martes, 29 de marzo de 2011

MOISÉS ANTE EL MAR ROJO

Le dice un joven a un antiguo compañero: Estoy leyendo un libro muy interesante, pero que tú no podrías entender. - ¿Cómo? Si somos compañeros de curso...; lo que tú puedas entender, lo mismo lo entiendo yo. ¿Qué libro estás leyendo? - La Biblia. - ¡Vaya! Ese libro lo puedo leer yo. El "intelectual" le dice: - ¿Tu conoces el paso del Mar Rojo? -..., pues mira, así ahora no me acuerdo. - Pues cuenta cómo libró Moisés al pueblo hebreo al que perseguían los egipcios, y no tenía más escapatoria que por el Mar. - ¿Cómo lo hizo? - Cogió el móvil, llamó a un topógrafo y le dijo que tomara las medidas para hacer un puente y pasar por él. Que calculara bien para que sostuviera a los setecientos mil... - Eso no lo puedo yo entender ni admitir...; ¡en aquellos tiempos...! - Pues ¡anda que si te lo cuento tal como dice la Biblia!

jueves, 24 de marzo de 2011

PERDONADOS SON TUS PECADOS

El evangelista Marcos comienza su capítulo 2 con un hecho que podemos recomponer dramatizando la escena, enriqueciéndola con nuestra imaginación, dentro de lo muy lógico y sin crearse fantasías inútiles.
Era un paralítico. Por eso mismo él no podía acudir a Jesús, porque él solo no podía moverse. Dice allí que fue llevado por cuatro. Evidentemente tenían que ser cuatro de sus amigos, en los que él podía confiar.
Y cuando llegan al lugar donde Jesús hablaba (una casa con terraza sobre un porche de entrada, y que tenía que tener una puerta trasera), topan con una fuerte dificultad: hay tal gentío que no pueden ni pasar. El paralítico se desanima. Ve que no podrá lograr su anhelo. Pero los amigos están para algo y le dicen: "No sufras; estamos nosotros aquí". Y como no podían pasar, a causa del gentío, se dan la vuelta y buscan la parte de atrás de la casa. Por allí consiguen que les abran y entran con el paralítico y suben al terrado de una casa de aquellos tiempos, con grandes lajas que formaban el suelo. Bajo él, Jesús hablaba a las gentes, embobadas con su palabra.
Se toman el trabajo de levantar unas lajas de aquellas. Sin más remedio tuvo que caerle tierra a Jesús que no me extrañaría que imaginó alguna cosa. Y con unas cuerdas, hicieron descender al amigo enfermo de tal manera que fue descendiendo -asustado y con los ojos abiertos como platos- hasta estar en el suelo del porche delante de Jesús. Dice el evangelista que "vio Jesús la fe de ellos". Podemos decir: la buena fe. Y Jesús, que es sorpresivo, en vez de curarlo sin más, le dice: "Perdonados son tus pecados". Y yo pienso para mí: ¿eso le dio al hombre la alegría que deseaba? Me temo que no. Y aunque es verdad que, en aquella cultura y mentalidad, la enfermedad se veía como consecuencia del pecado..., y si se perdonan los pecados se está significando la curación de la enfermedad..., me huelo que -como tantos en la vida- más hubiera estimado el paralítico la curación del cuerpo que el bien espiritual. ¡Pensamos tantas veces con ideas miopes...!
Los fariseos fueron más lejos: como sólo Dios puede perdonar pecados, aquel Jesús que había hablado así, "estaba blasfemando", pensaron. Y Jesús les hace un desafío: "¿Qué os parece más significativo: que yo le diga 'perdonados son tus pecados', o que le diga: 'Levántate, toma a cuestas tu camilla y vete a tu casa'?"
Pues para que veáis que no he blasfemado y que lo que digo lo puedo decir..., le dice al paralítico: "Levántate, toma tu camilla a cuestas y vete a tu casa".. Y el enfermo, tantea con cierto recelo si se sostiene en pie, y acaba erguido... Los amigos le jalean desde la terraza, y él coge su camilla y los llama a ellos para agradecerles tanto..., y marchar juntos con inmensa alegría.
De las gentes que estaban allí, sabemos que quedaron fuera de sí y alababan a Dios. De los fariseos, nada se dice. No merece la pena comentar. Jesús, contento: ha hecho el bien, como fue su obra cada día y en cada sitio. Pero tampoco se dice expresamente. Eso nos queda a nosotros para orar, profundizar, dejar que nos entre en el corazón..., o que sepamos entrar nosotros en el Corazón de Cristo, en sus sentimientos.
De los amigos..., pensar el valor de la amistad sincera. Incluso pensar cuáles serían los 4 amigos que yo elegiría en un caso determinado... A lo mejor se puede hasta pensar -como hizo al principio el paralítico-, ¿qué cuatro amigos serían los que estarían dispuestos a llevarme a Jesús...? ¿O a qué amigos yo podría llevar hasta Él, precisamente como la prueba de mi mejor amistad?
NOTA: Un libro está a punto de salir, con 80 temas evangélicos. Se llama "VENTANA AL EVANGELIO" y lo podéis ver anunciado en el Boletín de marzo (1ª página).

jueves, 17 de marzo de 2011

ECHO DE MENOS LOS COMENTARIOS

Repasando el blog del APOSTOLADO, echo de menos los comentarios a lo que se va publicando. Y un blog sin entradas de comentarios (cuando teóricamente hay 12 seguidores), no puedo menos que extrañarme. Y me hago unas preguntas: ¿no interesa?; ¿no interesa lo que se dice?; ¿basta limitarse a leer?; ¿estamos asistiendo pasivamente?; ¿no tenemos nada que decir?
Pienso que sería interesante si nos aclaramos sobre estas cosas. O es que tiene poco gancho o es que vamos demasiados en el vagón de cola y hacemos poco por tirar, ayudar, dar vida.
Incluso sería muy bueno que cada uno enviáramos a gentes conocidas la dirección del blog, y lo implicáramos en este medio tan actual para estar en contacto.
Adelante, pues.

miércoles, 16 de marzo de 2011

¿ME PERMITÍS OTRO DE LEPEROS?

- La esposa despierta a medianoche y dice:
- Manolo: me parece que abajo hay alguien...
Se levanta el marido, se asoma y ve en efecto a uno revolviendo cajones: - Oiga, ¿que hace Vd ahí?
Responde el ladrón:
- No se preocupe; yo no voy a matar a nadie; yo sólo vengo a robar... Pero bien visto, ahora no tengo más remedio que matarlo a Vd porque Vd ya a visto mi cara.
Mientras tanto la esposa asustada sale a ver. Y el ladrón dice:
- Ya no tengo más remedio que matar a los dos. Y mire: tengo que empezar por la mujer porque las mujeres hablan mucho.
Se dirige directamente a ella y le pregunta:
- Usted ¿cómo se llama?
- ... (temblando): Yo..., Maria Teresa
- ¡Mala suerte la mía!, dice el ladrón. Ya no puedo matarla. Mi santa madre se llamaba Maria Teresa. Pero Vd. -dice ahora al esposo- ya no hay quien lo salve. ¿Cómo se llama Vd.?
El lepero responde:
- Hombre, llamarme..., me llamo Manolo; PERO AQUÍ EN EL PUEBLO, TODO EL MUNDO ME LLAMA MARÍA TERESA.