Autoridad y poder
San Marcos
nos va introduciendo en la realidad de Jesús, Mesías liberador. Ayer se roseaba de unos primeros discípulos,
los pescadores del Lago e introducía esa característica propia del Maestro, que
es la de rodearse discípulos. No entra el evangelista ahora en si siguió llamando
a otros. Ahora le basta para dejar ese capítulo abierto.
Adonde sí va a entrar directamente es en presentarnos un
Jesús poderoso en palabra (“con autoridad”)
y en el, hecho más definitivo de la fuerza mesiánica: el poder contra el
demonio, el príncipe del mal. En Mc 1,
21-28 Jesús va la sinagoga en Cafarnaúm, cumpliendo sus deberes religiosos. Le
invitan a Él a explicar la Palabra, y ya salta a la vista a las gentes que
Jesús es un Maestro muy distinto de los maestros rabinos conocidos. La palabra de Jesús es nueva. ¡Llamativo esta
observación de las gentes! Con ser la Palabra que tantas veces han escuchado,
suena tan nueva que les atrae y admira. Descubren que Jesús habla con autoridad. No se limita a decir, ni
su modo de expresarse lleva unas típicas rutinas de los fariseos. Allí habla Jesús y la gente se siente
atraída.
Pero se da una circunstancia más
llamativa aún. Había un hombre poseído por el demonio. La realidad demoníaca es
como los antípodas de Jesús. No puede haber punto de conexión ni contacto. Y así lo afirma ostentosamente el demonio
que, ante la presencia de Jesús, empieza a gritar estentóreamente contra
Jesús. De una parte, con esa pregunta de
respuesta evidente: ¿Qué tienes que ver
con nosotros, Jesús Nazareno?; viniste a perdernos. Era la pura verdad:
entre Jesús y el demonio no hay ni punto de contacto. No puede haber
relación. Aquella tentación que nos
ponen Mateo y Lucas del demonio que pretende que Jesús doble la rodilla ante él
y le adore, era el absurdo total de la pretensión del mal espíritu.
La misma pretensión de ahora al nombrar
a Jesús por su nombre y al reconocerlo Mesías, Santo de Dios. La forma de creencia de que el que nombra a otro
acaba posesionándose de él, es la que aquí pretende aquel espíritu. Por eso Jesús le ataja sin entrar en
conversación. Le ataja con un “Enmudece”, seguido de un mandato firme:
“Sal
de ese hombre”. Eran mandatos imperativos a los que el demonio no podía
oponerse, porque la fuerza de Jesús le desbordaba. Le quedó al espíritu inmundo la posibilidad
de su pataleta, derribando violentamente al poseso por el suelo, y dando
alaridos muy fuertes. Como león rugiente…, pero sin poder
hacer más.
La gente, que ya estaba admirada de
Jesús por su palabra y su novedad al explicar la Sagrada Escritura, ahora se siente
pasmada ante lo que acaba de ver: no sólo era aquella autoridad, ¡es que hasta da órdenes a los espíritus malos, y
obedecen. Aquí han traspasado ya “la
barrera del sonido”… Aquí se ha manifestado la fuerza de Jesús, y precisamente
en lo más característico del Santo de
Dios: el poder sobre todo poder, incluido
el poder sobre el demonio. Y la gente
que ha visto aquello, extiende la fama de Jesús por todos los alrededores de
aquella comarca de Galilea.
Ahora sí que cabría sentirnos en
medio de esa realidad, y que nos entrara muy a fondo la contraposición radical
entre el espíritu del mal y Jesucristo. Y por consiguiente, nos debería llevar
a planteamientos tajantes en nuestros estados de conciencia. Hay un tema, muy propio de nuestra era, que
anda metida en el sexo en tan alto grado, que podemos encontrarnos a la vuelta
de la esquina con más de una persona que vive su vida piadosa y sacramental,
pero incapaz de arrancar ocasiones que le meten en ese círculo bajo de sus
instintos. Que no es solo que están con
las tendencias instintivas a flor de piel, sino que buscan expresamente la
carnaza que con tanta facilidad les ofertan portales de Internet que son pura
bazofia.
Que eso esté ahí, ya se sabe que
puede estar; los hijos del diablo con más astutos que los hijos de la luz. Pero lo que es verdaderamente penoso es que
personas probas, formadas, conscientes…, vuelvan a ese vómito una y otra vez
como imantados por una droga tan fácil y tan dañosa, que les va mermando en su
fidelidad a Dios, pero sin tomar nunca la palabra de Jesús en toda su fuerza: Si tu ojo te es ocasión de escándalo,
arráncatelo. Y ya sabemos que Jesucristo
no quiere una población de tuertos. Pero
lo que sí ha venido es a establecer esa necesidad de saber llegar a los
extremos necesarios, antes que vivir ese flirteo con el pecado, que les va
infestando de manera lenta y peligrosa.
Claro que en eso de que el perro siempre vuelve a su vómito, no
es aplicable sólo a ese tema, pues cada cual podríamos descubrir aspectos de mal espíritu que repetitivamente vuelven
sobre nosotros en aspectos muy localizados y de la vida real: el juicio sobre el prójimo, la crítica sistemática,
las fobias muy concretas, o –por el contrario- los afectos desordenados que nos
sobrepasan… Necesitaríamos muchas veces
de ese encuentro de frente con Jesús, como aquel poseso en la sinagoga…, para
que explotara ya hacia afuera aquel “demonio” que no tiene nada que ver con
Jesús…, y que llega a aceptar que cuanto más conozcamos a Jesús, más experimentaremos
el gozo de que Jesús ha venido a hacer perecer esas medianías en lasque somos
capaces de desenvovernos.