velas, echar promesas, basarse en “hechos llamativos”, visitar sepulcros, echar limosnas, declararse creyentes de primera y no practicar nada de nada; querer casarse ante Dios, cuando en realidad nada cuenta Dios en su vida real; “devotos” de “devociones” con ausencia total de vida sacramental; prácticas de ciertas liturgias (rituales muy humanos pero muy arraigados, sin una referencia al Cristo del Evangelio)…, y no dejo de preguntarme si tras eso hay algunas formas de aquellas que Jesús vio y atendió. “Tu fe te ha salvado”, “Que se haga conforme a tu fe”…, son situaciones que hoy me han martilleado mientras oraba. Soy consciente que el mundo se ha vuelto “del revés” (si miro desde mi visión). Y a la vez me queda ese atisbo de esperanza –aunque se me escape una buena parte- de si a la par que han cambiado tantas cosas, y aun tantos principios que vemos fundamentales (pero que hoy son papel mojado para muchos creyentes), la fe habrá también tomado otros colores. Desde luego, sean del color que sean, hay algo que es insustituible: el EVANGELIO, CRISTO –su vida, su muerte, su Resurrección-, su prolongación en la IGLESIA…, Roca firme…