sábado, 31 de diciembre de 2011

ES LA ÚLTIMA HORA

ES LA ÚLTIMA HORA
31 diciembre

Siempre me ha sido sugerente de este último día del año civil, esta expresión con que comienza la lectura de San Juan: Hijos míos: es la última hora… Aparte de la idea dominante entonces de que llegaban los tiempos finales, ha sido una coincidencia providencial que este texto venga tal día como hoy, porque es como un toque de alarma/atención para un año que acaba, San Juan vio que el tiempo llegaba a su final porque habían aparecido ya loa anticristos, y eso era más que claro que estaba la señal del final de los tiempos. Él basaba su gozo en que no eran salidos de nosotros Hoy no sé si podría decirlo exactamente igual. Porque bien sabe Juan que Jesús vino a los suyos pero los suyos no le aceptaron. Ha venido a plantar entre nosotros su tienda de campaña pero que se queda con las ganas de que nosotros “formemos campamento” hechos una piña con Él. Que hasta nacidos –en vocación y realidad no de carne y sangre sino hechos hijos de Dios, la realidad no queda tan evidente cuando toca dar las señales propias de los hijos, si bien vosotros estáis ungidos por el Santo. Por eso os insisto que no os dejéis precisamente porque no podéis desconocer la verdad,
Pienso que hay llamada más profunda que la que parece a primera vista y que la Palabra hecha carne está llena de Gracia y de Verdad.


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La impaciencia de Herodes era muy grande. Y llegó al paroxismo cuando llegó a darse cuenta de que aquellos visitantes se habían esfumado de su influencia…, de que sus diabólicos disimulados planes se le habían ido entre los dedos, y que no podía saber dónde estaba su evidente deseada víctima, el recién nacido rey de los judíos. Y lo que él no de dejaba vencer era por algo así.
En Belém dormía apaciblemente la Sagrada Familia, tras aquellas emociones y maravillas que acababan de contemplar. Pero surgió el sueño que ponía a Dios en comunicación con José. El sueño avisa perentoriamente a José que coja al Niño y a su Madre y huya Egipto, porque Herodes busca al Niño para matarlo. El sobresalto de José fue indescriptible. Se sentó en su camastro, se frotó los ojos… ¿Había simplemente soñado, o era un sueño en el se comunicaba Dios? No había soñado. Eso lo sabía él claramente. No cabía espera. Cierto que si Dios avisaba era una garantía de poder remediarlo, pero igualmente cierto que le quedaba a él el peso de la solución. Se fue a llamar a María, la despertó y le dijo: “Recoge lo indispensable; tenemos que huir ahora mismo, porque Herodes quiere matar al Niño. Me lo ha avisado Dios”. No era momento de buscar explicaciones. José, por un lado, se fue a buscar la caballería y le ató a las herraduras unos trapos para que ni se escucharan sus pisadas. María recogía lo necesario. Había que salir en ese momento en que el vecindario estaba en el primer sueño. Como vivían cerca de los arrabales, había que buscar el camino más corto para salir a descampado, y de ahí, de noche –como explicita San Mateo- escapar de toda posible mirada, dirigirse por el sendero más oculto hacia la frontera, poner tierra por medio sin descansos en el camino, y salir cuanto antes de los dominios de Herodes. No se dijeron palabras. José llevaba la mula, María al Niño, y otra vez -¡pero qué distinto!- el silencio profundo lo invadió todo, aunque esta vez se caminaba hacia el alba, y poder tomar conciencia de que nadie los seguía, que estaban solos, y que con esas primeras luces, ya podían encontrar cierto alivio, y con ello el rincón de reposo (aunque sólo fuera por un rato), para respirar, reponer fuerzas, y poder contar José a María lo que Dios le había manifestado, y que él mismo llegó a dudar si era una pesadilla o una realidad. Conocer a Herodes, ya se le conocía. Qué cables se le habían cruzado esta vez al hombre enfermo aquel, no podían imaginarlo…, aunque tampoco se les despistaba que la caravana de los orientales había despertado demasiados celos, extrañeza. Una cosa había quedado, quizás, en positivo: abandonados en la casa de Belén la mirra y el incienso, María si había metido en una bolsa el dinero-oro, porque huyendo a un país extraño, iban a necesitar por razón general, y por las necesidades que genera un niño recién nacido, un punto de arranque para sobrevivir, pagar alguna posada en aquel camino que llevaban…
Y descansaron un rato, no mucho, porque lo que había era que alejarse y “desaparecer” de toda posible influencia de un loco sanguinario.

viernes, 30 de diciembre de 2011

FAMILIA

FAMILIA
30 diciembre

Aunque siempre se celebra la SAGRADA FAMILIA en domingo, este año no hay domingo intermedio entre el 25 y el 1. De ahí que hoy se tenga la celebración de la fiesta conjunta de la SAGRADA FAMILIA, Una forma de celebrar a la familia cristiana con un día propio suyo: los hijos, los padres/madres, los abuelos, los esposos… Así, la 1ª lectura que va recorriendo ese cariño y respeto y relación entre tos. [Y que si hoy hubieras leído la lectura continuada de San Juan, hubiera ido en la misma línea de exhortación de todos]. La 2ª lectura es una de las más bellas descripciones del amor familiar y humano, y no es para “leerla” sin para meditarla y muy despacio. El Evangelio repetía el mismo de ayer (por eso he omitido la primera parte) y acaba con la última descripción de Lucas. Esta vez es una venerable viuda de 84 años, que ha elevado su viudez a servicio del Templo y a la alabanza y anuncio de Dios.
Pueden echar de menos las solteras/os una palabra para ellos. Pero si se trasladan aquella sociedad, no había lugar, puesto que prácticamente no los había. Y por tanto no pueden entrar en la mente del escritor sagrado. Pero sí en la nuestra, en la que tantos solteros –ellos y ellas- viven casi una consagración a su soltería fértil a favor de la familia, de la Iglesia, de los necesitados. Hoy entrarán igualmente en una celebración familiar, porque la familia cristiana (y la humana) deben mucho a los que eligieron (o quedaron) en esa tercera vía (es nombre propio de tal estado). Es evidente que están excluidos de tal consideración “los solterones/as”, cuya vida vive para sí mismos, para n querer complicaciones, que les dejen tranquilos, y seguir su ritmo sin provecho de nadie.


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María y José van impactados, tanto por los anuncios de Simeón –muy directos y en una parte bastante duros-, y por aquella viuda Ana cuya vida es un anuncio gozoso del Mesías ya inmediato…: del Niño (dice el evangelista), y daba gracias Dios que traía ya la liberación a Israel. A continuación, el regreso a Nazaret de la Sagrada Familia.

Si en vez de esta Ciclo B, hubiéramos estado en el A, vendría el relato de Mateo, que es la bifurcación más ostentosa de estos dos sinópticos.
De lo que más ajenos estaban José y María en su regreso a Belén para recoger los bártulos, era –vayamos así a la composición catequética de Mateo- es que por el camino hacia Palestina venía ya una caravana exótica con camellos y dromedarios, gentes interesadas en el proyecto, y aventureros, magos (astrólogos) y cofres de productos orientales. Y todo porque esos paganos han visto SU estrella en Oriente y vienen a adorar al recién nacido rey de los judíos. Unos ciertos despropósitos si lo tomamos como historia. Unos paganos, que no tienen la fe de Israel. Que ven una tan orinal estrella que sacan que es su estrella…, la el recién nacido rey de los judíos. ¿Qué sabrían ellos de tal “rey”, y qué les importaba a ellos?
A Mateo sí le importaba. Su evangelio va dirigido a los judíos pero quiere que quede claro que no son ellos solos los objetivos e Dios, sino el mundo entero: también los gentiles, los paganos “las naciones”. Y quería ponerles delante esa realidad desde el mismo comienzo de su evangelio.
Lo que sigue después es de fantasía muy atractiva: vendrán por el camino “precedidos por la estrella”, que se ve que les acompañaba y dirigía de día y de noche, y no como una estrella del firmamento a miles de kilómetros de distancia, sino “delante de ellos”. Pero cuando llega la hora suprema, la llegada a Jerusalén, el centro religioso y político judío, la estrella se oculta, no sé si barruntando la tormenta o preparándola.
¿Y adónde iba a buscar los magos a un “rey” sino en el palacio del rey, en el de Herodes? Y y es decepción y perplejidad cuando Herodes no sabe nada. ¡Ya es raro!, y los magos se miraron unos a otros… Y toda Jerusalén se sobresaltó. ¿Por qué se sobresalta? Porque conocen muy bien a Herodes y sabe que acaba matando a todo el que él sospeche que “huele a rey” y pude “amenazar” su trono. Aquella visita de los orientales huele ya a sangre. Herodes distrae a los Magos, pide a los expertos que estudien el caso, y encuentran en las Sagradas escrituras una alusión: Y tú, Belén, no serás la más pequeña porque de ti saldrá el salvador”. Herodes sale muy placentero y encamina a los visitantes hacia Belén, con un encargo endiablado: cercioraros muy bien del lugar, volvéis por aquí y me lo contáis, para ir yo también a adorarlo. No es que él se va a acompañarles…
Y lo el más extraño todavía: la estrella reaparece, va delante y como un globo brillante, muy local y muy concreto, e detiene encima de la casa a donde estaba el Niño.
Caravana multicolor que irrumpe en Belén ante el vecindario admirado, y que va derecha hacia la casa o habitación de los nuevos recientes vecinos… ¿Quiénes pueden ser esos vecinos tan pobres, y quiénes son estos magos con aquella caravana? Y se bajan unos hombres, les entregan sus servidores unos cofres, y entran en aquella habitación. Los curiosos pretenden meter el, ojo por la menor rendija y cuál es su sorpresa cuando aquellos señorones se echan de rodillas ante el niño, adoran, ofrecen sus regalos… Todo un mundo inenarrable, y hasta se puede decir que incomprensible. Pero para mateo, muy claro. Se ha conseguido el golpe de gracia que quería dar a los judíos.


¿Y seguiré? Quiero seguir. Lo que ya no puedo deciros es a qué hora o si cada día. Me marcho de viaje y no estaré en fáciles condiciones…, aunque lo que queda es LO MEJOR.

jueves, 29 de diciembre de 2011

LAS TINIEBLAS PASAN

LAS TINIEBLAS PASAN
29 diciembre


Hoy se me facilita mucho la labor, porque el Evangelio es el mismo que toca luego como tema de oración. Quede, pues, un índice esencial de la 1ª lectura.
- Sabemos que conocemos a Dios en que guardamos sus mandamientos
- El dice que le ama y no los guarda, es un mentiroso.
- El que ama y guarda, ha llegado a plenitud.
- Quien permanece en él, debe vivir como Él.
- No es un mandamiento nuevo; es EL MANDAMIENTO que encierra todos los demás. Las tinieblas pasan y queda la luz verdadera.
- Estar en la luz es amar a su hermano



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A María se la cumplió la cuarentena prescrita a toda mujer que ha parido. Se le llama “tiempos de la purificación” pero no supone ninguna situación especial. Sólo que entonces es cuando sale ya a la calle para ir a Jerusalén para presentar al Niño primogénito en el Templo (De hecho la fiesta sdel 2 de febrero, 40 dís después del 25 de diciembre) es FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DE JESÚS, Luz (=Candela) del mundo, de donde surge equívocamente la fiesta de la Candelaria, que el vulgo atribuye a María.
Aquella mañana salieron tempranito José, llevando la borriquilla, y María llevando en sus brazos al Niño. Iban de fiesta: a cumplir la Ley del Señor. Y yo voy con ellos para vivir cada detalle y beber cada gota. Camino apacible, tranquilo, gozoso. Felices. Silencios, cantos de Salmos y conversaciones en que ya se planifica el regreso a la patria chica: Nazaret. Sueños de ilusionados padres que van a realizar ahora lo prescrito por Dios. El Niño será de Dios, ofrecido a Dios, y –por decirlo así- Dios les “les encargará” la crianza. Pagarán su óbolo religiosamente (los pobres ofrecían un par de tórtolas o dos pichones), y se llevarán al Niño con ellos.
Lo que no esperaban era el encuentro ue tuvieron de entrada: un santo anciano, Simeón, había hecho a Dios una petición: no morir sin ver al Mesías Salvador. Y conforme entran, ajenos a todo, aquella familia pobre y humilde, da un paso adelante Simeón, se dirige a aquellos padres, y casi por instinto echa sus brazos para que María le ponga al bebé en los suyos. Y cayéndole lágrimas de alegría, prorrumpe en palabras de abandono, gozo y profecía: Ahora ya puedo morirme en paz, porque he visto al Salvador de Israel, y Luz para el mundo. María y José se quedaron de una pieza. Nadie había dicho nada. Pero Dios sí. Simeón devolvió el Niño a su Madre, y se despidió con dos afirmaciones más, muy fuertes: Este Niño será como una bandera ante la que cada cual toma partido, con lo que aclarará la verdad de muchos corazones. Y a ti –le dice a María en dolorosa profecía- une espada te atravesará el alma.
Y José y María (llevando al Niño), avanzaron por el Patio de los gentiles, pasaron al de las Mujeres, de donde Ella no podía pasar, y allí María entregó el Niño a José para que él lo llevara al sacerdote. El sacerdote hizo su rito de presentación, como tantas veces y con tantos primogénitos. [A mí me gusta mucho “detener la cámara” y quedarme en la escena. Es evidente que José era consciente de que el sacerdote no sabía más que lo que hacía todos los días. José oraba más adentro porque sabía que aquello no era un rito más. El Niño no era como cualquier niño. En realidad José estaba presentando al Niño a Dios con una fuerza indecible de su alma. Se lo decía: - Si es tuyo, Señor; si esta vez no es un rito. Esta vez es la pertenencia total tuya, y bien que acoges este momento como realidad sublime… Y si uno pudiera imaginar lo que el propio Niño pudiera habar dicho, si hablara… ¡Aquello sí que era presentarse, como lo describe la carta a los Hebreos: “Aquí estoy, Padre, para hacer tu voluntad”]. El sacerdote devuelve al niño, recibe la ofrenda…, y él ya ha acabado su función. José tomó al Niño como un tesoro enriquecido. En realidad el Niño era de Dios, y él no era sino el velo que cubre. Emocionado llegó hsta María –Ella bien que lo notó…; Ella había estado orando igual, a su distancia física, pero en unidad de sentimientos con aquella hora. Y ya iban a reemprender el regreso, cuando vino otra sorpresa. Pero esa la veremos, Dios mediante, mañana.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

INOCENTES MASACRADOS

INOCENTES MASACRADOS
28 diciembre

Un día muy difícil para la visión general litúrgica. El argumento básico, la locura de un hombre, enfermo de poder, que origina una tragedia por la “noticia” de unos extranjeros que vienen a adorar al recién nacido rey de los judíos. Herodes, que ya había matado a 30 de sus mejores colaboradores –y aún de sus esposas e hijos- sólo por la sospecha de que pudieran arrebatarle el trono, la sola posibilidad de un desconocido “recién nacido, rey de los judíos”, le provoca la histeria de matar a una serie de niños de poca edad, para asegurarse que caía en el saco ese hipotético niño. La enfermedad del mandar, de ser “primero”, de que no le hagan sobra (ni de lejos), le lleva a la locura sin sentido.
La 1ª lectura, comienza la 1ª carta e san Juan, un tratado del verdadero AMOR: es lo que el discípulo le ha oído a Jesús, sin dejar fisuras de ninguna clase. Amor que abarca las obras (es lógico) pero que se gesta en el, corazón, los sentimientos…, y se expresa en las palabras que deben corresponder al corazón que ama.
¿Es posible el pecado contra el AMOR? - Por supuesto. Como es posible la obscuridad. Y obscuro es lo que no tiene luz. Y sin luz, se desvaría. Y si se desvaría, se peca. Y si se peca, falta el amor. Y si falta el amor no habrá humildad. Y si no hay humildad –dice San Ignacio expresando la táctica diabólica- se puede esperar todo lo demás (de lo malo). Hay una solución, expresa la lectura: reconocerse pecador. Y entonces entra el Espíritu de Dios, y entra Cristo, como el abogado defensor.


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He pasado por alto un hecho esencial: “a los 8 días del nacimiento de Jesús, José circuncidó al Niño y le puso por nombre Jesús, tal como el ángel lo había llamado antes de nacer”. Era el momeo en que el niño varón entraba a pertenecer al pueblo de Israel. Primera sangre de Jesús que se derraba, y que bastaría para redimir al mundo mundial. Dolor en el Niño, que María calmaría pronto llevándole el pecho al pequeño y haciéndole sentir el calor maternal, que es la gran medicina del recién nacido.
José estaba entre ese natural dolor que le había provocado al Niño y ese santo orgullo que experimentaba doblemente el padre de familia, de una parte haciendo a un niño un miembro nuevo del Pueblo de Dios, y de la otra, el apabullante destino recibido directamente de Dios de ser él quien pusiera nombre de Jesús (=Salvador) al hijo misterioso de su esposa; ni más ni menos que ser elevado a ser “padre” de aquel Niño, que venía del Espíritu Santo. Una sinfonía de sonidos, una borrachera de colores… José lo hizo, los pocos vecinos fueron invitados, y aquella fiesta se celebró desde la pobreza de una familia e inmigrantes recién llegados.
Y aquí también yo me quedo absorto con el NOMBRE. El nombre que el ángel le había señalado antes de nacer, ¡cosa seria, porque indicaba que Dios era el que actuaba y hacía! Antes fue “Juan”, y antes lo fueron otros cuantos, y siempre en la línea de la salvación de Israel. Dios dirigía la historia –no precisamente partiendo siempre de “santos” sino de solemnes pecadores…, pero Dios siempre será quien escribe derecho con nuestros renglones torcidos Una historia llena de situaciones así. Un día Jesús lo vivirá de lleno, siendo Él mismo el autor protagonista: un Simón pescador y rudo, al que hace PIEDRA (y será fundamento de su Iglesia), y un hombre de Keriot, al que soñó como otro fundamento de ese edificio, y le “salió rana”. Y la historia sigue aún 20 siglos y pico, y permanece la misma realidad.
Por eso yo no me quedo nunca pasando de puntillas sobre el hecho “histórico bíblico” del NOMBRE, porque sé que yo mismo estoy ahí, señalado, amado, elegido, privilegiado de Dios, con un NOMBRE que no es el que me pusieron mis padres, sino OTRO…, por el que me conoce Dios. Y tras la fila de los Doce elegidos por Cristo (sin irnos ahora más lejos), ¿detrás de cuál estoy? ¿Cuál es la construcción de ese nombre mío? Dios lo inició precioso y esperanzador en mi Bautismo, haciéndome hijo suyo. ¡A tantos los hizo hijos…! Pero bien a las claras está que los hay Pedros, “hijos del Trueno”…, y Judas Iscariotes.
El NOMBRE no se forma de gustos personales, porque “no todo el que me dice: “Señor, Señor…, entrará en ese NOMBRE” Yo quiero simbolizar el NOMBRE por esa lluvia de letras que Dios va lanzando desde su voluntad de Padre, y que a mí me toca muy personalmente ir cogiendo “al vuelo” para COMPONER el nombre que Dios quiere de mí. No sale al simple voleo. No todo lo que creo ser de Dios, lo es. Así, hasta se hicieron grandes herejes iluminados. Es DISCERNIR sin parar, hasta el mismo día de la muerte. Por eso decía un autor que “en el Bautismo no se dijo “amén” al recibir el agua transformadora, porque la letra final, el AMÉN de nuestra tumba será el que defina (deba definir) que aquel haber sido hechos HIJOS DE DIOS, llegó a feliz puerto personal.
Por eso, el NOMBRE, “mi Nombre”, es una idea fija, casi de escalofrío, que siempre pienso, aunque felizmente confiado en el intento diario (y los discernimientos frecuentes) que tengo que hacer, para los que no me bastaría yo solo, porque Ignacio de Loyola advierte de la posibilidad de “la cola serpentina”…, aun para los más grandes santos.

martes, 27 de diciembre de 2011

JUAN EVANGELISTA

SAN JUAN EVANGELISTA
27 diciembre

Hoy celebramos a San Juan Evangelista y, con ello, al propio “Evangelio de San Juan”. Es el evangelio más alto /a Juan se le representa con ekl águila), y hay que reconocer que el más difícil de leer. Porque cuando uno lo ha leído una vez, puede tener la seguridad de que lo puede volver a leer 5 veces más, y estará diciendo 5 cosas distintas más. En un “evangelio superpuesto” donde el sentido teológico, simbólico, histórico, y expresivo de la primera comunidad cristiana, están ahí juntos. Un simple ejemplo. Creían los antiguos que Juan, en su humildad, nunca se quiso nombrar a sí mismo, utilizando eufemismos: “discípulo a quien amaba el Señor”, discípulo amado”, “el que recostó su cabeza sobre el pecho del Señor”… Hasta que llega uno que –siguiendo la historia de la construcción de ese evangelio, une –con toda normalidad- todo ese modo de hablar con el epílogo final: Si se escribiera todo lo que dijo e hizo Jesús, no habría lugar en el mundo entero para contener los libros”. Y llega a la deducción de que es un evangelio ”no acabado” y siempre abierto, que sigue escribiéndose, porque en cada cristiano hay un discípulo amado, que sigue desarrollando sobre la marcha esa viveza evangélica, que no se acabará mientras exista un cristiano sobre la tierra, y “llene de un libro más” su propio espacio. Un cristiano que NO VIO NADA ESPECIAL cuando “fue el sepulcro de Jesús”, pero sin embargo VIO Y CREYÓ. Y ahí estamos exactamente cada uno de los que creemos sin haber visto, y por lo mismo somos dichosos, y no se nos acaba nunca jamás el Evangelio.


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Me he extendido en esa parte porque Belén, la CASA FAMILIAR de Belén me es muy importante especialmente hoy. La oración que se hace fuera de la vida y la vida que no se convierte en oración, es una falsía notoria.
Y tengo hoy especiales motivos para meterme en las cuatro paredes de aquel bajo, a nivel del pueblo, para poder sentir y vivir lo que es una familia. Y como inventar 40 días es monótono, por hermoso que sea convivir con María y José, y el Niño allí presente, hoy se me hace vida ese tema de San Pablo a los fieles de Colosas (3, 12-21). Ahí se describe una relación humana y familiar (tanto que la Iglesia lo utilizará en la fiesta próxima de la Sagrada Familia).
Aquella habitación pequeña de Belén sería una simple habitación, una vivienda.
Pero sus habitantes están “revestidos” (no se pierda de vista esa palabra, para entender que la vida no es un dulce, sino hay que ponerle caramelo) de un uniforme cuyas piezas son misericordia entrañable (salida del corazón mismo), bondad, humildad, dulzura, comprensión Y no dejo ni una sola palabra al aire. Cada una es un tratado, un objeto de vida y de oración, y es oración que se convierte en vida
Pero tampoco es para imaginar que allí todo lo que hacía uno le caía igualmente de bien al otro. No se trataba de un sueño de hadas. Lo que sí había, siguiendo las palabras de Pablo, era la gran capacidad –sin esfuerzos- de sobrellevar María lo que ella hubiera hecho de otra manera, y José la hizo de otra. Que aquella casa se convertía en “casa abierta” porque la dulzura y la bondad y la humildad…, la convertían en “casa de todos”, donde cada cual entraba y se sentaba y charlaba, y cogía al Niño, y hasta llenaba el suelo de barro. Sobrellevar, sobrellevarse, es básico para que haya ese clima. ¿Y le gustaba a José que el primero que llegara sacara al niño de la cuna? Pero si María –presente- lo dejaba, ¿no valía mucho más sobrellevar ese detalle (como otros muchos detalles del día a día?).
Pues valía la pena porque el amor era el ceñidor de la unidad consumada. Ahí está la clave. Y cada uno que entraba, palpaba amor. Y José y María vivían en profundo amor. Y repartían amor. Allí se estaba tocando la paz de Cristo, como razón de ser de toda situación. Fue anuncio de Dios en nochebuena, y seguía siendo la paz el gran signo de Belén. La paz que siempre va por encima, la paz que no juzga, la paz que se tiene dentro, la paz que se da y trasmite a distancia, porque cada gesto, cada reacción, cada palabra, cada referencia…, rezuma esa paz.
Hay ahí una palabra maravillosa, de mucho más calado que el que parece: Y sed agradecidos. Es evidente que ya es buena y hermosa la dulzura, la bondad, la comprensión, el amor y la paz. Pero todo eso puede vivirse “a secas”. Sencillamente “se tiene”. Pero el detalle que para mí es maravilloso es que eso SE EXPRESE. Que no vale comerse una comida, sino alabar la comida; que no basta que José vea a María como un sol radiante y María se embelese viendo en José al hombre leal y al esposo y padre ideal…, sino que ellos se lo digan se lo manifiesten. Que a la gente que llega no sólo se le soporte sino que se haga sentirse a gusto y en confianza. Que aun en los juicios haya la ternura de saber que detrás de cada rostro hay una historia…, o una tragedia. Que jamás se diga: hizo esto por esto”, porque ¿m de lo que hay dentro de cada realidad humana, ¿quién lo sabe?.
Belén era así, o no sería Belén. A Belén lo tengo que imaginar así, o ya no me imagino nada. Por eso, mis 40 días de Belén me saben a gloria. Y yo, apartado, “invisible”, “esclavito”, VIENDO, OYENDO Y OBSERVANDO, me quedo extasiado…, SUEÑO…
Y me quiero quedar en este realidad como realidad e vida, y sueño que la vida sea así, como esa realidad. Porque si no sueño, yo sería capaz de vivir ya medianamente alegre ni medianamente feliz.
¿Qué el mundo no es así? ¡Eso se pierde el mundo! Pero yo tengo mi rincón –mi vida interior- y ahí pueden venir todos los demonios (o los lobos vestidos de piel de oveja), que yo voy a seguir metido ahí, y saltándome a piola las sandeces de tantos visitantes que en realidad se asoman a incordiar, a olismear…, a criticar. María, José, el Niño son otra realidad. Y yo quiero disfrutar e este otra realidad, pase lo que pase, y por más basura que el viento traiga hasta el esacalón de la casa.
Y resuenan las dos últimas voces de pablo: una, vivir la Eucaristía como Acción de gracias; la otra, que todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo EN NOMBRE DE JESÚS

lunes, 26 de diciembre de 2011

SAN ESTEBAN 26 diciembre

SAN ESTEBAN26 febrero

Tengo que reconocer que el salto de NAVIDAD a San Esteban me ha producido siempre un especial fastidio por eso de que es un salto mortal en el vacío. Bueno: hasta cierto punto: San Esteban, el primer mártir consciente de Cristo. Por decirlo así: uno que entendió lo que fue nacer Jesús, Dios haciéndose hombre por amor al hombre. Aquí saltamos a la historia de Esteban en los primero tiempos de la Iglesia. Y al Evangelio en que Jesús anuncia lo que vivirán los cristianos que sean auténticamente fieles al mensaje evangélico, en una u otra medida. Bien pude afirmare, como luego va a tratarase, de que Esteban tuvo y vivió una gran experiencia de dios.


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Belén, una casita (sabemos de ella por una alusión de San Mateo, en su momento), un cierto acomodo, María atenta al Niño y sin dejar de hacer su labor, salir a sus compras… María que pronto está en buena relación con sus nuevas vecinas, que encuentran en María ese candor y esa transparencia de ojos limpios y corazón como el sol. El niño, que va siendo “el juguete” ambicionado, que pasa de brazos en brazos de aquellas buenas gentes. La llegada de José cada día, que es como una fiesta para María, con sus muchas cosas que comentarse… Del Niño, de la vida de aquel día, del trabajo, de la alegría que siempre hay en sus corazones…

La narración se bifurcará esencialmente según sigamos a San Lucas o a San Mateo. Para Lucas sólo estarán allí la cuarentena de María para luego, al paso por Jerusalén, seguir ua su camino a aquella casita querida de Nazaret, donde hasta el niño tendrá una cuna. ¿Sus macetas? Imaginamos que María ya se las había encargado a sus familiares o a las vecinas, y esperaba encontrarlas bien, aunque las mismas flores podían echar de menos las manos de terciopelo y aquellas dulces expresiones de María, que tan bien saben escuchar las flores, a juicio de los entendidos. Y acabaría así de una manera tan sencilla y normal este periplo de ausencia de Nazaret.
Pero San Mateo nos ha introducido un elemento que no será fácil de compaginar con una sana lógica, pero que si el Evangelio lo pone, algo está diciendo. En “Oriente” ha aparecido la misteriosa estrella. Y si nos atenemos a esa nueva versión de la “historia” (por mucho que expurguemos su sentido), las cosas van a tomar un sesgo muy diferente.
Por eso, Belén, tan apacible, no va a dejarnos tan perdidos estos 40 días de María…, e incluso no podemos entonces dar por hecho que desde Belén ya se iban para Nazaret. Aquí “hay tomate”, como se diría hoy. Aunque en este momento podamos ser unos “esclavitos” felices y tranquilos, y hasta sin mucho que hacer. Pero no dejará de ser ocasión, como si dijéramos, de un “Nazaret” anticipado, ahí donde las almas de fondo espiritual, siempre aprenden algo, siempre tienen algún momento para extasiarse, para hablar (aunque sea en profundo silencio). Porque para el que sabe escuchar a Dios, hay muchos ratos de profunda conversación. Me hace hasta gracia la discusión que escucho con frecuencia entre dos, uno que está ayudando a seglares a iniciarse en la experiencia de Dios, y el otro que niega rotundamente que eso sea correcto decirlo. Yo callo porque no me parecen temas para sacarlos a destiempo. Pero yo sí creo profundamente enn que se llega a tener experiencia de Dios. Lo que eso necesita –eso sí- no son clases ni explicaciones. Necesita de mucho Belén, de mucho Nazaret , de mucho Evangelio, y de unos fondos muy hondos que sean capaces de ir dejando adentrarse en el alma a ese Dios que se ha hecho experimentable desde el día que nació Niño en Belén, sin piernecita al aire para que le demos besos, ni pelito rubio ensortijado. Dios se expresa de otra forma, y es posible llegar a tener EXPERIENCIA DE DIOS.

domingo, 25 de diciembre de 2011

LA HUMANIDAD DE DIOS.

LA HUMANIDAD DE DIOS
25 Diciembre. NAVIDAD

Son tres formularios de Misas en este gran día. “Nochebuena”, a la media noche (el Nacimiento); los pastores que reciben el nuncio y vienen a adorar (“aurora”). Lo substancia: el Verbo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros. (“Misa “del día”). Ciñéndonos a la de la aurora, llama la atención la 1ª lectura: El Señor hace oír esto hasta el confín de la tierra. También los paganos. Y la 2ª lectura: Ha aparecido la humanidad de Dios (expresión de San Jerónimo con doble sentido: el Dios lleno de humanidad: “la bondad de Dios y su amor al hombre”, en la traducción litúrgica”). Eso nos lleva –dice Pablo a nuestra regeneración (=bautismo que nos cambia).



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La Virgen ya está con el Niño. Le está dano el pecho. Yo soy ahora el que paseo por fuera del recinto, y –por supuesto- mirando al Cielo. Llevo dentro un mundo tan grande que no lo puedo digerir en un instante y se me pasan las horas.

José viene ya de camino. Viene muy contento, azuzando la cabalgadura, con prisa por llegar y ver … Contento porque consiguió una habitación digna; pobre y limpia, pero ¡un techo!, como la personas. Casi a las afueras, pero dentro de la ciudad. Y luego tuvo que buscar un trabajo con que empezar… Para pagar la habitación, con que comprar lo indispensable cuando llegaran allí. Dios le había encargado el oficio de padre de familia, y esa era su responsabilidad a vivir dichosamente.
Llegó al lugar del nciminto. Todo seguía normal. María era feliz. El Niño dormía y José se extasiaba mirndo. Pero ahora aprovechaban este momento de descanso del infante para recoger lo más pronto posible lo poco que allí tenían y reemprender la vuelta a la ciudad. Ahora de forma tan distinta. Apacible. Con el sol avanzando hacia su cenit. María en la mula, con su Niño en sus brazos. José, lleno de gozo como quien lleva carroza real. Van unos ratos cantando a Dios sus maravillas, recitando salmos de confianza, callados, a ratos, José contando a María lo que hizo mientras.

Lo que nadie se imagina ni se puede imaginar, es el relato que ya tiene que haber empezado, y que introduce San Mateo con toda una inmensa fantasía teológica: a muchos kilómetros, Dios también se estaba anunciando. Si en Palestina lo hizo con ángeles y cantos y luces…, el “Oriente”, al paganismo, a los sabios astrólogos les avisaba con lo que ellos entendían: con una estrella, que no era cualquier estrella: era “la estrella del recién nacido rey de los judíos”. ¿Cómo se entiende todo eso? Mateo lo sabe, y el Espíritu Santo. Porque las fichas humanas no cuadran por muchas vueltas que e e den. Pero tiempo habrá. Porque Ahora mismo, ni María ni José imaginan (ni pueden imaginar) algo así.

Llegaron al lugar. Se situaron n(a María le parecía un palacio). Para la mula había un lugar muy cercano donde poder estar casi a la vista de ellos. Nuevo período de espera. De hecho no tendría sentido plantear ahora el regreso a Nazaret, porque cuarenta días después, habían de presentar al Niño primogénito en el Templo de Jerusalén.
Y allí, en su casita…, en su habitación, de las afueras de Belén, se quedaron felices.

sábado, 24 de diciembre de 2011

HA FALLECIDO LA ABUELA DE JAVIER

PARA QUE TODOS LOS QUE REZÁIS, TENGÁIS UNA ORACIÓN POR SU ALMA , y por supuesto también por esa familia y por Javier, en día especialmente señalado, de una parte para el sentir sensible, y de otra para NACER A LA VIDA junto al recuerdo del Naciiento de Jesús.


UNA MUY FELIZ NAVIDAD DE JESÚS,

que sea hoy el invitado primero al que se le abran ls puertas para CELEBRARLE SU FIESTA

Participaremos muy gozosamente los demás. PERO ÉL es el primero en sentarse a la mesa.

PALACIO Y MUCHO AMOR

PALACIO Y MUCHO AMOR
24 diciembre

Empezaría a decir: FELIZ NAVIDAD DE JESÚS, pensando sobre todo en que el primer y esencial invitado a la fiesta es Él. Pero estamos aún por la mañana, y la liturgia va por otro sitio. Repite el Evangelio del domingo: David, ya instalado en su Palacio, y pacificados los reinos , piensa que es hora de que DIOS TENGA SU CASA digna; otro Palacio cde madreas nobles… Natán, su Profeta, asiente como persona particular.
Pero Dios le habla como Profeta y le manifiesta otros planes: Dile a David que no será él quien me construya el Templo. En realidad David preparó materiales en abundancia y se lo encargó a su hijo Salomón. Pero la cosa va mucho más adelante: el “Palacio” de Dios será el amor humilde de la humilde doncella de Nazaret. El “Palacio será LA PA" en el mundo. ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, en la casa de David su siervo”



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“Enseñándonos a renunciar la falta de religión”. Pero el corazón del ser humano no está para quedarse en vacío. Renuncia para dejar más espacio que rellenar. Y rellenará –paradójicamente- de sobriedad honrada, ahí donde los valores están trastocados con los del mundo y sus deseos mundanos.
Y he querido que sea hoy, cuando ya nos encontramos en la última reflexión antes de la Nochebuena…, a punto de conmemorar el Nacimiento de Jesús, cuando ese Niño que llevo en mis brazos con la complicidad de María (que “se ha distraído” con las florecillas del campo, pronuncia la PALABRA que llena definitivamente el “vacío!”: Una vida, sobria, honrada, y religiosa.
No se trata de rezos, de novenas, de devociones, de “piedades”. RELIGIOSO ya decíamos ayer que era una cosa muy a fondo: un RE-LEER y RE-ELEGIR a Dios. Un amarlo con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el corazón. Un ser Dios el primero, el referente substancial. Un cerrar los ojos para SENTIR A DIOS en el fondo del alma. Una OBEDIENCIA profunda a SU PALABRA, que la tengo arropada en mis brazos y está elocuentemente gritando
Pero no estaría entendiendo para nada esa SU PALABRA si me quedara ahí. Pienso como que Jesús mismo “se me caería” de los brazos para ir al frío del pesebre, si no empiezo a ponerle nombres a Dios: a mi amigo, a mi enemigo, al de mi cuerda, al de “la otra cuerda”, al seco y al gracioso, al agradable y al desagradable, al primero y al último, al hombre y a la mujer, al joven, a los mayores y a los ancianos, al solo y al solitario, al de un color y al del otro.
Vivir una vida RELIGIOSA es vivir la tópica “ternura” de la Nochebuena, y la soledad y el hambre de los que tienen una noche como las demás (con el agravante de que saben que es distinta). VIDA RELIGIOSA y PIEDAD son dos expresiones iguales. Por eso no es la “dulce piedad del niño Jesús”, sino el corazón piadoso al andrajo humano, al ateo, al que no cree en el mismo Dios que nosotros (¿o será que nosotros NO CREEMOS en el mismo Dios de Jesús y hemos creado una simbiosis que no se compagina con el Dios del Evangelio, y eso es lo que escandaliza y aparta a muchos? ¡Mi Jesús!, casi estoy temblando. Casi me dan ganas de llamar a María y decirle que Ella sea la que tome en brazos a Jesús, porque Ella conoce, acepta y guarda en su Corazón… San Pablo concluye esas expresiones: “aguardando la dicha que esperamos, la aparición gloriosa el gran Dios y Señor nuestro Jesucristo.

Cuando el profundo silencio de esta media noche nos haga resonar LA PALABRA MISERICORDIOSA de un Dios que se ha metido en la tierra, les aseguro que yo quisiera renacer otro distinto del que soy. No quisiera ser mera “voz” que clama (y menos “en el desierto” donde nadie escucha). Desearía ser ECO DE LA PALABRA DE DIOS QUE SE HA HECHO HOMBRE, ha venido a habitar entre nosotros, los suyos…, y anhelo como un alarido ilusionado, que he acogido su Palabra, y que he servido de tímido altavoz, para que todos también la escuchen y se zambullan en esa PALABRA VIDA Y EFICAZ…, en el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios, que no se limita a un “comienzo” (fugaz) –que es la primera palabra de san Marcos- sino a “desmontar” al leproso y al cojo, al ciego y al muerto de Naím, a Pedro y a Judas…, y empezar UNA VEZ EN LA VIDA a ser yo el que vivo cada y todas de aquellas realidades, siendo yo el que vive el instante aquel, el que ve la mirada de Jesús, el que sufre con Él o se alegra, el que pide agua o sufre por la traición del amigo… Es hora de “desmontar” el “cuentecito oriental de siglos atrás”, y sentirme que NOCHEBUENA no es lo que está siendo, y que NOCHEBUENA es otra realidad diaria muy actual, con Cristo en el Centro, yo a su lado dejándome enseñar, y el mundo que padece, sufre y goza, se sacrifica y disfruta.

viernes, 23 de diciembre de 2011

"JUAN ES SU NOMBRE"

“JUAN ES SU NOMBRE”
23 diciembre

Doy por uno de los momentos más solemnes de esta parte del Evangelio el momento en que Zacarías pronuncia aquellas palabras: “Juan es su Nombre” Y simultáneamente rompe a hablar. No dice que se va a llamar por una especie de capricho del matrimonio. Es que el niño aquel trae ya su nombre. Y eso era muy significativo a un judío. “Juan” es MISERICORDIA DE DIOS. Y Zacarías rompe a hablar. Y los familiares, vecinos y amigos se platean necesariamente: ¿Qué va a ser este niño”. Toda la 1ª lectura es el florilegio de Juan, anunciado desde tiempos atrás: “mi mensajero, el de la alianza que vosotros deseáis”, “quien prepara mi camino”; “al que nadie podrá resistir el día de su venida: lejía que limpia a fondo; fuego de fundidor que refina la plata”, “Elías que convertirá los corazones”, pararrayos del futuro.



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No puedo plasmar todo lo que hoy hallé en ese Niño que acuno en mis brazos… Se abre un mundo en ese elocuente silencio que enseña. Y si ayer se habló de renunciar a, es evidente que el corazón humano no se ha hecho para quedar en vacío. Se renuncia a lo que sobra, a lo que impide, a lo que ocupa espacios inútil o dañosamente.
Ahora viene el caudal nuevo que debe llenar. Y el Niño sigue diciendo en su silencio: ¡mírame!: niño, indefenso, sin palabras, pobre, , por cuna, la frialdad de un pesebre, o ahí dejándome calentar en tus brazos… Y estudia y aprende: a vivir en adelante una vida sobria y honrada. Sobrio supone vivir con lo necesario, y aun así, sobra algo. Desde luego te sobran muchas cosas; puedes prescindir de muchas cosas. Empezando “por dentro”: curiosidades, justificaciones, preocupaciones, “el día de mañana”… Y posiblemente, mucho, ¡muchísimo del día de ayer!.
“Ayer” fue el que fue. A Mí ya se me ha olvidado. Pero hay cosas que producen mal en ti o a tu alrededor: “córtate la mano, córtate el pie, arráncate el ojo”. ¿Qué pareCe que soy un Dios de mancos, tuertos o cojos? Nada de eso. Pero “ayer” hay que borrarlo, ¡pero borrarlo! En toda esa parte que es tu lastre. Sé sobrio, sé persona. Sé dueño. Será el pasado que sea: que Yo no me fijo ya, ni el planteamiento de Belén lleva a volver atrás. Pero, y mañana ¿qué? Ésta es la sobriedad que te pido.
Sobrio que equivale a honrado, con la honra de Dios, el honor a Dios, el estilo de Dios, el tomarse tan en serio a Dios que no se le pretenda simplemente acurrucar en los brazos “dulcemente”, engañosamente, y hasta puede llegar a ser “falsamente”. HONRADO es todo un reflejo del brillo de Dios. Y ahora, ¡aplica! Que las palabras son muy fáciles de pronunciar, pero no tienen valor hasta que no empiezan a traducir ese “esperanto” que los humanos pretendieron inventar (la lengua común para todos y que en realidad no es de nadie ni sirve para nada).

José iba todavía de camino. La Madre, más inteligente que nadie, se ha hecho la distraída y busca disimuladamente un rayo de sol. Pero en realidad me ha dejado a solas con Jesús, el Niño, la elocuencia silenciosa a gritos.
San Ignacio, que no se deja nada atrás, escribe al final de la contemplación del Nacimiento: “Mirar y considerar cómo María Y José han caminado y trabajado para que el Señor nazca en suma pobreza, y al final de tantos trabajos, e hambre y de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz y todo esto POR MÍ”.

jueves, 22 de diciembre de 2011

PALABRAS Y SILENCIOS

PALABRAS EN SILENCIO
Día 22 diciembre.

A Ana, la de Samuel, la habían juzgado “borracha” porque en el Templo oró en silencio, sin más movimiento que el de sus labios, pero con el grito en el alma. Hoy, Ana vine al sacerdote a presentarle un niño y unas ofrendas. Por esa intención había orado desde el silencio del alma, en vez de la oración sonora judía, los cantos llamativos y la fragosidad de lo externo. MARÍA ha estado muy callada ante el aluvión de emociones y alabanzas de Isabel. Ahora todo lo vuelve hacia el Señor, que mira lo pequeño, lo humilde…, y lo bendice…, el Dios que miró a su “esclava” y a Israel, “su siervo”, y a Abrahán, su hombre rendido a la fe.


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Me vais a permitir parar la escena “a lo Berlanga”. El rato que María estuvo fuera, yo me atreví a la travesura de sacarlo del pesebre y acogerlo en mis brazos. No era más ue ese trocito pequeño de un niño recién nacido, que no hace sino lo propio de un recién nacido..
Pero de pronto experimenté que más que arrullarlo yo a Él, Él me calentaba a mí. Que era pequeño, callado, impotente…, pero que de su calor brotaba un enorme borbotón de vida.
Aquí me gana la Liturgia de la Nochebuena. Ha aparecido la bondad e Dios y su amor al hombre, enseñándonos con erudición de sabiduría. Yo no había hecho nada, ni merecía nada, ni mi acción había sido otra que coger el Niño en los brazos. Y surgió esa avalancha de palabras de LA PALABRA…, la callada y elocuente Palabra de Dios, del NIÑO recién nacido, como que me decía: “Mírame; limítate a mirarme. Detén tus ojos en mi “nada humana”…, y ya tienes todo lo que quiero decirte: ¡Que abandones los ídolos mundanos y la vida a “media religión”! Reconozco que me fue como un terremoto en mi alma. ¿ídolos mundanos! Los tengo a montones. Desde que me levanto hasta que me acuesto: “Voy a hacer”, “me gusta”, “no tengo gana”, “mañana haré”, “me quedo sentado tranquilo”, “¿qué tiene esto de malo?”, “voy a comprarme…” Y sí podemos construir nuestra personal letanía. ¿No son demasiados ídolos los que tengo? Podría hasta enumerarlos. Son más de los que creo y de los que veo
Y es que YO soy el primer diabólico ídolo que se mete en esos “deseos mundanos”. Y el pequeño-GRANDE Corazón del Niño, parece que me está latiendo más fuerte… Me está avisando. Ha aparecido la bondad de Dios que trae la salvación a todos”. ¿Me estará llegando? ¿Estará escuchando mi alma esos latidos suaves, pero tan recios, de ese corazoncito humano que me he atrevido traviesamente a sacar del pesebre frío para ponerlo sobre mi pecho.
Y no ha acabado de “hablar” el Niño. Porque la vida no se compone de “renunciar” al mundo. También a la “vida sin religión” ¡Qué tontería parece decir ahora esto, cuando estamos derretidos con el Niño. ¡Si fuera tan difícil “la vida sin religión”…!
Es que RELIGIÓN es re-leer a Dios a cada paso…, ¡y Dios no se calla nunca en el fondo de la vida interior de cada alma! Es re-elegir. Y eso supone una capacidad de enderezar paso sobre la marcha y cambiar dirección…, porque Dios no es monolítico ni antiguo. Es re-ligar. Y si “ligar es atarse, o “ligar” (hoy un sucedáneo del amor), con Dios no caben sucedáneos. Y el LIGAR con Dios es cosa muy seria, muy exigente, muy honrada, muy de replanteamiento en los mil y un ámbitos de la vida. Siempre me acordaré de aquella Religiosa que –al cambio de situación- me dijo: “si yi yo fuera a entrar a hora, no entraría”. Y yo le respondí: Pues, honradamente, márchese porque la vida religiosa y cristiana no admite pasos atrás. O se re-elige porque se ama con novedad de estreno, y se relee la historia, o se marcha uno por otros derroteros-
Y cuando lo digo, sé lo que digo, y digo lo que siento, y tengo motivos para decirlo.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

LA GRANDEZA DE LA LIBERTAD DEL YO

Un blog, nuestro blog, es -dentro de los cánones en los que está concebido- una grann riqueza de la libertad del YO. Una libertad que nos permite expresarnos y nos permite no expresarnos (aunque eso resulte tan extraño entre tantos como estamos alreredor).



Una riqueza para ponernos místicos y espirituales y decir las cosas más bonitas y devotas, y una riqueza para poder un día -ENTRE AMIGOS- EXPLOTAR EN UNOS SENTIMIENTOS, que unas veces pueden tocar el cielo y otros rascar la tierra. Y que no pasará nada cuando la gente sensata sepa admitir que NADIE somos espíritus puros (PERO NADIE), y que somos capaces de meter la pata..., ¡y la metemos!, sin distinción de raza, sexo, edad, condición... Y el que esté sin pecado, que tire la primera piedra, sea de la nación que sea, esclavo o libre, hombre mujer, barbudo o barbilampiño. [El que niegue este principio, niega la base de la persona humana].



Supuesto eso, hay -igualmente- lectores y lectores. Los quen tienen una psicología suficiente y una grandeza de comprensión para entener que cada uno tiene su "cadaunada", su día bueno, su día malo, y el día que lo tiene de perros..., pero no porque él lo tiene, sino porque "se le vienen encima". Están los que vienen, ven..., y se van..., pero (sin saberlo) nos hemos encontardo. Están "los escnadalizables", que se molestan por una coma mal empleada. Los de buena ley o los de mala ley, que irán sabiendo leer como personas sensatas, y los que lancen el anatema al primer estornudo del otro, olvidándose de las veces que ellos mismos se resfriaron y estornudaron sonoramente. O tapándose con el pañuelo (que no le quita nada al estornudo). Los "que están para remover que el estiercol huela peor", y los que saben subirse al carro del corazón humano y unirse a los demás con el cariño de que "hoy por mí, mañana por ti", porque lo normal es que no conocemos lo que le pasa a la otra criatura. Y que dar la cara por el que lo necesita, es bastante más noble, y el oficio que un posible buen anónimo se viene tomando por unos, y por otros, unos que no lo saben, otros que no lo sabían, otros que mejor harán si se lo imaginan, o que nunca lo sabrán (porque es difíscil "calzarse los mocasines del otro)..., aunque todos aprendemos más del Cristo "que Yo no te condeno", ¡a ver si mañana lo haces mejor!



¡ASÍ DE GRANDE ES EL CORAZÓN DE CRISTO! ASÍ DE GRANDE QUIERE SER EL BLOG. O sea, "yo".



ENCUENTROS DE AMOR

Os puedo asegurar que a las 9'30 ya estaba yo con esto entre manos. Quizás mi suerte es que no tengo tengo "tiempo mío".

ENCUENTROS DE AMOR
21 diciembre

Las lecturas de hoy podríamos expresarlas así. En el libro del Amor, el Cantar de los Cantares, los enamorados se buscan con fruición, constancia, ilusión, expresiones dulces y delicadas. “Ha pasado el invierno” de la frialdad humana y surge el calor de los enamorados que se contemplan y gozan. En el Evangelio, hay un doble encuentro bajo el manto del AMOR del Espíritu Santo: Isabel que se extasía con María, la que ha creído, la Madre de su Señor. Juan Bautista y Jesús desde el íntimo ercerto de los senos maternos, comunicando alegría y Gracia Jesús a Juan, saltos de gozo, como primera voz “en el desierto” preparando el camino al Mesías que llega.



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La noche se serenó suficientemente y descansaron María y José, cada uno desde su particular vigilancia, María muy cerca del niño; José en la embocadura.
José se desveló antes, no sé si por el frío o porque bien cayó en la cuenta de que había temas que resolver de inmediato, en cuanto amaneciera. Porque allí no e iban a quedar. Hoy comerían con los pequeños obsequios de los pastores. Pero eso no era solucionar apenas nada. Sobre todo: de allí, del lugar improvisado por la urgencia del momento, había que partir ese mismo día. Había que buscar un alojamiento en la ciudad. Un mínimo techo bajo el que estar, en tanto se pensaba lo que habría que hacer.
Cuando María se había despertado y se puso en pie, desentumeciendo los músculos, José le expresó su pensamiento. Coincidían plenamente; era lo más lógico. Pero lo que José llevaba sobre sí era dejarla sola en aquel descampado. ¡Y no había más remedio! María lo veía claro. Ella sabía que quedaba bajo la protección de Dios. Y tranquilizó a José y le dijo que se fuera sin recelo. Que preparara la mula y que emprendiera ese trayecto de 2 kilómetros.
José, entre afligido y alegre, salió cara al aire frío de la mañana, pero con la mirada puesta en el Cielo y el corazón en Dios. Siempre estuvo Dios con ellos. Él iba confiado en sus manos
Claro que el esclavito está para algo y –aunque a la distancia sublime de la mística-, yo estoy allí para algo. María no va a quedar sola. Yo me quedo y, aunque siempre guardando mi sitio y sin entremezclarme, le puedo decir a María que cuente conmigo.

María salió un poco a estimular sus músculos. El Niño dormía plácidamente. Yo me quedé cerquita, muy cerquita, porque tenía el presentimiento que ese Niño expresaba vida –pero vida de dentro- en cada respiración. Me fui acercando. Es evidente que el Niño no hablaba. Pero no me quedaba sordo a esa voz profunda que habla más que el silencio.
San Pablo lo sabía. La liturgia lo explicitó atrevidamente. San Jerónimo lo dijo con una palabra que a mí siempre me deja recogido en el alma. Es un silencio elocuente. Y San Pablo dirá que “ha aparecido la Gracia de Dios enseñándonos con elocuencia” Y a mí no se me pasa por alto. Mientras maría está rondando por allí, sin perder de vista a Niño, yo estoy como queriendo escuchar… No me quito de mi pensamiento que hay más elocuencia en ese silencio del niño-rey recién nacido…, de la PALABRA hecha carne y viviendo ya entre nosotros, y que escuchar esa Palabra HACE HIJOS DE DIOS. Por eso no pierdo puntada. ¿Habrá allí alguna cosa que me esté queriendo decir algo?
María entró. Yo me separé de mi proximidad. Sentí como que había una complicidad entre Ella y yo. Ella, guardaba en su Corazón. Yo sentía un presagio de algo. Y no renuncio a volver a acercarme a solas, en cuanto pueda, porque Jesús está callado, como niño que es, pero ese Jesús HABLA donde otras voces no se oyen. Sí la suya.

martes, 20 de diciembre de 2011

EN LO MÁS ALTO O EN EL ABISMO

EN LO MÁS ALTO O EN EL ABISMO
20 diciembre


Hoy hay lecturas tan bonitas como la de la anunciación a María y la maravilla de la Encarnación del Verbo, desde la conjunción del Espíritu de Dios que viene, y el SÍ incondicional de María. Pero quizás se pase más de largos sobre la profecía-promesa de Dios a Acaz: Pide una señal en lo más alto o en el abismo…, allí donde no vale ni es posible la intervención de un poder humano. Y esa señal que da Dios por su cuenta es la virgen que concebirá y dará a luz un hijo, cuyo NOMBRE será: ENMANUEL. (Dios en medio de los hombres).



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Tenemos dos escenarios simultáneos: en Belén, aquella joven pareja que vive cada segundo, cada aliento, sin casi moverse: los ojos puestos sobre ese Niño que ha quedado depositado en el “sagrario” de un pesebre. Yo podría y querría ser allí lámpara que indicase que allí está Dios. No nos movemos nadie. Escuchamos la leve respiración del Niño, que ya duerme.


Al otro lado, entre las ovejas, los pastores que están sentados en el suelo, casi inmóviles mientras cantan el gran villancico de la vida: A Dios, Gloria en el Cielo, porque es el que tiene el honor y el poder; en la tierra, PAZ a la humanidad entera, a la que ama el Señor…, a la que ha venido, donde ha querido establecerse. Los cánticos resuenan por loa aires, y los pastores se miran: - Nos han invitado; nos ha nacido EL MESÍAS, debemos ir. Y empiezan a levantare, y van dando sus ideas… Tenemos que llevarles algo. Un madre que da a luz donde hay un pesebre, debe tener necesidad… Y el un o pienso en llevar leche de sus ovejas (le vendrá muy bien a la madre); otro piensa en su mejor zalea, porque el Niño puede necesitar calor, aunque tenga sus pañales y ya puedan haberlo abrigado… El otro, ese requesón… Fueron saliendo ideas. Sobre todo, salía una energía del alma: NOS HA NACIDO…

Ya están casi en plan de marcha… Pero, es evidente que alguien tiene que quedarse vigilando los rebaños Y nadie quiere dejar de ir. Tienen que acabar por echarlo a suertes, y al que le toca, le tocó, con harta pena de su alma.
Los demás, buenos conocedores de cada palmo del terreno, cortaron por veredas en dirección al lugar de donde había surgido el primer resplandor…


En Belén, María descansa como descasan las madres: que no duermen durmiendo sino velando. José se salió a su puesto de vigía, cruzó el bastón en la puerta (como era costumbre de pastores para que nadie entre o salga sin ellos enterrase, y se quedó en el duermevela típico de una situación así. No lo dejé solo. Y aunque reconozco que yo no me paraba entre la puerta y el pesebre, y entraba y salía, También llegué a dormitar.
José levantó de pronto la cabeza y aplicó el oído. Venía alguien. Y más de uno. Escuchaba conversaciones e intuía un grupo. José se puso de pie. No podía estar sentado como si nada. Tenía que hacer acto de presencia, a la vez que cuidó no avivar la pequeña hora que le calentaba. Era mejor pasar desapercibido.
Pero quien fuera, venía derecho a ellos. Tuvo miedo y pidió ayuda a Dios. Cuando llegó el primer ante él, vio un humilde pastor que tímidamente se interesaba por un Niño envuelto en pañales y puesto en un pesebre. Y se juntaron varios hombres y contaron a trozos lo que les había sucedido. Del fondo del lugar emergió la figura de una muchacha a la que había despertado la conversación… Sea acercó. Escuchó. Y vio rápidamente que Dios no los había dejado solos en aquella su aparente soledad. Que Dios se había buscado compañía y fiesta entre aquellos hombres sencillos… Los saludó; José se hizo a un lado. Los hombres le iban entregando a los dos aquellas cositas que habían recogido. Tímidos y respetuosos. Toscos, pero con belleza de la “necedad de Dios”. Y los llevó hasta el pesebre. María y José observaban detrás, y ellos rodearon el pesebre con enorme emoción y ternura…, hechos “flanes” (que diríamos…) Uno de ellos se arrodilló. Le siguieron los otros como llevados de un sentimiento más profundo, y no le quitaban ojo al Niño…, como no fuera para mirar -admirados- a aquellos padres.
A mí me pareció que rezaban. Que no hablaban nada. Que no tenían nada que decir. María se adelantó, sacó al Niño del pesebre y se lo dio a besar… Ni se atrevían a tocarlo. Uno le cogió un piececito y lo tuvo un rato entre las manos. El hombre lloraba. Y daban gloria a Dios por todo lo que habían visto y oído.

No sabían despedirse, pero acabaron por hacerlo. Uno de ellos depositó con toda delicadeza un beso en la frente del recién nacido… Y salieron muy calladitos.


La noche, estaba visto, no era para dormir… Pero se fue tranquilizando, y fue el momento sublime en que María abrió el cofre sin fondo de su corazón… Allí donde iba dejando entrar cada hecho, cada instante… Y lo guardaba. No se podía ni asimilar de pronto, ni comentar. Necesitaba ese silencio del alma en donde Dios va luego “explicando”…, donde el alma “se deja tocar” por esos susurros e incluso inmensas voces misteriosas de Dios que habla en el secreto del alma.

lunes, 19 de diciembre de 2011

PREPARANDO EL TERRENO

PREPARANDO EL TERRENO
19 diciembre

La 1º lectura es presagio y anuncio. Dios ya lo ha hecho otras veces. No es nuevo lo que vamos a vivir en la entrada del Nuevo Testamento. ¿Esterilidad? ¿Vejez que ha resacado las fuentes de la vida? Sería no conocer a Dios. Dios actúa y lo hace de modo que aparezca clara su mano, su intervención, su intencionalidad.
Sansón nació de una “estéril”. Es lo de menos. Lo de más es que allí habían sucedido hechos especiales que revelaron la presencia de Dios.
Isabel y Zacarías eran estériles, ancianos, sin hijos. Terreno que Dios había abonado para decir: ha llegado mi hora. Y llegó de aquel inusitado modo del ángel que aparece a Zacarías y le anuncia un hijo de la vejez, con Isabel ya avanzada en años. No sería la naturaleza, no sería el vigor humano. Dios se anunciaba con un misterio sacado del fondo de su poder. Un niño, con nombre ya puesto de antemano, paran más identidad de que era Dios el, que actuaba. Y un señal de no poca importancia: Zacarías quedaría sin poder hablar hasta que se cumpliera.
Y con ello, una lección que va a ser la alfombra de entrada de la Navidad: el SILENCIO. Porque sin silencio no hay modo de escuchar a Dios. [Por eso hoy sentimos el vacío der Dios: no porque Él no hable, sino porque nuestra falta de silencio impide escuchar su voz]


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Una expresión aplicada a la Navidad y que trae su historia larga en la Sagrada Escritura es: “Cuando un silencio profundo lo llenaba todo y la noche llegaba a su mitad, tu Omnipotente Palabra bajó del Cielo a la tierra”.
El primer sentido es la CREACIÓN. El silencio vacío del caos informe inicial. Y entonces se pronuncia la Palabra de Dios: “¡Hágase!”. Y el mundo empezó a hacerse.
Otro silencio de oscuridad tenebrosa es el momento de la salida de lo hebreos desde su esclavitud de Egipto. Ahí intervienen Dios con su columna de fuego y el pueblo hebreo traspasa el Mar Rojo y encuentra la luz hacia la Tierra Prometida.
En Navidad se usa la misma frase, y la sentimos y palpamos con un realismo encantador. La MEDIANOCHE…, EL SILENCIO PROFUNDO donde nada hay alrededor. La PALABRA DE DIOS (con mayúscula), el VERBO, que se abre con su omnipotencia para empezar un nuevo mundo. NACE JESÚS.

Pues dejamos a José, velando a la entrada de aquel lugar donde se refugiaron. A María que descansaba de su agotamiento. Cada uno de nosotros, que va y vine de uno a otro, como quien no quiere perder puntada. Y allí se va echando la noche. Allí se va haciendo cada más mascable el silencio. No nos atrevemos a hablar. José está en su mundo interno. Y yo, sin saber ni qué decir.
De pronto José da un salto y entra a trompicones, a oscuras, en el interior. Ha oído el llanto de un Niño. María está sentada en su jergón, radiante de gozo y casi perdida en su sorpresa. Jesús, recién nacido, en la invalidez y la figura normal de un recién nacido. José enciende un candil y simplemente llora. Yo también me arrodillo. Miro sin parar. Quisiera “robar” la primera mirada de ojos entreabiertos –siquiera- del Niño…, PORQUE SERÍA VER YO LOS OJOS DE DIOS. Tengo que reconocer que ni sé lo que quiero. Estoy anonadado. Me encuentro con las manos cruzadas ante el rostro y los ojos cerrados hacia el suelo. María le pie a Jose que le acerque una talega que tenía por allí, y saca unos pañales, aunque más bien, el calor al Niño le llega desde el Corazón de aquella Madre que arropa al Hijo en su pecho.


A unos pocos kilómetros había unos pastores con sus rebaños. El pastor vigía advierte un extraño fenómeno. Por allí, por Belén, por sus alrededores, ha empezado a levantarse una nubecilla blanca. Se quedó observando con curiosidad. Pero la luz iba aumentando y ya no le resultó tan interesante sino le empezó a entrar miedo. Se fue a los otros que descansaban y les avisó del extraño suceso. Salieron todos rápidamente. Y la nube luminosa crecía, y se venía a ellos. Ahora ya no es miedo; ahora es terror. Terror ante lo sobrenatural, lo que rebasa, lo desconocido, lo que para ellos es como una señal de cataclismo… Y –como era costumbre- se tiraron boca abajo y cerraron los ojos por el espanto.
De entre aquella nube alegre y luminosa, casi juguetona, se adelante un “ángel”. Se acerca al grupo apiñado de despavoridos pastores y les da la señal indiscutible de Dios: ¡No temáis! Y por si faltaba algo: ¡OS ha nacido un Salvador, EL MESÍAS, el Señor! Y la señal para encontrarlo, algo tan simple como unos pañales…, y tan vuestro como un pesebre!


En aquel lugar de Belén, en efecto, María había pedido que le buscáramos unas pajas, unas hierbecillas suaves para rellenar un poco el pesebre, y quitarle frio. Y allí depositó EL TESORO que Dios le había entregado. Estamos los tres de rodillas. No levantamos apenas la vista, aunque no la quitamos del Niño… SILENCIO que sale obligado, porque ¿qué podemos decir?. Si bien es verdad que como uno tenga un radar de los íntimos, la respiración del Niño está hablando… Pero es un “lenguaje” que ya intentaremos “escuchar”. Ahora mismo, ni eso.

domingo, 18 de diciembre de 2011

NO CONSTRIRÁS EL TEMPLO

NO CONSTRUIRÁS EL TEMPLO4º domingo B, adviento

El ritmo de los días del mes no coinciden con la marcha final del adviento, que entró el día 17 en su 2º período. Y hoy hay un salto histórico que desencaja el orden. Pero el domingo manda desde su pedagogía.
David ha decidido hacerle al Señor un Templo suntuoso. Natán, su Profeta consejero. está de acuerdo. Pero Dios no. David había sido un rey belicoso, siempre metido en guerras, y Dios no es Dios de guerra. Y le envía recado al Rey –a través del Profeta- de que no sera David quien construya el Templo. Será un descendiente pacífico.
El pensamiento litúrgico da aquí un salto vertiginoso y coloca a José, “de la familia” y descendencia de David, quien –prometido a María, la joven de Nazaret, dará el paso misterioso de María como constructora del “Templo”. Templo de la Divina Gracia, según rezan las letanías, Ella, desde su desposorio con David, será la que dé lugar al Mesías Salvador. Y ahí está en Evangelio de hoy.
Que si hubiera seguido el orden del día de mes, hoy estaríamos ante el eslabón de José, en la espantosa encrucijada de un varón judío, comprometido en matrimonio con una mujer que, dicho así en lenguaje moderno, resulta ser “madre soltera”.
Ests cosas hoy, y en nuestra llamada ”civilización” no representaría ya mucho. En aquella, era una bomba atómica. Y en medio del hogo explosivo, se encuentra José, que no sabe qué hacer. Dios le dirá lo que hay allí debajo, que Dios actúa, y que él, José NO TEMA. “No tema” es precisamente palabra de paz profunda pronunciada por la boca del Señor. Y en esa paz es en la que puede “construírsele” el “templo” al Mesías. Y José está ahí en ese “ojo de paz”. Y de él, con todos los misterios de Dios, tendrá su TEMPLO EL MESÍAS, JESÚS, SALVADOR, HIJO DE DIOS.



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Cuando José y María hubieron de volver a la mula para seguir camino sin dirección concreta, a mí se me partía el alma. Cojo las bridas –las cuerdas- de la caballería y con los ojos bajosy la tristeza en el alma, tiré hacia adelante en la dirección que indicó José. Ellos iban muy juntos, pegado José a la borriquilla, y María cada vez más cansada.
Alguna película llega a situarlos de pronto, acuciados por la situación, detenidos en un chambado levantado el borde del camino con cuatro palos y una sábana como techo. Pero les faltó un detalle bíblico: allí no había pesebre. Lo de la “cueva” es menos significativo porque en ningún momento habla de ella San Lucas. Más nos acercamos a los tinglados o apriscos o cuevas de los pastores.
Cuando José se adelantó para vislumbrar lo que podía hacerse, lo que vio fue un recinto lleno de estiércol, más o menos habitable, con rincones o corrido… Y partiéndosele el alma, mirar a María y preguntar con los ojos… María asintió. ¡Ya no podía más!
“Esclavito indigno”, ato a la borriquilla donde mejor puedo, y salgo raudo a buscar una ramas con las que hacer una escoba y tratar de limpiar –cuanto es posible- aquel suelo sucio. José por su parte busca heno con que medio formar un jergón en que colocar a María. Mejor si hubiera un rincón en aquel lugar, un lugar más resguardado… Tendió una manta, ayudó amorosamente a su esposa y la cubrió. Luego salió de nuevo, buscó leña con la que hacer un fuego a la entrada, cuyo calor pudiera conseguir –en algún grado- secar aquel ambiente húmedo e inhóspito. Yo, desde mi amorosa esclavitud de amor, estoy a lo que pueda contribuir. ¿Quizás buscar un poco de agua, aunque y se está echando la tarde y no se camina muy cómodamente?
Cundo todo aquello quedó “adecentado” (si es que esa palabra pudiera emplearse en estas circunstancias). José –al calor de la hoguera, entrando y saliendo para ver cómo estaba María, pensaba con sus ojos fijos en las estrellas: Señor, ¿es que no tenías otro modo? ¿Tenía que ser así Y con su alma destrozada, sí parece que oía la respuesta de Dios, esa que no se da ni en sueños, ni por ángeles. Dios lleva las situaciones hasta el precipicio, hasta el límite. Deja actuar a la persona como si todo lo tuviera que resolver ella. Luego interviene Él. Pero Él tiene “su manera”. Y lo entendamos a no lo entendamos, los modos de Dios son los de Dios y no los de los hombres.
Maria se quedó dormida. Por supuesto que yo me salí de puntillas. Miré a José, metido de lleno en sus pensamientos, y tampoco dije nada. Empecé a darme cuenta de mis cosas, que yo nunca había pensado… Sólo me quedaba suspirar. José mantenía su mirada en las estrellas, aunque traspasándolas… “¡En la que me has metido Dios! Y te adoro. Pero no me niegues que me sienta perplejo, extrañado, boquiabierto, y -casi te diría- “aterrado”, porque ¿hasta dónde piensas llegar? Si no fuera porque Tú eres Dios, yo te diría que casi me faltan las fuerzas… Pero sé que me basta tu Gracia”. Y Jose siguió allí silencioso. Vigilaba también, y no sin cierto recelo a peligro de bandoleros o de gente sin sentido… La noche se iba cerrando. Yo me situé junto a José, Apenas cruzamos palabras. Unas veces entraba él para ver si María necesitaba algo; otras yo. Y me admiraba la placidez del sueño de María, que bien podía decirse que estaba durmiendo en la más profunda paz de quienes dejaron a Dios ser dueño de su vida.

sábado, 17 de diciembre de 2011

CAMINAMOS YA POR DERECHO

CAMINAMOS YA POR DERECHO
17 de diciembre

Segunda parte del Adviento. “Hacia Belén”. La primera lectura engarza lo que va a venir con Jacob, el patriarca. Jacob es “Israel” como Dios le puso por nombre. Israel, Pueblo y posesión de Dios. “No se apartará de Judá el cetro ni el bastón de mando, hasta que le traigan tributos y le rinda homenaje los pueblo”. Y en el Evangelio esa “composición genealógica por la que el gran patriarca de la fe, Abrahán, da comienzo al que es la FE EN PERSONA, Cristo. En ese proceso de generaciones, grandes personajes y grandes pecadores. De todos ellos, abarcándolos a todos y sin dejar a nadie, nacerá Jesús, EL SALVADOR. El último eslabón será José, el esposo de María. José, en la descendencia de David, dato mesiánico substancial. Y como ya se ve en el resto, quienes llevan la línea generacional son los varones. Por tanto, José dará a Jesús esa pertenencia a la familia de David, aunque dejando claro que José era el esposo de María, de la que nacerá Cristo.



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¿Por fin Belén! Final de trayecto y necesidad de descanso. María va en la borriquilla con semblante cansado. José se dirige al grupo de hombre de la plaza y les recita de corrida su ascendencia betlemita y davídica, identificándose así entre las familias de aquella ciudad. Lo escuchan con esa proverbial paciencia tranquila, sin reloj, sin límite de tiempo. Para José había algo más urgente: saber dónde vivían sus ascendientes más cercanos.
Allí se dirigen. Nueva larga exposición identificativa… Hasta donde son las palabras, no hay problema. El final, es que no hay sitio. U otros llegaron antes, o sencillamente no les dan entrada. José se extraña mucho. No es el estilo del pueblo hebreo. Vuelta a empezar por otr familia… Los mismos resultados y mayor perplejidad. ¿Cómo era posible que no les acogieran, máxime yendo María en aquellas condiciones, que bien se veía que estaba pidiendo a gritos un reposo? Tercera intentona, e igualmente fallida.
Cuando José, hundido en su sentimiento y en su amor propio, se viene hacia María, casi confesándote causante de aquella falta de arte, encontró a María extrañamente sonriente. Y con la belleza de sus ojos limpios, con su corazón mismo (como quien vuelve a leer renglones de misterio). María le dice a José. “– José: ¿no sospechas ya que aquí hay algo distinto? Estamos empeñados en una cosa y no hemos pensado en que Dios lleva todo de otra manera? ¿No se solucionó de la forma más inexplicable nuestra venida Belén? ¿N o estará Dios hablando otra vez por boca de tus parientes?”

José se quedó parado. No era fácil entender, pero bien sabía Él que a Dios “no le entiende”…; a Dios se le acepta… Él no puede explicarse nada. Aquella situación está contra todas las costumbres judías. Era, quizás, un absurdo lo que iba a proponer, pero ya…, “lo perdío al río”. Intentemos la posada… Que no tenían dinero para pagar las habitaciones, pero ¿por qué no podía el hospedero tener un rasgo de humanidad”. Y se encaminaron hacia allá. Sitio Había. Las habitaciones de pago estaban disponibles… Y el patio, son su fuente para atar a las bestias, y sus soportales para acoger a los que iban a pasar una noche arrebujados en una manta, también. ¡Sitio había naturalmente! El problema es que María no iba en situación de quedarse en el patio común, cuando se acercaba el momento de parir.
Puede ser que el posadero hasta les ofreciera su cuadra, donde tenía sus animales. Al menos estaban bajo techado. O que les indicase los apriscos cercanos, a unos 2 kilómetros, aprovechando que los pastores y ganados trashumaban en aquellas fechas…

María miró a José. “José, le dijo, sólo Dios sabe, y Dios lleva todo en su mano”. Como una estrella de Belén, más brillante que la de los magos, pareció encenderse en las ojeras de María. “¡Hay cosas, José, que no se piensan, ni se razonan, ni se discuten: cuando es Dios quien entra por medio!”.

viernes, 16 de diciembre de 2011

NACIONALES Y EXTRAMJEROS

NACIONALES Y EXTRANJEROS
Viernes 3º adviento

Va a acabar el primer ciclo del adviento con una llamada general a toda persona capaz de escuchar la voz de Dios: los judíos que viven la rectitud de sus obras y manifiestan así su relación hacia Dios; los extranjeros que se han dado al Señor para amar siempre el Nombre del Señor.
La referencia a Juan Bautista es un nuevo acento para señalar la importancia capital del Bautista en la vida posterior del Reino: él dio testimonio de Cristo. Para que vosotros os salvéis.


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La vida de la nueva casa de Nazaret, la de José (que es ya la de José y María) vivía la normalidad del día a día. Y ese pensamiento (de no poca importancia): ¿cuál será la voluntad de Dios?. Porque Jesús “nacerá en Belén”, según las profecías. Y sin embargo no se mueve una hoja, no sopla un viento, ni hay un sueño, ni un ángel…, que diga algo. Y María y José se plantean una y otra vez: - La fidelidad a Dios ¿estará en que nos marchemos por nuestra cuenta hasta allí, o en esperar que Él siga llevando el caso a su manera? Y pasaban los días y aquello no tenía respuesta. Oraban a a Dios, le pedían que se manifestase. La gente de ahora diría: “Dios no me escucha”. Personas con la fe de ellos, simplemente esperaban.

Y un día se presenta un pregonero oficial, toca su cuerna convocando a los aldeanos, y comunica que es orden superior y obligatoria que cada cual vaya a empadronarse en la ciudad donde tiene sus raíces ancestrales. Hubo murmullo, protestas, maldiciones. María y José se echaron a un lado del tumulto, se miraron…, y no pudieron menos que sonreírse de parte a parte… ¡Allí estaba la respuesta de Dios! La más incomprensible. La más humana. Un tema meramente censal, que tendrá más o menos razones… Pero que era “la razón” de Dios. Dios pone a un pueblo a ir de arriba abajo, de este a oeste…, y al final es que JESÚS HA DE NACER EN BELÉN. Quien no quiera entender a Dios, no entenderá nada de esto.
José y María se retiraron, se metieron en casa, y planearon la marcha lo más rápidamente posible, porque María no estaba tampoco para otras cosas. Se quedaba hecha, allí en Nazaret, la cuna que José había preparado con tanto cariño. María recogía lo imprescindible. Había que disponerse a días de trayecto (ya lo conocía Ella…), y había que gestionar quiénes más irían en esa dirección.
San Ignacio nos lleva la contemplación a contar con una borriquita, que –por otra parte- tiene sus referentes bíblicos. Cargaron los bultos allí, y –una vez- resueltos los demás temas, emprendieron la marcha. María iba a ratos sobre la borriquilla, a ratos andando. Otra vez San Ignacio nos quiere hacer vivir este tiempo de una forma que hoy llamamos interactiva, y que San Ignacio expresa de forma bella y humilde: “hacernos esclavitos indignos”. Porque ya que María va a necesitar ayudas y descansos, a la par que José tiene también que abrevar a la mula, o hablar con gentes que aseguren la compañía hasta Jerusalén, acercarnos a María para preparar un poco de paja sobre la que echar una manta y que tenga su reposo, será una manera de sentirnos activos y útiles en un momento así. ¡Que son varios días, y toda atención es poca!

Y se vislumbran las cúpulas de Jerusalén…, y hay que seguir camino, sin perder tiempo. Hasta es posible que tengamos que ser nosotros los que acompañemos a aquel matrimonio, echados en las manos de Dios para que el camino sea lo más seguro, y a la vez menos molesto. Habrá ratos en que mejor es que cojamos el ronzal y dejemos a José situarse junto a María. En un camino tan largo, con temas tan trascendentes por delante, ellos necesitan hablar y plantear. Yo, “esclavito indigno”, estoy a lo que sea necesario.
José va echando sus cálculos… Aunque posiblemente él no conoce personalmente a ningún ascendiente de Belén, pero los clanes familiares son muy solidarios y la hospitalidad judía es proverbial. Lo más seguro es que tendrán dónde pernoctar…

jueves, 15 de diciembre de 2011

RECIO Y CABAL

RECIO Y CABAL
Jueves 3º adviento.

Merece la pena pararse en la figura de Juan, que no siempre tiene buena prensa, sobre todo cuando se pretende hacer el Evangelio un libro de aventuras de caramelo. Pero Jesús define al Bautista –el Profeta-puente entre el Antiguo y Nuevo Testamento-, su Mensajero propio, quien lo señala a Él como el Mesías salvador. Y lo define como “el más grande de los nacidos”, el hombre recio-roble que no se doblega, que afronta el martirio por honrado, sincero y veraz, y el que no entiende de vestidos suaves. “¡Más que Profeta!”. Y quienes escucharon a Jesús, bendijeron al Señor.



María llegó a su casa natal, la de siempre, donde se había criado. Gozó mucho. Su patio de macetas, su horno frente a la puerta, sus habitaciones, parte excavadas, parte exteriores, y sobre una de ellas la azotea, esa casi sagrada azotea desde donde oraban cada día vuelto el cuerpo hacia Jerusalén. Ana, su madre hacendosa; Joaquín, su padre heroico, que había sacado siempre adelante aquel hogar sin unos medios que le sobraran.

Su casa por breves días. Porque la boda estaba ya encima. Ya estaban en marcha los preparativos. Sus ropas de fiesta (“su traje de novia”, y esos detalles que eran propios de una boda judía. Las idas y venidas a aquellas que serían sus “damas de honor”, entre las amigas jóvenes. Toda la inmensa ilusión de una muchacha que se va a casar.

José, por su parte, alternando su trabajo y sus preparativos. Su corazón estaba ya preparado para recibir sin temor a María, la esposa que ya llevaba dentro un hijo, JESÚS, que era del Espíritu Santo. Lo nunca visto, ni imaginado. Y del que él, José, iba a ser “padre” por orden y deseo de Dios. Una boda singular, cuyas consecuencias posteriores ni pensaba ni quería pensar. José había entrado en el ámbito de Dios y se dejaría llevar.

Y llegó el día. José –con sus ropas de fiesta y su turbante de distinción- se dirigió a casa de Joaquín, rodeado igualmente de su cortejo de jóvenes amigos. Saludó, se dirigió al padre de familia y le hizo la entrega simbólica por la que María pasaba a ser su esposa y la señora y dama de su hogar.

María salió de su aposento. José la vio deslumbrante, con emoción honda de su alma. María sentía latir su corazón más que de ordinario. De suyo, abandonaba su casa y empezaba una vida nueva, llena de misterios futuros, porque bien sabía que estaba dentro del ámbito der Dios. Y Dios tendría que ir aclarando.

Las fiestas fueron alegres y amplias, como se acostumbraba entre los judíos. Y cuando acabó todo aquello, empezó esa vida diaria. José que salía con su cestillo de comida para ir al tajo; María se lo había preparado con cariño, y con esa limpieza –incluso exterior- que brotaba de su espíritu inmaculado- Mucho más felices eran el día que José trabajaba cerca, o en el pequeño taller que estaba en su patio, a la derecha de la entrada. Ese día comían juntos, hablaban mucho de sus cosas, disfrutaban de la mutua compañía.
Por la mañana temprano María iba a la fuente, amasaba y cocía el pan, limpiaba y dejaba todo en su sitio, y como un sol… Por las tardes se salía a la puerta y departía con sus vecinas. Disfrutaban ellas de aquella manera de conversar, exponer, elevar el pensamiento aquella su nueva vecina del lugar. María atraía. Con Ella se estaba seguro. Todas tenían “guardadas las espaldas”. Y cuando entraban en tema de la Historia de la salvación, María rebosaba. Allí era como si hablara alguien más que ella sola. Sentían a a Dios.

Y así se desenvolvieron días y días, con toda naturalidad. Hasta que una tarde, al regreso de José, María planteó una duda que le venía rondando el pensamiento: - José, ¿qué significará que el Niño tiene que nacer en Belém? La pregunta era muy seria y habría que reflexionarla… ¿Era una expresión judía por aquello de la ascendencia de José? ¿Era otra cosa?...

miércoles, 14 de diciembre de 2011

ME CUESTA CREER

ME CUESTA CREER
Miércoles 3º adviento

Me cuesta creer en la forma de presentación de Dios que hacen los dos primeros renglones de la 1ª lectura. Comprendo que es la forma primitiva en que puede expresarse un judío. Pero me repugna el modo, para un creyente en Dios, en el Dios de Jesucristo. Lo mismo que me enferma esa expresión de que Dios da la llaga y la medicina, me duele leer aquí: “Soy Dios, Artífice de la luz y creador de las tinieblas; autor de la paz, creador de la desgracia”. Me hiere la expresión en sí, como cuando se dice que Dios manda la enfermedad o el sufrimiento (tan fácil en el lenguaje ordinario).
Luego ya leyendo uno y va encontrando el sentido positivo: No hay Dios fuera de Mí; Cielos,, destilad el rocío; ábrase la tierra y brote la salvación. Yo soy un Dios bueno y salvador, y no hay ninguno más. Vamos a quedarnos con esto como lo que expresa con rigor la infinita bondad de un Dios de misericordias, que fue el que nos presentó Jesús.
El que hace ver a los ciegos, oír a los sordos, brincar a los lisiados, y hasta resucitar muertos.
Es el Dios que esperamos en nuestro periplo de adviento


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La llegada de la caravana ala encrucijada del camino de Nazaret se realizó al cabo de varios días, cuando ya había habido esa sintonía entre los componentes de la misma, a través de varias jornadas. Y aunque María se mantenía en el círculo femenino, su finura grácil, su alegría juvenil contagiosa, su servicialidad, su naturalidad…, eran más que apreciadas por todos. De ahí que la parada de la caravana en el punto convenido tuviera emoción, gratitud, nostalgia, gozo, y su poquito de pena. María, aquella muchacha antes tan desconocida por todos, hoy era familiar. Y dejar ya en el camino y en la despedida –seguramente para no encontrase más-, les resultó a todos más sensible. María tuvo con ellos esos gestos suyos tan delicados y agraciados, y hubo despedidas. A más de una de las compañeras de viaje, le había quedado dentro algo. El encuentro con María no había quedado estéril en el sentir de muchas.

Por su parte, María tenía un impulso profundo en salir hacia Joaquín, su padre, y unirse a él en gesto filiar y reverente. Y, luego, estaba allí José, profundamente emocionado. Recuperaba a la que en pocos días sería ya su esposa formalmente, tras la celebración de la boda, que empezaba por el traslado de la mujer a la casa del marido. Recorrieron el camino hasta la aldea, contó María muchas cosas, expresó su satisfacción de cada momento, porque en cada situación había sido feliz.
Llegados a casa, Ana esperaba a a puerta y corrió impaciente hacia su hija. Un Myriam muy familiar fue la exclamación de la madre, y el abrazo largo que vine tras la ausencia, en que tanto la había echado de menos. Después, los detalles de la vida en la montaña, el embriagador momento de su llegada y saludo a Isabel, la mudez de Zacarías que se cura de pronto cuando declara que “Juan ES el nombre del niño”. Un tiempo inolvidable, un viaje muy bueno, los “pequeños consuelos” que pudo ir llevando a muchos sufrimientos…, la riqueza que le había dado aquellas jornadas y aquellas realidades vividas.
Y ya, finalmente, concertar el día del matrimonio. Las condiciones, las normales: la mujer pasaba a ser dueña y señora, administradora de los bienes, aunque en dependencia del esposo. El acta de desposorios ya estaba firmada (María ya estada “desposada” de antes, ante testigos, bien oralmente, bien con algún documento escrito. Podía haber un juramento e incluso ofrecerse sacrificios nupciales. Se pagaba la dote al padre de la novia, aunque en la sociedad judía el “precio” era simbólico. Y la mujer (esposa) pasaba a tener los privilegios del marido, y por supuesto –ya desde los desposorios”, una estricta exigencia de fidelidad

martes, 13 de diciembre de 2011

BLANCO & NEGRO

BLANCO & NEGRO
Martes 3º adviento

Ls dos lecturas coinciden en los mismo: dos realidades: ciudad rebelde y opresora…/ Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde que confiará en el nombre del Señor. Dos hijos: el que dice SÏ…, pero no va; el que dice NO, pero va.
Conclusión: los pecadores prostitutas os aventajarán en el Reino. Y hay quien saca la conclusión: ¡pues vamos a vivir la “dolce vita!. No: no alcanzan el Reino los pecadores y rameras por ser lo que son. Lo que sí dio la historia es que el pecador que se acepta y reconoce pecador y –por ende- se humilla y cambia, está por delante del engreído que quiere llevar la razón siempre.
Adviento es encrucijada, no mero “tiempo litúrgico” postizo. Al final no va a quedar en tiempo que “pasó” ni “niño Jesús” que nace. Sino dónde va a estar el SÍ verdadero y el NO… Dónde va a quedar el “niño” y dónde está el ADULTO.



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Los días en el pueblo de la montaña entraron en na normal monotonía de la vida normal. Zacarías, en su mudez, tuvo mucho tiempo para pensar, sopesar, redescubrir más en profundidad a Dios, al Dios que él no había captado del todo antes de todo esto.
Isabel y María realizaban las labores de la casa. Isabel desde su pesadez natural; María desde esa agilidad de sus pocos años. ¡Y luego, los ratos gozosos en que hablaban de muchas cosas…, de “sus cosas”, que tanto coincidían en el misterio de Dios!
Y pasaron los breves tres meses y le llegó a Isabel el momento del parto. María, siempre junto a ella, fue un auténtico ángel de Dios.
Y cuando nació el niño y vinieron de tantas partes familiares y amigos (no era sólo un niño que nacía, sino unas circunstancias especiales de padres mayores), todos empezaron a llamarlo Zacarías –costumbre normal de los primogénitos. Isabel se yergue decididamente y dice que no: porque se va a llamar JUAN. No les valió mucho su afirmación, que venía de una mujer, y le preguntaron a Zacarías. [Observen aquí lo que pudiera decirse un “lapsus” de redacción: Zacarías estaba mudo, pero no sordo; sin embargo el texto dice que le preguntaban por señas]. Zacarías pidió una tablilla y escribió con letras grandes, “JUAN ES SU NOMBRE”. No dice que “se llamará Juan”, que sería como un capricho de familia. Es mucho más: ese Niño TIENE YA SU NOMBRE: “su nombre ES Juan”. Y Zacarías rompe a hablar y a gritar: “Juan es su Nombre”… Para un israelita eso eran palabras mayores. Algo grande ocurría. Y les hace preguntarse, admirados, qué será de ese niño. Y la noticia corre como reguero de pólvora por todos los pueblos y aldeas de la comarca. Hay una convicción honda de que la mano de Dios está sobre él. [Dicen algunos estudiosos que este cántico es propiamente un canto pascual, al que el verso que se refiere a Juan es posterior y añadido: “Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar sus caminos, para enseñar al pueblo el camino de la verdad y el perdón de los pecados].

La misión de María había acabado, una vez que pasaron los primeros días y primeras atenciones y ayudas. Y María les comunicó que ya debía regresar. Eran sus padres que la esperaban…, y era su boda que se había quedado por celebrar. Zacarías hizo dio los pasos necesarios para el regreso de María en un seguridad y él mismo la acompañó a Jerusalén, desde donde partían las caravanas. Con alguna persona de fiar se envió recado a Nazaret de que María regresaría en unos días –ya muy concretados- para que esperaran a María en el cruce del camino hacia Nazaret.
Querer explicar el camino es repetir lo poco más o menos que puede haber ocurrido a la venida. Aunque para María era mucho más. Y no mucho más porque era el regreso a casa, sino porque ahora era su boda e iba a casa de José. Y pienso que sería muy seráfico imaginar que María ya se sabe de antemano lo que eso vaya a ser. Están por ver los planes de Dios, los planteamientos de aquella boda, el futuro que supondría en una pareja hebrea.
Interrogantes los había a puñados. Y junto a cada uno de ellos, una respuesta muy clara: “Dios dirá”.

lunes, 12 de diciembre de 2011

NO ES AHORA

LO VEO, PERO NO ES AHORA
Lunes 3º adviento

Hoy entre en liza el profeta Balaán, que se describe a sí mismo como hombre de ojos perfectos. No; no es una fanfarronada. Es como una visión en más cercanía que las de Isaías. De hecho Balaán ve ya alineadas las tiendas de Israel
Su anuncio es ya de un avance de la tribu de Jacob, y un subir el cetro de Israel. Nos encaminamos hacia esa generación de Jesús, desde su realidad humana.
El Bautista, figura importantísima del adviento, es tomada por Jesús –en su conversación con los jefes que le piden cuenta de sus obras- como un símbolo por el que merece la pena responder les o no. Y en el dilema que usa Jesús, quedan cogidos en la trampa de no haber aceptado al Mesías.



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Con los viajes pasa esto: que uno quisiera salir antes, y luego las circunstancias mandan e impiden salir a “su hora”. El jefe de la caravana, que se había responsabilizado de dejar a María a buen recaudo en su ida a la montaña, ha de buscar y tantear, hasta que dio con la persona de confianza que le garantizara.
Y, por fin, ya veis que más tarde de lo previsto, emprendieron la marcha. Estaba cerca: a unos 8 kilómetros hacia la montaña de Judea. No hacía mucha falta darse prisa. Y el fiel emisario se mantuvo junto a María hasta que –preguntando aquí y allí, los vecinos le dejaron en la puerta de la casa de Zacarías.

María llamó desde fuera a Isabel para anunciarse. Cuando Isabel salía, María se adelantó y entró en la casa y saludo a Isabel. Aquello fue como un terremoto. En cuanto el saludo de María llegó a su parienta mayor, se levanta una catarata de emociones en los que Isabel nota claramente que el hijo de sus entrañas da saltos en su vientre. Y a voz en grito, –muy propios de la cultura hebrea- comienza a decir, llevada por un Espíritu superior (“había quedado llena del Espíritu Santo”, nos dice el evangelista): “bendita Tú entre las m mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”.
Zacarías salió precipitadamente, entre asustado y curioso: ¿qué pasaba allí? ¿Qué le había ocurrido a su mujer? Yo no sé si Isabel tuvo siquiera en ese momento una palabra explicativa de que aquella muchachita era su pariente María… Más bien fue María la que se adelantó a saludar a Zacarías. Seguía Isabel en sus mil revoluciones por segundo, como abstraída de todo lo demás.

Podemos imaginar la cara de sorpresa y admiración de María. No había mediado palabra ni explicaciones. Ella no había hecho más que saludar, y no salía de su asombro. Pero es que Isabel seguía en su paroxismo místico (allí solamente podía haber hablado Dios), y a María se le viene encima aquello, que es un reconocimiento público del misterio que había guardado con tanto celo.. ¿Quién soy yo –sigue exclamando Isabel- para que me visite la Madre de mi Señor? ¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que ha dicho el Señor, se cumplirá". Zacarías mismo estaba absorto. [Me dijo una vez un tocólogo que lo que los saltos del feto de 6 meses de gestación eran imposibles” Yo me limité a responder que donde todo lo que se está desenvolviendo desde la Encarnación es algo inaudito, poco podría extrañarme los saltos del niño en el seno de su madre].

Isabel se calmaba. María estaba con los ojos bajos, entre extasiada y pudorosa. Y cuando ya pudo hablar, lo que más me encanta es que María no dijo a nada que no… No podía decirlo. Pero en la vida existen personas muchas alabanzas que parecen quererse como quitar uno de encima. Por supuesto María no es así. Cuanto Isabel le ha dicho es verdad. ¿Qué es bendita y agraciada entre todas las mujeres? - Es verdad. ¿Qué es bendito el fruto de su vientre? - ¡Sin la menor duda! ¿Qué la llamarán bienaventurada todas las generaciones? - Lo más seguro. ¿Qué el niño de Isabel dio saltos en el seno de su madre al saludar Ella, que llevaba dentro al propio Hijo de Dios? - Pues no le extraña nada…
¿Qué hace entonces María? Sentirse Ella más nada, más pequeña, y llevar hasta Dios todas las alabanzas juntas Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se goza profundamente en Dios, mi Salvador. Ahí se vuelve todo su ser. Ahí ya pueden caer en Ella todas las alabanzas. Sabe muy bien que no son de ella ni para Ella. Es el Dios inmenso que mira lo pequeño, que tiene predilección por el pobre y el que no es nada…, como lo hizo siempre con Israel, desde la promesa hecha a Abrahán y su descendencia.
María está sumida en una inmensa admiración, y así se va desenvolviendo este momento tan especialmente “explosivo” de su llegada.

Todo se calmó… Comenzó la vida ordinaria. Comenzaba para ella aquello para lo había ido… Y casi a cada instante, como un suspiro desu alma, sentía que proclama la grandeza del Señor, que fijó los ojos en Ella, tan pequeña…

domingo, 11 de diciembre de 2011

VOZ Y PALABRA

VOZ Y PALABRA
Domingo de la alegría

Esta mañana, recién levantado, me asomé a la ventana y observé a un grupo de mozalbetes que venían dado voces y haciendo ruido. Puse atención para intentar escuchar de qué hablaban. ¡Absolutamente nada! Sencillamente gritaban, pronunciaban monosílabos incoherentes: ¡jo!,. ¡tío!, ¿bueno…!
Hoy es el Domingo que distingue entre Voz y Palabra, y se llama “domingo de la alegría”. La VOZ es Juan Bautista. Él no es ni el Mesías, ni Elías, ni el Profeta… O sea: que es VOZ y a su vez articula, dice lo que tiene que decir. Dice que es sólo VOZ QUE GRITA: “allanad los caminos”, porque llega LA PALABRA. O sea: es VOZ, pero explica. Es VOZ, pero prepara. Es VOZ tan sublime y necesaria que cumple su misión y se retira. Bautiza en agua, y no pasa de ahí. Porque llega LA PALABRA y sobre esa Palabra, está el Espíritu del Señor, y tiene tal fuerza de Palabra que se pronuncia y simultáneamente actúa, cura, libera, da vista a los ciegos, hace oír a los sordos y trae libertad a quienes están cautivos de sí mismos.
Todo lleva al otro grito de Pablo que dice a los cuatro vientos ¡Estad siempre alegres! Ha llegado la PALABRA…, no apaguéis el Espíritu, que es Espíritu que da sabiduría, ciencia, juicio, prudencia, equilibrio, y amor de Dios
¿Qué hacemos los cristianos que salimos de Misa con solo “voz” y sin “Palabra”´ ¿Qué hacemos los creyentes que salimos de Comulgar y nos hemos quedado sin palabras y nos perdemos en voces que se lleva el viento? ¿Qué hacemos los cristianos tristes que llevamos en nosotros –dentro- el Espíritu de la alegría? ¿Nos lo plateamos en serio o no? Porque esta línea divisoria es la que nos hace de termómetro de adviento personal.



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Cuatro o cinco días de viaje en esas condiciones se hacía pesado. Cada día más. Por eso, cada día había menos cosas que decir y menos ganas. En la carreta se adoptaban las posturas más cómodas, aunque no fueran siempre las más estéticas.
Era, podríamos decir, la hora de María, la hora de gozar de su silencio, de su misterio, de su Dios, de su Hijo. Esos momentos en que aflora la profundidad que hay en el alma. Poco estorbo encontraba ahora María para ese regocijo espiritual. El silencio de María no es simple silencio, mero aburrimiento. Era como el vaso que se va colmando, naciendo desde el manantial interior. Lo que María meditaba en su Corazón era ya esa vida interior que sostiene todo lo demás. La que no deja lugar al cansancio porque a más silencio, más crece esa vida, más se expresa en requiebros y emociones del alma.
Por supuesto que alrededor suyo había silencios, y María no era ajena a ellos. Había compañeras que callaban su pena. En realidad aquel viaje era por algún motivo que les preocupaba o entristecía. Otra callaba porque no tenía nada dentro, y a más vacío, menos ganas de hablar. Había silencios de oración, de Salmos de esperanza, de misericordia, de súplica, de dolor, de abandono que se expresaba en suspiros profundos. Y horas por delante para que María supiera “tocar” con su ternura y su delicadeza, situaciones que estaban necesitando aquello. Realmente ya habían advertido en María ese algo distinto que levanta ánimos y sonríe hasta hacer saltar cerrojos íntimos del alma. Penas y situaciones que sólo se hablan cuando hay alguien capaz de estar al lado, saber callar pero acompañar, o dejar caer la palabra oportuna que hace romper en un llanto liberador. María aprovechaba silencios y se acercaba de forma muy queda para no herir sentimientos, no forzar conversaciones, no dejar que alguien hablara lo que necesitaba hablar para desaguar la amargura que llevaba. La otra, con su secreto de amor incipiente, que le salía en cuanto alguien supiera sintonizar su fibra… Y María era también una muchacha enamorada que podía comprender perfectamente e incitar a un amor abierto y grande. ¡Se había dejado Ella su matrimonio en puertas…! ¿No iba a comprender?

Un murmullo recorrió de pronto la caravana entera. Con un sol, poniente, aparecían brillantes de oro aquellas cúpulas de Jerusalén. Jerusalén sería para la mayoría su final de trayecto. Pero para todas era la Ciudad Santa, la Ciudad de Dios, la Ciudad de paz. De pronto, como movidas por un resorte, las gargantas de hombres y mujeres se lanzaron a cantar: ¡Que alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!, o bien cualquiera de los diversos Salmos de peregrinación.

María, joven –que casi no había salido de Nazaret- quedó extasiada. Cantaba y se elevaba. Cantaba con el alma entera. Todos sentían la emoción profunda, pero en María se produjo un estremecimiento. El sol hacía figuras de ensueño entre brillos y sombras, en las cúpulas del Templo. María sentía aquello con un ardor inaudito. A la vez que sus ojos se pararon en su seno virgen y maternal… Allí iba el Hijo del Altísimo. Y aquello encendió nuevos fuegos sobre su alma. Estallaría de gozo, si no se contuviera. Sentía deseos de gritar la Presencia viva de Dios, que iba dentro de Ella… Tuvo casi que llevarse la mano a la boca para contenerse. Era un vaivén de miradas hacia afuera –que embelesaban-, y de miradas hacia adentro que enternecían y le habían sentirse más al vivo todavía, su gran palabra de Esclava del Señor.

Yo pienso que el que está orando ahora mismo con esta oración, también me está pidiendo SILENCIO. Porque por muchos matices que mi contemplación pudiera dar, el mundo interior personal de cada uno SIEMPRE ES MÁS, siempre es capaz de más